NOVELA: YO BIPOLAR. Capítulo XXXV
NOVELA: YO BIPOLAR.
Capítulo XXXV
Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados,
sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.
Nicolás Boileau
Por Jesús I. Callejas
EL MUNDO
Canal público. La Segunda Guerra Mundial, los Derechos Civiles en todas partes, un chef canturreando desafinadas arias. Celtas contra romanos, romanos contra sajones, sajones contra vikingos, sajones contra normandos, los del Medio Oriente masacrándose entre ellos. Me cambio la ropa... ¡Un tirón en el brazo derecho! Tras cada invisible puerta hay un álbum podrido. Sí, me gustan y tranquilizan las bondades del consumo: cafetera, licuadora, tostadora, arrocera, abrelatas. No culpabilidad por gustar del confort; los que furibundamente critican el consumo son sus mejores usuarios. No es mi prioridad (¿tengo alguna?), pero no hay motivo valedero para rechazar ciertas ventajas. A veces me soy menos cobarde que prudente... menos oportunista. Bajo perfil y alta funcionalidad debe ser el lema. No hay que hacerse notar mucho, no destacar demasiado… por el momento... Cuidado con el estornudo sideral.
Sobrevivir dentro del manicomio casero, si me dejan. Nadie puede despojarme de lo que pienso. Ja, ja, ja. Arrogante. La taza de café en el aire. Cambiar de píldoras o ingresar… igual que Amelia. ¿Envejezco o me muevo o muero en Mí? Señor: noto que tiene usted una ensalada en la cara. Y usted un potaje en la suya. Me gustaría que nos tratáramos. ¡De ninguna manera, caballero; soy elitista! Una ensalada porta elementos de nobleza -de la opuesta- que se pueden separar ipso facto; en un potaje los ingredientes se mezclan sin remedio: es la plebe. Juntos pero no revueltos. Lleva quince días hospitalizada. No he ido a verla pero a diario la llamo por teléfono, notando su mejoría.
Hace muchos días que no me relaciono conmigo mismo en voz alta. Dilecto muchacho: Aléjate de los intelectuales que no hablen a través de libros -la mayoría pretender ser conferencistas-, y cuidado con los falsos poetas; los que se pavonean tejiendo encajes sin rellenar el texto: perpetrando bisutería de tertulias; y en especial cuídate de los poetas asmáticos. La mitad de Bajagracia, demarcación en la que he espolvoreado las fichas principales de mi vida, consume la abominable poesía que un tercio garabatea y de la cual el otro tercio huye mudándose de ciudad. Indecencia de la buena. El esteta es un bipolar de la cultura. ¿Me dirás que no eres un egotista al escribir el texto, que no intentarás publicarlo? Egolatría es palabra excesiva. Mi ego, mi eguito, es sano, restringido. Ego pasivo; ya lo dije. No me interesa que me lean todos, sino algunos. Entonces, eres soberbio, clasista. Sí, pero clasista del espíritu. La patria del alma, dijo Camus… Soy buena gente. Un tipo bacán, leal y honrado, lo que los cretinos son incapaces de percibir. Hoy la depresión predominando sobre la ansiedad; días acelerado, los restantes ansioso.
Siesta desde las once de la mañana a las siete de la noche tras dormir ocho horas durante la anterior. Me duché antes de engullir la ensalada gigantesca: lechuga, tomate verde, pimientos rojos, tofu, cebolla, pepino, huevos, aderezo italiano. Amaneció; el entusiasmo pedalea más de una hora. No sudaba así desde la pubertad. Me la paso quejándome del ruido, ahora me quejo del silencio. ¿Quién puñeta me entiende? Ni yo mismo. Amelia, tras un mes, ha sido dada de alta hoy al rayar mediodía. La escolto mientras se balancea prudente por el pasillo; de repente veo en ella una muñeca ebria. Llegamos al departamento, donde solemne le entrego el CD Bartoli-Salieri. Me propina un apretón al que apenas respondo. Pasé de angustiado a indiferente, percibiendo un intervalo que casi me impele a devolver el abrazo.
Procedía a limpiar el polvoriento ventilador, el magro entorno. Mejor un rato en la biblioteca. El jardín soporta valija de siglos en flamboyanes que juguetean orquestando alfombra; surge la chispa meridiana. Amelia en figura cristalina. Hoy me siento fuerte: un Sansón de la bipolaridad. Murmullos de torsos, cemento quebradizo. La observo desde ti, ventanal movible, recurso que eres jardín, pájaro, insecto: cómplice. La observo ahora bajo refulgente martillo acariciándole cabellos azulados, como aquella ocasión en que avanzó contra mi asiento bajo el árbol. No la sabía tierra de ondina esculpida en las alturas, no savia cubriendo con ademán obtuso uno y todo ventanal atento a trapezoidal hojarasca. Me gustan, sin palestra de escándalo, su transcurrir inquieto, el olor a leña fría que se le desprende en aluvión de aguas. Se eleva desde el musgo anillado en cada árbol... Intuyo la mano, imprecisa por momentos, enviando saludos. Bordeo el fósil cantero a expensas de la calle sostenida frágilmente y mi ademán espontáneo yérguese en saludo... ¡Las lagartijas se metamorfosean en dinosaurios! Debería escapar, ponerme a resguardo de ellos.
¿Qué espera al final de la calle: ambulancia, césped o mural? Nada de eso. Un lujoso bar de medicamentos cuyas tonalidades avergonzarían las del neón a tal extremo que se vería éste obligado a sajarse venas evaporando así arrecifes de rocío; es decir, mandando sus líricos intentos de madrugada al mismísimo carajo. Bromea usted. Qué no. Imagínese que pedí una cerveza y casi me sacan a patadas; ni que hubiera proferido una indignidad semántica, una impudicia fonética… Pero, hombre, a quién se le ocurre buscar licor en una ¿farmacia? Se metió de cabeza en el lugar equivocado. ¿No vendría usted ya “prendido”? ¡Le digo que no, señor mío! Y no sea atrevido que no soy un adicto a sustancia alguna. De seguro el “prendido” es usted… Pero usted no soporta ni una inofensiva broma… Está bien, disculpe mi exabrupto.
Déjeme continuar: ¡Era un inmenso bar de pastillas en toda regla! Tenían hasta un catálogo o un menú, aunque sólo para consumir allí. No es posible… Pero sí que es usted porfiado… Comprenda; suena difícil de creer. A propósito, eso me recuerda los afamados Coffee Shops de cannabis en Amsterdam… Ah, si esos antros de marihuana; también los vi. ¿Entro en alguno? Bueno, uno era joven. Sólo por curiosidad; ¿y usted? También; cómo ir allá y no probar… Lo que yo no era tan joven… Pero no volvería. Es verdad; ¡qué decadencia! Están a punto de prohibirlos para los extranjeros porque los viciosos de todas partes se amontonan a consumir dándole una imagen negativa al país. No me diga. Sí señor; están planeando restringir su uso a los nacionales. No es suficiente: deberían cerrarlos todos. Y de paso, el Distrito Rojo lleno de putas internacionales tras cristales… En efecto; he leído que hay alrededor de dos mil mujeres desempeñando ahí tan denigrante oficio… Pero, déjeme contarle sobre los bares de medicamentos con sus estantes repletos de pastillas y lo que vi incrédulo desde la calle a través de una vitrina. Se requiere presentar una tarjeta o carné de loco y además abonar la cuota de entrada. Una vez que la persona recibe el ¿medicamento? en bandeja se sienta en la barra o en una de las monísimas mesitas, lo que puede hacer solo o, si lo desea, compartirla con algún otro cliente… o paciente; no sé cómo llamarlo.
Llamó mi atención un matrimonio, con aspecto de rinocerontes aplacados, conversando con un calvo frenético que no paraba, ni siquiera al rato de dispararse tres píldoras seguidas, de mirar ansioso de un lado a otro como si fuera un mapache fuera de estación. Este hombre, que se creía perseguido por el Servicio de Inteligencia, según su alarmante comportamiento, fue al fin conducido al fondo del recinto y desapareció misteriosamente tras la puerta apenas disimulada en un cortinaje. Cuando lo sacaban a rastras comenzó a gritar como poseso no sé qué disparates sobre conspiraciones mundiales. Hágame usted el favor… Por lo que me narra ese sujeto demostró una conducta equivalente a la de un vulgar alcohólico en cualquier taberna de baja estofa. Así es. Pues a la media hora, la cantidad de perturbados que yacían catatónicos en la farmacia-bar era impresionante. En extremo desagradable. Vaya, lo que tenemos que aguantar. Increíble las cosas que me cuenta, estimado colega. Qué suerte tienen estos locos con la vida que se dan a costa de la gente laboriosa. Y se quejan porque no les alcanza el cheque. Ellos drogándose muy sabrosones mientras ciudadanos como usted y yo, por ejemplo, dejamos las correas del pellejo en nuestros butacones ejecutivos para contribuir a mantenerlos con el pago de impuestos.
La democracia es demasiado tolerante. Y que lo diga usted; necesitamos mano dura. Sí, señor. Yo a los quince años ya tenía mi primer auto y a los veinte colgaba en un moderno despacho mi título universitario. Y yo con veinticinco había regresado del extranjero con un diploma bajo el brazo y conseguí otro aquí en esta bella ciudad de calor, fango, mosquitos, ciclones y humedad. Confío en que el congreso pasará leyes más severas para eliminar esa crápula, para sacar las sanguijuelas del ornato público. Dios lo oiga, amigo mío. Ojalá sean todos deportados a una isla de concentración en el Africa ecuatorial… A dónde irá a parar la sociedad que nuestros ancestros fundaron sacrificando sus propias vidas. En verdad terrible. ¿Me pasa el suplemento deportivo de la prensa? Con sumo gusto; ¿ya terminó con la sección de la Bolsa y las Acciones? Aquí la tiene. ¿Le apetece algún aperitivo? Pensándolo bien, sí, ¿por qué no? A mí también. Chequeemos el menú.
Continúa en el próximo número de la revista.
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Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7174
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Capítulo VIII en: http://revista.escaner.cl/node/7432
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Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7739
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Capítulo XXXIII en: http://revista.escaner.cl/node/8064
Fuente de la imagen: Imagen de dominio público.
Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/
Fecha de Publicación: 01-21-2013
@copyright Prohibida su copia sin la autorización del autor.
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Email sibaritamito@gmail.com
Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) Estudiante de múltiples disciplinas -entre ellas historia universal, historia del arte, literatura, teatro, cine, música-, afortunadamente graduándose en ninguna al comprobar las deleznables manipulaciones del sistema educativo que le tocó sortear. Por ende: No bagaje académico. Autodidacta enfebrecido, y enfurecido; lector de neurótica disciplina; agnóstico aunque caiga dicho término en cómodo desuso; más joven a medida que envejece (y envejece rápido), no alineado con ideologías que no se basen en el humanismo. Fervoroso creyente en la aristocracia del espíritu, jamás en las que se compran con bolsillos sedientos de botín. Ha publicado, por su cuenta, ya que desconfía paranoico de los consorcios editoriales, los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). Reseñó cine para revistas impresas, entre ellas Lea y La casa del hada, y publicaciones digitales. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (2012) (novela); Desapuntes de un cinéfilo (2012-2013), que incluye, en cinco volúmenes, historia y reseñas sobre cine; Arenas residuales y demás partículas adversas (2014) y Los mosaicos del arbusto (2015), ambos de relatos, así como el primer volumen de la novela Los míos y los suyos (2015).
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