NOVELA: YO BIPOLAR. Capítulo XXII
Invitado
NOVELA: YO BIPOLAR.
Capítulo XXII
Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados,
sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.
Nicolás Boileau
Por Jesús I. Callejas
SESIONES
Mi nuevo terapista -la golfista mudó consultorio y el lugar actual me sometería al uso de autobuses-, es el anciano de profusa barba, que más parece profesor de ciencias. Recontar mi vida. Sigue y sigue la carretilla de temores, fobias, obsesiones, angustias. Tantas veces lo he hecho que a esta altura es difícil aislar los recuerdos de la pura imaginación... que nunca es pura. Me aconseja persuasivo: Primero hay que embestir la depresión con actividad. El ansiolítico te ayuda, ¿no? Sí, doctor, me ayuda… Me ayuda a deambular como un puto zombi, pensé. Por suerte, me detuve a tiempo, ya que por poco también le digo: Y, por ende, me ayuda la rica “nota” que provoca.
Debes salir más de tu casa, moverte. Eres o has sido aficionado a la lectura y la escritura… Sí, ¿cómo sabe? Fácil presumirlo por tus conversaciones sobre historia y literatura; te gustan las citas de clásicos, etc. Cierto, contesto con breve entusiasmo, pues no atino a saber si me elogia o me tilda de presuntuoso. Prosigo: Soy un escritor frustrado, doctor. Con respecto a mi afición por las citas; pues, me sacan de la vulgaridad sistemática; me ayudan a evadirla. Malo que el consumo me reclutase para las filas de este manicomio colectivo. Si uno lo repiensa honestamente todo es consumo; todo el mundo consume algo. Siento que debo escapar, escapar; me la paso huyendo de algo… No sé de qué o de quién… Calma, sonríe el anciano. Su historial ha visto bastante para dejarse impresionar por mis sentenciosas divagaciones.
De acuerdo, todos somos consumidores de algo, pero mientras no sea una evasión monotemática no la veo mal alguno. Te recomiendo que comiences a llevar un diario. Creo que su propósito debería fundamentarse en lo básicamente terapéutico, en la identificación de tus limitaciones, no en aspectos derrotistas. Difícil entonces, doctor. Cuando intento escribir acerca de mis eventos me veo traicionado por la ficción; soy totalmente incapaz de colocar la narración en perspectiva. Niega con la cabeza antes de expeler: ¿Y eso qué? No soy escritor pero opino que cualquier tema a pesar de/o gracias a eso es válido. Insisto, fingiendo no escuchar: Al intentar escribir "desde afuera" las motivaciones comienzan a introducirse ya infectadas por cada resquicio. Son truqueras. El afirma vigoroso: Tú escribe lo que salga. Enfocado en lo terapéutico puede ser un ejercicio liberatorio. Enfocado… No me joda. Si vivo desenfocado.
Doctor, oigo voces. ¿En este momento? También. Una voz me está diciendo ahora mismo que no confíe en usted… Infla los cachetes conteniendo la risa con dificultad. Pero no porque sea usted la persona fulano de tal, sino porque es un terapista… y le tengo desconfianza a los peritos. No se sienta ofendido… Comprendo, comprendo. No me ofendes. Dime, ¿las oyes dentro o fuera de tu cabeza? Adentro y afuera, pero más afuera; a veces son monólogos, otras son diálogos. La que me previene ahora contra los psicólogos viene de un demonio tras esa puerta… Se voltea con dificultad quizás reumática: ¿De ésa? Ahí hay un closet; si quieres puedes ir a mirar. No, mejor otro día. ¿Lo abro? No, no… Como quieras… Doctor, lo peor es cuando las voces concurren al unísono gritándome desde todas partes. Comenzó así hace años pero ha empeorado: Me hablo a mí mismo como si fuera dos personas.
Por ejemplo: Estoy conversando con un fulano idéntico a mí y de no sé dónde brota un tercero igual a ambos; después se van multiplicando. Alguien me increpa desde un lugar remoto, o desconocido y, a veces, a ése miserable se suman los anteriores provocando una trifulca monumental. En cierta ocasión me vi en un matadero de reses sosteniendo un cuchillo ensangrentado con cien tipos idénticos a mí que observaban con endemoniados rostros. ¿Y qué pasó? Respondo sin vacilar: Usted perdone la expresión: atacado de pánico los mandé a tomar por el culo, pero no entendí si fueron ellos lo que me enviaron a mí y menos si yo soy alguno de los otros dos. ¿Por qué en un sitio así? ¿Por qué ese cuchillo? Fíjese; soy mitad vegetariano: no consumo carne de res desde muy joven. Lo considero una infamia; es una abyecta ingratitud asesinarlas sin considerar que recibimos de ellas el delicioso alimento lácteo. Pobres vaquitas… Inquiere en mis ojos cuando me arrepiento de haber dicho tanto. ¿Entonces? Ah, enseguida atravesé la cortina de sangre, tomé mis píldoras y me acosté. Bien hecho.
Y llega la pausa larguísima: ¿Has tenido algún ingreso psiquiátrico? No. Excelente; no estás tan mal como tu sugestión te hace creer. Sigue anotando en el expediente, yo sigo agitado: Por el momento, pero eso no significa que esté libre del o de los ingresos; puede venirme un arrebato al irme de aquí… o ahora mismo... No anticipes, me interrumpe; pero tampoco opongas resistencia. Y anota, anota tus actividades; escríbeles, sin enviarlas, cartas a tus parientes. ¿Sería una especie de exorcismo? Puedes llamarlo así; es catártico. Seguiré su consejo. Y lo de no oponer resistencia, reacción contra acción, es búdico, doctor. Bien, lo que demuestra que las complicaciones de la mente han perdurado en el hombre a través de los siglos. Empeoradas por una pútrida civilización, doctor. Sonríe sin prestar mucha atención. Esa pútrida civilización es la que industrializa locos para que ellos puedan drogarnos y subirse en su montaña de billetes.
Doctor, me causa pánico pensar que puedo ser esquizofrénico y no bipolar. Hay una línea fronteriza, pero no, no, tranquilo; el esquizofrénico manifiesta una fragmentación de la estructura mental que no se presenta en tu caso. Exhibes la montaña rusa característica del bipolar; además de que funcionas sabiendo las limitaciones de tu condición. Tienes un problema y lo fundamental es que lo admites. Sonríe por enésima vez. La más efectiva, o práctica, alternativa es desocupar la mente con dinamismo y actividad física: caminar, ir a la playa. Recuerda: mucha actividad física. Los tipos siguieron apareciendo; casi un ejército surgido de la nada. La última vez -justo tras la consulta- conté ¿o me conté a mí mismo? ciento veinte veces en el breve tramo de la cocina a los sofás, a los que creí llegar en diez años. Pesadilla ubicua; me veía a la vez caminando, sentado, acostado. Los tipos miraban con odio burlón. Me empastillé y recosté temeroso de una subida de presión durante la madrugada.
Estoy en camino hacia la cita con el psiquiatra cantante de opereta. Repito: El mundo está contra mí, se genera un conato para perderme, me vigilan. Padeces de megalomanía. El mundo contra todos. ¡Cada bicho humano tiene una galaxia que combatir! Cada una de ellas está planeada para destrozarnos la existencia. No te des esa importante; sólo eres un seudo-loquito de bolsillo que se cree especial por haber leído algunos pocos libros. Hey, que tampoco han sido tan pocos, pendejo. Suena a frase de Alberto, junto a su tan manida alusión a la "mariconería existencial". Si esta vida no es nuestra para qué la preocupación. ¿Tú qué sabes, mamón? Así me paso parte del tiempo: insulto al otro, me insulta. Ignoro quién inicia la pelea, pero al final -¿al final de qué?- nos reconciliamos y somos Uno. Próxima vez y de nuevo las fisuras. ¿El diario? Ya lo comencé; estoy en él, pero es desesperante conseguirle estructura satisfactoria. El psiquiatra me mantuvo el régimen de píldoras.
Regreso con el anciano psicólogo: Pero, hombre, no te trates con tanta dureza. Escribe lo que te venga en gana y olvídate de la gente. El único compromiso es contigo mismo. ¿Usted cree? Indiscutiblemente, y cruza las venerables manos sobre el escritorio. Sí, puede ser que en el fondo mi narcisismo trate de establecer con los demás una subrepticia comunicación imposible en las situaciones normales. Doctor, tengo motivos suicidas recurrentes: píldoras, cuchillos, autos y alturas; el de las píldoras es más reciente, por supuesto. Después angustia... y pánico. Terror de dañar a alguien y dañarme. El psicólogo intenta tranquilizarme: Tu caso es crónico, pero la buena noticia es que eres un bipolar de alta funcionalidad. ¿Usted cree? Por supuesto, de lo contrario no admitirías el problema; serías incapaz de generar un mínimo de discurso articulado en nuestra correlación. ¿Articulado? Ignora él que el susodicho libro peregrina en la carretera emocional desde hace siglos. Miles de copias yo grabadas en disquetes -actualmente sustituidos por el flash-y depositadas en filibusteros cofres. Sólo se requiere abrir uno, insertarlo en el equipo y mi sonriente clon comienza a funcionar.
Siguiente paso: Instalar atento la copia del programa. En la cocina, espantando una mosca a toallazos rencorosos pero la bribona escapa; se me posa encima, me revolotea ante los ojos, me acribilla tímpanos. Almuerza, merienda y cena sin discriminación, gusta del café descafeinado y hasta me acompaña al baño. A dormir profundamente. Pasé la mañana tras la maldita mosca; le acerté un golpe cuando se posó adormilada en la levantada tapa de la computadora portátil. Tremendo disparo. Mi condición me impide soportar la menor presión; no me siento capaz de bregar con la atención que requieren las mascotas. Me agradaría hacerme jainista: no himsa, o violencia, ni siquiera contra un insecto. Ignoro si la mosca cayó o no del lado opuesto pero sentí un zumbido similar al alarido de un alpinista precipitado en lo insondable. Quisiera saber si estoy en sitio alguno y cuál es mi función. Ya no sé -nunca he sabido- si realmente los sentidos ayudan a identificar las realidades de este plano o si me hacen desvariar morbosamente. Algún, o algunos, miserable me vigila desde el lado contrario.
Este mediodía la lavadora de ropa está constipada. Abajo mis blandos pies esperan atemorizados remanente de caída. No he descartado tener un perro y un gato, pero tampoco en estos edificios, biselados a la usanza de los antros totalitarios, es permisible; tal vez, si hubiera permanecido en casa de mis padres. Pero, qué dices, insensato. Perros ladrando y cagando por doquier. Sería infernal vivir en este edificio. ¡No, por las malditas fábulas del tuétano! ¿Permanecer allá? No solamente la desagradable, diaria presencia de Marta y la semanal de Alberto, sino, además, ver a mamá abatida ante mis estados anímicos. Significaría doble agotamiento. Me pregunto si Marta ha practicado alguna vez las tramposas ventajas de la autocomplacencia. ¿Acaso no posee glándulas sexuales como cualquiera? Todo el mundo se pajea… ¿Sí? Evidente: éste es un mundo de pajeros. Vivimos la cultura de la paja. Sería increíble verla masturbándose al ritmo de su devocionario. Y el buchón Alberto asemeja un hipopótamo sobre la frágil anatomía de Hilda. Qué asco…
Continúa en el próximo número de la revista.
Capítulos anteriores:
Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7153
Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7174
Capítulo III en: http://revista.escaner.cl/node/7231
Capítulo IV en: http://revista.escaner.cl/node/7294
Capítulo V en: http://revista.escaner.cl/node/7314
Capítulo VI en: http://revista.escaner.cl/node/7356
Capítulo VII en: http://revista.escaner.cl/node/7393
Capítulo VIII en: http://revista.escaner.cl/node/7432
Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7472
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Capítulo XXI en: http://revista.escaner.cl/node/7785
Fuente de la imagen: Flikr, imagen de dominio público.
Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/
Fecha de Publicación: 01-21-2013
@copyright Prohibida su copia sin la autorización del autor.
http://www.bookrix.com/-jesusicallejas
Email sibaritamito@gmail.com
Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) ha publicado los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). También ha reseñado cine para varias revistas locales como Lea y La casa del hada, así como para otras publicaciones. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (novela) y Desapuntes de un cinéfilo (2012), que consta de reseñas y elementos de la historia del cine. Callejas es descendiente de Manuel Curros Enríquez, junto a Rosalía de Castro, el mejor poeta de lengua gallega.
Escáner Cultural nº:
185
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