Reseña investigación “Fitnessgonnafit: Desmantelando la cultura del fitness en Intagram”, de Valeria Radrigán y Tania Orellana
Reseña investigación “Fitnessgonnafit: Desmantelando la cultura del fitness en Intagram”, de Valeria Radrigán y Tania Orellana
ESCRITO POR ALEXIS CARREÑO
Conocí a Valeria Radrigán y Tania Orellana el año 2016 cuando me invitaron a presentar su libro “Extremos del Volumen”, el cual reflexionaba sobre la expansión y reducción del cuerpo a partir de la ingestión excesiva o el rechazo de la comida. Hoy Tania y Valeria retoman su trabajo en conjunto, pero esta vez para hablar de las modificaciones corporales y el espacio digital a través de su investigación “#Fitnessgonnafit: Desmantelando la cultura del fitness en Instagram.” Particularmente, me voy a referir a uno de los artículos que deriva de esa investigación titulado “Strongisthenewsexy: Performatividades pornográficas y visualidades de resistencia en la cultura fitness de Instagram”.
En su estudio, ellas establecen una provocadora e inédita intersección entre academia y deporte. El deporte no es popular entre los intelectuales. Las horas en la biblioteca “pesan” más que las pasadas en el gimnasio. Una mente cultivada tendría más valor que un cuerpo tonificado. Esos prejuicios estarían cambiando, y algunos intelectuales reconocen cierta preocupación por su apariencia, pero, aún, son pocos quienes han instalado este tema dentro de la academia chilena. En los últimos años, y con más énfasis a partir de la pandemia, el deporte se ha popularizado. Las personas hablan de “ir a entrenar,” muestran con orgullo marcas en sus manos producto de intensas sesiones de Crossfit y exhiben fotos de radicales cambios corporales en plataformas sociales. Así mismo, fotografías de maratonistas y ciclistas subiendo el cerro San Cristóbal, por ejemplo, dan cuenta de una nueva cultura fitness que prometen el éxito social y la felicidad a partir de la autoexigencia y la disciplina en nuestra sociedad obsesionada con la belleza, la juventud, pero más aún, con el reconocimiento social y las posibilidades de atractivo sexual que se lograría mostrando cuerpos entrenados en Instagram.
Anteriormente, las formas corporales ideales se conseguían a través de la indumentaria–por ejemplo, los corsés de principios del siglo XX permitían alcanzar la deseada silueta de “reloj de arena”. Actualmente, estos aparatos han sido reemplazados por rutinas de ejercicios y dietas que modifican directamente la anatomía. Podríamos decir que los personal trainers de hoy son los antiguos diseñadores de moda y que los gimnasios son las nuevas boutiques donde se “compran” los cuerpos tonificados en boga. En los gimnasios, abundan espejos que reflejan brazos y piernas recién ejercitados. Las miradas evitan cruzarse, pero observan y comparan disimuladamente, o a veces, no tanto, cuerpos propios y ajenos. Gemidos mientras se levantan pesas o flexionan abdominales evocan sonidos eróticos. Camisetas sin mangas, crop tops y ajustados shorts de lycra dibujan cuerpos que se mueven al ritmo de la música del gym como si estuvieran en una discoteque. Tal como la discoteque, el gimnasio, por décadas, ha sido un lugar de socialización y cruising para la comunidad gay masculina. Así hoy, la selfie frente al espejo de los baños del gimnasio Smart Fit, por ejemplo, con el fondo de madera aglomerada, es icónica en las aplicaciones de citas gay.
Durante la crisis del Sida en los 90, apareció un nuevo tipo de masculinidad representada por un cuerpo saludable y en forma como rechazo a los cuerpos delgados asociados con lo femenino y la enfermedad. Desde entonces, el cuerpo gay entró en un acelerado proceso de musculación configurando un nuevo estereotipo de homosexual hiper-masculino obsesionado con el gimnasio, los batidos de proteínas y las dietas. Sin duda, este cuerpo hiper-masculinizado y su estilo de vida han influenciado los cánones de masculinidad cis heterosexual que la cultura fitness promete alcanzar. Valeria y Tania ponen al centro de su investigación estos fenómenos, pero destacan su transformación más reciente: la expansión del gimnasio al espacio virtual. En particular, las investigadoras analizan imágenes subidas a Instagram en las que la espectacularización del cuerpo, el vigor y la fortaleza se vincula con la performance pornográfica. Lo performático aquí se relaciona con acciones expuestas cuya exaltación erótica es consciente o inconscientemente intencionada para la afectación de un otro. Así mismo, lo exaltado, es decir, la corporalidad y la fuerza, se constituyen como ideales estéticos de capital sexual que refuerzan el canon erótico hegemónico y, por defecto, promueven el control, la productividad y la disciplina; valores constitutivos del sistema neoliberal.
La cultura fitness diseminada a través de Instagram resulta problemática si, críticamente, se considera la exposición de cuerpos distintos. Es por esta razón, que las autoras proponen la imagen de la “mujer forzuda” como una figura tensionante para la mirada y la gestión del deseo en las redes sociales. En la Historia de la Moda occidental, podríamos mencionar que la mujer forzuda aparece durante la década del 50 en Estados Unidos con “Rosie the Riveter” (Rosie la remachadora): una ilustración de una mujer robusta que con el brazo flectado muestra su bíceps para representar la inserción femenina al trabajo industrial durante la Segunda Guerra Mundial. Otra representación de la mujer forzuda fue la de Madonna que en los 90 mostraba un cuerpo musculado constreñido por un corsé: una prenda interior símbolo de la sumisión femenina reivindicado por la cantante como signo del empoderamiento de las mujeres. En esa reivindicación, también, se incorporaban la musculatura y la fortaleza –tradicionalmente asociados con la fisicalidad masculina–a la silueta femenina. Las mujeres forzudas que Tania y Valeria estudian son herederas de esta iconografía, pero ellas se centran en las formas corporales que exceden a las prescritas por los entrenamientos femeninos y, más importante aún, a las reacciones que generan al circular por el espacio virtual. Hacer del cuerpo ejercitando y sus cambios corporales un teatro que puede generar afirmación, erotismo, compasión, odio, envidia o venganza por una ruptura amorosa es distintivo de ciertas imágenes en Instagram que muestran una exageración del canon femenino musculado. Las autoras problematizan las posibilidades disruptivas de dichos cuerpos, pero demuestran que tal disrupción es sutil y transitoria. En aquello radica el mayor acierto de esta pionera investigación que propone nuevos temas a un cuerpo académico no muy sexy y más bien sedentario.
Alexis Carreño Junio, 2024
Para conocer más de esta investigación, visita:
www.cuerpasalvaje.com/fitnessgonnafit
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