Un proceso no tan serio - Dos exposiciones que obligan a asear la casa
Un proceso no tan serio
Dos exposiciones que obligan a asear la casa
Muñozcoloma
munozcoloma@yahoo.com - www.munozcoloma.com.ar - http://munozcoloma.blogspot.com
Esta casa no me deja descansar, por más que lo intento se provee de cualquier argucia sólo para sostenerme en medio de la desesperación (por ejemplo). Ni en mis sueños puedo estar tranquilo porque se me aparecen personajes, digamos, inapropiados para la calma una y otra vez, y mis despertares son terribles, es cosa de recordar el último, cuando ese loco quijotesco me tenía atado con bandas elásticas y me quería quemar con kerosene. Y para peor esta casa no deja que me despegue de ella, soy su prisionero, pero pienso (muy distraídamente) que ella sufre lo mismo, porque está adherida, desde hace mucho tiempo, y en contra de su voluntad, a esta ciudad gris (que lo es) y son estériles todos sus intentos por volver a la geografía de la nada, y entre nosotros tengo que confesar que me alegro que sufra, aunque sea en parte, el desgarro del deseo.
Con el paso del tiempo me doy cuenta de que eso de que tu enemigo sufra te puede hacer feliz no va conmigo, yo aspiro a la felicidad sin ningún precio, quizás a la fácil, a la cobarde, a la que está a la vuelta de la esquina, a la irreal, a la traidora. Es que cuando se vive en la inopia total cualquier atisbo de no dolor se convierte en un elemento acogedor. La calma, cómo la deseo, la busco, pero lejos de hallarla esta prisión se esfuerza en promover la intranquilidad, y yo ya no doy más, es así que en un acto que avergonzaría a cualquier soldado (excepto a ese que huyó a Inglaterra), me parapeto en la pieza del fondo, en la pequeña, sólo para estar sentado en el piso, respirando y sintiendo mi cuerpo (que cada día está más débil).
Luego de horas, quizás días (definitivamente no tiene importancia), abro la puerta lentamente intentando escuchar algo, como para asegurarme que nadie pasea en las habitaciones, lo que menos quiero es encontrarme con algún fantasma/personaje que quiera conversar, porque hoy nada me interesa. El silencio es denso, abrumador, así que confiado decido salir de escondite. La calma, como siempre, me dura casi nada, al contemplar las habitaciones me percato que la casa se ha reconfigurado nuevamente como un objeto, como un dispositivo. Siempre lo hace por algún propósito muy lejos de mi conveniencia, para que yo hable con alguien, hable de alguien o de algo, pero esta vez seré implacable, nada me convencerá, sólo tengo que cruzar el pasillo para llegar al cuarto de los atriles y no salir por un buen tiempo, allá nunca pasa nada.
Respiro profundamente, y me repito íntimamente, que aunque algo me llame la atención no pararé y caminaré con tranco seguro (esta vez será). El recorrido es brutal ese pasillo esta infestado de objetos que aturden (como las “Pesadillas” de Goya). Máscaras de corderos, de lobos, maletas de viajeros que vienen del recuerdo, colores, jarrones, cascos, dibujos, pinturas de personajes desconocidos, basura, arquitecturas improbables, grabados, un vaso, que en un acto reflejo lo cojo con mi mano izquierda… son cientos, miles de objetos que amontonados en el pasillo no me dejan avanzar en mi intento, como si caminara en la nieve, cada paso tiene un costo de proporciones casi épicas, y la maldita puerta de la habitación de los atriles se aleja cada vez más. Luego de innumerables, infinitos intentos logro llegar a mi objetivo, pero la desazón llega a su clímax al darme cuenta que fuera de ella hay un letrero que dice “Proceso”, cuestión que me asusta y al abrir la puerta, mi temor se hace realidad, la habitación de los atriles ya no existe, hay otra ocupando su lugar, otra llena de fotografías pequeñas colmando las paredes, el techo y el piso, y en medio de ella una mesita pequeña con un cenicero y un jarro con chuflay (léase trago hecho con aguardiente y gaseosa frutal originario de Hualqui). Sospecharán que tanto luchar en contra de los elementos la sed se ha instalado en mi, cierro la puerta y me percato que por dentro hay otro cartel, éste tiene impreso la frase “Esto no es tan serio”. Esta casa me la hizo nuevamente, así que me entrego a ella resignado, saco los letreros, me siento en el portal, enciendo un cigarrillo y comienzo a beber… allá vamos otra vez.
Las coincidencias
Sin dudas existen coincidencias inverosímiles, no son muchas las dignas de mencionar, pero ésta, a lo menos, llama la atención. Concepción (Chile) es una ciudad que vive del recuerdo (patéticamente muchas veces) de un pasado cultural casi mitológico, allá (lejos) en la memoria se encuentra el archivo de la nostalgia, historias del TUC (Compañía de Teatro de la Universidad de Concepción), de escritores de pluma versátil, de artistas que subvertían la noche con su bohemia y que hoy, si es que existen (¡sí existen!) se encuentran invisibilizados por la apatía y por la oferta cultural del espectáculo nimio que ofrece el mercado… no obstante, también los que nos dedicamos a estas prácticas tenemos responsabilidad, sin dudas. En ese contexto llama la atención que al mismo tiempo se realicen dos exposiciones visuales fuera del circuito oficial del arte y de las galerías particularmente. “Esto no es tan serio” y “Proceso” se han instalado apropiándose de casas particulares, una en el centro de la ciudad y la otra en el borde, en la periferia (aunque Moreno Krauss insista que no es así).
Lo que viene a continuación se encuentra muy lejos del rigor estético o de la academia, sólo propongo un par de impresiones (un poco cursis... así ando últimamente) sobre las exposiciones y más que otra cosa las quiero visibilizar en este texto para denotar su relación en lo que se refiere a dinamizar y poner en tensión el circuito oficial del arte en la ciudad de Concepción desde diferentes trincheras.
Esto no es tan serio
Calle Tucapel 353
Esta exposición es la que se encuentra en el centro de la ciudad, para esta muestra (financiada por el Fondart) se arrendó una gran casa en calle Tucapel, la cual fue modificada y preparada ad hoc para que contuviera la idea de las gestoras de la muestra, Camila Salazar y Constanza Hermosilla, las cuales también forman parte de los expositores, junto a Carola Aravena, Carlo Camin, Carlos Vergara y Valentina Utz. Tengo que confesar, y se me nota, que soy un tipo prejuicioso, particularmente porque descreo de algunas intencionalidades con respecto al arte y a la cultura cuando proviene de la institucionalidad, de proyectos financiados por el Estado, de las clases dominantes, así es que en un ejercicio sin poco mérito intenté sustraerme de esas condicionantes cuando fui a ver la muestra. Como a cualquier persona me gustaron algunas cosas y otras no tanto, no obstante mis temores del “mito sarmientino” de alimentar al pueblo con cultura traída y pensada por las clases altas se desvaneció cuando me enfrenté a las explicaciones visuales y escritas del por qué realizaban un ejercicio de este tipo.
Primero que todo, la ubicación es un punto significativo para el proyecto, no es casualidad que hayan pensado en el centro para hacer emerger esta idea, como declaran en su catálogo “Mediante ella [la exposición], nos hemos propuesto promover el diálogo entre el arte contemporáneo penquista y los habitantes de Concepción de manera abierta y fluida: sin dirigirnos a un determinado tipo de público muy experto en la materia y sin esperar de éste una postura grave o seria.” Por esta razón eligieron una ubicación tan central y funcional, esta muestra tiene un promedio de visitas de 90 personas al día aproximadamente (comprobado por este descreído). Sin lugar a dudas, los visitantes (la mayoría) están muy lejos de ser del mundillo del arte, por lo general son personas que se tropiezan con la casa y les llama la atención que una pizarrita en el exterior invite a visitarla, en ella ofertan que es absolutamente gratis, así van estudiantes que hacen la cimarra (rateada), trabajadores/as que les queda algo de tiempo en su hora de almuerzo, personas que no les asustan los efectos secundarios, etc.
Montaje de la exposicón
De esta manera intentan subvertir el centro, no sólo de la ciudad sino del circuito oficial del arte, aunque yo diría que si bien la idea es tremendamente deseable, el resultado se encuentra más bien contenido en la casa, más que en la apropiación de ésta como fenómeno irruptor que permita ampliar la oferta cultural de la ciudad de Concepción. En el catálogo de esta exposición aparecen cifras que aunque no sorprenden (a los que vivimos en la carencia) son alarmantes, los datos basados en la Encuesta de Consumo Cultural del INE (Instituto Nacional de Estadística) señalan que el 62.4% de los habitantes de la Región del Bío Bío (donde la ciudad de Concepción es la capital) afirma que no cuenta con una sala de exposiciones en su comuna, 8 puntos sobre la media nacional. Un 48.2 % señala que no cuenta con algún centro cultural cerca (11.3 puntos sobre la media nacional), un 70.7% manifiesta que no cuenta con una sala de teatro (18.5 puntos sobre la media). El 57.3% en los últimos 12 meses no leyó un solo libro, el 68% no visitó ninguna exposición de artes visuales y el 70.3% no anduvo ni cerca de una sala de teatro. Bajo esos fríos números (más gélidos que de costumbre) se instala esta muestra con el fin de aportar, aunque sea un poco, en romper con la lánguida rutina de los ciudadanos de la ciudad que como todo el país vive pendiente del espectáculo cultural que ofrecen los medios a través de realitys o esa desenfrenada idea de los programas de imitadores donde se presenta la perversa idea de ser “otro” y peor aún de no ser uno mismo, por ejemplo… la vacuidad más seca y potente… en fin, la ecuación funciona a las mil maravillas… mientras más personas piensen menos más controlables son… ¡viva el mercado!
Ahora bien, esta casa muy poco acogedora en el sentido de lo hogareño y que se acerca más a un lugar apropiado para montar una consulta médica, y que funciona como dispositivo, según yo, alberga en sus habitaciones propuestas plásticas bastantes heterogéneas, donde se privilegia la preponderancia de la visualidad por sobre el concepto, según sus gestoras para desmarcarse de esa tendencia que de algunos se ha apropiado, la de teorizar en exceso minimizando la obra o reduciéndola, y para peor con un lenguaje rebuscado y lleno de tecnicismos…”afrancesamiento” diría un teórico de los Estudios Culturales.
Haciendo una especie de recorrido geográfico lógico (aunque no tenga cabida), señalaré grosso modo que encontré en ella:
Carlo Camin
Es lo primero que uno encuentra al ingresar a esta casa, descontando el letrero kitsch hecho con flores plásticas de bienvenida que dice “HOLA” y que se inserta perfectamente con la obra de este artista que está compuesta por una serie de maletas llenas de colores estridentes que nos retrotraen a viajes de colonizadores, gestando, como él señala, un cruce con lo italiano (algo sé de eso), particularmente con los envoltorios de dulces de su abuela proveniente de la península que están rerpoducidos en estos objetos. Es justamente ahí donde se produce una fractura con la síntesis que se intenta, porque sin duda la inmigración necesariamente genera sujetos descentrados que se caracterizan por la incapacidad de sintetizar las prácticas de ambas culturas a las que se ven enfrentados, es decir, viven con un pie en cada territorio generando una heterogeneidad no dialéctica y aunque puedan administrar las nuevas prácticas simbólicas vivirán siempre en esa dualidad que puede ser visibilizada en la nostalgia y en el apego a las costumbres que “quedaron” atrás y que se intentan replicar en este nuevo territorio. Arriba de esas valijas una serie de objetos colgados y pintados que para mi gusto si no hubiesen estado en nada reducirían la potencia de las maletas. Tengo que señalar que cuando las vi me imaginé de inmediato a una serie de Pedros Lemebel vestidos de novia subiendo a un tren Camp (concepto de Susan Sontag) con las valijas en sus manos.
Valentina Utz
Esta artista tiene una propuesta diferente al resto, su trabajo está enmarcado en lo audiovisual. En una pequeña sala se presentan tres videos (cíclicos) de su trabajo realizados en el presente año, estos son: “Santa Clara” (5’ 27”), “Cochrane con Serrano” (2’ 50”) y “Colo Colo con O’Higgins” (4’ 38”). Los videos presentan a la artista en su trabajo, particularmente, con la basura. Si bien todos estos ejercicios tienen un común denominador que es el despojo encontrado, el deshecho, amparado en el caos que en una especie de obsesión y compulsividad la artista interviene ordenándolo. Como ella manifiesta, estos descubrimientos los realiza en sus recorridos habituales por la cuidad, por el flujo, dejándose sorprender por lo que habitualmente pasa inadvertido o, definitivamente, no queremos ver, la fractura del territorio.
Su manera de crear nuevas significaciones geográficas (digamos) se basa en este orden, este orden artificial que intenta controlar y definir bajo ciertas “estéticas” todos los elementos que se han elegido en una acto que se rige, particularmente por el descarte. Al descartar elementos necesariamente nos quedamos con algunos a través de la elección. Lo peligroso de este tipo de obra, y particularmente de su discurso es que no se presenta la obra geográfica (evidentemente por las condiciones), sino como es de suponer el registro de ella, fragmentado el discurso en dos: el video con su propio lenguaje y carga técnica y lo que aparece en él, donde no siempre se potencian estas maneras de presentación. No obstante, según mi ojo (que no es como para confiar en él) en “Colo Colo con O’Higgins” es donde se produce la simbiosis deseada, donde le registro y lo registrado (contenido y continente si usted prefiere) se funden en una obra visual total.
Camila Salazar
Uno entra en la habitación donde cuelgan los cuadros de esta artista y lo primero que ve es un retrato de un muchacho lleno de espinillas que con sus lentes bicolores inquieta a cualquiera. Esta es parte de una serie de retratos que a simple vista pareciera que están hechos, por lo menos en el dibujo, con una proyector multimedia (y es así), y en los que uno puede encontrar, lo que se pretende con este trabajo, por una parte la declaración de que estas obras no son más que apuntes como herramientas para la memoria, al más puro estilo de lo que planteaba Platón con respecto a la escritura: uno escribe para olvidar, y es así, pareciera que una vez pintados estos personajes dejan de ser ellos mismos para transformarse en un punto recurrente para visitar cada vez que sea necesario, quizás por el puro ejercicio de olvidar lo que nos intranquiliza, como señala la artista al citar a Barthes (en el próximo artículo se viene el caballero) y q su punctum, a esa aglomeración de elementos que trasquilan la serenidad.
Estos personajes se presentan inmediatamente como ficticios, como ajenos a la realidad en que solemos transitar, y es así porque Salazar no hace otra cosa que navegar ahí, donde la saturación de la imagen ya no da más (de seguro que sí), en la Web donde “rescata” el drama de la impersonalidad “robando” imágenes que a ella, de seguro, la inquietan reestructurándolas sólo para traspasarnos su propia inquietud… y lo logra. Es decir, si había un doble discurso en el trabajo de Utz, en el de Salazar existe una doble apropiación.
Constanza Hermosilla
Llama la atención que la serie que presenta esta artista se basa fundamentalmente en la ausencia, en el despoblado, donde el edificio de aulas de la Universidad de Concepción conocido como “El Plato” es el protagonista. Pero ese que aparece en la obra no es el edificio, los que hemos tenido la oportunidad de verlo en vivo y en directo podríamos decir inmediatamente que eso, lo que se representa, no tiene nada que ver con “El Plato”, que falta el concepto tiempo en él, lo utilizado, el gasto. En las imágenes presentadas se muestra un edificio ficticio, un pretexto diría yo para un ejercicio cromático bidimensional, donde los colores “pasteles” (colores Disney diría Eduardo Meissner… ¿cómo estará él?) son los que configuran las obras, esta misma gama cromática es la que hace que lo representado tenga ese espíritu aséptico y aislado otorgándole un sentido de irrealidad mayor, donde pareciera que el tiempo sólo ha hecho mella en la obra y no en la estructura, otorgándole cierta dignidad.
Carola Aravena
Pequeñas, sin pretensiones, son las obras de esta artista. Sin dudas sus dibujos viven en la dicotomía del ejercicio como obra acabada y como bocetos para otras ideas. Existe en ella una pulcritud de revista de tendencias, donde personajes que viven en ella surgen de la fantasía o del absurdo. Es ella misma la que declara que su “imaginario personal está poblado de situaciones y personajes delirantes extraídos o inspirados en ámbitos pertenecientes a nuestra cultura visual con el simple objetivo de concebir una narrativa liberada de cualquier normativa o significación establecida”. No obstante para mi no sólo se encuentra esta narrativa en cada uno de los papeles dibujados sino que se puede descubrir, fundamentalmente en la manera en que están presentados al espectador, la manera de colgarlos, la manera de curarlos, la manera de estructurarlos, ahí es donde se produce la síntesis, es ahí justamente donde las obras dejan de ser elementos por separado dando paso a ese fenómeno llamado suprasumatividad, tan buscado y rebuscado por casi todos los artistas que en muchos casos dejan de lado, sin sospechar el daño que producen, me refiero al “cómo” organizar sus propias obras para que el todo sea lo significativo.
Carlos Vergara
La última sala es la que contiene el drama, mi propio drama, porque al enfrentarme a las obras de Vergara recuerdo que soy un viejo patético. Patético y ochenteno (¡qué horror!). Es justamente por eso que su obra me llegó de una manera especial, ya que él rescata, primero que todo una técnica muy propia de los estudiantes de arte de este sur, la xilografía. En ella el artista se mueve como pez en el agua, con un oficio que emerge por todos lados, además bajo la premisa de que esta exposición está orientada a todo tiempo de público presenta no sólo las obras, sino que también “los tacos” matrices que generan la obra, amalgamando un efecto casi didáctico.
Acá hay romanticismo, particularmente por el oficio del grabador y de la materialidad, es la madera lo que le da a la obra la riqueza visual que presenta en figuras muchas veces ingenuas y con muchos cruces culturales que generan una multiplicidad de discursos y que en ningún caso se estorban, al contrario se potencian. Tengo que confesar que luego de ver estos grabados me dieron ganas de ver Mazinger Z.
Extracto de entrevista a Camila Salazar
¿Por qué realizar este proyecto en el centro de la ciudad?
Es difícil mover al público penquista de sus lugares de tránsito habitual. Tenía que ser un lugar muy céntrico por el que circule mucha gente para que el acceso sea fácil.
¿Buscan generar un circuito alternativo al oficial o intentan insertarse en el “establishment” del arte penquista?
Queremos generar un circuito nuevo, más que alternativo, diferente, uno que ocupe otros espacios y que se relacione con la comunidad de diferente modo. Nos gusta mucho que la muestra sea reconocida por el establishment, como lo llamas, pero a la vez nos diferenciamos de éste en nuestras estrategias. Aspiramos a llegar a un público más amplio. Una vez alguien describió nuestra exposición como muy popera, y es cierto.
¿No piensan que el deseo de "llevar" el arte a la gente en general (suponiendo que es lo que quieren) puede generar una espiritualización del arte, como el sueño sarmientino del S. XIX, eso de llevar la cultura al pueblo, desde la clase letrada?
Hablamos de esto en uno de los textos de la muestra que aparecen en la Web (www.estonoestanserio.com). Nuestro objetivo es que la exposición sea visitada por la mayor cantidad de penquistas. Sin embargo, no lo hacemos en forma de producto cultural para las masas, no hemos simplificado los contenidos, no somos condescendientes con los espectadores, pero sí adaptamos los lenguajes, para que puedan ser comprendido por un universo más amplio de personas. Esta muestra busca superar en cierta forma la polarización entre cultura para el pueblo y alta cultura. No hacemos arte para intelectuales y expertos, ni para la señora de la esquina, más bien pretendemos hacer un arte que tenga distintos niveles de lectura, que pueda ser analizado de la forma más intelectual, pero que también pueda ser apreciado por cualquier persona desde su sentido del gusto, desde su sensibilidad.
Aparte de la muestra en sí (las obras) piensas que existe una apropiación del territorio (léase la casa)... ¿existe intencionalidad en ello, ver la casa como una obra, como un dispositivo que subvierte a la ciudad?
Más que ver la casa como una obra, la vemos como un espacio que se ajusta a las necesidades de la muestra. Mucha gente puede no entrar a las galerías o al museo, pero si va a entrar a una casa que le llama la atención. La casa, además, por su diseño, nos permite tener diferentes salas, una para cada artista, es más un circuito recorrible. Mucho de la decoración también alude a lo hogareño, pues también queremos que este sea percibido como un espacio acogedor. La casa como objeto y como idea en este caso se relaciona profundamente con el sentido de la exposición, entonces claro, como dices, la apropiación del territorio sería un elemento fundamental en la configuración de la muestra, tan fundamental como las obras que se exponen.
¿Reinstalar la visualidad es una manera de poner en tensión lo conceptual o performático que se ha desarrollado en Concepción últimamente?
Creemos que lo conceptual y performático que se ha desarrollado en “Conce” ha alejado al ciudadano promedio de las artes visuales, pues no posee herramientas para poder relacionarse con esos lenguajes. Las personas no pueden entender un discurso contemporáneo, pero si pueden entender una imagen. Creémos que es el primer paso para que las personas puedan desarrollar una cultura visual y empezar a incorporar los discursos de las artes visuales.
Qué te pareció la exposición del Colectivo La Quinta Pata... ellos, al igual que ustedes, se han apropiado de un lugar, pero periférico... ¿qué te parece?
Nos parece fantástico que realizar una exposición no tome más que mover algunas cosas del living e invitar a gente a compartir. Es un lugar periférico, a diferencia de nuestra muestra, los asistentes a la inauguración eran caras conocidas de la escena local, a diferencia de lo que ocurrió en la de “Esto no es tan serio”, pero tiene que ver con lo mismo, con exponer, hacer cosas, conversar, saltarse algunos protocolos establecidos como "para inaugurar una exposición hay que hacer a, b, y c" que frenan el desarrollo de la cultura como algo orgánico, espontáneo…
Proceso
Calle Colo Colo 1037
Jorge Luis Borges tiene un cuento (creo, si no es así quiere decir que lo soñé… pleonasmo borgiano) que habla de un secreto y de una aldea. En ella vivían personas que sufrían por conocer “el secreto” que se escondía fuera de ella, pero nadie, por cobardía u otros motivos se atrevía a salir del territorio en busca de él. Hasta que un día un aborigen (digamos) decide tomar el riesgo y parte. Luego de años vuelve a la aldea, todos se sorprenden y se alegran, lo rodean y el jefe de la tribu le pregunta por el secreto, de qué se trata. Él señala inmediatamente que, obviamente, no puede decir de qué se trata el secreto por ser, justamente, un secreto, pero que no se preocupen tanto por él, ya que no tiene ninguna importancia. Lo realmente importante fue el camino que tuvo que recorrer para descubrirlo.
Ese riesgo, el del aventurero es el que han asumido estos fotógrafos en su muestra, porque se han preocupado de mostrar eso inmostrable, eso que ellos llaman “descartable”, las imágenes que van quedando en el camino. Ellos justamente han apostado por el tránsito en la ruta, como punto central y final (aunque suene contradictorio). Como ellos señalan “Esta exposición pretende mostrar sin temor estas aproximaciones preliminares que generalmente se transforman en una gran cantidad de fotografías descartadas que nadie ve, pero que son vitales para fijar la ruta a seguir, para ir dotando poco a poco de sentido a nuestras imágenes”.
Esta exposición es una bofetada a la institucionalidad, justamente por el tratamiento de la curaduría, que ofrece no sólo trabajos “no terminados” sino que también la suma de ellos conforma uncorpus, un ordenamiento rizomático (perdón Don Deleuze) que ofrece la potencia de rutas infinitas.
Montaje de la exposicón (fotografías de Marko Allende)
El público, a mí parecer, que potencialmente visita esta muestra está mucho más ligado al arte de lo que se piensa o de lo que es la gente que se encuentra con “Esto no es tan serio”. Y debe ser porque su ubicación se encuentra fuera de los límites que yo considero “centro” de la ciudad, está más allá de la zanja que genera la calle Carrera con su flujo, así su ubicación no tiene la potencia del paseo, sino la del trayecto, que para visitarla hay que dirigirse conscientemente hacia allá. No obstante, lo doméstico, lo esperado por ambas muestras, es mucho más potente en ésta, donde la misma construcción no es para nada aséptica, sino que se trata de la clásica casa del barrio antiguo de la ciudad, y en su living-comedor se encuentran colgadas siete series de 20 fotografías cada una, realizadas por el Colectivo Fotográfico La Quinta Pata. Se han puesto de acuerdo para que cada expositor elija 20 fotografías de alguna serie, sin terminar, que se encuentren en el camino hacia alguna parte. Además, el tamaño de las fotografías es bastante impropio (10 x 15 cm.) como para una exposición en el circuito oficial y éstas se presentan con marcos de esos que uno encuentra en las tiendas chinas o supermercados, aumentando el carácter doméstico del Proceso, señalando al mismo tiempo que cuando la carencia se hace presente la textura global de una muestra bien armada la absorbe naturalmente y le saca provecho.
Los fotógrafos participantes son:
Claudio Quiroz
Su serie titulada “Silencio de redonda con calderón” es como un golpe a la tecla pause de los equipos que reproducen videos. En ella aparecen personajes en medio de ejercicios musicales, donde la fuerza de la imagen (aparte de las cuestiones técnicas, de las que no hablaré en este artículo) se genera en el silencio que ofrece, en esa ausencia de sonido que invita/obliga a imaginar o poner una banda sonora a cada una de las fotografías que conforman la obra, por el simple hecho de que no estamos ya dispuestos a vivir en el silencio, la dinámica del mercado nos ha obligado a extrañar el ruido, aunque éste sea la música (de cualquier tipo), somos adictos a él. No obstante, uno puede perdonarle el silencio a estas fotos porque a la larga ellas se transforman en un grito.
Héctor Pavés
Presenta una serie titulada “Jardines, catastro del abandono” en la cual se trae al marco una naturaleza que se abre paso, y más que abandono, en el sentido de la catástrofe, pareciera que su obra registra una oportunidad para la barbarie de volver a poblar el desierto que ha sido reestructurado con simulacros de la naturaleza, estériles y tan precisos que el mismo orden es el que los aleja de lo natural. Además el autor se ha preocupado de presentar este trabajo como un solo registro, como si existiera sólo un paisaje real que se repite una y otra vez, no sólo en la fragmentación colgada en la pared sino en el exterior… en la geografía.
Alejandro Valencia
“Evasión” se titula su serie y sugiere la dicotomía humano/naturaleza, donde la técnica fotográfica resulta una especia de mediadora entre estas dos entidades, formando una unidad. Una vuelta a lo primigenio, donde todo era uno, donde la naturaleza y el despoblado invadían todo, muy lejos de la planificación de crecimiento, de la demografía, de la construcción, de lo urbano, de la ciudad que es vista desde lejos, fuera de ella. Como señala el autor “El objetivo de volver al origen…interactuar armónicamente con el contexto y escapar de la urbanización que permanentemente está presente”.
Hernán Ascui
En “trayecto Pampa” se hace presente la oportunidad que ofrece el horizonte, tanto como la oportunidad que ofrece la noche, la oscuridad, en esta serie de fotos la carretera, seguramente la de Jack Kerouac, esa infinita donde todo cabe. Son esos extensos paisajes apretados por la oscuridad lo que llama la atención de este trabajo. Este paisaje que se repite una y otra vez nos sugiere además que un rito, uno indeterminado, pero que está formateado por el tiempo atávico, por ese del eterno retorno… en fin un ida y vuelta.
Gustavo Burgos
En “Despuntes” podemos apreciar una ciudad (o varias) que existe fuera de lo que nosotros podríamos delimitar con la mirada y que nos recuerda que donde existe una ciudad hay otra, y encima de ella otra más y así sucesivamente, conformando un palimpsesto de campos simbólicos y visuales diferentes, cada uno con sus estéticas y políticas propias, dejando intersticios por donde, con la pequeñez de nuestra mirada, podemos generar la ciudad que habitamos, deseamos, queremos, sufrimos, imaginamos, detestamos, etc. El autor hace patente con la verticalidad la eclosión que tienen las construcciones de las ciudades y que se encuentran muy lejos de nuestra materialidad más inmediata. Acá lo urbano ahoga y libera.
María José Mendoza
La emergencia del perro callejero, el mestizo, ese llamado “quiltro” en este país, es uno de los elementos más peligrosos para lo que busca el sistema, que nace de esa necesidad de uniformar, de clasificar para poder definir… para poder controlar. En la serie “Perros de la calle (y otros no)” se puede apreciar esto, la subversión, lo que ofrece una jauría muchas veces distraída al lente y que vive su vida en la intemperie, en el borde (la mayoría), allí donde la calle no es la libertad romántica sino que es la realidad seca, sin glamour, donde se encuentra la resistencia, la contrahegemonía (nunca me olvido de ti San Gramsci). Estos animales fueron capturados tanto en recorridos habituales, como forzados. Hoy se encuentran como nunca, encerrados en marcos precisos, y ordenados simétricamente, generando una tensión brutal entre ellos transformados en trama simbólica y su víctima, la homogeneidad… el control.
Mario Moreno
La serie “Retratos forzados” busca algo que a mí me sorprendió, busca (y lo declara su autor) la ausencia “que es justo lo contrario de la fotografía – escribir con luz.” Así cuando uno se enfrenta a esta serie se enfrenta, más que a figuras reconocibles, a trozos de cuerpos que, de seguro, han sufrido el rigor de la inmovilidad y de la incomodidad, sólo para justificar y recordar(nos) (y de buena manera) que la potencia del arte no se encuentra en las respuestas que pueda ofrecer sino en los cuestionamiento e indecisiones que pueda generar, es justamente el misterio que provoca la sombra lo que nos transporta a esa tierra mítica, a la de la infancia, donde se da la posibilidad de jugar para descubrir y así poder imaginar.
Extracto de entrevista a Mario Moreno Krauss
¿Por qué exponen en la casa?
Exponemos aquí por varias razones, por ejemplo por la cercanía de Álvaro (Alperoa… sí el mismo) con Héctor Pavés lo que provocó la conversación y posterior invitación a exponer en este “espacio distinto”. Por otro lado nos pareció, como colectivo, que para nuestra 1era exposición era mucho más adecuado exponer aquí – en el living de una casa- que en una galería formal, de hecho nos invitaron a exponer en enero en la Sala del Museo de Bellas Artes del mall Plaza del Trébol, pero lo rechazamos por el apuro de las fechas entre otras cosas.
Aparte de la muestra en sí (las obras) piensas que existe una apropiación del territorio (léase la casa)... ¿existe intencionalidad en ello, ver la casa como una obra, como un dispositivo que subvierte a la ciudad?
Creo que la intención es acercar los espacios expositivos a la gente y a los “artistas” para un uso cotidiano, desacralizado.
¿Cuáles fueron los criterios de la curaduría?
Cada uno de los integrantes del colectivo presentó un proceso individual, pero que quedara dentro de este concepto de proceso y el cuerpo fotográfico fue expuesto ante todos los miembros del colectivo para ver si cabía dentro del mismo concepto. Por lo tanto el criterio que prevaleció fue el de cada uno.
¿Qué te pareció la exposición "Esto no es tan serio"... ellos, al igual que ustedes, se han apropiado de un lugar, pero céntrico... qué te parece?
No vi “Esto no es tan serio”. En todo caso me parece que ellos sí [a propósito que yo insisto que Proceso se encuentra en la periferia] que están en pleno centro, lo que nos une es que se apropiaron de una casa al igual que nosotros y eso es interesante pues en Concepción hay alrededor de una docena de lugares “formales” para exponer. Esto abre más posibilidades, eso siempre es bueno.
¿Existen salas, en este Concepción, para exponer fotografías en esos formatos (10 x 15 cm)?
No, las salas pocas veces exponen fotografías y cuando las exponen lo hacen en formatos más grandes, 20 x 30 cm. por lo menos.
¿Desean íntimamente invadir el centro, el “establisment” del arte penquista?
Deseo íntimamente invadir todo Concepción, todo Chile y todo el planeta con fotografías. Trabajo con gente que no está en el “circuito” y tampoco el Colectivo es parte del circuito por lo que si aparezco o aparecemos en cualquier punto de Concepción la “invasión”, la amenaza está plantada.
En fin
Estas dos muestras poseen algo más de lo que proponen, sin querer (o queriendo) generan una simbiosis deseada, esa de irrumpir y fracturar la dinámica de la ciudad proponiendo nuevos espacios para el arte, y aunque apuntan (a mi entender) a públicos totalmente diferentes ambas, desde su trinchera, nos señalan que ante la urgencia del arte no hay que esperar que el circuito oficial tienda la mano, sino que hay que comenzar de inmediato a asear la casa.
Si bien estas dos exposiciones promueven el relajo y el riesgo con sus propuestas están muy lejos de ser un proceso o poco serias, muy por el contrario, la seriedad que tiene cada una de ellas se encuentra en el rigor que poseen, en la poca pretensión de sus intenciones, en la desacralización, en el descentramiento, en la honestidad más brutal (como señala Calamaro).
Fuentes:
- - Entrevista a Constanza Hermosilla. Abril 8 de 2011.
- - Entrevista a Camila Salazar. Abril 13 de 2011.
- - Entrevista a Mario moreno Krauss. Abril 10 de 2011.
- - Catálogo exposición “Esto no es tan serio”.
- - Catálogo-postal exposición “Proceso”.
- - Sontag, Susan. “Contra la interpretación” (Traductor: Horacio Vásquez Rial). Editorial Alfaguara. 1996. Buenos Aires.
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