EL HOMBRE EN LA ESCULTURA DE WALDEMAR OTTO: IMAGEN VIOLENTA Y VIOLENTADA
Waldemmar Otto, "Sockeltorso IV - sitzend mit Stab", 1984.
EL HOMBRE EN LA ESCULTURA DE WALDEMAR OTTO:
IMAGEN VIOLENTA Y VIOLENTADA
Por María Pía Cordero
En su obra “La escultura en el campo expandido”, la teórica del arte Rosalind Krauss observa que a partir de los años sesenta del siglo XX, la escultura no puede ser definida en términos unívocos. Tradicionalmente, la lógica de la escultura obedecía servilmente al monumento, operando sobre la base de la conmemoración, para erigirse, la mayoría de las veces, en las coordenadas de la memoria histórica a la que sumisamente representaba. Sin embargo, con el trabajo del escultor francés Auguste Rodin (1840-1917), se marca una especie de evolución, desde una aquietada y casi inerte perspectiva conmemorativa hacia una sutil y paulatina autorreferencialidad. “Para Rodin el significado es la superficie del cuerpo […]. Obliga al espectador a reconocer la obra como resultado de un proceso, un acto que ha conformado la figura en el tiempo. El significado no precede a la experiencia, sino que se produce en el proceso mismo de la experiencia. Ahora coinciden en la superficie de la obra dos sentidos del proceso: la exteriorización del gesto y la impronta del artista en el acto de conformar la obra” ( Krauss, Paisajes de la escultura moderna, pp. 38). La decadencia que implica la escultura modernista abrirá las puertas a una escultura, que ya en los años sesenta del siglo veinte, por carecer de pedestal, por representar sus propios procesos y materiales de gestación, sólo podrá ser definida en términos negativos, es decir, negando su pasado universalista, para alojarse en el seno de una disparidad de signos y definiciones.
En este panorama, el escultor polaco Waldemar Otto (1929, Polonia) representa una interesante dimensión de mediación debatida entre una herencia recibida por el movimiento escultórico del neoexpresionismo figurativo alemán, y, una apertura, que hacia fines del siglo veinte, revelará marcadamente la tensión padeciente del hombre contemporáneo, entre el horror y la angustia de su ensimismación y su pertenencia al mundo del que constitutivamente forma parte. La obra de Waldemar Otto proveniente del movimiento del neoexpresionismo figurativo alemán (procedente del expresionismo alemán temprano) cuyo representante más connotado es el escultor alemán Fritz Köning. La obra de Otto, siguiendo su ascendencia expresionista, fija sus directrices en la incertidumbre, la angustia, la labilidad y la estrechez del hombre. Así, trabaja sus bronces, modelando hombres encerrados entre bloques que los constriñen, la mayoría de la veces ciegos y desfigurados. Sin ningún tipo de embellecimiento en el modelado de sus figuras, éstas aparecen como imágenes desgarradas, lábiles, las que representan la pérdida de sentido del hombre actual.
Waldemar Otto, “Mann in Drehtür”, 2002.
Al explorar la obra de Waldemar Otto se percibe una segunda dimensión, ligada a la negatividad que padece la escultura a partir de los años sesenta del siglo veinte. Una cita de Otto se encarga de iluminarla: “Mis trabajos son representaciones de dependencias, compuestas de elementos contradictorios, formas orgánicas y geométricas. Siempre son metáforas a veces provocadoras, a veces en clave-, metáforas de principios antagónicos, imágenes de interdependencia y por lo tanto de lo concreto, de una realidad preexistente y vuelta a interpretar” (Waldemar Otto, “Waldemar Otto, tensiones escultóricas”, pp. 62). Las obras de Otto, principalmente las de la década de los años noventa, nos dan a conocer una imagen del hombre violenta y violentada. Estas obras son violentas cuando se aleja del canon de belleza tradicional, para ser representaciones del hombre sin ojos ni extremidades, elásticamente deformes, con un prominente abultamiento del vientre y piernas, cabezas calvas y con un aire de agudo dolor existencial. Por otra parte, son violentadas, cuando Otto las emplaza en lugares públicos, cerca de edificios y parques, entregándolas a un acontecer mundano verdugo de sus propias imágenes. A diferencia de los clásicos monumentos inoperantes de tanta conmemorabilidad, las obras de Otto se emplazan en el espacio público, la mayoría de las veces, constreñidas por láminas altas que las oprimen, recordándonos el dolor y ensimismamiento humano.
Bibliografía
Krauss, Rosalind. Pasajes de la escultura moderna. Madrid: Akal, 2002
Otto, Waldemar. Waldemar Otto: tensiones escultóricas. Santiago: Infoarte Ediciones, 2001.
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