Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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ESTO NO ES FICCIÓN

Episodio CINCO

BROWNING M2 CALIBRE .50 BMG

Por José Agustín Orozco Messa

 

By Copyright©José Agustín Orozco Messa.

                 All rights reserved.

 

 

          El sol cae a plomo sobre todo el lugar. El calor está insoportable. Debemos de estar aproximadamente arriba de 40° al Sol y casi lo mismo a la sombra. Porque la sombra no es más que un mugroso plástico negro, esos de bolsa de basura, que alguien colocó sobre la improvisada trinchera de costales llenos de tierra. Así que no hay mucha diferencia entre estar sentado empuñando una ametralladora Browning M2 calibre .50 BMG bajo del plástico negro, o estar parado al pie de la carretera, cargando los seis kilos del fusil de asalto SIG SG 550 calibre 5.56 mm. Aunque junto con el arma se carga otro kilo de los 120 cartuchos, además de la bayoneta. Pero, lo que es peor, es soportar el kilo y medio del casco de acero que, bajo el sol, hacen que se derrita la cabeza y se sienta que pesa el doble como si fuese de piedra. Por estas razones, nadie quiere estar ocho malditas horas en un retén a orilla de carretera.

          Paradójicamente hay dos tipos de soldados cumpliendo ese servicio, encabezan la lista: los soldados castigados, los más indisciplinados, que siempre están contra corriente con sus superiores y, por lo tanto, son los “voluntarios” para terminar haciendo este miserable servicio. Junto con ellos, como siempre sucede, también están los soldados que, por alguna razón, le caen mal a sus superiores y, sin importar su buen desempeño, igualmente son mandados a cumplir con el castigo de estar ocho horas bajo el Sol a orilla de la carretera. En resumen, o están los peores soldados o están los más cumplidos pero por esa misma extraña causa, terminan allí todos juntos.

          Pero quizá, lo que es peor para los soldados que se encuentran castigados en el retén carretero, es tener que aguantar “al mando”, es decir: “al oficial” que junto con la tropa, tiene que soportar igualmente el calor y la incomodidad del servicio para mandar y ser el enlace entra “la Superioridad” y “la Tropa”. Normalmente son candidatos al puesto los oficiales que también tienen problemas con sus superiores y por lo tanto, deben cumplir regularmente con este servicio. De manera que desquitan su enojo y frustración con sus subalternos. Generalmente, esto se traduce en repartir las ubicaciones en el retén de la peor forma: los soldados más tranquilos son expuestos las ocho horas al sol y a estar de pie, los soldados más indisciplinados, son colocados “a la sombra” del plástico y permanecen sentados la mayor parte del tiempo.

          Lo cual aparentemente es lo mismo pero ¡no es lo mismo! ¡Ajo y agua! Como ya expliqué: paradote bajo el plomífero rayo del Sol hay que cargar alrededor de diez kilos de peso en pertrechos. ¡Ajo y agua!, sí: ¡a joderse y aguantarse!

          Porque si bien, la maldita Browning M2 .50 BMG pesa alrededor de 40 kilogramos. ¡No los está uno cargando todo el tiempo! Se permanece bajo la atenuante sombra de un plástico, que algo quita el calor. Y la pesada Browning M2 .50 BMG tiene un trípode que la sostiene y únicamente hay que apuntarle a los vehículos, siempre listos para vomitarles encima plomo calibre .50 capaz de dejar un vehículo de motor como si lo hubiesen arrojado desde un acantilado. ¡Claro que eso y más se merecen los peligrosos narcos; los zetas y demás jijos de puta!, que se pasean por todo el país a sus anchas, faltándole el respeto a la autoridad y ¡al ejército! De manera que hay que estar siempre apuntando, ¡bien alertas!, para que no se escapen y sus vehículos queden reducidos a metal retorcido, por el fuego de la ametralladora.

          Hay otras ocasiones, dependiendo del humor “del mando”, que se ubica a los soldados más violentos e indisciplinados a orilla de carretera y son los tranquilos quienes permanecen a cargo de empuñar la Browning. Entonces, a su vez, los soldados “molestos” desquitan su mala suerte deteniendo todos los vehículos y obligando a los viajantes a abrir sus cajuelas, para inútiles revisiones, mientras que se les pregunta rápida, tosca, repetida y hasta groseramente:

― ¿De dónde viene?

― ¿A dónde va?

― ¿De dónde viene?

― ¿De dónde es?

― ¿A dónde va?

― ¿De dónde viene?

― ¿De dónde va?

― ¿A dónde viene?... ¡O cómo sea pues!

          Otras veces, simplemente se les pone la peor cara que se tenga y se les grita de mal modo la orden-pregunta, o pregunta-orden:

― ¿A qué se dedica? ¡Muestre una identificación!

          Y si la persona tiene una pinta sospechosa, digamos como de narco o de delincuente o de mal viviente, es decir, tiene el cabello largo o viste pantalón de mezclilla y camiseta, o trae una gorra y lentes oscuros para que no se le reconozca que es miembro del Crimen Organizado. O, por lo menos, es feo y mal encarado. O no tiene identificación. O trae una maleta, seguramente cargada de droga. O lueguito se le ve que tiene pinta de zeta, porque tiene la cabeza rapada al estilo militar e incluso, viste pantalón de camuflaje militar. Ya se sabe que una vez que fue del “eje”, siempre seguirá conservando las maneras del “eje”. Entonces se le detiene para que sea revisado más a fondo. Se le esculcan todas sus maletas, se abre el vehículo y se revisa a fondo e, incluso, se le hace bajarse los pantalones para verificar que no lleva armas o drogas ocultas en su persona.

          Aunque yo no entiendo por qué, luego de toda esta revisión, no se les encuentra nada, ¿dónde esconderán las cosas estos sujetos? Que, finalmente, terminan abordando nuevamente su vehículo, eso sí, con una hora de retraso, y prosiguiendo su camino.

           La monotonía está a la orden del día. La regla general es calcinarse bajo el flamígero rayo solar deteniendo y dejando pasar los vehículos. Si hay suerte, a veces ocurre algo fuera de lo corriente, aunque todo depende de “El Mando” que esté en turno de guardia. La semana pasada estuvo con nosotros el capitán “Dedos de Oro”. Unos dicen que ganó su mote por usar anillos de oro en cada uno de los 10 dedos. Otros, porque robaba de la nómina militar cada vez que había que salir de “partida”. Como sea, es un capitán con cierto sentido del humor que permite divertirnos de vez en cuando. Por ejemplo, el otro día detuvimos un vehículo donde viajaban siete jóvenes adolescentes. A lueguito se veía que eran de dinero. Cuando los detuvimos se bajaron de su vehículo muy sonrientes. ¡Se sentían superiores! Uno de ellos dijo:

― Lo bueno que la droga viene bien escondida.

            Y sus compañeros sonrieron, así muy monos. El capitán “Dedos de Oro”, escuchó el comentario y se acercó tranquilamente. Miró a todos ellos igual de sonriente y dijo:

― Con que la droga viene bien escondida… ¡Muy bien!

            Todos supimos que habría diversión en ese momento. Haciendo una seña con el índice a la altura de la oreja derecha, en forma de círculo, ordenó que desenvaináramos nuestras bayonetas y buscáramos la droga escondida. ¡Todo fue muy divertido! Terminamos destrozando todos los asientos por completo. ¡Sólo quedaron los resortes y fierros metálicos! También arrancamos las cubiertas de las puertas y los forros del techo. Los estúpidos mocosos nomás nos veían y pelaban los ojitos. Ponían cara como de muppets ja ja. Una vez que desbaratamos todo el capitán, dijo:

― No, ¡pos sí venía bien escondida! ¡A ‘dio que no la encontramos! Bueno, ya pueden continuar su viaje, muchachos.

            Ja ja ja. ¡Todavía me acuerdo y me gana la risa! Otra cosa hubiera sucedido, de seguro, ¡si hubiera estado al mando el capitán “Renacuajo”! Uyy, ese desde que se levanta está cabreado, bien cabreado. Hace como un mes, acabábamos de llegar a relevar al turno de la noche, eran las 5 de la madrugada y todavía estaba oscuro. Cuando un compañero hizo el alto a un vehículo y no se detuvo al instante. Avanzó como cinco metros antes de pararse. Todos apuntamos nuestras armas al vehículo, digo, nunca se sabe qué va a suceder. Cuando se abrió la puerta del conductor y un tipo gordo se apeó muy sonriente diciendo:

― No pasa nada, mi general. Es que no los vi, no los vi.

            En ese momento le cayó encima “El Renacuajo” y le asestó un tremendo derechazo en el abdomen al gordo, que hasta se le aplanó. El sujeto se dobló y quedó de rodillitas. Sujetándolo por los cabellos, dijo con voz muy fuerte, “El Renacuajo”.

― ¡Con que no me viste cabrón! ¡No viste el pinche letrero que está como a 500 metros de aquí!

            Tartamudeando y con los ojos saltones, el gordo, contestó:

― ¡No mi jefe! ¡No lo vi!

― Bueno, cabrón. Pues ahora te me vas así como estás: ¡de rodillas! ¡Y lo lees! Y luego te regresas igual de rodillas, cabrón.

            Y así merito se fue el gordo, de rodillas los 500 metros ida y vuelta. Ja ja ja, ¡de veras que tiene humor también mi capitán “Renacuajo”, ¡si señor!...

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            Aunque los discursos gubernamentales dicen que en este gobierno se crearon cientos de miles de empleos. ¡Pues no se ven por ninguna parte! Lo que se ve es pobreza. ¡Pura jodidez! Las tiendas están semivacías. Los restaurantes medio vacíos. No se ve que el dinero circule, porque no hay dinero. ¡Si acaso, nada más los bares parecen estar siempre llenos! Allí no hay crisis pero en todas partes, lo contrario.

            De manera que, cuando a Nazario Navarra Salcedo le ofrecieron un empleo para realizar una escenografía ¡lo tomó sin dudarlo! En la ciudad donde vive no pasa nada. Pero no como quieren dar a entender los discursos gubernamentales, refiriéndose a que hay mucha paz social y tranquilidad. ¡No! No pasa nada porque no hay moneda circulante y todo está como estancado: por eso no pasa nada, de nada. Nada de comercio, nada de ventas, nada de empleo, nada de dinero para cubrir las necesidades diarias. Somos el único país miembro de la O.C.D.E., donde haber ido a la universidad sirve para quedarse desempleado de por vida. Porque los únicos empleos que se crean son para gente de escasos estudios. Si fuiste a la universidad nadie te contrata. Y, los pocos lugares donde piden grados de maestría y doctorado, ¡están saturadísimos! ¡Por cada vacante se postulan como mil desempleados! ¡Eso sí, todos muy cultos y capacitados!

            De manera que, él único modo de conseguir un empleo, es mediante una recomendación o, en este caso, porque un amigo ya te conoce y te invita a trabajar. Además de mucha suerte, claro. Nazario no estudió escenografía. En realidad es egresado de la carrera de pintura. Pero desde sus tiempos estudiantiles incursionó, primero actuando, aunque sus actuaciones dejaban mucho que desear. Sin embargo, sus amigos lo comenzaron a solicitar para que les ayudara en la realización de escenografía y por allí fueron sus inicios. Como varios de sus amigos, también estudiaban en la facultad de teatro. En algún momento, comenzó a colaborar con la misma facultad para realizar montajes escolares. Nunca le pagaron nada pero a cambio, le enseñaron algunos trucos profesionales que después le han sido de mucha utilidad. Igualmente, se fue relacionando, llegando a conocer y colaborar con respetados maestros de la escenografía, de quienes aprendió distintas cosas. Como los enanos, inició desde abajo: fue tramoya; asistente de iluminación; asistente de utilero; hasta llegar a asistente de escenógrafo. Mientras desempeñó todas esas actividades, se fue de gira a varios festivales como miembro “honorario” de la compañía teatral universitaria, hasta participó en dos festivales Cervantinos. Fueron buenos tiempos aquellos.

            Luego de egresar, alternó las dos actividades: artista plástico y escenógrafo. Pero al haber mayor demanda de escenógrafos que de pintores, se fue decantando por aquella actividad. El país no estaba tan sumido en la crisis o, al menos eso parecía, fueron los tiempos en que el barril de petróleo se vendía a precios de platino líquido y los países árabes todavía no monopolizaban el mercado. Abundaba el dinero y el gobierno de turno lo gastaba (y robaba) a manos llenas. Pero las décadas pasaron, la crisis se quedaron, los precios del barril se fueron al sótano y ahora, ya casi no queda nada que robarse; es decir, qué administrar. Actualmente, la economía se sostiene con préstamos del F.M.I. y de las reservas en dólares que mandan los “paisanos” desde los Estados Unidos. No sé qué carajos va a hacer el flamante secretario de economía cuando Donald Trump llegue a presidente y corra a todos los trabajadores “ilegales” de regreso para acá. ¡Sin esas reservas de dólares y con más gente en el país, se va a tronar todo el sistema! Pero antes que eso suceda, Nazario hizo su maleta y decidió migrar a otro estado de ésta, nuestra bonita república azteca…

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          Sin embargo, aunque la monotonía del calor y aburrición son del diario, a veces, tenemos suerte y ocurre algo ¡de veras emocionante! ¡Como sucedió el otro día! El Diablo, un soldado violento y mal encarado, adicto a las drogas y que ganó su sobrenombre porque tiene fama de “cogerse” en los baños a los nuevos reclutas de los cuarteles y que ya ha estado varias veces detenido por esa y otras razones que tienen que ver con traficar drogas. Estaba molesto porque llevaba cinco horas directamente bajo el Sol. Cubierto de sudor, hacía señales con una vieja franela para que los vehículos se detuvieran y pasaran a revisión. ¡Ya saben!, agitar sin ton ni son lo que se tenga en la mano. En este caso, ya dije, una franela. Cuando, de repente, ¡un vehículo sospechoso no se detuvo y se dio a la fuga!…

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          Es el medio día, el calor está a su máximo y Nazario se muere de ganas por beberse una cerveza bien fría. Vía telefónica y por Internet, ya ha comenzado a trabajar la escenografía que le han pedido. Desafortunadamente, la escenografía no se puede hacer vía Internet, es trabajo presencial. Pero trabajo es trabajo, además parece que habrá buen dinero. Cosa rara en estos tiempos de crisis perpetua donde lo primero que se recorta es la cultura. El proyecto es muy ambicioso, según le comentó su amigo, quien le consiguió el empleo, a Nazario: al parecer y como siempre sucede en este país, un tipo que no sabe nada de cultura obtuvo un puesto como burócrata cultural en algún lugar de la amplia provincia. Que realmente es amplia porque en este país, todo lo que está fuera de la ciudad capital republicana es considerado “bonita provincia”. Dicho burócrata, por alguna razón que convino como anillo al dedo para Nazario, decidió arrancar sus gestiones con un festival de teatro. Lo más seguro es que tiene alguna novia o novio, según sus preferencia, muy suyas claro; perteneciente al medio y por eso arrancaron con teatro. Lo importante, según él amigo, es que ya habían pagado la mitad del dinero de la escenografía y la otra mitad estaría puntual al terminarla. Es decir, no habría que trabajar gratis ahora y luego tener que esperar a que pasara el estreno y andar correteando a “la producción” para poder cobrar el sueldo. Además, habría que realizar varias escenografías después de ésta, por lo que Nazario no lo dudó ni una vez: juntó todas sus herramientas de trabajo y equipo necesario; hizo un par de maletas y, para economizar dinero, pidió a su pareja con la que lleva algunos meses de relación, que le prestara su automóvil para cruzar los ochocientos kilómetros para llegar a su destino.

          La negociación por el vehículo no fue fácil. De entrada no le querían prestar nada. Debido a la crisis, Nazario tuvo que vender su auto meses atrás, necesitaba dinero: por la misma razón, no utilizaba el coche para nada y solo le estaba costando dinero. Venderlo eliminó dos problemas de un tiro. ¡Lástima que este burócrata no consiguió su empleo hace unos meses! Pero bueno. La negociación terminó invitando a su novia a viajar con él. Dicha solución tenía sus pros y contras, Nazario hubiera preferido viajar solo y en autobús porque sucedía que él era de esas personas que desde el primer instante en que ocupan su asiento: se duermen, sin importar que sigan estacionados en los andenes sin iniciar su recorrido. Así es Nazario, únicamente se arrellana y ya está dormido en su asiento y se viene despertando, pocos minutos antes de llegar a su destino, ¡fresco como una lechuga! De manera que todo el viaje lo realiza cómodamente roncando sin enterarse de nada. No importa si el viaje es de una o varias horas, siempre es así. Sin embargo… Ahora necesitaba un automóvil y terminó conduciendo los ochocientos kilómetros de serpenteantes carreteras atravesando medio país. ¡Y todo lo contrario ocurre cuando tiene que manejar él! El completo viaje es un martirio, porque apenas comienza a avanzar por la carretera y siempre siente que se duerme. ¡Pero no solo lo siente! ¡Se duerme!

          Así, cabeceando, Nazario no sabe si lo peor son las rectas de la autopista, donde advierte que los ojos ardorosos se le cierran; o el calor que empeora su amodorramiento; o ese aire caliente que se le mete por la ventanilla y provoca que le duelan los oídos y se le resequen los ojos; o tener que estarse deteniendo cada 30 o 40 minutos porque, en ese largo recorrido de aproximadamente ocho horas o más, de ochocientos kilómetros, hay que cruzar a través de un mínimo de diez retenes.

          ¡O si! Pareciera que estamos en estado de guerra: está la naval militar; el ejército regular; la PGR; migración; la Federal de Caminos; las aduanas fitosanitarias, que te revisan la cajuela para ver si llevas quesos o huevos o chorizos que están prohibidos de cruzarse en las líneas divisorias entre un estado y otro, ¡carajo qué no somos todos de un mismo país! De pilón, como a fuerzas se atraviesan pequeñas ciudades por todo el camino están las policías estatales a las entradas de las ciudades; la PFP y ahora, se le debe sumar esa nueva policía que no sirve para nada ¡igual que las otras!, la gendarmería nacional que para no ser menos también pone sus retenes estratégicos donde más estorben el libre tránsito y añádanle un largo etc. por aquellos retenes que se me hayan olvidado. Sin mencionar que varios se repiten, la naval parece que pone sus retenes cada 50 kilómetros, ¡igual los de infantería! Así que te los vas a encontrar duplicados y triplicados. De manera que hay que sumarle como otras dos horas más, por lo menos, al viaje debido a todos los retenes. Y, ¡por si no fuera suficiente!, no hay que dejar de mencionar que, sempiternamente, se están tapando baches y dizque arreglando las carreteras, entonces hay obreros de la construcción ocupando los caminos y convirtiendo las carreteras en caminos de un solo carril por lo que el tráfico se hace más y más lento.

           Entonces, luego de un eterno recorrido de apenas cuatro horas de viaje, Nazario maldice su suerte al ver el retén militar frente a él. Precisamente tenía apenas unos pocos kilómetros que había logrado rebasar a un par de tráileres de doble remolque que venían cargados de tóxicos y estorbando el camino. Ahora, pensaba, muy probablemente le iban a detener y los tráileres nuevamente se iban a poner delante de él a estorbarle. Lanzó una mirada a su compañera. Sonrió sardónico. La mujer, ajena a todo, está cómodamente dormida con la cabeza recargada sobre su hombro derecho, babeándose feliz. E igual su hijo, un mocoso malcriado de apenas cuatro años quien viaja durmiendo en el asiento trasero, agazapado a un lado de una maleta negra llena de ropas para la estancia de diez días que piensan realizar él y su madre. Nazario observa por unos instantes al odioso escuincle emitiendo diminutos ronquidos desde el asiento trasero. Sin más remedio, Nazario disminuye la velocidad, obligado por todos esos gruesos cables que parecen troncos de árbol, que los militares y demás personal de retenes, utiliza como topes para frenar a los vehículos. Aunque los pasa lenta y cuidadosamente, no puede evitar zarandear el vehículo por lo grueso de los topes; no obstante, ni la mujer ni el hijo, se dan por entendidos de lo que ocurre a su alrededor.

           Nazario usa el cabello largo, así ha sido desde los 19 años de edad, cuando cumplió con el servicio militar y se dejó crecer el cabello. Bueno, en esos tiempos quería ser músico rocanrolero. Ya saben: pelo largo y rocanrol van juntos. Fue cuando empezó a actuar con otros aficionados en una Casa de Cultura y también en un grupo formado por la biblioteca local. Cosas muy simples como aburridas Pastorelas sin gracia, aunque allí fue donde descubrió su vocación artística. Varios lustros habían pasado desde entonces. Quedaban los recuerdos y el pelo largo. Además, como le molesta la luz solar y los reflejos de la carretera, lleva lentes oscuros. Cuando va pasando junto al soldado, particularmente mal encarado, que está a un costado de la carretera, quien simplemente le hace unas señas “ininteligibles” con una mugrienta franela: la sacude como si fuese una escobilla y estuviese limpiando algo invisible en el aire. Nazario casi hace alto total, duda y pregunta…

― ¿Paso…?

          A lo que el mal encarado soldado simplemente parece hacerle una seña afirmativa sin dejar de sacudir el aire con la franela…

          Nazario duda un instante pero al ver que el soldado continua como zombi con la mirada al frente, ignorándolo. Observa por el retrovisor que allá se vienen aproximando a toda velocidad los tráileres. Nazario presiona el acelerador y tranquilamente reanuda su largo recorrido…

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          ¡Todos vimos al sujeto!, era un narco o quizás un sicario o un zeta, o por lo menos, un delincuente. ¡Tenía el cabello largo, pelos en la cara y unos grandes lentes negros para impedir que le reconociéramos! Junto a él, le acompañaba una mujer, la cual se ocultaba sospechosamente, agazapada en el asiento del copiloto, tratando de no verse demasiado. En el asiento trasero llevaban un bulto, armas o drogas, o ambas, junto con una maleta grande. Todos vimos claramente como desobedeció las indicaciones de El Diablo y, maldiciendo al compañero, se dio a la fuga. Primeramente, su vehículo pareció no responderle y avanzó lentamente, pero casi de inmediato, aumentó su velocidad…

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          Nazario involuntariamente esbozó una sonrisa: pensó, “¡qué buena suerte!”, ya le habían detenido en un retén de la PFP, dos retenes de la policía estatal, uno de migración, “como si tuviera pinche cara de gringo, o de centroamericano o de no sé qué me vio ese buey”; un retén de la naval y un retén fitosanitario para revisar que no llevara productos como longaniza, queso, huevos, carne de cerdo, ni cajas de huevo. “¿Cajas de huevo?”, preguntó con incredulidad cuando le estaban revisando a profundidad su vehículo. Lo siguiente que pensó fue en lo estúpido y miserable que es el trabajo de agente aduanero, buscar cajas de huevo. ¿Se estudia en alguna parte para hacer eso? ¡Vaya! ¡En eso se va el dinero de los impuestos!

          De manera que, Nazario pisó el acelerador y tomó nuevamente su carril, por el espejo retrovisor vio que un tráiler amarillo de una conocida empresa de tiendas departamentales venía a pocos metros tras de él pero había desacelerado obligado por la presencia militar. Lo primero que quiso fue ganarle el paso porque de lo contrario, le sería más difícil hacerlo ya en la carretera puesto que esos tráileres normalmente corren a 140 kilómetros por hora, sin importarles que sus dobles remolques se sacudan de aquí para allá entre los demás vehículos que circulan a su alrededor. Normalmente juegan carreras con otros tráileres o con pesadas pipas que transportan gas, gasolina o cualquier otro producto químico generalmente explosivo. Por cierto, al hacer su maniobra, Nazario alcanzó a observar a un diminuto soldado que parecía enano, muy sonriente parado a media carretera…

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          Con un fugaz movimiento de su unidad, el sicario casi atropelló al Penano un soldado extremadamente pequeño para ser soldado y cuyo apodo significa: “Pendejo Enano”, es decir, Penano; pero que todo lo que tiene de enano lo tiene de mal alma y desgraciado pues ya ha roto a patadas las quijadas de varios compañeros que le llamaron, en su cara, burlonamente por su mal nombre. No obstante, el Penano, fue el héroe de la ocasión. Porque luego de hacerse a un lado para evitar ser arrollado en la huida del sicario: fue el primero en actuar y empuñando su flamante rifle de asalto SIG SG 550, le disparó una ráfaga de veinte balas en un segundo al sicario, dejando la cajuela completamente destrozada y volando en pedazos el medallón trasero.

          Los demás compañeros no tardaron en apoyar al Penano y todos abrimos fuego con nuestros rifles y, sobre todo yo, que afortunadamente estaba listo con mi Browning M2 .50 BMG, la cual es una maravilla porque se dispara automáticamente bajando únicamente el retén del cerrojo. Vomitando balas capaces de atravesar un blindaje de ¾  de pulgada a 1.500 metros de distancia, ¿pues cómo no iba yo a despedazar el vehículo del sicario, si solamente lo tenía a escasos veinte metros de distancia?

          Pero como siempre, fue más el ruido que las nueces y en pocos minutos ya habíamos reducido al enemigo. ¡Todos estábamos muy contentos! Hasta el teniente, que esa mañana había estado con un humor de los mil diablos, se puso muy contento y por el radio avisó al cuartel que habíamos ubicado y eliminado a un sicario.

          Bueno, ahora que lo recuerdo, no todo fue así de bonito. Porque con la emoción del combate, unos cuantos tiros se nos fueron, claro que en la guerra esto es frecuente; son los daños colaterales. ¡Ya hasta el anterior “presi” lo dijo, caray! Pero las personas que nunca han estado en la guerra pues no lo entienden y resulta que, en el fuego cruzado, también murió una familia que estaba viajando en una vieja camioneta del otro lado del carril. Y un tráiler comercial cargado de refrigeradores resultó con graves daños puesto que las balas lo atravesaron de lado a lado. Pero como les digo, esto pasa cuando hay fuego cruzado y los sicarios, a final de cuentas tienen la culpa, porque ellos no tienen el alto entrenamiento que nosotros tenemos. Entonces, no se miden para disparar en contra de vehículos y civiles a su alrededor.

          Por fortuna, el alto mando, que siempre todo lo ve y todo lo sabe: nos premió y ahora ya no estoy en servicio en los retenes. Me han mandado a custodiar prisioneros en el Campo Militar Número 1, allí todo está muy bien. Los servicios son de 24 horas por 24 horas. Hago mis comidas tres veces al día a la hora correspondiente y, lo mejor, podemos golpear a los oficiales prisioneros. ¡Eso sí que no tiene precio! Lo único que extraño es mi Browning M2 calibre .50 BMG pero, como me dijo el otro día un compañero: la Browning no es tuya, es del ejército.

 

 

 

 

C'est fini.

 

 

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