Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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ESTO NO ES FICCIÓN

Episodio ONCE

Should I stay or Should I go?

 

“…Should I stay or should I go now? Shold I stay or should I go now? If I go there will be trouble and if I stay it will be double…”

The Clash                                         .

 

Por José Agustín Orozco Messa

 

By Copyright©José Agustín Orozco Messa.

                 All rights reserved.

 

 

          Eran los primeros años de la década de los ochentas y Aristeo Cano Mina ya estudiaba en el glorioso conservatorio de la universidad local. Luego de salir airoso de los exámenes de admisión por pura casualidad. Como ya sabemos, Aristeo soñaba con ser una estrella del rock’n’roll. De modo que siempre trataba de estar al tanto de lo último de lo último del plano musical. Ahora sería algo bien fácil y que casi cualquier tonto lo puede hacer, principalmente: gracias al Internet. Sin embargo, en aquellos citados años, había que gastar dinero en comprar revistas especializadas sobre la materia. Que la mayoría de las veces, no tenían lo que interesaba a Aristeo, sino que eran más de lo mismo porque estaban escritas para un público general y no para gustos especializados como el suyo. Además, el canal de MTV todavía estaba en pañales y tenía pocos meses de haber iniciado sus transmisiones. Sucediendo lo mismo que en las revistas especializadas: tenían una programación musical extremadamente heterogénea donde prácticamente no existían los videos que interesaban a Aristeo.

            En el rubro que más dinero tenía que invertir Aristeo, era en la compra de material sonoro. Es decir, en adquirir los discos o acetatos, como se les conocía por aquellas pre-históricas décadas a los discos de plástico: negros, pesados y extremadamente frágiles, donde venía grabada la música. Era el único modo de oír específicamente la música que a ti te gustara, a menos que fueras al concierto y lo hicieras en vivo. ¡De veras que, visto a la distancia, aquellos eran tiempos primitivos! Como dirían y hoy dicen, realmente, los actuales chavos que forman parte de la generación del teléfono inteligente o Smartphone ja ja, quienes sienten que se les acaba el mundo si un día no hay Internet y no se pueden conectar. No, pues en aquellos tiempos que se estaba más aislado que una ínsula, ¡ni pensarlo! Se nos hubieran muerto de tristeza los chavos de la actual generación Smartphone.

           Así, Aristeo ahorraba hasta sus últimos centavos para adquirir los costosos discos importados… ¡Oh, sí! Porque, obviamente, en su país de origen no editaban esos discos. Tenía que traerlos desde Inglaterra… Ah, bueno, era de la isla británica porque, resulta, que Aristeo había descubierto el movimiento punk y le había pegado con tubo; como decimos acá, en este país, para referirnos a que se había enamorado del movimiento y era fiel partidario del mismo. Siendo el único punk de la ciudad. De manera que, cuando salía a la calle vestido como punk, los demás conciudadanos de Aristeo pensaban que estaba loco o que simplemente se trataba de un joven indigente porque vestía ropas rotas o muy raras. Nada más alejado de la realidad porque ni eran indigente, sino relativamente pudiente y tampoco era loco. Afortunadamente para Aristeo, también eran épocas un tanto civilizadas en que, la gente, prefería darle la vuelta cuando aparecía por la calle y nadie se metía con él por andar vestido con atavíos tan raros y cargado de cadenas: empezando con una alrededor del cuello y cerrada por un candado, al estilo de Sid Vicious. Pero, qué se podía esperar de la ignorante turbamulta que no sabía nada del punk rock y todavía andaban escuchando a los Beatles, cuando había cosas más interesantes para oír.

         Ese viernes se habían dado cita, en la casa de un compañero del conservatorio: Aristeo y otros tres condiscípulos. Bueno, técnicamente, nada más otros dos porque el tercero ya vivía ahí, era su casa. La casa era amplia y de tres pisos, algo raro en la ciudad porque casi nadie tenía casas de tres pisos. Era una casa de abolengo construida a principios del siglo XX y heredada de generación en generación hasta los actuales dueños, padres del amigo de Aristeo.

― ¿Qué pasa, mi buen?

            Preguntó, “El Payo”, al abrir la puerta a Aristeo. Sorprendentemente, Aristeo no tenía apodo mientras que sus compañeros tenían hasta varios. Como ya se sabe, un buen apodo denota las características primordiales de la persona que lo porta y, de paso, connota la brillantez, ingenio, grado de observación pero, sobre todo, el grado de síntesis del que lo puso. Aunque, hay excepciones, como en todo, en este caso: el hijo de los dueños de la casa era “El Payo” pero no exactamente por no ser gitano sino porque era un ignorante y burro sin modales. Los otros dos citados a la reunión eran “El Tribilín” simplemente porque era igual de soso y lerdo que el ingenuo personaje de Walt Disney; aunque, según algunos, hasta se parecía físicamente. En inglés se le conocía como Goofy, hago la aclaración por si algún lector no lo identificaba. Y “El Piraña”, este último era un engendro que apenas y media el reglamentario metro con cincuenta para que no le llamaran enano. Usaba el cabello muy largo, era extremadamente grosero para hablar pero, destacaba, por tener los dientes saltados hacia el frente. De modo que, al reír, mostraba una tremenda dentadura similar a las pirañas, de ahí su sobrenombre.

― No, pues nada.

            Contestó Aristeo al tiempo que caminaban hasta el lugar de la casa donde normalmente ensayaban. La familia de “El Payo” era muy liberal y humanista. Tenía una hermana, dos años mayor, que estudiaba piano. “El Payo” estudiaba violonchelo o simplemente, chelo. Pero dentro de la agrupación musical formada por los cuatro, sin nombre, tocaba el bajo eléctrico. “El Piraña” estudiaba percusiones y dentro de su agrupación, tocaba la batería: allí se transformaba en un engendro poseído azotando los tambores porque, según él, su influencia era el baterista de The Who: Keith John Moon, mejor conocido como Moon the Loon, o El Loco Moon es español. Sin embargo, Aristeo, haciendo gala de su habilidad para poner apodos, insistía que debía llamársele “Animal” al “Piraña” porque su influencia más bien parecía ser el baterista de la banda Dr. Teeth and The Electric Mayhem del célebre programa The Muppet Show y no el baterista británico. “El Tribilín” tocaba la guitarra de acompañamiento y, al igual que Aristeo, estudiaba guitarra clásica y todos estaban en el conservatorio. De hecho, eran compañeros de aula y él, había sido quien invitara a Aristeo a formar parte de su insipiente agrupación musical. Más disímbolos no podían ser pero los unía el gusto por el rock y las ganas de formar una banda.

            Aunque eso de formar una banda estaba tan lejano como la Luna. En aquellos tiempos, prácticamente en toda la ciudad, no había algún lugar en donde poder tocar. Si acaso, pudiera ser en alguna fiesta particular. Así que, formar una banda profesional para presentarse en ninguna parte… No parecía tener mucho futuro. Ahora, no ha variado gran cosa el asunto. Sin embargo, en la actualidad pudiera ser más fácil encontrar algún bar donde poder tocar frente al público a cambio de unas monedas. Por aquellos tiempos, imposible.

            Aristeo había sugerido que tomaran por asalto las calles de la ciudad y tocaran en alguna plaza. De manera que, obtuvieran reconocimiento y, de paso, pasaran el sombrero y también obtuvieran unas monedas. Hay que recordar que ya mencioné, Aristeo gastaba mucha plata en discos y revistas musicales. Por lo que siempre estaba necesitado de dinero. Empero, sus demás compañeros eran algo así como músicos de closet que no querían salir del confort de la casa del “Payo”.

― ¿Cómo tocar en la calle? ―Inquirió “El Payo”―. Me vas a “acorrientar” (sic.), mano.

― ¡Hey, vato! ―Secundó “Piraña”―. Además, ¿tú me vas a ayudar a cargar la pinche batería desde mi casa hasta la plaza? ¡No jodas!

            Empero, la principal causa para no querer presentarse en público era: que no tenían material propio. Todo lo que tocaban eran covers o versiones de canciones ya famosas. Acá venía otro problema. Aristeo quería tocar, obviamente, música punk, de grupos como The Clash, The Sex Pistols, The Dammed, entre otros. Cosa que a sus compañeros les parecía desastroso. “Piraña” estaba en un punto equidistante de todos. Porque, mientras pudiera azotar los tambores o, mejor dicho, con su repetitivo estilo de azotar los tambores: pues casi que cualquier música le venía bien. “Tribilín” era todo lo contrario, decantándose por un rock progresivo o prog rock en inglés. Teniendo entre sus favoritos a Genesis, Pink Floyd, King Crimson, Yes y Jethro Tull entre otros. Mientras que “Payo”, era fiel seguidor de Queen y, como dueño de la casa, se imponía. Así que había que tocar a Queen y punto.

            De todos modos, era muy difícil tocar las canciones. Porque no tenían las notas. Entonces, el 99.9% de todas ellas: había que tocarlas de oído. De modo que, se ponían sus audífonos y armados con papel pautado, iban anotando las notas musicales. Era una labor larga y cansada, sin mencionar que podías perder los oídos por estar allí varias horas escuchando y tratando de descifrar las notas. Otro sistema que implementaban, era el corte directo, como ellos lo llamaban. Consistía en poner el disco y empezar a tocar la canción tratando de “encontrar las notas”. Este era un sistema menos agresivo para los oídos pero más tortuoso de utilizar. Prácticamente el 100% funcionaba a prueba y error.

            Por lo que su repertorio, no pasaba de diez canciones en las cuales habían trabajado varios meses. Lo que significaba, que si tenían que tocar en vivo, no tenían ni una hora de música. Pero, como sucede en toda agrupación, sea de la índole que sea, y en unas más que en otras, unos trabajaban más que otros. Y otros eran más holgazanes que los demás compañeros. En ese sentido, si a “Tribilín” le daban la letra y las notas de una canción: pues simplemente se ponía a tocar. Pero, si le pedían que él buscara la letra y las notas, pues allí te podías quedar esperando porque simplemente no lo iba a hacer. Algo, más o menos similar, sucedía con “Piraña”. De manera que, los únicos que se dedicaban a conseguir canciones para la banda: eran Aristeo y “El Payo”. Cada quien, en sus respectivos, gustos y géneros musicales.

            Otro problema que enfrentaba la banda era que, todas las canciones estaban, invariablemente, en inglés. Y si eran medio flojos para escribir y leer en español, no pues peor en inglés. Sin importar que lo enseñaran en las escuelas: no pasaban de saberse el verbo to be y ya. Aunque, por el gusto de interpretar fielmente las canciones, entre “El Payo” y Aristeo, se turnaban para cantar las letras en un inglés más o menos champurrado pero que se quería parecer al original. Porque, si bien, identificar las notas oyendo la canción era “relativamente fácil” otra cosa muy distinta era conseguir la letra si estaba en un idioma que, aunque te lo enseñan de manera corriente en la escuela, no es el tuyo. Allí sí aplicaba, el utilizar el disco y tratar de imitar lo que decía aunque no entendieran qué rayos estaban diciendo pero ellos lo gritaban igual, es decir, lo hacían fonéticamente. De allí que, las canciones que más o menos gustaban a todos ellos y no estaban, melódicamente, muy complicadas, es decir, algo fáciles de interpretar pero; sobre todo, en el plano de las letras, tenían un inglés fácil de aprender fonéticamente: eran las canciones de la legendaria banda Creedence Clearwater Revival. De allí que su repertorio incluía: Born on the bayou; Bad Moon rising; Lookin’out my back door; Travelin’band y Fortunate son. A las que había que sumar: Who are you?, de The Who. Y, de The Kinks: All day and all of the night, y la clásica, you really got me. Porque, estas tres últimas, eran muy fáciles de interpretar y lo mismo sucedía con su inglés. Aunque, las tres las cantaba Aristeo, porque al “Payo”, medio se le enredaba la lengua con el seseo de Roger Daltrey al cantar Who are you?, o con la trabalenguística letra de All day and all of the night, interpretada por el hermano Ray Davies; en la cual, Aristeo tenía que poner toda su atención para no desbarrar feamente.

            Capítulo aparte, está la sección en que Aristeo quería componer sus propias letras y melodías pero, como ya dije, hay agrupaciones donde unos trabajan más que otros y donde unos son más holgazanes que la mayoría: y así precisamente eran aquí. Quizá porque, la finalidad de formar una banda, para los otros tres miembros, era nada más presumir en la escuela y con las amistades en general, que eran miembros de una banda de rock. Pero no pensaban dedicarse profesionalmente al rock. Lo que deseaban eran llegar a integrarse en una orquesta sinfónica, sueño también un poco guajiro, como decimos por estas latitudes para referirnos a las remotas posibilidades que tiene alguien de ganarse la lotería comprando un boleto al año. Empero, para Aristeo era su sueño verdadero, como recordarán, digo si es que leyeron el dramático episodio cuatro, ya saben que Aristeo se inscribió al conservatorio no por querer ser guitarrista clásico y saber tocar muy bien el concierto para guitarra y orquesta de Aranjuez, del maestro Joaquín Rodrigo sino para formar una banda de rock.

            Sin embargo, ese mediodía de un viernes de principios de la década de 1980 estaban los cuatro reunidos y “El Payo” dijo, muy sonriente, a sus compañeros.

― Hoy vamos a ensayar una canción nueva, ya tengo la letra de Bohemian Rhapsody.

― ¡No mames, cabrón! ¡Neta, pendejo! ―“Piraña”

            Hay que recordar que, de cada tres palabras que decía “Piraña”, dos eran groserías. Tanto era así, que en su casa, no hablaba. Una vez que Aristeo lo fue a visitar, se sorprendió que pareciera un maldito mudo y nada más sonreía o decía sí o no, según fuese el caso. Pero no hablaba nada en su casa porque, de lo contrario, sus padres iban a espantarse por lo mal hablado de su hijo.

― ¡Órale, qué bien! ―“Tribilin”

            Sorprendido, Aristeo dijo:

― ¿De veras? ¿A ver la letra?

            Muy ufano, “El Payo” le entregó una partitura donde, en blanco y negro, se podía leer toda la canción. Entonces comentó.

― ¡Pero ésta música lleva un piano!

            Corriendo a su lado, para leer la partitura, “El Piraña” terceó:

― ¡No mames, cabrón! ¡Chingaaa, neto! ―Entonces, viendo fijamente al “Payo”, preguntó―. ¿Cómo cabrón vamos a tocarla si no tenemos piano, pendejo?

            Con cara de molestia, “El Payo” argumentó:

― Pues ¡claro que lleva un piano! ¡Si es la Bohemian Rhapsody, de Queen!

― ¡Pues me vale madres, cabrón! ―“El Piraña”, por si no lo habían identificado―. ¡Pero lleva un piano y no tenemos piano! ¿Cómo chingaos la vamos a tocar entonces?

            Reforzando su gesto de molestia, “El Payo” contestó:

― Pero ¡sí tenemos piano! Pendejo…

            Por un momento, todos parecieron desorientados; entonces, “El Tribilín” inquirió.

― ¿Va a tocar tu hermana con nosotros?

            Ante la pregunta, “Tribilín” y “Piraña” sonriendo morbosos porque ambos estaban enamorados de la hermana de su amigo. Para los gustos de Aristeo estaba algo flaca y era muy alta, medía alrededor de 1.90m siendo que él, en esos tiempos, media alrededor de 1.75m pero, quitando esos atributos, no estaba fea. Lo que tenía en contra, es que parecía despreciar la música de rock y, sobre todo, a los hombres melenudos como ellos cuatro. Razón por la que, también puso cara de sorpresa, que no de morbosidad, al escuchar que la hermana participaría con ellos. Aunque, rápidamente, “El Payo” refutó.

― ¡No, ni madres!

― Pus, entonces, ¿qué pedo? ―“Tribilín”, como Tribi media alrededor de 1.85m y era igual de flaco, si veía con buenos ojos a la hermana.

― Vamos a tomar prestado el piano, de mi hermana para ensayar la canción.

― ¡Ya chingaste! ―“Piraña”― ¡Cómo carajo vamos a bajar el pinche piano de cola a la cochera para ensayar! No me chingues.

            Como bien señalaba “El Piraña”, aunque algo groseramente, el piano de la hermana al que hacía mención “El Payo” era un pesado piano de concierto de cola de la prestigiada marca Bechstein, la cual los viene fabricando desde 1853 y que la hermana quería más que a la niña de sus ojitos. Tanto así, que se había habilitado una habitación exclusivamente para el piano a la cual no tenía acceso nadie más que la hermana.

― ¡No seas burro, “Piraña”! ―“El Payo”―. No vamos a bajar el piano, ¡vamos a tocar arriba con el piano!

― ¡Aaah Chingaaa! ―“El Piraña”―. Ah, pus a toda madre, entonces, vamos…

            Todos tomaron sus instrumentos junto con los amplificadores, aunque hubo que echar la mano al enano del “Piraña” cargando la batería, para subir los pisos que hacían falta desde la cochera hasta el hermético cuarto del piano. El cual, dicho sea de paso, nadie conocía. Por el camino se enteraron, que los padres y hermana estarían ausentes todo el fin de semana y algo de la siguiente porque, se había muerto la abuelita de alguien: nunca supieron si del papá del “Payo” o si de “El Payo”. Quien, generosamente, se ofreció para quedarse a cuidar la casa, porque la abuelita vivía en el estado mexicano de Nuevo León, algo así como a doce horas viajando por carretera desde donde ellos estaban en ese momento.

            Lo primero que descubrieron, cuando abrieron el recinto del piano fue que era muy reducido. Prácticamente nada más cabía el piano y ya.

― ¿Cómo madres vamos a tocar aquí? ―“Piraña”―. No cabe mi batería.

― La batería va a estar en el pasillo, en la puerta de entrada. ―“El Payo”

― Pero, tampoco van a caber los amplificadores. ―Indicó “El Tribilín”.

― Podemos intentar acomodarlos debajo del piano. ―“El Payo”.

― Pero, debemos tener cuidado, no se pueden cruzar los cables… ―Aristeo.

― Eso es con los micrófonos ―puntualizó “El Payo”―, pero no pasa nada con los amplificadores.

            Después de mucho batallar, la batería quedó mitad adentro y mitad fuera de la habitación. El anfitrión estaba sentado al piano y, ocupando los angostos costados, estaban “El Tribilín” utilizando prestado el bajo de "El Payo" y Aristeo con la guitarra de requinto, o guitarra principal por ser la eléctrica. El principio no tuvo muchos problemas, Tribi hacía como que cantaba y, entre Aristeo y “El Payo”, interpretaban el canto a capela con el que inicia la canción, con un inglés muy feo y medio chillón que, después de dos horas de ensayo, ya se oía mucho mejor:

            Is this the real life?; Is this just fantasy?... Caught in a landslide; no escape from reality… Open your eyes; look up to the skies and see…

            Acá, entraba con voy chillona, “El Payo”, en solo:

            I’m just a poor boy, I need no sympathy… Because I’m easy come, easy go; a Little High, a Little Low… Anyway the wind blows doesn’t really matter to me… to me…

            Con este último to meee… Así muy alargado: entraba el piano en si bemol, al tiempo que continúa cantando solista, en este caso, “El Payo” y “Tribilín” daba unos ligueros acentos con una cuerda del bajo en sol menor.

            Mama; just killed a man, put a gun against his head, pulled my trigger, now he’s dead… Mama; life had just begun, but now I’ve gone and thrown it all away… Mamaaa… Ooo-ooo… Didn’t mean to make you cry… If I not back again this time tomorrow; carry on, carry on, as if nothing really matters…

            Acá, “El Payo” le pegaba con mayor fuerza a las teclas del piano como si estuviera en un concierto ante miles de personas, para rematar cantando, al tiempo que también se sumaba la batería con un ritmo uno-uno-dos reforzando al Tribi en su nota del bajo en sol menor y pasando a mi bemol, mientras el piano se va a si bemol:

            Too late, my time has come, sends shivers down my spine, body’s aching all the time… Goodbye everybody, I’ve got to go, gotta leave you all behind and face the truth…

            En ese momento, “El Tribilín” dejaba el bajo en “la” y entraba Aristeo con su guitarra también en “la”…

            Mamaaa… Ooo-ooo… (Coro: Tribi y Aristeo: anyway the win blows…) I don’t wanna die… I sometimes wish I’d never been born at all…

            Entonces, en esa parte entraba el solo melódico de Aristeo cargado de sentimiento: ¡tan cargado de sentimiento! Que le puso un tremendo rayón como de veinte centímetros, los cuales destacaban sobre el costado izquierdo del piano, como si le hubiesen pintado una raya blanca sobre la laca negra…

 

 

C'est fini.

 

 

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