ANA MENDIETA- RAPE SCENE: LA DETENCION DEL INSTANTE
ANA MENDIETA- RAPE SCENE: LA DETENCION DEL INSTANTE
María Luisa Portuondo
Rape Scene, de la artista cubana Ana Mendieta, fue presentada el año 1973. La performance, que poseía un carácter más teatral que las anteriores intervenciones de la artista[1], estaba basada en el caso real de una estudiante de la Universidad de Iowa que había sido violada el mismo año. Esta intervención fue presentada a un grupo de amigos muy cercanos de la artista, quienes esa misma noche habían sido invitados a comer a su departamento en el campus de Iowa. Al llegar, la puerta del departamento espera semi abierta dejando entrever, en el interior, el cuerpo de Mendieta desparramado sobre una mesa, atado de pies y manos, desnudo de la cintura hacia abajo y con las piernas manchadas con sangre.
Sin título (Rape Scene), 1973. Registro de intervención en Iowa City.
Para comprender de forma profunda los constructores de sentido de este acto performativo resulta necesario conocer algunos aspectos de la biografía de la artista. Mendieta a los once años es alejada de su familia en Cuba y enviada a Estados Unidos dentro de un programa de la iglesia Católica Norteamericana llamado “Peter Pan”. La finalidad de este programa era “salvar” a los niños, hijos de las familias más aristocráticas de Cuba, del régimen anti-católico impuesto por Fidel Castro[2]. Esta fuerte experiencia marcó la vida de la artista y determinó lo que, más tarde, sería su obra. De este modo podemos situar el lugar en el que Mendieta instala su creación: artista “de color” (condición que reconoce a partir de la experiencias de discriminación que sufre en Estados Unidos), alejada de la tradición de su tierra y vinculada al espacio de los marginados sociales. Este espacio de los marginados, situados dentro del campo de “lo otro” o “lo exótico” por el hombre blanco heterosexual, por una parte levantaban la voz con el fin de que las cosas fuesen comprendidas más allá del marco de los dualismos y por otra, intentaban remarcar su identidad de marginados.
“Sus primeras obras de 1972 a 1975 fueron de enfoque feminista, de provocación y preocupación por la mujer, la violencia y la defensa de nuevas estructuras sociales. Este sello de mujer y la necesidad de Mendieta de expresarse y defender a quienes ocupan los márgenes de la sociedad son característicos de sus obras hasta el momento de su fallecimiento.”[3]
Rape Scene reflexiona a partir del cuerpo vejado para hacer una denuncia clara y contundente en relación a la utilización de la mujer como objeto sexual y el uso que hace el hombre de este objeto de manera violenta y sin consentimiento. El interés de Mendieta por las minorías sociales estuvo, en gran parte, dirigido hacia ideas de carácter feminista. Es así como la artista cubana se sitúa a si misma como sujeto creativo y desde ese lugar se encarga de hacer un arte socialmente activo, luchar contra el machismo imperante, poner sobre la palestra la necesidad de re-situar el género femenino en la sociedad y proponer otro lugar desde donde la mujer pudiese emitir sus discursos.
En Rape Scene Ana Mendieta nos sitúa en la escena de la violación, en la crudeza del instante mismo. En un tiempo ausente que de golpe se hace presente, vemos aquello que no quisiéramos ver, que perturba por ser tan explícitamente real, que obliga a tomar partido. Paraliza observar el hecho tan íntimamente, sentirse parte del encuadre, de la realidad de la imagen.
La performer nos presenta la fragilidad y la crudeza que se desprende de un ser luego de haber sido invadido hasta la degradación. ¡Ya no podemos dar pie atrás con lo visto! No existe la opción de apartarse ante el desagrado, mas bien, se nos conduce a fijar la mirada en lo que intentamos evitar. Desde esta condición la artista nos provoca, sugiere una imagen aborrecible en su calidad de desalmada y al mismo tiempo de un magnetismo explicable justamente en esta condición. ¿Que es lo que sucede en mí, como espectador, cuando veo aquello que es vil, ruin, despreciable? Me prendo de lo inusual de aquella construcción, de la oportunidad de presenciar algo que jamás veré, que se presenta ante mí como la revelación de lo oculto. Soy un sujeto repugnante que disfruta viendo el dolor y la fealdad ajena. Todos hacemos cosas despreciables cuando nadie nos ve, todos. Sin embargo las cosas despreciables se presentan ahora sin pudor y esa revelación de lo privado del ser me otorga una exquisita fascinación.
Se nos restriega en los ojos la sangre que se ha desprendido del cuerpo luego del acto mismo, para que nos sumerjamos en los fluidos que vemos y los que suponemos. La sangre como símbolo es utilizado frecuentemente en la obra de Mendieta. Determinante es su afro americanismo en la decisión de utilizar el elemento sangre como símbolo de vida y muerte, de ritual y sacrificio. Esta performance esta situada dentro de una serie en que la artista empleó la sangre en abundancia.[4] En Rape Scene vemos sangre derramada sobre las piernas desnudas de una mujer que nos ofrece su ano ultrajado. Con esta disposición del cuerpo en el encuadre, Mendieta, nos sitúa espacialmente en el lugar del victimario ofreciendo la carne de la victima como un trozo de animal.
Quizás esta lucha de los marginales por dominar el campo estético es lo que hace interesante al arte de lo abyecto. No el uso de elementos desagradables ni su carácter de presencialidad, sino su función de rebeldía contra el gusto legitimado. Es interesante el juego que el arte de lo abyecto propone al atraer la atención del espectador a partir de hechos que deambulan en los márgenes del campo estético legitimado. Es así como el vómito, los fluidos corporales, buscan su legitimación en este medio, exponiendo sus condiciones expresivas. Rape Scene busca presentar lo que sucede al acto mismo de la violación. Cuando el ritmo cesa, el moco se seca, la temperatura del cuerpo comienza a decaer y sólo queda subirse los calzones para volver a ponerse en pie. Aquí no hay bálsamos, nos saltamos el carácter de “montaje” de un hecho para adentrarnos en el hecho mismo. Es el sin sentido que se presenta como un acto de plena lucidez.
La no representación del hecho que propone el arte de lo abyecto, cuestiona el lugar que se le da a la interpretación. Se compone la situación cuestionando los principios de construcción dramática. No hay tratamientos ni interés por ocultar la monstruosidad del hecho mismo. Si bien es complejo para el espectador hacer interpretaciones a partir de un hecho que se presenta tan evidentemente, me parece que en esta imagen de Ana Mendieta comienza a fluir una dramaturgia a partir de la construcción escénica. Una construcción sugerida por el trabajo que Mendieta hace con el cuerpo, al ponerlo en determinada posición, semidesnudo y ensangrentado, el tratamiento de exposición de la luz (lo que se ilumina y cuanto se ilumina versus lo que está oculto, privilegiando la zona violada, la zona afectada, y ocultando la periferia) la utilización de símbolos como la sangre. A partir de lo anterior se puede establecer vínculos que van construyendo un sentido a la imagen, que la hace trascender y levantarse como un hecho particular donde la acción escénica empieza y termina en lo visual, en la percepción inmediata que es golpeada, estremecida y arrasada por aquel instante.
[1] Joel Weinstein “Ana Mendieta, cuerpo terrenal, esculturas y Performance 1972-1985”. Revista Art Nexus (3), P 99
[2] http://www1.american.edu/cas/philorel/prominenthispanics/Mendieta.htm
[3] http://www.ucm.es/info/especulo/numero33/laberint.html
[4] Joel Weinstein “Ana Mendieta, cuerpo terrenal, esculturas y Performance 1972-1985”. Revista Art Nexus (3), P 98
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