Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Little Chilean Thoughts

"Arte de Cordel Recargado en Valdivia". Fotografía de Carolina Benavente Morales.

Arte, ciudadanía y cultura popular:
"Arte de Cordel Recargado" en Valdivia (noviembre 2011)*

 

por Carolina Benavente Morales

cbenavem@gmail.com

 

Índice (los vínculos sólo funcionan con la página abierta)

Arte y cambio social 

Ciudadanos-artistas en la Plaza

Una buena cazuela, un gran collage

Prácticas de amistad

 

Arte y cambio social

Durante el año 2011, los chilenos nos familiarizamos con incontables manifestaciones que cautivaron a la ciudadanía y cohesionaron el movimiento estudiantil en torno a sus demandas por una educación gratuita y de calidad. Tal explosión de creatividad colectiva no se había visto antes en el país, pero los cuerpos pintados, los pasacalles, los suicidios colectivos y los flashmobs, entre otros, forman parte de una larga serie de intervenciones estéticas en la sociedad. Realizada en distintas localidades de Chile el sábado 19 de noviembre de 2011, "Arte de Cordel Recargado" no surgió directamente del movimiento estudiantil, pero es parte de esa otra historia que se hizo visible gracias a sus protestas. La actividad, organizada por la plataforma virtual llamada en forma irónica Museo de Arte Moderno de Chile (MAMCHI), consistió en que cualquier persona interesada pudiese exhibir sus obras de arte colgándolas de cordeles en el espacio público, con el fin de expresar sus propias y diversas reivindicaciones.

Debido a su mayor exposición mediática, las acciones artísticas dirigidas a la televisión y a las redes sociales acaparan la atención de ciudadanos y expertos, a pesar de que se acompañan y en general se imbrican a otras que carecen de tales características. En particular, “Arte de Cordel Recargado” no sólo privilegió la acción desenchufada y desconectada, sino que además se desvió de la estética pop predominante. En efecto, su referente es la literatura de cordel, un género popular rural-urbano que tuvo vigencia sobre todo en el siglo XIX y cuyo nombre responde a que sus pliegos impresos se vendían, justamente, colgados de cordeles. Esto plantea mucho interés desde el punto de vista de la relación de las intervenciones artísticas con la cultura popular, ya que, al recurrir a ésta, los chilenos movilizados de hoy ensayan estrategias estéticas que no tienen cabida ni en la masividad ni en la esfera virtual. Ahora bien, si este tipo de intervenciones persiguen la transformación social, ¿cómo fue que lo logró “Arte de Cordel Recargado”? Voy a abordar esta pregunta en términos de los agentes, los discursos y las prácticas socioestéticas enfocando la actividad realizada en Valdivia, en la cual participé.

 

Ciudadanos-artistas en la Plaza

flyer Arte de Cordel Recargado, Mamchi

Aparentemente, el Museo de Arte Moderno de Chile (MAMCHI) fue creado el año 2010, pero su primera actividad se remonta al término de las movilizaciones estudiantiles del año 2011. Se trata justamente del primer "Arte de Cordel", el que tuvo lugar el 22 de octubre, seguido del "Arte de Cordel Recargado" el 19 de noviembre. Antes de eso, de acuerdo con sus álbumes-Salones, realizaban un trabajo de registro fotográfico de las marchas contra la central hidroelectríca HidroAysén -que fueron las primeras en estallar- y sobre todo a favor de la reforma educacional, con el ojo puesto en especial en la nueva gráfica ciudadana. Hoy día MAMCHI tiene 5.000 seguidores en Facebook y se encuentra organizando para el sábado 14 de enero de 2012 el evento “Arte de Cordel y Gratiferia”, que cuenta con 227 participantes confirmados el viernes 13 de enero de 2012 a las 17:39 h. De manera consecuente con su exploración de nuevos dispositvos socioestéticos, al arte de cordel le añaden ahora una nueva actividad, consistente en regalar cosas en el espacio público .

Varios aspectos destacan en cuanto al perfil social de MAMCHI. El primero es que se trataría de un colectivo de artistas visuales y principalmente de diseñadores en el ámbito de la gráfica publicitaria, según su información de perfil. Por ello, sólo puede ser asimilado a un colectivo de arte a condición de entender el arte como ámbito ampliado de experimentación socioestética. Mientras los colectivos de artistas suelen proyectarse hacia la institución, los colectivos artísticos contaminados por la presencia de diseñadores, escritores u otros tienden más fácilmente a transgredir sus límites. Ello no sólo por el carácter autodidacta de los involucrados, sino por su mayor orientación social, a pesar, por ejemplo, del interés comercial que se les atribuye a los diseñadores. En muchos casos, la inclinación hacia el diseño se debe a que entrega mayor posibilidad de sustento, lo que señala un clivaje social con respecto al arte. Por otro lado, MAMCHI tampoco está compuesto de estudiantes o, al menos, no de estudiantes específicamente movilizados por la causa educacional. Más bien, sus integrantes comparecen principalmente en calidad de ciudadanos:

Amigas y amigos: El MAMCHI es un museo virtual y autónomo desarrollado por un grupo de personas que creen en el arte como herramienta para la transformación personal y social. Somos no políticos, no religiosos y no científicos abiertos a lo que Es el arte. El MAMCHI es un museo electrónico nacido hace un año en Santiago de Chile y creado por tres ciudadanos. Nos moviliza la idea de un arte alternativo, social y comunitario para todas las personas de cualquier clase social, credo y raza. Todas las publicaciones en lo posible con "respeto" a la diversidad. Saludos cordiales MAMCHI es una idea original de: Alejandra Paredes Aníbal Pinto Gonzalo Allende Pinto, Paredes y Allende Ltda. Cualquier sugerencia o reclamo a nuestro correo en facebook o gmail ("Museo de Arte Moderno de Chile" en Facebook. Última consulta: 13 de enero de 2012).

“Arte de Cordel Recargado” corresponde a esta idea de un “arte alternativo, social y comunitario” por medio del cual se persigue el cambio social. No se trató de una simple exhibición, ni siquiera en términos de dar cuenta de procesos de creación de obra, sino que, más bien, en la línea del happening o la performance, se constituyó en la herramienta misma del cambio. Su realización simultánea en diferentes comunas de Chile, ocupando una red social como Facebook para fines de organización, convocatoria y difusión de un evento a escala virtualmente nacional, nos habla de un afán descentralizador. Su desplazamiento desde la esfera virtual o del museo hacia la calle, así como desde las grandes avenidas hacia la plaza, en tanto, indica que los agentes involucrados salieron de los circuitos y recorridos sociales acostumbrados para experimentar un contacto directo con el otro a nivel local.

En Valdivia, el coordinador de “Arte de Cordel Recargado” fue Erik Marchant, un estudiante de la Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Austral de Chile, por lo cual sus participantes directos estaban mayormente vinculados a dicha carrera. A este grupo pertenecen los egresados José Luis Marcos y Natalia Sepúlveda; los estudiantes de cuarto año Erik Marchant, Pilar Pizarro y Cristián Villena, además de Tamara Vargas, quien envió una obra; y los estudiantes de segundo año Carolina Bustos, Rocío Zúñiga, Pilar Vrsalovic y Camilo Arzola. Yo me sumé a ellos siendo profesora de la carrera y participaron además Sergio Zapata, del colectivo artístico-ecológico Mutantes Clandestinos, y Paulina Larrosa, del movimiento Vidas Valdivia, una agrupación de defensa de los animales. Esta actividad se caracterizó por el desdibujamiento de las fronteras entre ciudadanos y creadores, proceso al que los alumnos de la Escuela, por cierto, no se sumaron en masa, en parte debido a la fiesta de la noche previa y en parte debido a un apego a las convenciones.


 

Después de algunas vacilaciones, la coordinación de “Arte de Cordel Recargado” decidió llevar a cabo la actividad en Plaza de la República, que es el espacio público más importante de la ciudad de Valdivia. Como cualquier otra Plaza de Armas chilena, está rodeada de edificios públicos, tiendas comerciales y restaurantes, llevándose a cabo en ella las principales actividades oficiales, ciudadanas o artísticas. La recorren peatones de diferente procedencia social, además de los turistas que visitan “la ciudad más linda de Chile”. El día en que se llevó a cabo “Arte de Cordel Recargado”, destacó la presencia de un coro evangélico como espectáculo autorizado. Nuestra actividad no lo estaba, pero a pesar de un llamado de atención de parte de Carabineros de Chile, no se impidió su realización. Por lo general, los transeúntes sólo se detuvieron a mirar las obras expuestas. Sin embargo, llevado y traído por su abuela, un niño colgó su dibujo entre las demás obras, en lo que tal vez fue su primera experiencia socioestética y su primer ejercicio artístico de participación ciudadana.

La realización de “Arte de Cordel Recargado” en el espacio público de la plaza tuvo la importancia de permitir un contacto directo con la ciudadanía en momentos en que prevalecían los dispositivos virtuales a nivel estético y las grandes marchas callejeras a nivel social. De esta manera, se permitió una mayor apertura a los imprevisibles flujos sociales en un hito físico de gran concentración de poder, pero que se reveló en su carácter multidireccional e intersticial. El vínculo establecido con la cultura popular fue fundamental en este aspecto, ya que la literatura de cordel se vendía precisamente en la calle. Pero este rescate no apuntó a lo popular en un sentido trascendente, sino en términos de una reinvención.

 

Una buena cazuela, un gran collage

La principal característica de “Arte de Cordel Recargado” en lo que cabe a los problemas sociales abordados es que, mientras el movimiento estudiantil abogaba por cambios específicos en la educación y en relación a ellos mismos, aquí la convocatoria no se ceñía a un solo aspecto. Más bien, ella se limitó guiar o despertar la imaginación del internauta invitado: “El tema lo eliges tú... […] Algunos temas para tratar pueden ser: educación, libre expresión, Hidroaysén, familia, medio ambiente, pueblos originarios, etc.” (“Arte de Cordel Recargado”, página del evento en Facebook. Última consulta: 13 de enero de 2012). Considero que esta invitación marca un hito en términos de conducir a los chilenos “conectados” y, por medio de ellos, a los “no conectados”, a una reflexión sobre la sociedad chilena en su conjunto. Las movilizaciones en Chile se iniciaron con las protestas callejeras en contra de la central hidroeléctrica de Hidroaysén, las que fueron opacadas por las estudiantiles debido a su fuerza y a la adhesión que concitaron. Todo ello gracias a las redes sociales y los altos niveles de conexión de los jóvenes. En la actualidad, a pesar de que las movilizaciones hayan amainado producto del retorno a clases y de las vacaciones, el clima en estas redes es de permanente crítica social.

Los chilenos están buscando nuevas formas de procesar y agenciar el cambio social. Existe hoy un descrédito enorme de las instituciones políticas, sus partidos y los políticos, hasta llegar por lo menos al año 1973. No se han generado mecanismos de participación ciudadana, preservando el modelo fraguado en y para la Dictadura en circunstancias que la sociedad chilena, comenzando por sus jóvenes, está cada vez más educada y conectada, es decir, cada vez más ilustrada, crítica y “adulta” (Kant, Foucault). Más recientemente, algunos líderes estudiantiles han señalado la importancia de articular las demandas educativas a las de otros actores sociales e incluso se ha creado un nuevo referente ciudadano en ese sentido (la Revolución Democrática de Giorgio Jackson). Las nuevas generaciones tienen cada vez menos miedo, pero miran las instituciones con suma desconfianza. En contraste, el arte es concebido como un espacio de autonomía y transformación (“Somos no políticos, no religiosos y no científicos abiertos a lo que Es el arte”), a condición de que él mismo no se institucionalice. De allí la burla de MAMCHI al Museo y a los Salones, por ejemplo, actuando el recurso a la cultura popular como una crítica y una vía de escape al elitismo anquilosado de la institución-arte nacional.

En tales condiciones, no se puede hablar de una metanarrativa que articule transversalmente las demandas involucradas, sino más bien de un dispositivo favorable a una enunciación ciudadana plural cuyo resultado estético se asemeja a una “buena cazuela” o un “gran collage”. Cito en primer término a Sergio Zapata y luego a la estudiante Pilar Pizarro, quiénes me hicieron ver sus perspectivas al entrevistarlos. La creatividad, en este caso, se manifiesta al transformarse las temáticas y las técnicas propias de la literatura de cordel. En ésta, en efecto, se aunaban la gráfica y la escritura de discursos alusivos a hechos políticos, guerras, fiestas, personajes, fenómenos naturales excepcionales, accidentes, crímenes, etc., todo ello en clave de lírica popular rimada y versificada (la décima espinela, en el caso de la Lira Popular), pues tal era el modo en que se difundían las informaciones en la cultura oral campesina (el verso, la rima y el metro cumplían funciones mnemotécnicas). En “Arte de Cordel Recargado” no sólo se produce una ampliación hacia las artes en general, sino que además se actualizan los problemas involucrados, los que comparecen en una diversidad de formatos.

En orden de aparición, surgen primeramente las demandas ecológicas, a través de Sergio Zapata, quien instaló un delantal con un parche pintado en la espalda donde se leía y veía “La modernidad devorando a Valdivia” (al estilo de “Saturno devorando a un hijo”, de Francisco de Goya). Además, colgó diferentes noticias de periódicos (sobre todo El Calle Calle) alusivas a conflictos medioambientales locales, procedimiento que tuvo la virtud de hacerle un guiño directo a la literatura de cordel. Un poco más allá, José Luis Marcos, quien es de Aysén, colgó un afiche impreso relativo a su región como “reserva ecológica” y Pilar Pizarro pegó con cinta adhesiva sobre un pantalón usado la consigna “Cuidado del medio ambiente”. Además, se instalaron una sencilla imagen fotográfica del cielo con algunas nubes y varios grabados alusivos a la naturaleza, mientras que Erik Marchant colgó distintas esferas hechas de ramas que son parte de su trabajo de tesis en el ámbito de la escultura ecológica. Como vemos, la enunciación explícita convivió aquí con la expresión de diferentes sensibilidades estéticas. En ambos casos se trataba de contrapesar la amenaza cierta que pende sobre una ciudad hasta ahora armónicamente integrada a su entorno selvático y fluvial.

Otras demandas destacadas en “Arte de Cordel Recargado” fueron las vinculadas a la defensa de los animales y a la educación. Como señalé, se hizo presente la agrupación Vidas, principalmente mediante Paulina Larrosa, pero también por medio de un stand instalado un poco más allá de los cordeles, frente al kiosco de la plaza. Se denunciaron, por un lado, la matanza municipal de perros callejeros o quiltros, así como su abandono, y, por el otro, la inhumanidad del consumo de animales. Para ello, se emplearon carteles con recortes, dibujos, collages, leyendas y consignas, con ironía, para un resultado bastante punk, a lo cual se sumó otra prenda intervenida mediante cinta adhesiva por Pilar Pizarro. Esta última también ayudó a visibilizar las demandas estudiantiles mediante el mismo procedimiento, aunque en este caso instalaron el problema Camilo Arzola, Rocío Zúñiga, Pilar Vrsalovic y Carolina Bustos. Ellos colgaron cascos de bombas lacrimógenas recogidos después de las protestas, pegando sobre ellos distintas consignas y explicaciones sobre el problema de la educación y su relación con la violencia mediante la ayuda de post it amarillos escritos a mano. Esta obra, instalada como una cortina en medio de una avenida, fue la más llamativa para los transeúntes.

Otro problema que afloró fue el de la deformidad, por medio de un grabado de Tamara Vargas y de varios dibujos de Cristián Villena. En el caso de Tamara Vargas, esto puedo conectarse con la realización de la Bienal Internacional de Performance Deformes en Valdivia. Tanto en su caso como en el de Villena, me parece, el trabajo explícito de la irregularidad física remite a la subjetivación controlada de los cuerpos, pero haciendo resonancia de otros cuestionamientos de la anormalidad y la monstruosidad como constructos discursivos que tienen efectos de marginación social. Otro problema en surgir fue el de la cultura popular, ya que instalé una obra de “Cosas que creen”, del artista de Concepción Cristián Muñoz, que consistía precisamente en banderines calados y de colores que debían colgarse en un cordel con la ayuda de perros minúsculos. La coincidencia me sorprendió, pero creo que, si estos banderines desde un punto de vista son netamente decorativos, desde otro, por su colorido, su sencillez, su aire folklórico mexicano, su relación con la literatura de cordel, constituyen un gran argumento a favor de la diversidad y la vitalidad de las culturas populares continentales. Al interactuar estos banderines con “Arte de Cordel Recargado”, dichas culturas emergen como ámbitos desde donde imaginar la ciudadanía con mayor apego a algunos modos marginados pero asentados de relacionamiento social, es decir, a dispositivos socioestéticos de resistencia popular.

pliego de literatura de cordel. Autor: Liborio Salgado

 

Prácticas de amistad

“Arte de Cordel Recargado” no sólo llevó algunos temas a la palestra pública, sino que además constituyó una instancia de experimentación de relaciones alternativas de las consagradas por el modelo social en vigor. Primero que nada, tratándose los principales involucrados de estudiantes de artes y según lo recalcó Erik Marchant, porque éstos tuvieron que dejar de lado su “ego” de artistas para ponerse al nivel de la “gente común”. Si bien las obras eran exhibidas, no era con el fin de demostrar genialidad, sino con el objetivo de sensibilizar al público respecto de preocupaciones relativas al orden social y eventualmente compartidas. Los trabajos colgados no tenían en su mayoría demasiada elaboración o bien eran más bien sencillos, lo que no impidió que se realizaran in situ algunas obras originales o diferentes. Por ejemplo, una de las dos colaboraciones de Cristián Villena consistió en amarrar unos dibujos de un esqueleto de perro-pez a un árbol con la ayuda de un cordel, llevándose por ende a cabo un doble desplazamiento respecto de la literatura de este tipo.

De hecho, aquí también la convocatoria, a pesar de referirse a los espacios donde llevar a cabo la intervención, resultaba ser bastante abierta, dejando bastante espacio para imaginar posibilidades creativas:

“Algunas ideas de como hacer "Arte de Cordel" son:
1.-Arte de cordel en la casa: junto a la familia colgar dibujos en el cordel de la ropa.
2.-Arte de cordel en el barrio: junto a los vecinos colgar en la calle ideas para mejorar la convivencia.
3.-Arte de cordel en la plaza: en la plaza invitar a niños a dibujar y colgar sus trabajos.
4.-Arte de cordel Intervención: en un lugar público colgar trabajos para que los transeuntes los vean.
5.-Arte de cordel activista: en una institución pública o privada poner sus reclamos.
6.-Arte de cordel clandestino: en la noche poner tu cordel y reclamos y dejarlos antes que te pillen...ja, ja, ja...:D

(“Arte de Cordel Recargado”. Página del evento en Facebook)

Lo anterior se relaciona con lo que podría llamarse una curatoría “difusa”, que admite posibilidades amplias de acción, y no tan sólo de creación, a partir de un pie forzado que le otorga una mínima unidad y coherencia a la propuesta. La aproximación es más bien lúdica y el criterio no es el de la calidad según parámetros fijados por la institución-arte o la organización sociopolítica, sino la experimentación poética de múltiples alternativas socioestéticas. Además, se trata de una invitación abierta a adherirse en forma voluntaria a la actividad. La convocatoria no está ligada a la exigencia de satisfacer compromisos laborales o sociales adquiridos y tampoco comporta una selección previa o posterior de las obras participantes, ya que el único criterio es el de la participación y cualquier persona que se haya sumado a “Arte de Cordel Recargado” se convirtió automáticamente en un artífice de esta creación de carácter colectivo, colaborativo y socialmente transformador.

Debido a lo anterior, he hablado en este caso más bien de organizadores y coordinadores -desde luego no de “comisarios”-, palabras que a mi parecer se acoplan al espíritu de una propuesta que, por otro lado, puede ser retomada por cualquiera y realizada en cualquier otro lugar y por cualquier otro medio. El afán de “Arte de Cordel Recargado” es anti-jerárquico, horizontal y no competitivo. En Valdivia, por ejemplo, Erik Marchant nos consultó en permanencia a los demás participantes antes de adoptar una decisión sobre dónde realizar la actividad, en qué espacio de la plaza tender los cordeles, cómo disponer las obras, etc., dialogando con nosotros y dejándonos margen para tomar nuestras propias decisiones, además de ayudarnos en cada momento a lograr lo que queríamos, tal como, me parece, queda muy claro en el video de registro que realicé.

La figura del coordinador se justifica dentro de un esquema colaborativo donde el primero actúa movido por el interés del colectivo, contribuyendo a que concrete su objetivo plural a partir de la interacción contingente con una diversidad de inquietudes, orientaciones y acciones mutuamente influyentes. El uso del cordel para la instalación de objetos socioestéticos fue el único común denominador de procesos cuyos resultados estaban destinados a ser incalculables e imprevisibles. A diferencia de los modelos dominantes, nadie aquí se arrogó el papel de representante de una entidad colectiva abstracta, ni tampoco de líder buscando llevar las cosas a una meta preestablecida. Por ello, puede hablarse en este caso de la exploración y puesta en práctica de modos diferentes de relacionamiento social.

No obstante lo anterior, creo que el mejor parámetro de un cambio social tampoco es la puesta en práctica en sí de tales alternativas, sino el hecho de que hayan desembocado en la construcción de lo que Brian Holmes denomina un “territorio de afectividad”. Durante toda una tarde, en primavera, un grupo de personas se reunió para compartir una experiencia donde no se trataba sólo de expresar, denunciar o criticar tales o cuales situaciones experimentadas como conflictivas a nivel social, sino también de ensayar mecanismos dialogados y colaborativos de exhibición, así como de interacción e implicación con otros sujetos. De acuerdo con lo planteado por Cristián Villena al entrevistarlo, una de sus motivaciones para participar en “Arte de Cordel Recargado” era el “compartir con los amigos”. Algunos lazos de amistad eran preexistentes a la actividad, mientras otros se crearon allí. La sensación de bienestar experimentada por sus participantes es el mejor indicador de un cambio respecto de una cotidianidad marcada por toda clase de tensiones. Por supuesto, no se trata aquí de un bienestar material, pero tampoco de un bienestar esporádico ligado a un descontrol de los sentidos. La desregulación socioestética interviene en “Arte de Cordel Recargado” de diferentes maneras, pero ella se encuentra orientada por un afán creativo que ensaya sus modos de permanencia en el tiempo.

La conexión con la literatura de cordel puede responder a esta voluntad de hallar mecanismos en la cultura popular relacionados con cierto gobierno de la temporalidad. La cultura popular suele asociarse al derroche festivo, pero desde otro punto de vista la festividad comporta su propia persistencia, en la medida en que un colectivo se organice para ese fin. Se requiere de tiempo y paciencia para que las voluntades converjan en forma armoniosa y, según mi perspectiva –y extrapolando una categoría que requiere ser pensada en términos de imposiciones e hibridaciones-, la cultura popular es la esfera donde esto tiene lugar. El ámbito de la política suele ser visto como ámbito de la seriedad, pero es posible imaginar maneras de gestionar el poder que se sustenten en el encuentro a la vez alegre y gravitante con el otro, es decir, en modos afectantes de vivenciar el nosotros para sentirse bien.

 

* Fondecyt 1101018

 

Escáner Cultural nº: 
144

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