Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Guía de Descarriados

 

OS REPLICANTES (Punk Local)



Marcelo Olivares Keyer

I MERODEANDO POR PORTO ALEGRE


Febrero 2002. Eran los días del Fórum Social Mundial, ese Woodstock de aires bolcheviques con aportaciones New Edge y estética malabarista. Miles de carpas repartidas en distintos parques de la capital gaúcha, y hordas de jóvenes venidos desde distintos y lejanos puntos de Brasil y de los países castellanos, acentuaban la atmósfera de por sí cálida de los días previos al carnaval. Con un amigo acampábamos a pocos metros del río-lago Guaíba, esperando a conseguir algún aventón hacia el norte en alguno de los numerosos buses de las delegaciones, para cumplir nuestro sueño de llegar algún día al mismísimo y sagrado amazonas. Yo además esperaba ver a una de las numerosas bandas que tocarían gratis, una sobre la que había leído bastante en los últimos años, una de esas bandas que suele llamárselas, con exageración periodística, míticas. Quería ver a Os Replicantes. Pero el show que los incluía entre otra decena de grupos era a la noche siguiente. Me quedaba aún otra larga y sofocante noche de espera subtropical.

Merodeando por Porto Alegre esa noche previa, después de subir y bajar por antiguas escaleras portuguesas, llegaba ya de vuelta al parque-alojamiento cuando un modestísimo letrero llamó mi atención. Era una cartulina escrita con plumón que rezaba: ESTA NOITE WANDER WILDNER AO VIVO. Como ya me había deleitado con el álbum solista del susodicho, su nombre estaba grabado en mi disco duro. Además, la entrada era baratísima, casi simbólica, así es que no lo pensé dos veces, e ingresé por la estrecha puerta de esa casa -una casa que tenía algo que ver con los estudiantes- para disfrutar del significativo regalo que lo inesperado me tenía reservado.

No había dado tres pasos aún en el recinto cuando los rotundos acordes iniciales de I Believe in Miracles, de los Ramones, resonaron en el aire. Sí, en cinco segundos yo ya estaba literalmente encantado; la última gran canción de una de mis bandas favoritas me recibía al salir al patio en el que se levantaba un humilde proscenio sobre el que un muchacho de ojos claros y caótica dentadura declamaba al son de las guitarras ramoneadas, pero en la lengua de Camoes:

Eu
Acredito
Em milagres…

Pocas veces vi tal entrega en un front-man, con su impecable camisa blanca, su cabello recién peinado con gomina, una pulsera con puntas en una mano, y toda la profundidad trágica del punk rock destilada ahí, in situ, por un muchacho de tierna mirada, que entre canción y canción –conciente de la invasión de castelhanos que el Fórum había traído a su ciudad- nos hablaba en español, presentándonos los temas, lanzando también alguna crítica al sonado Fórum, pero sobretodo celebrando el hecho de que estuviésemos ahí, un escaso público compuesto mayoritariamente de jóvenes malabaristas cuyas clavas y diabolos asomaban de sus mochilas, ajenos al espíritu del rock, pero curiosos. Quizás por eso Wander hablaba tanto entre canciones, para enseñarles algo.


Desde un principio nos advirtió que no tocaría canciones de Os Replicantes, promesa que no sé si cumplió a cabalidad, pero así es como pudimos disfrutar de sus aguardentosas y melancólicas composiciones, autorreferentes (más vale), simples y –por lo mismo- conmovedoras; verdaderos poemas del sentido común, repartidas en algunos álbumes solista que ya a lanzado a rodar.
Terminó su presentación de rodillas, mirando al cielo.

  



II ECONOMÍA DE MEDIOS

Si bien el punk-rock nació en New York (¿en qué otro lugar podía ver la luz si no en la capital del mundo?) a principios de los setenta, pasando a mediados de década –y con bullado suceso- a las islas británicas, hablar de punk rock en Latinoamérica es hablar de los años ochenta. Como sucede con cada tendencia cuyos ecos provienen del hemisferio norte, primero llegó un derivado (la New Wave), después asomó la pinta, y finalmente los moldes importados comenzaron a producir sus primeros frutos locales. Como el mandamiento base era agarrar instrumentos sin saber cómo se tocaban, la primera camada de bandas denominables como punk, llenaron los espacios que pudieron conseguir para explayarse con ruidos, alaridos, graffitis, actitud, y no mucho más que eso. Aunque más que suficiente para ir situando en la mayoría de las grandes ciudades sudacas el espíritu de un nuevo sentimiento.


De haber quedado ahí, el punk latinoamericano se estudiaría hoy junto con los happenings, acciones de arte, performances, instalaciones, arte conceptual, y todos los engendros que la búsqueda de lenguajes provoca habitualmente en Occidente (y a estas alturas en el mundo todo). Afortunadamente la cosa no quedó ahí, y en algún momento los chicos aprendieron a tocar y la semilla germinó. Porque la premisa de “no saber tocar” era para salvar al rock de su empantanamiento sinfónico a manos de los malditos virtuosos, pero implicaba que necesaria y urgentemente había que aprender a hacerlo, para comenzar a tirar la casa por la ventana y pasarlo recondenadamente bien.


Aunque el nuevo espíritu empapó en grados variables casi toda la música pop que se produjo por estos pagos, desde los nombres históricos por todos conocidos, hasta el más prefabricado grupillo de ocasión, fueron poquísimas las bandas que consiguieron desarrollar su obra hasta el grado de ser bandas de punk rock hechas y derechas. Tener una veintena de canciones reconocibles y sólidas no es nada de fácil, más aún resultar un hueso duro de roer y no disolverse tras el álbum debut. En este sentido, no son muchas las bandas suramericanas con una obra cuya consistencia, calidad y volumen les permita pararse de igual a igual frente a sus colegas anglo/norteamericanos. Esta vez me detendré en una que sí lo consiguió, una del otro lado del río Uruguay, me refiero a Os Replicantes.


De los veintiséis estados que conforman ese continente llamado Brasil, Rio Grande do Sul es el más austral, al punto de que su extremo sur está en la misma latitud de Santiago de Chile. Bastante alejado de la línea tropical, sus inviernos son crudos y en algunas serranías la nieve es habitual. Poblado ancestralmente por guaraníes y charrúas, entre otras naciones originarias, al quedar dentro de las fronteras del Imperio Portugués fue poblado con colonos de las Islas Azores y, por supuesto, con unos cuantos esclavos africanos. Después de la Independencia, masivo contingente italiano y alemán se desparramó por sus colinas dedicándose a criar ganado. A pesar de esta multiplicidad étnica, sus habitantes se denominan todos –y a mucha honra- gaúchos (así, con acento en la u). Gaúchos fueron Getulio Vargas y Joao Goulart, y lo son Dunga, Xuxa, la modelo Gisele Bündchen y el menor de los Ronaldinhos. Y bueno, gaúchos son Os Replicantes.


Carlos Gervase, Luciana Tomasi, y los hermanos Claudio y Heron Heinz, comenzaron a hacer ruido juntos en 1983 tras reventarse la cabeza escuchando las deliciosas canciones de Dead Kennedys, Ramones, Buzzcocks y otros clásicos. A poco andar se les sumó un muchacho de armas tomar llamado Wander Wildner. Rápidamente graban un vinilo con cuatro canciones que traspasa las fronteras estaduales llegando a vender 2.000 copias. Las cuatro canciones fueron Nicotina (temazo), O Futuro é Vórtex (título con que bautizarían su primer largaduración), Rock Star y Surfista Calhorda, y de inmediato quedó en claro que el cuarteto de Porto Alegre tenía eso que posibilita el paso desde el lamento visceral hacia el genuino punk rock, es decir canciones vertiginosas que sin embargo no descarrilan, y un vocalista/declamador que –aún considerando las licencias del género- posee, ante todo, voz. “Economía de medios”, como aconsejaría un célebre profesor a la hora de resolver un desafío estético/emocional.


Tres Long Plays nacieron de esta primera etapa fundamental. Editados originariamente en vinilo, no está de más recordar a quien se anime a visitar Porto Alegre y recorrer sus disquerías de usados, que quien busca, encuentra.
No vamos a explicar en qué consiste lo punk a estas alturas de la post historia, solamente acotar que estos rockeros suramericanos supieron aclimatar con maestría una revolución musical iconoclasta y regeneradora. Tampoco está de más señalar que la máxima “no future” es bastante más aplicable del lado sur del planeta, a pesar de los sentidos e inspirados lamentos de nuestros primos del mundo “desarrollado”.


En 1990 Wander sale, y reclutan un nuevo baterista, para que Carlos Gervase pase del semianonimato de las baquetas al protagonismo del front man. Luciana Tomasi, quien siempre había sido Replicante de tomo y lomo, se hace cargo de los teclados y coros. Con esta formación editan ANDROIDES SONHAM COM GUITARRAS ELÉTRICAS (1990) y A VOLTA DOS QUE NAO FORAM (2000). Integrantes van, integrantes vienen, esta banda nunca se ha disuelto, y de tanto en tanto dejan alguna joya para la colección.


El 2003 Wander se reintegra temporalmente, Gervase se retira definitivamente (¿existe eso?) de las tablas para consagrarse al cine, editan el álbum GO AHEAD, grabado en una sola sesión de once horas, y salen de gira al otro lado del charco. Y así, nuevas voces, nuevos rostros, nuevos nombres, nuevos cuerpos, nuevas mentes, pero siempre manteniendo la base fundacional de los hermanos Heinz, mientras Wander, por su parte, pasea sus entrañables canciones por algún lugar del espacio tiempo. Al parecer tendremos Replicantes para rato, ¡afírmense Rolling Stones!

III UNA LECCIÓN DE ROCK

De vuelta a aquel febrero del 2002. Los ensayos de las escuelas de samba ya iluminaban la noche del hemisferio con los oropeles de la mejor fiesta del mundo, y en un parque metropolitano la multitud ya se agolpaba para asistir al suculento festival gratuito en el que diez bandas se turnarían para la fiesta final del Fórum Social Mundial. Por el escenario desfilaron virtuosos guitarristas de esos que en Brasil abundan como producto de exportación, también grupos tradicionalistas gaúchos con boleadoras azotando el tablado, algunos magníficos próceres de la vieja guardia sambista, cantautores, etcétera. Entre el público merodeaba Olivio Dutra, el izquierdista gobernador del Estado y artífice de la traída del Fórum a estas lejanas tierras del sur del mundo. Y a pocos metros, punks adolescentes de última generación deleitándose y alcanzando el paroxismo una hora antes de la aparición de Os Replicantes en escena. No había tiempo para esperar a los ídolos, había que invocarlos.


La verdad es que cada artista había entusiasmado al público, y creo que todos los asistentes de las más variopintas tendencias lo pasaron bien esa noche, pero cuando Os Replicantes asomaron sus guitarras por entre el resplandor de las luces de fiesta, todo cambió. Sabíamos que Wander Wildner no estaría ante el micrófono, y yo sentía curiosidad por ver a un baterista metamorfoseado en vocalista. Fue una explosión. Los hermanos Heinz blandiendo sus instrumentos como espadas, como pilares en la bruma artificial, dieron paso a Carlos Gervase, quien vestido con un overol recortado como bermuda, apareció, se paró ante el micrófono, y se lanzó un par de segundos antes que los músicos, quienes de ahí y por más de una hora no pararon de bombardear temazo tras temazo mientras Gervase corría por todo el escenario agitando su cabellera entrecana.


Hasta ahí cada cantante durante el festival había hecho lo suyo, pero Gervase, sabiendo que –al menos en vivo- nada supera al punk rock, salió corriendo y se lanzó la público, quienes debimos recibirlo en andas y pasearlo por sobre las cabezas como una ola humana sobre la que Gervase surfeaba cual curandero en éxtasis. En un momento pareció que caía al suelo, pero conseguimos levantarlo y devolverlo triunfal hacia la altura del escenario. Fue una lección de rock.




San Miguel, marzo 2009

Escáner Cultural nº: 
141

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