Crónica. VALDIVIA, MON AMOUR
VALDIVIA, MON AMOUR
Desde Chile, Gonzalo León.
Hace un tiempo estuve en Valdivia. Me habían dicho que era una hermosa ciudad y que la vista del río Calle Calle sencillamente subyugaba. Llegué a Valdivia, completamente reconstruida, después de un horrible viaje en bus que duró casi doce horas. Delante de mí, iba un tipo con el asiento completamente echado hacia mí, y detrás mío, una joven pareja (en plena luna de miel) no cesaba de hacer melosos comentarios sobre el amor, el futuro y el nombre de sus niños.
Prácticamente no dormí, y eso que antes de subir al bus tomé la precaución de emborracharme para, precisamente, dormir plácidamente. Decidí, por fin, moverme cuando recién amanecía. Me levanté y fui a defecar al baño. Para mi sorpresa, el baño estaba limpio. Abrí la ventanilla y me fui defecando y observando aquel maravilloso paisaje.
Siempre me había desagradado sentir el amanecer sobre mi cabeza; pero sólo en ese momento comprendí que los amaneceres son distintos. Contemplar el amanecer en Santiago me daba la sensación de ser una especie de vampiro, pero contemplar el amanecer en este big sur era espléndido.
Enviar un comentario nuevo