NOVELA: YO BIPOLAR. Capítulo XXIX
NOVELA: YO BIPOLAR.
Capítulo XXIX
Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados,
sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.
Nicolás Boileau
Por Jesús I. Callejas
PARANOIA
De nuevo nos amenaza la celebración navideña, pero este año me negué rotundamente a asistir; la capacidad de resistencia disminuye. Qué no daría por ver a todos mis hijos unidos, clamaba mamá sin dejar una y otra vez de lamentar mi ausencia. Al tildarme Marta de egoísta, Rosario reiteró que no me interesan las reuniones, ni siquiera familiares, que prefiero estar solo. ¿Cuándo entenderán que es un enfermo?, incluso Julia intervino.
Un psiquiatra cliente mío asegura que detrás de cada loco hay un sinvergüenza, soltó Alberto con su carcajada de hiena mientras encendía un puro. Sólo Marta le hizo eco. Amonestación de mamá: Alberto, me desagrada que hables así; tu hermano es un muchacho que solamente padece de desajustes nerviosos. No voy a tolerar esa palabra en mi presencia; ya lo sabes. Punto final. Al rato bajó la tía Josefa con su hijo, el ex-monstruo Carlos, y la nueva novia de éste, cierta lánguida modelo rubia; guapa pero, para mi churrigueresco gusto, un depósito de huesos.
Lo inusual llegó al final de la celebración: la dulcecita Hilda se excedió con el vino tinto y comenzó a quejarse del tiránico Alberto, mostrándose indiscreta al revelar que mi hermano aún no ha podido superar su conflicto infantil de "mojar las sábanas". Mi hermano le arrebató la copa y la remolcó a la cocina, donde Marta la inundó de café. Los “digitales” –al igual que la nieta de la Robinson y su novio, miran inexpresivos, como si uno fuera invisible, hacia la distancia que no existe-, Esteban y Luis, hijos de ambos, desesperados por terminar la comida y largarse con sus novias a un bar con docenas de neutrones chocando entre humo, música estridente y televisores en cada esquina. La gente es apenas capaz de mirarse de frente, menos a los ojos.
Me levanté, pasé por el baño, desembarqué en la cocina donde aún pernocta la Ventana Deforme con Hombre en Lejanía. Naturaleza viva; tan viva que duele desde adentro hacia los poros. Desayuno la tortilla ucraniana, creada por mí: tres huevos batidos con crema agria y caviar rojo; acompañada por lascas de salmón sobre pan de trigo; yogur de fresa y café con crema irlandesa. Mi madre considera apropiada la recomendación del terapista: combatir la depresión con actividad. También asegura que me ha notado paulatina inclinación a las "malas palabras". ¿No las uso moderadamente desde la adolescencia? Me hace sentir como un viejo-niño pavoroso, pero no hago caso de su comentario.
Dormí demasiado, aunque me animé algo al pensar en la compra del exprimidor de frutas, parecido a un yelmo, aparato que tengo en la mirilla desde hace rato. Salgo apresurado de la laberíntica tienda por departamentos cercana, a duras penas cargando la caja, y abordo el autobús sin atender a los circundantes. Borrachines consuetudinarios -no jaruquianos refrescantes-, que me ofrecen estúpidas conversaciones con afán de sacarme par de billetes. La más escueta respuesta o una sonrisa neutra les resulta pretexto para molestar. Quizás el pobre tipo quería contacto humano. No soy confesor ni terapista. ¡Puñeta, soy yo quien necesita ser escuchado! No me interesa mantener la menor relación afectiva con alguien que no pueda darme algo.
Caminar bajo el calor repugnante. Compré, además, una bicicleta fija que espero llegue esta semana. Desayuno multicolor. El aparato exprime a fabulosa velocidad, parece un avión de combate. Sabes que me repugnan los combates. Qué descarado; no te repugnan las trasnochadas apologías, edulcorados panegíricos a reyes guerreros. Ya, ya, suficiente de argucias que si hablamos del tema hay que meter en el saco a cientos de presidentes y militares actuales. Pues, sí, la categoría de dictadores es amplia: paralela por las dos bandas o avenidas.
Además, recuerda que mis loas se han dirigido a monarcas inusuales; ejemplo: Carlos V, quien abdicó; y Enrique IV, un reformista. Patético microbio; ¿olvidaste aquello de Un monarca, un imperio y una espada, de Hernando de Acuña, poeta favorito de Carlos? Abominable, sí. ¿Por su repercusión colonialista? Y por lo horrendo de los versos. ¿Cuándo me has visto apologizar a un tirano? Querrás decir a cierta categoría de tiranos. Vaya, esto se va complicando. Basta de discusión. ¿Quién eres tú, de dónde sales? ¿Quién pregunta eso, tú o yo? Cualquiera de los dos. ¿No será un truco del tercero? ¿De cuál? Basta, que pueden comenzar a aparecer los otros. Mejor veamos un documental, pero tienes que estar tranquilo; no más conversación inútil. Prometido.
Puntillosa dama de la limpieza, vienes semanalmente. Te vigilo desde espejos al pasar en busca de un libro o video, incluso cuando estoy adormilado en cualquiera de los sofás. No me gustan los extraños dentro de la casa. Afortunadamente, se muestra sucinta en frases; saluda, desempeña bien tu trabajo, no preguntas, te despides, te retiras sin hacer comentarios. Creo que tendrá grato retiro entre nietos cariñosos. Al principio tuve una doña que fue sustituida al quejarme a la oficina de su molesto afán por la cháchara; no paraba de husmear y ofrecer sugerencias decorativas. Tres veces divorciada, sin hijos. Pretendía sexo conmigo; lo sé. ¿Por qué estas pulgas urbanas no entienden que ciertas personas detestan la emisión más ligera de sus frases?
El arribo de la bicicleta trajo consigo un obvio conflicto: armarla. Debí pedir que la entregaran lista. ¿Qué dice usted? Que nunca llegarás al Onfalo. Aterradora mañana. Al usar la computadora creí que mi brazo derecho entraba en la pantalla de plasma sin alejarse del cuerpo. Sentí una presión idéntica a la de los artefactos para medir la presión o a la aplicada cuando alguien tira de uno en broma. Succión y sensación de vacío desde el brazo hasta el entero cuerpo. ¿Habrá gente transitando ahí? Seres microscópicos, bichos recorriendo castillos orgánicos y membranosos que desde este cónclave se yerguen. He visto ojos oleando contra la pantalla. Además, los astillados párrafos… El tirón me recordó los aparatos para tomar la presión que vienen con su silla; la última vez que usé uno fue en un mercado e impaciente por la férrea correa en torno al brazo, no tardó el pánico en subir ante la demora del resultado, por lo que corrí arrastrándolo conmigo.
Enseguida apareció el sabueso de seguridad -"sagaz", creyó que intentaba robar el aparato-, seguido por el respetuoso administrador del mercado, varios empleados, y el típico grupo de curiosos. Eres aprensivo; pudiera eso explicar lo de la supuesta gente rondando en la computadora. Implicas que es imaginario, una de tantas alucinaciones. Por supuesto. No, fue diferente; además, qué sabes de pensamientos y visiones. Tú, por ejemplo, puedes ser una alucinación. No estés tan seguro; tal vez la alucinación eres tú. ¿Somos dos alucinaciones entre alucinaciones? Figura borrascosa en la tregua del espejo. Tu miedo es justificado, pero los que te rodean no lo saben: te vigilamos. ¡Necesito otra píldora! La bicicleta lleva dos semanas en la caja. Quizá sea el día propicio para comenzar a armarla. Llueve a aldabonazos, pero la silueta en la distancia me importa menos hoy; la lluvia es mi aliada, barrunto pactos.
Observar la calle vacía, las ramas impasibles doblándose contra vendaval lluvioso, pulseando muñecas con palurdos en tabernas reventadas de licor, humo y mucho sexo sórdido. El bar es roble con ventanas fluorescentes, el bar nube de eléctrico verdugo. Viene incluido el manual. Mejor proceder por instinto. He gastado varias horas y apenas he podido ensamblar dos piezas que se unen en el asiento. Dormí doce horas. Los fogonazos de sol se extinguen contra las paredes mustias; sigo guarecido tras mis cortinillas. Dos semanas a medio armar. El régimen de píldoras va impertérrito. Café y a la cama. Techo y castillos alemanes. Perturbador el ataque de un chimpancé a su dueña; el frenético simio le arrancó a mordiscos parte de la faz -un ojo, la nariz, pedazo de la boca- haciéndola papilla, pulpa, más seis dedos. Mejor turísticos del cable y la biblioteca.
Me levanté de mal ánimo, pero hay que completar la faena. La bicicleta consta de ocho pisos. El material audiovisual se encuentra en el entrepiso y la enmarañada sección de videos, ya casi fuera de circulación, ha sido apartada de la correspondiente a DVD, por lo que puedo navegar entre pasillos ermitaños con enormes estantes, mientras la gente tropieza en busca de los segundos. Ante mí, una Torre de Babel cargada de videos. El ataque de pánico estuvo al borde cuando ¿imaginé? a Rosario desnuda ejecutando un clavado desde la torre hacia el escritorio de la empleada que desempacaba almuerzo en ese momento. La visión (suena mejor que imagen) se disolvió al tocar mi hermana el teclado de la mujer, que ya mordía la ventana de un emparedado sin dejar de hacer crujir desagradablemente el bautizado pepinillo. Regresé con una bolsa. Merendé bien. Antes del primer documental me lancé a la armazón de la bicicleta, tarea que me requirió casi dos horas. Veo documentales mientras voy pedaleando la biblioteca.
Comienzo a percibir que las medicinas no me hacen el mismo efecto; en la próxima consulta le diré al psiquiatra. Las depresiones se intensifican. Necesito ingresar en una clínica para que me ajusten tornillos. No puedo recordar si he estado antes... ni cuando... Es Aladino, aún en busca de su lámpara acá abajo -¿o debo decir acá arriba?-, con quien sostuve entretenida plática. Liberarse del pijama de listones carmesí, cambiar de vestuario en la obscuridad evolvente. Lo bueno es que en estos lares la gente no sufre ni critica al prójimo; están demasiados ocupados con sus asuntos. Aladino asevera que, sin abandonar la pesquisa de su artículo precioso, intenta revertir la situación estableciendo una boutique con todas las lámparas y artesanías que ha encontrado entre, y alrededor, de los circuitos que asemejan plácidos campos de soccer. Ah, pequeño comerciante. Aquí era muy agradable, pero cada vez llegan más oleadas de ustedes, puntualiza exacerbando mi decepción. Cuando le pregunto sobre predestinación y libre albedrío, responde atónito: Ando demasiado ocupado para dedicarme a esas tonterías. Pero, ¿intentas o no salir de este sitio e ir en pos de la princesa? Sí, pero todo en su momento. Lo mismo me respondió Teseo sin su hilo, con quien hube de toparme en otro recoveco. ¡Ariadna me reclama; el minotauro me la quiere bajar; con lo bien dotado que está tiene posibilidades!, y partió diligente. No sólo yo debo aprender de ellos, sino también ésos que esperan mi regreso, justificable por medios de radical opugnación, conjeturo. También encontré a Simbad, paciente, fortalecido, en espera de un agujero de golf como vía de escape. El sueño, pero asimismo el afán de coincidir con en la intersección que parece inevitable. Qué tal un gurú hablando pendejadas sobre iluminación si tuviera que pagar la renta so pena de terminar en la calle a expensas de hambre, suciedad, encarecimiento de la vida y el creciente nivel de asaltos en un muladar que cada día se contamina más de jubilosa fetidez. Y a semejante letrina le llaman ciudad…
Hace días que necesito un corrientazo de los buenos. No, las píldoras no están funcionando como debieran, o sea, provocándome la “nota” necesaria. De seguir así, tendré que estimular una sobredosis… El inconveniente es que no tengo las pelotas requeridas para intentar el supremo salto. Doctor, soy envidioso: Me irrita hasta la médula saber que no dejaré huella en este mundo; no haber logrado, por ejemplo, algún notable descubrimiento para beneficio de la gente que paradójicamente desprecio, y de la que, no obstante, me hallo más cercano de lo que admito, lo cual me hace, si no, hipócrita integral, un buen prospecto. ¿No es mejor trágico que patético? Sí. Tengo bastante de mezquino… Tan timorato que me provoco nauseas. No, no falsa culpa… Hay que decirlo sin vacilaciones: La heroicidad es otra partícula de mierda.
Continúa en el próximo número de la revista.
Capítulos anteriores:
Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7153
Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7174
Capítulo III en: http://revista.escaner.cl/node/7231
Capítulo IV en: http://revista.escaner.cl/node/7294
Capítulo V en: http://revista.escaner.cl/node/7314
Capítulo VI en: http://revista.escaner.cl/node/7356
Capítulo VII en: http://revista.escaner.cl/node/7393
Capítulo VIII en: http://revista.escaner.cl/node/7432
Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7472
Capítulo X en: http://revista.escaner.cl/node/7490
Capítulo XI en: http://revista.escaner.cl/node/7526
Capítulo XII en: http://revista.escaner.cl/node/7557
Capítulo XIII en: http://revista.escaner.cl/node/7581
Capítulo XIV en: http://revista.escaner.cl/node/7615
Capítulo XV en: http://revista.escaner.cl/node/7632
Capítulo XVI en: http://revista.escaner.cl/node/7667
Capítulo XVII en: http://revista.escaner.cl/node/7690
Capítulo XVIII en: http://revista.escaner.cl/node/7712
Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7739
Capítulo XX en: http://revista.escaner.cl/node/7760
Capítulo XXI en: http://revista.escaner.cl/node/7785
Capítulo XXII en: http://revista.escaner.cl/node/7813
Capítulo XXIII en: http://revista.escaner.cl/node/7842
Capítulo XXIV en: http://www.revista.escaner.cl/node/7859
Capítulo XXV en: http://revista.escaner.cl/node/7875
Capítulo XXVI en: http://revista.escaner.cl/node/7900
Capítulo XXVII en: http://revista.escaner.cl/node/7922
Capítulo XXVIII en: http://revista.escaner.cl/node/7939
Fuente de la imagen: Flikr, imagen de dominio público.
Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/
Fecha de Publicación: 01-21-2013
@copyright Prohibida su copia sin la autorización del autor.
http://www.bookrix.com/-jesusicallejas
Email sibaritamito@gmail.com
Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) Estudiante de múltiples disciplinas -entre ellas historia universal, historia del arte, literatura, teatro, cine, música-, afortunadamente graduándose en ninguna al comprobar las deleznables manipulaciones del sistema educativo que le tocó sortear. Por ende: No bagaje académico. Autodidacta enfebrecido, y enfurecido; lector de neurótica disciplina; agnóstico aunque caiga dicho término en cómodo desuso; más joven a medida que envejece (y envejece rápido), no alineado con ideologías que no se basen en el humanismo. Fervoroso creyente en la aristocracia del espíritu, jamás en las que se compran con bolsillos sedientos de botín. Ha publicado, por su cuenta, ya que desconfía paranoico de los consorcios editoriales, los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). Reseñó cine para revistas impresas, entre ellas Lea y La casa del hada, y publicaciones digitales. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (2012) (novela); Desapuntes de un cinéfilo (2012-2013), que incluye, en cinco volúmenes, historia y reseñas sobre cine; Arenas residuales y demás partículas adversas (2014) y Los mosaicos del arbusto (2015), ambos de relatos, así como el primer volumen de la novela Los míos y los suyos (2015).
Enviar un comentario nuevo