Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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ESTO NO ES FICCIÓN

Episodio DIEZ

El Escenógrafo, el ladrón, la oportunidad y Richard

Por José Agustín Orozco Messa

 

By  Copyright©José Agustín Orozco Messa.

                 All rights reserved.

 

 

            Era un viernes por la noche. Después de un largo día laboral… Bueno, no exactamente laboral porque ellos no eran empleados asalariados. Eran estudiantes. Empero, laboraban como estudiantes y trabajaban duro estudiando para aprender… Bueno, eso también es un decir, porque, para ser sinceros, se esforzaban, en una escala del 0 al 100, apenas a un 75 u 80%... Claro que si lo comparamos con las generaciones actuales… Las cuales, ¡ni siquiera estaban por nacer en ese viernes por la noche!, quienes ocuparán las aulas veinte o más años después de ellos: entonces, ese 75 u 80% los convertiría en súper estudiantes.

             Porque los estudiantes de la actualidad se la pasan chateando en el celular durante todas las clases… Y tienen un desconocimiento pasmoso de todo lo que existió, hasta antes de que ellos cumplieran siete u ocho años de edad. Es decir, si les mencionas algo ocurrido en la década final del siglo XX. ¡Pareciera que estas refiriendo algo sucedido dos mil años atrás! Algo tan ancestral que es imposible que ellos, ¡los nacidos a partir del año dos mil!, lo tengan que conocer.

            De modo que, para dar clases, no se pueden poner ejemplos prácticamente de ningún tipo: ¡porque los alumnos desconocen todo! Ah, pero eso sí, vivimos en la época de la comunicación. Donde a través de las redes informáticas, podemos ver la superficie del planeta Marte desde nuestra computadora… Pero, paradójicamente, los alumnos universitarios no saben leer correctamente y, a veces, no saben redactar un texto coherentemente aunque sea lleno de faltas de ortografía. Escriben igual, por no decir peor, que estudiantes de nivel primario quince años menores que ellos.

            Regresando con aquellos que eran estudiantes universitarios a finales de la década de los ochentas del siglo XX… Era un viernes por la noche. Después de un largo día pasado en sus respectivas facultades. Los cinco se habían dado cita para realizar un proyecto interdisciplinario. Se encontraban reunidos: Ricardo Naranjo, llamado por sus amigos, Richard; Fortunato Barradas; Bernal Almazán Merino; Hugo Tomooka Mora y Aristeo Cano Mina.

            Richard y Fortunato, eran condiscípulos en la facultad de artes. Allí se habían conocido y, se podía decir, que eran amigos. Bernal y Hugo, eran condiscípulos en la facultad de teatro. Y lo mismo se podía decir de ellos dos. Aristeo era alumno de la facultad de música. Y, originalmente, no conocía a ninguno de los otros cuatro…

             Si bien, la universidad organizaba actividades culturales donde se podrían haber conocido los cinco. Y, aunque todos tenían el común denominador de ser estudiantes de artes. Igual se comportaban como si fuesen alumnos de antropología, medicina, idiomas, arquitectura y alguna ingeniería, es decir, nunca estaban juntos en un mismo espacio.

            Así, si la actividad que organizaba la universidad era, por ejemplo, un festival de teatro. Pues, únicamente, asistían los alumnos de teatro, sus familiares y público interesado en el teatro. Sí, las actividades, eran de danza. Ocurría lo mismo. Si eran exposiciones plásticas. Igual, nada más se veía a los de pintura aparecerse por allí y gente de la sociedad afín.

            De allí que pasaba lo mismo con las jornadas médicas que organizaba la facultad de medicina. Donde, me supongo, únicamente asistían estudiantes de medicina. Las conferencias antropológicas, donde los asistentes eran afines a la antropología. Y, así sucesivamente, con las otras carreras. De pilón, idiomas no organizaba nada y en lo que fuera que organizaran las facultades de ingeniería, no se paraban los ingenieros que, de todos los mencionados, son los más analfabetos funcionales.

            Un ejemplo permanente era con música. La universidad contaba con una orquesta sinfónica de excelente nivel. Fácilmente estaba entre las cinco mejores de toda la república mexicana. De manera que la mitad del año, se podía disfrutar de una temporada de conciertos todos los fines de semana pero ¿se llenaba el teatro? O, ¡claro que no! A lo más, se ocupaba un tercio de su capacidad. Cuando, se programaba algún concierto de Haydn; Mozart; Brahms; Schubert; Tchaikovski o “Ludwig Van” con su Gloriosa Novena como le llama Alex Drugo en A Clockwork Orange, © 1962 Anthony Burgess, a Beethoven y su Sinfonía Coral. Casi se duplicaba el número de asientos ocupados, pasando algo del 50% la asistencia. Bien, pues a dichos eventos, la facultad de música tenía que obligar a sus alumnos que asistieran regalando pases para el evento y, ni así iban, vaya… vaya.

           Ah, pero como el mal gusto es lo que impera ja ja. Cuando algún músico salido de la academia de la televisión venía a dar un “concierto”… O, peor aún, cuando algún cómico desabrido también de esos inflados en la televisión comercial nacional, venía a contar sus chistes léperos en el teatro. ¡Entonces, se llenaba a los topes todos los días que se presentaban…! De quien será la culpa, ¿de los secretarios de educación que desde hace, la friolera de unos sesenta años?, ¡por lo menos! ¿Vienen empobreciendo hasta casi desaparecer la educación artística en México? O, quizá, en esta ciudad hay tanta cultura que ¿el grueso de la turbamulta prefiere ser pueblo e ir a espectáculos de poca monta? O, tal vez, los que asisten a conciertos sinfónicos les va a pasar lo mismo que al latín culto y literario; el cual, tuvo que dejar paso a los distintos latines vernáculos evolucionados a lenguas romances, hasta volverse una lengua muerta… Sin comentarios.

           Sea como fuere, si hasta los dinosaurios tuvieron que desaparecer, bueno… El caso es que pinocho estaba grave, como decía aquella célebre canción infantil y los cinco amigos se habían reunido esa noche en el bar para intentar formar una asociación civil… Estaban en un bar nuevo, en aquella época, ubicado en pleno centro de la ciudad capital del Estado que se distingue por ser trece veces heroico. Para ser viernes por la noche, el lugar estaba vacío. Únicamente ellos lo ocupaban. El último en llegar fue Aristeo Cano Mina, quien dijo:

― ¡Están cerrando las calles allá afuera!

            Hay que aclarar que, en estos tiempos actuales, es muy normal cerrar las calles. Sobre todo del centro porque allí suceden todas las manifestaciones de descontento contra el “buen” gobierno, el cual “tan bien” nos gobierna. Entonces, se cierran las calles para que nadie circule por allí ni escuche los gritos en contra del gobernador en turno ni todas las quejas por lo “excelente” que está cumpliendo con sus “benditas” decisiones. Pero, en los tiempos que esta reunión sucedía, a finales de la década de los ochentas del siglo XX. Era algo poco común, sobre todo en horario nocturno… El primero en contestar, a la exclamación de Aristeo, fue Fortunato.

― ¿Neta? ―Fortunato―. ¿Vamos a ver?

            Torciendo la mejilla en una mueca de aburrimiento, Richard repuso.

― ¡No seas buey! ―Richard―. Te está haciendo una broma. Tú te sales, están cerrando el centro comercial y te quedas de menso allá afuera…

            Ah, olvidaba mencionar, que el bar estaba ubicado en el interior de una plaza comercial que, ya después de las veintidós horas cerraba y, si no se conocían las vías de acceso, la gente no podía llegar al bar.

― ¡No! ¡No! ―Aristeo―. Es neta, buey. Pero están cerrando las calles… ¡No la plaza comercial!

            Luego de la aclaración de Aristeo. Hugo Tomooka Mora vio su reloj pulsera y dijo.

― Apenas son las 9:35pm… No pueden estar cerrando la plaza y menos en viernes…

― ¡Oh, carajo! ―Insistió Aristeo―. Que no es la plaza… ¡Bueno, ya! Al carajo…

            En ese momento se arrimó hasta el recién incorporado a la mesa, un mesero. Luego de indagar qué cervezas vendían, Aristeo pidió una…

            Como señalaba, ellos se conocieron apenas de pocos meses atrás. Aunque todos eran del área de artes, como si fuesen borreguitos, los de música se quedaban en su pequeño corral y los de teatro igual, y así con todas las demás ramas del arte. Sin embargo, el año anterior. Se había muerto el escenógrafo oficial de la universidad. Uno muy bueno, que había hecho ganar varios premios a la compañía de teatro universitario con sus escenografías en festivales nacionales de prestigio. Pero ¡qué se muere!...

            Entonces, la universidad no tuvo con quién llenar los zapatos del difunto. Puso algunos anuncios en otras universidades e instituciones culturales. Recuérdese que todavía no existía el Internet como tal y no resultaba tan fácil establecer redes. Sin embargo, no se arreglaron en el precio. Porque, para mala suerte de la universidad, el difunto escenógrafo trabajaba por un bajo salario y los nuevos no estaban dispuestos a cambiar de lugar de residencia nada más por el prestigio de la universidad. También exigían un pago acorde…

            De modo que pasaron más de seis meses y el puesto seguía vacante. Como la universidad estaba acostumbrada a participar en los festivales teatrales cada año. Tuvo que negociar con otro escenógrafo, también nacido en el Estado del que estoy hablando y cuyo nombre prefiero no acordarme… El cual, también era muy bueno y reconocido a nivel nacional pero, que vivía en la capital de la república desde hacía varios años. Le recordaron que él, ¡era un ilustre egresado de las aulas universitarias!, para que viniera en ayuda de la compañía de teatro. Apelaron y mencionaron todo lo que supusieron podría persuadirlo, lo que le convenció, a regañadientes pero lo hizo venir, a final de cuentas, fue que le llegaran al justo precio.

            Sin embargo, el pago era alto y la solución paliativa porque seguían sin tener escenógrafo permanente. Entonces, a alguno de los brillantes cerebros que trabajaban en la secretaría de difusión cultural: ¡se le ocurrió que debían formar ellos mismos su propio escenógrafo! De modo que convencieron, o más bien, obligaron, al citado escenógrafo temporal, para que, antes de retirarse otra vez a la Ciudad de México, dieran un curso intensivo de ochenta horas para formar escenógrafos.

            Al escenógrafo no le gustó la idea y así lo dijo siempre. Pero, tuvo que hacerlo. Aunque lo hizo a su manera y las ochenta horas del curso se redujeron a cuarenta. Y luego se volvieron a reducir y vino quedando en veinte seis el curso súper intensivo de escenografía. Además, como estaba a disgusto. ¡Las veinte seis horas que dio de clase, las dio disgustado! El primer día de clases, pasó la primera hora exponiendo sus múltiples razones para su disgusto ante el grupo de futuros escenógrafos. Además, como la universidad quería ahorrarse unos centavos. Se le ocurrió mandar a los escenógrafos del canal de televisión universitario para que aprendieran a hacer escenografía… Los cuales, como buenos empleados universitarios, llegaron con una hora de retraso a la clase. Haciendo mucho ruido y, sin haber escuchado que el maestro estaba a disgusto con la situación…

            Como dije, llegaron platicando en voz alta, riendo e interrumpiendo. Cuando vieron a los cerca de veinticinco gatos que estaban allí reunidos. Todos calladitos oyendo al maestro escenógrafo. Le bajaron el volumen a su ruido y se fueron a sentar en un rincón. Entonces tuvo lugar el siguiente diálogo:

― ¿Sí? ¿Ustedes quiénes son? ―Maestro escenógrafo.

            De los cuatro sujetos, uno que era muy grueso de cuerpo y parecía liderar a los otros, contestó. Todavía sonriendo por lo gracioso que venían comentando entre ellos.

― ¿Eh? Ah, sí… ―Tratando de ponerse serio―. Nos manda, el ingeniero.

            Se hizo un momento de silencio. Entonces, el maestro escenógrafo volvió a preguntar, con la cara un poco más molesta. Por si, aquellos, no lo habían notado la primera vez.

― ¿Y…? ¿Ustedes quiénes son?

            Los cuatro sujetos se miraron entre sí, como si no hubiesen sido lo suficientemente claros. Perdiendo la sonrisa, el gordo volvió a contestar. Esta vez con la voz más fuerte, por si acaso el maestro era medio sordo y por eso no había escuchado la primera vez.

― Nos manda el ingeniero Huerta…

            Como si el asunto estuviera lo suficientemente explicado. Los cuatro se quedaron calladitos. Entonces, el maestro escenógrafo dijo…

Haber… ¡Me están interrumpiendo mi clase que empezó hace una hora! Si hacen el favor de retirarse.

            Hasta ese momento, el gordo dio la respuesta que le pidieran dos veces. Explicó que eran los escenógrafos del canal de televisión universitario y que los habían mandado para aprender escenografía… Lo parte que hablaba sobre ahorrar dinero a la universidad, decidió omitirla. Entonces, le contestó lo siguiente.

― ¡Yo, específicamente, le dije a Victoriano que no me mandara gente! ¡La escenografía de televisión es otra cosa! ¡Nada que ver con mi curso!

            Aquí señaló con el dedo flamígero, es decir, el dedo índice, a los cuatro sujetos como si ellos hubiesen estado allí cuando aquello ocurrió. Terminó diciendo:

― Por favor, les voy a pedir que se retiren. Porque lo que aquí voy a enseñar no les sirve a ustedes… ¡Le dicen al ingeniero Huerta que luego hablo con él!

            Esta vez, sin hacer ruido, los cuatro individuos se retiraron. Así fue como arrancó el curso… El cual no estuvo tan mal pero eso ya es material para otra historia. De hecho, además de la hora de estar renegando, por parte del maestro escenógrafo, diciendo que él tenía muchos compromisos importantes que atender en la Ciudad de México los cuales le impedían dar un curso de tantas horas. El resto del tiempo lo había pasado pidiendo a los presentes que se identificaran, indicando, primordialmente, por qué estaban allí y de qué facultad provenían…

            Muy probablemente, la mayoría podrían decir que estaban allí porque los habían mandado de sus respectivas facultades. ¡Porque esa era la realidad! Otra vez, los brillantes cerebros que tenían a su digno cargo la secretaría de difusión cultural. Remitieron una circular a todas las facultades. ¡Sí, a todas las facultades! Para que mandaran, por lo menos, diez alumnos por piocha. Pero ni los ingenieros, ni los biólogos, ni los psicólogos, mucho menos los economistas, hicieron caso de dicha circular. Únicamente, las facultades de la unidad de artes, fueron corriendo a los salones… Ah, sí, porque como siempre, ¡la circular llegó un día antes de que iniciara el curso! Entonces, la secretaria del director hizo un rápido recorrido por las aulas y talleres cazando alumnos que estuviesen dispuestos a ir a tomar un curso de escenografía. Debido a lo apremiante de la situación, las palabras mágicas eran: es gratis y tendrá valor curricular…

           Pues así y todo, ¡no juntaron los diez por facultad! Artes plásticas, sorprendentemente, colaboró con ocho alumnos, todos de la licenciatura en pintura. Le seguía la facultad de teatro con seis rezagados alumnos. De danza llegó una niña muy bonita, que todos se la querían ligar, y nada más asistió como a la mitad de las clases. Como dignos representantes de música, estaban Aristeo y un amigo suyo que estudiaba piano. Precisamente, el pianista fue quien le convenció a asistir diciendo:

― ¡Uy, mano! ¡De seguro ahí hacemos buenos conectes porque esos de teatro son bien atascados! ¡Vamos mano!

            Cinco eran de la facultad de arquitectura, que iban a presumir sus conocimientos en términos como “alzada”; “plano”, “planta”; “vanos”; “trasdós”; “troneras”; “tejaroz”, etc., etc. De los cuales, nada más uno vino a terminar el curso. Con una maqueta toda desabrida que parecía cualquier cosa menos una escenografía. Y, el resto del mundo, era una chica de la facultad de letras españolas que le gustaba coser para danza. Otra que provenía de comercio pero le gustaba el teatro guiñol, o de títeres en general. El número veinticinco era nada menos que “El Ruso”, quien era escenógrafo honoris causa de la facultad de teatro y por eso lo habían mandado allí, junto con los seis alumnos.

            Invariablemente, todos dijeron estar allí porque les gustaba mucho el teatro… Aunque, cuando se les preguntaba qué obras habían visto y qué experiencia teatral tenían. Prácticamente, solo el “Ruso” fue el único que pudo presumir de tener algo de eso. A pesar de, todos estaban allí porque querían aprender a hacer escenografía.

            Al final, como ya dije, en las siguientes clases el maestro escenógrafo fue agarrando gusto a enseñarles pero eso será en otra narración…

            Regresemos al antro, como se solía llamar a esos video-bares que se pusieron de moda en esta parte del planeta en los años ya indicados. Consistían en ubicar televisores en las mesas o uno grande en la pared del bar. Para que, los parroquianos, mientras consumían su cerveza, pudieran ver el canal del MTV que apenas tenía casi siete años de iniciar sus transmisiones.

            Así, mientras todos bebían su cerveza fría, podían ver a la cachonda vocalista Christina Amphlett, del grupo The Divinyls interpretar su éxito de 1982, Science Fiction, en medio de un penumbroso escenario:

            I thought love was science fiction; Until I saw you today; Now that love is my addiction; I’ve thrown all my books away; When I was Young; I was so naive… I didn’t believe it, no I didn’t believe it…

             La cerveza de Aristeo llegó y los demás pidieron otras rondas. En la pantalla del monitor entró otro video, The B-52’s, interpretando Love Shack…

            …Sign says (woo) “Stay away, fools”… ‘Cause love rules at the Love Shack… Well, it’s set way back, in the middle of a field; Just a funky old shack and I gotta get back… Glitter on the mattress… Glitter on the highway… Glitter on the front porch… Glitter on the highway…

            Cantaban con su inigualable estilo, a grito pelón, las dos vocalistas y el cantante mientras bailaban en una aparente fiesta bien psicodélica… Fortunato no quitaba la vista del monitor. Para él eso de ver los videos era nuevo, en su casa lo que siempre faltaba era dinero. Nunca iban a contratar televisión de paga. Había un programa en la televisión abierta local, que pasaba videos de música rock una vez a la semana. Procuraba siempre verlo, pero los conductores eran antipáticos a más no poder. Perdían el tiempo conversando estupideces en vez de poner videos pero bueno, cuando eres pobre, lo que hay es lo que hay…

― ¡Mi favorito es Rock Lobster!

            Indicó Aristeo, quien no dejaba de tocar una batería virtual delante de él, al ritmo de la música.

― ¡Ojalá lo pongan ahora! ―Continuó Aristeo―. En ese video, puedes ver la energía real de la interpretación… No como en éste… Aquí se ve a leguas que están actuando… Aquél, ¡tenía energía!…

            Mientras consumían su cerveza y veían atentos el monitor; Richard, quizá, fue el único en notar que un sujeto entró… Mejor dicho, abrió la puerta y asomó la cabeza para observar el interior del oscuro video-bar. Llamó su atención que, el sujeto, llevaba lentes negros… Con lo oscuro del lugar y los lentes, no debió ver nada… Richard no prestaba demasiada atención al monitor… En su casa tenían televisión de paga… En aquellos tiempos y como siempre pasa en este país, había un monopolio que daba el único servicio de televisión de paga en México… Su familia era suscriptora desde antes que naciera… Acabó su cerveza e hizo una seña para que le llevaran otra.

― ¡Bueno! ¿A qué hora vamos a hablar de la asociación civil?

            Preguntó Richard con un tono de voz algo más alto de lo normal para poder ser escuchado por encima de los coros musicales. Su voz sonaba como si estuviese molesto… Quizá lo estaba, sentía que estaba perdiendo el tiempo allí sentado con sus futuros asociados…

            Ahora hubo una lluvia de colores en el monitor, con el logotipo del canal dibujado en distintas formas dignas de haber sido pintadas por Andy Warhol en persona. Se anunció que venía un video RETRO… Hubo un barrido de colores en el monitor y empezó a sonar un bajo que parecía emular los mugidos de una vaca al ritmo de un tambor… Todos, hasta Richard, miraron con atención al monitor… Algo como una pintura de estilo comic se vio por unos segundos… Después apareció el nombre, en mayúsculas, de BLACK SABBATH…

― ¡Es el Iron Man! ―Exclamó gustoso Aristeo.

            Todos, excepto Richard, fijaron más su atención en el monitor. Richard giró la vista hacia la puerta… Ya no estaba el sujeto de los lentes negros. Probablemente era un fulano que andaba buscando un lugar donde ligar mujeres y, al ver el sitio vacío, se largó a otra parte. Ahora, Aristeo sacudía su lacia melena larga tal y como lo hacía el vocalista Ozzy Osbourne… Como el video era muy viejo, se veía a un joven Ozzy que se parecía en algo a Aristeo, allí sacudiendo su melena igual que aquél, mientras coreaba la canción… Viéndolo con atención, Aristeo hasta ponía la misma expresión medio maniática que tenía Ozzy en el monitor…

            Has he lost his mind?... Can he see or is he blind?... Is he alive or dead?...

― ¡Carajo! ―Exclamó Richard―. ¡Qué pronunciación tiene ese sujeto! Apenas y le entiendo lo que gangosea…

― ¡No chingues! ―Argumentó Hugo―. ¡El tipo es inglés y allá en Inglaterra inventaron el inglés!

― ¡Hey! ―Secundó Fortunato―. ¿Apoco tú vas a saber hablar mejor el inglés que ese buey!

            Sacudiendo la cabeza, tranquilamente, Richard contestó:

― Yo he estado en Inglaterra y no es la gran cosa… Además, habrán inventado el inglés pero allá parece que nadie lo sabe hablar…  

            En el monitor, continuaba desgañotándose Ozzy Osbourne:

            He was turned to Steel… In the great magnetic field… Where he traveled time… For the future of mankind…

            Cuando ya estaba por terminar el video. Richard notó que el sujeto de los lentes negros volvió a asomar la cabeza por la puerta. De repente, pensó que algo estaba sucediendo. Sin embargo, nadie parecía darse cuenta de nada. Solamente estaban ellos cinco en el lugar, junto con el tipo de la barra y el mesero, quienes platicaban sin prestar demasiada atención a su alrededor. Después tocó turno, al  maestro Iggy Pop de entrar en escena. Un video en elegante blanco y negro, con luces estroboscópicas que se prendían y apagaban al mismo ritmo de la batería. Excelente fotografía que hacía lucir cada detalle del correoso dorso delgado de Iggy mientras saltaba por unas oscuras calles y empezaba a cantar con gran energía… Comparado con la anterior interpretación de Ozzy, parecía que el británico estaba artrítico por lo tieso y acartonado… Sin mencionar, que Iggy no necesitaba poner expresión de maniático, él ya tenía un rostro anguloso e interesante que no necesitaba de aderezos para actuar, Iggy cantó, con esos grandes ojos que parecían te iban a destripar:

            I work so hard, so don’t trip me up… Shakin’ a leg like the tail o’ the pup… I’m payin’ dues till I register heat… Sure hope I don’t end up on the Street…

            Home, boy… Home, boy… Everybody needs a home… Home, boy… Home,boy… Everybody needs a home…

― ¡Ese cabrón, si sabe hablar inglés! ―Richard.

            Comentó Richard sin poder evitar, poner atención al video. Es que Iggy siempre tenía una especie de magnetismo animal que te jalaba. Aunque nadie le hizo caso porque todos veían a Iggy lucirse en su video.

            Tanto así que, cuando estaba por terminar el video, los cinco vieron que un sujeto medio gordo, moreno, de pelos cortados como militar, rostro algo cacarizo por la viruela y gruesos lentes negros, estaba parado junto a ellos. Por segundos, tuvieron que distraer la atención de Iggy al fulano, quien dijo con voz autoritaria:

― ¡Ya viene el licenciado!

            Todos pusieron cara de sorpresa, Bernal le preguntó a su amigo Hugo y, a todos, en general.

― ¡Qué carajos dijo ese buey! ―Bernal.

― ¡Sepa la chingada! ―Hugo―. Debe ser un borracho fastidioso.

            El sujeto cacarizo hizo unas señas al par de empleados de la barra, quienes tampoco parecieron hacerle demasiado caso. Entonces se retiró trotando para salir por la puerta. Como retornando a la realidad, Richard preguntó, aprovechando que había una pausa promocional en el monitor…

― Bueno, ¿qué pedo con la asociación civil?

― Oh, carajo. ―Contestó Fortunato―. ¡Orita estamos chupando tranquilos, maestro!

― ¡Ya sabía que aquí no íbamos a arreglar nada! ―Richard―. Yo creo que ya me voy para mi casa…

― ¡Aguanta, ese Naranjo! ―Aristeo―. Estamos chupando tranquilos. ¿Qué prisa tienes? Orita nos ponemos de acuerdo, ¿cuándo nos vemos en mi casa?... O, ¿en la tuya, pues?...

            Haciendo una seña para que se acercara el mesero, Richard contestó.

― Por eso no progresa el pinche país. ¡Todo lo dejamos para mañana! Para el último día, carajo.

            El mesero se acercó y dijo.

― ¿Le traigo otra cerveza?

            Con malos modales, Richard le pidió.

― Oye, pero también tráeme algo de comer, ¿no? Aquí nada más dan esos pinches cacahuates salados de botana… ¡Tráeme la carta! ¡Yo pago! Quiero comer, tengo hambre…

Take it easy, maestro. ―Hugo―. Take it easy. Si vas a comer, pide para todos, digo…

            En ese momento se anunció que venía otro retro de MTV… Todos, hasta Richard, miraron a ver de qué se trataba… En la puerta, se asomó el sujeto cacarizo de lentes negros… Tal vez, también quería saber, qué video venía a continuación… De improviso, sin mayores preámbulos, se dejó ver en la pantalla y escuchar en los altavoces, una guitarra eléctrica afinada en do menor tocando los primeros riffs al tiempo que, Kate Pierson y Cindy Wilson, cantaban los, sin sentido, coros iniciales de la canción…

            Ski-doo-be-dop… Eww… Ski-doo-be-dop… Eww…

― ¡Es Rock Lobster! ―Exclamó emocionado, Aristeo―. ¡Fíjense bien! Aquí sí se siente la energía de la música…

            Coro femenino: Ski-doo-be-dop…

            Fred Schneider: We were at a party… Coro: Eww…

            Coro: Ski-doo-be-dop…

            Fred Schneider: His ear lobe fell in the deep… Coro: Eww…

            Coro: Ski-doo-be-dop…

            Fred Schnieder: Someone reached in and grabbed it… Coro: Eww…

            Coro: Ski-dop-be-dop…

            Fred Schinieder: Was a rock lobster…

            Coro largo: Aaaah… Aaaah… Aaaah… Aaaah…

            Fred Schnieder: ¡Rock lobster!…

            Coro largo: Aaaah… Aaaah… Aaaah… Aaaah…

            En ese momento, volvió a asomar la cabeza el cacarizo y gritó:

― ¡Abusados! ¡Hey…! ¡Ya viene el licenciado!...

            Aunque medio escucharon lo que gritaba, nadie le entendió a qué se refería.

            En el monitor, la música seguía en todo su esplendor. Un muy joven y extremadamente delgado Fred Schneider cantaba con todas sus fuerzas:

            We were at the beach… Everybody had matching towels… Somebody went under a dock… And there they saw a rock… It wasn’t a rock… Was a rock lobster…

            Mientras, a cada absurdo verso, el coro de las muy jóvenes Kate y Cindy, le acompañaba, sacudiendo sus grandes pelucas estilo B-52:

            Eww… Eww… Aaaah… Aaaah… Aaaah… Aaaah… Rock lo-o-obster… Rock lo-o-obster…

            ¡Justo en lo mejor! Cuando Fred golpeaba su cencerro; Kate tocaba el órgano; Cindy sacudía la peluca y el pandero; Ricky Wilson tocaba su guitarra como poseído y Keith Strickland golpeaba los tambores tan fuerte como el propio Aristeo lo hacía en la mesa, en ese momento… Entró un sujeto en mangas de camisa, al que se le pegó de escolta el cacarizo y otro individuo igual de mal encarado. Los tres caminaron hasta la mesa donde los cinco jóvenes veían al grupo B-52, de una grabación de 1979, repetir la canción que les llevara a la fama. Muy sonriente, el sujeto se paró junto a la mesa. Ninguno de los cuatro le hizo ningún caso. Únicamente, Richard, quien era el menos entusiasmado por la actuación televisiva, tuvo la curiosidad de mirar de soslayo a los tres individuos…

            El tipo aparentaba una edad por arriba de los cuarenta y cinco años. Aunque, lo que más denotaba, era pertenecer a una clase social alta, por lo menos la ropa así lo indicaba: los zapatos eran de piel de cocodrilo, los pantalones hechos a la medida en casimir inglés con la línea muy bien planchada, una camisa azul lisa de manga larga con los puños y cuello, estilo francés, blancos. Las mangas arremangadas, permitían ver un pesado reloj de oro macizo y varios anillos, junto con una gruesa esclava, igualmente todo de oro, competían en lanzar brillosos destellos desde dedos y muñecas del sujeto.

― Ah, ¡cómo me prende esta canción!

            Exclamó Aristeo sin dejar de palmotear la mesa como si fuese su batería. Como nadie le hacía caso, el fulano le extendió la mano al que estaba más cercano a él, Hugo Tomooka Mora, diciendo.

― ¡Mucho gusto! Mucho gusto…

            Hugo lo vio pero, olímpicamente, le ignoró para seguir viendo la actuación en la televisión. Discretamente, el individuo identificado como “el licenciado” por los otros dos, retiró la mano. En ese momento notó que Richard lo estaba observando y, dirigiéndose a él, repitió la acción:

― ¡Mucho gusto! Soy el licenciado Durante de Manetto Latini…

            Como ya sabemos, digo, si es que usted ha leído los cuentos anteriores, también Richard pertenecía a la clase alta. En ese momento no llevaba prendas de oro porque estaba en plan informal. Pero, sólo con verlo, había reconocido la marca del lujoso reloj pulsera. De manera que, sonrió para mostrar sus aperlados dientes y dijo.

― Mucho gusto, licenciado ¿Manetto?...

― Sí, Durante de Manetto Latini… Eh, bueno, es que mi familia es de origen florentino… Pero yo soy mexicano nacido aquí…

― Mi familia es, de origen, argentina…

― ¡Ah, vaya! ¿Y qué haces por aquí?

            Inquirió el licenciado Durante lanzando un rápido vistazo a los otros cuatro que continuaban atentos al monitor…

― ¿Aquí…? ―Richard―. Yo soy mexicano también… Estudio artes en la universidad…

― ¡Ah, vaya! ¿Ustedes son artistas?

            Inquirió el licenciado Durante lanzando un rápido vistazo, con ojos morbosos, a los otros cuatro que seguían atentos del monitor…

― Sí, sí, es correcto. ―Richard―. Precisamente estamos formando una asociación civil, sin fines de lucro obviamente… Pero, perdón que le pregunte, licenciado De Manetto, ¿usted qué hace aquí?

            Hasta ese momento, el licenciado, recordó a lo que estaba, diciendo.

― Ah, Ustedes ¿no ven las noticias?

― Pues no… ―Richard.

― ¡Soy el candidato para gobernador del Estado, por la coalición hexapartita!

― ¿Hexapartita? ―Richard.

― ¡Sí! ¡Todos, los seis partidos me están postulando! Mañana es el cierre de campaña aquí en el parque del centro. Y, bueno, yo quise visitar a la gente del centro para recordarles que voten por mí… E, invitarlos a mi gran cierre de campaña… ¿Ustedes votan, no?

― ¡Eh, sí, claro que sí! ―Richard.

― ¡Muy bien! Pues los espero muchachos…

            El candidato único para gobernador empezó a girarse para abandonar el escandaloso antro… Los otros, continuaban sin prestarle la mínima atención. Pero, Richard, que era todo menos un tonto. Se le pegó a un costado y, acompañando a toda la comitiva, llegó con ellos hasta la puerta. Al tiempo que, entregándole una tarjeta de presentación, decía al candidato.

― Tenga por supuesto que allí estaremos, licenciado De Manetto… Antes que se vaya, me gustaría desearle mucha suerte en los próximos comicios y hacerle entrega de mi tarjeta de presentación. Como le digo, nosotros pertenecemos a el área de las artes y la cultura…

            El candidato le miraba con interés…

― Pues tenemos muchos contactos… Y ya sabe usted, el área de las artes es muy importante y… bueno, algunos sienten que no ha sido suficientemente bien atendida… Entonces, quizá yo… pudiera serle de utilidad, digo, cuando usted gane las elecciones, claro está…

            El licenciado, candidato y futuro ganador de las elecciones, recibió la tarjeta de presentación. La vio a la luz exterior, porque sus guaruras ya habían abierto la puerta que daba a los pasillos del centro comercial…

― Ricardo Naranjo… ¿Eres familiar del arquitecto Naranjo?...

― Es mi padre, licenciado De Manetto…

― ¡Ah, vaya!

            La expresión del licenciado volvió a cambiar. Como ocurriera con Richard momentos antes. Ahora, era el candidato quien veía con buenos ojos al gallardo joven de piel blanca y cabellos castaños que estaba parado junto a él. Estrechándole la mano con fuerza, se despidió diciendo.

― ¡Búscame en la semana! En las oficinas de campaña… Tú vas a formar parte de mi gabinete… ¡Búscame!...

            El candidato echó a andar, sin mirar atrás. Los otros dos cerraron filas tras su espalda. Sonriendo, Richard lo vio alejarse por unos segundos. Después, regresó con sus compañeros. En la mesa ya estaba la carta y una nueva ronda de cervezas esperando. En el monitor, el legendario Dee Snider, vocalista de Twisted Sister, gritaba con todas sus fuerzas la canción que fue himno en la década que estamos narrando:

            Oh We’re not gonna take it… No, we ain’t gonna take it… Oh, we’re not gonna take it… anymo-o-ore…

            Acompañado por unas percusiones que parecían tribales, de A. J. Pero, reforzadas por los manotazos de Aristeo sobre la mesa, que hacían vibrar todo el local. Dee Snider, coreado por Aristeo y Hugo, gritaban:

            We’ve got the right to choose and… There ain’t no way we’ll lose it… This i sour life, this is our song… We’ll fight the powers that be just… Don’t pick our destiny ‘cause… You don’t know us, you don’t belong…

             Richard tomó asiento, dio un trago a su cerveza y comenzó a leer la carta para ver qué había de comer. Fortunato, como dice el dicho, estaba con un ojo al gato y el otro al garabato… Sin poder aguantar la curiosidad, preguntó a Richard.

― ¿Quién era ese sujeto?

― Eh, alguien que buscaba una tienda de licores…

            Contestó sin dejar de leer la carta. Bernal, se volvió hacia Richard y le preguntó…

― ¿Cuándo nos vamos a poner de acuerdo para lo del negocio?...

            Sonriendo, Richard contestó.

― El negocio, ¡ya lo hice!

 

 

C'est fini.

 

[Nota del autor: se recomienda darse una vuelta por la página de you tube para ver los videos aquí mencionados mientras disfruta de la lectura del cuento y hacerla, aunque sea manual, más hipertextual. A menos, claro, que usted sea mayor de 40 años, ya los conozca y no necesite ir a verlos. Saludos.]

 

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