Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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HERMAN HESSE EN EL ESCAPARATE

Carlos Yusti

Leer el Lobo Estepario con apenas 16 años dejó los huesos de mi alma un tanto adoloridos. La novela de Herman Hesse resultaba extraña luego de un periplo rosa con los Tres Mosqueteros o el capitán Nemo. Esa entrada “Solo para locos…no para cualquiera…” era más que cautivante. Ya sumergido en la novela el protagonista especie de hombre dual ( mitad individuo ahogado en la normalidad/mediocridad cotidiana y mitad ser asocial una tanto instintivo, cínico y solitario) no tan joven, pero aguijoneado por inquietudes lozanas, emprenderá un viaje hacia su ser interior viviendo una aventura existencial como pocas. El recorrido que hacemos con este lobo-hombre nos conduce hasta Mozart y su irreverente risa, a un mundo saturado de automóviles, a personajes que intercambian roles sexuales, etc. La novela está armada sobre un caparazón de reflexiones, un diario desencuadernado y la vida de Harry Haller. Resumir su argumento sería una perdida de tiempo.

La novela se desarrolla de manera inconexa como si se tratara de un sueño. Hay extensos párrafos reflexivos con manchas de café nitscheanos. Este primer libro de Hess que leí me condujo a sus otros libros donde la exploración de la juventud seguía siempre derroteros intrincados y en algunos casos trágicos como “Bajo las ruedas”, “Peter Camanzind”, “Demian”. Los libros de Hesse me resultaban deslumbrantes e hipnóticos. Hace poco he tratado de releerlos. Todas sus novelas siguen tan frescas y jóvenes, pero el único inconveniente es que yo he envejecido lo cual provoca que no me sitúen en ese lado del asombro, de esa ingenuidad hambrienta de creerlo y descubrirlo todo.

Para leer a Hesse se tienen que tener 15 o 17 años a lo sumo y estar enfadado con la vida, los padres, el sistema, Dios y todo aquello que implique orden, buenas costumbres y tedio con horario. No leerlo en esa etapa en la cual las hormonas reinan es pasar en coma la adolescencia, es perderse esa cruda señal de la juventud acosada de ambigüedad y de muchas expectativas propias y ajenas. El escritor Christopher Domínguez Michael escribió que muchos jóvenes se convirtieron en lectores gracias a Hesse y como saldando cuentas también escribió: “Añoro y detesto lo que acaso Hesse simboliza: la adolescencia”.

Ser adolescentes en la gran estafa de la edad dorada y muchos jamás despiertan de ese sueño y se convierten en eso que denominan sicólogos como eterno adolescente. Hesse tuvo un sentido especial para adentrarse en los abismos de las contradicciones juveniles y trató de presentarlos con crudeza, pero proporcionándole una salida espiritual. A través de sus libros supo sopesar que la senda hacia la realización personal pasa por un creamiento de el espíritu, donde la fuerza no está en lo material sino en la entereza del alma; de ese espíritu libre desprovisto de ferias de vanidades y obtusos prejuicios.

Con el tiempo me llegaron los rumores de su homosexualidad, pero para mi era ya un ídolo intocable en el museo de mi canon personal. En la foto de sus libros más que el gay crepuscular daba la fisonomía de profesor políticamente correcto y circunspecto, especie de catedrático grisáceo viajando en el vagón de los jubilados. En algunos pasajes de sus novelas más importantes hay viscosas relaciones y cierta atmosfera indefinida. La búsqueda de Hesse es del espíritu y no corporal, el yo perfeccionándose, cincelándose a golpes de una existencia que trata de alcanzar la iluminación a través de la experiencia a través de su contacto con el arte y la literatura, de ese contacto donde los otros también juegan un rol decisivo. Iluminación para aprehender la sabiduría y actuar en consecuencia, iluminación para desechar esos prejuicios que tanto atan y obstaculizan cualquier ascensión del alma.

Pero dejemos a Hesse que salga del escaparate y escriba: “El hombre no posee muy desarrollada la capacidad de pensar, y hasta el más espiritual y cultivado mira al mundo y a sí mismo siempre a través del lente de fórmulas bastante ingenuas, simplificadoras y engañosas…”

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