LOS MANDALAS DE AGUA DE GLORIA MERINO.
Hace poco menos de un mes, en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, se pudo apreciar la exposición Madalas de Agua de la artista colombiana Gloria Merino. Esta muestra compuesta por varias fotografías, seran el objeto de un Vistazo Crítico en Escaner Cultural. En estos tiempos donde la fotografía pulula hasta el cansancio despojándose de todo interés es prácticamente raro encontrar una obra tan rigurosamente elaborada y con una carga conceptual sólida, gracias a un proceso investigativo serio. Más de veinte fotografias de diversos tamaños nos revelaban la relación del agua y la imagen en la naturaleza. El agua es fundamental para la búsqueda icónica de Merino:
"Frente al agua – nos dice la artista -, tenemos múltiples relaciones externas e intrínsecas. Se considera que en ella reside el origen de la vida, elemento primordial de la creación. Sin ella no se lograría la mezcla y circulación de las partículas, indispensable no sólo para la evolución de las especies vivientes sino para el enfriamiento del gas y polvo cósmico producido en las constelaciones para el nacimiento mismo de las estrellas.
Vivimos en un planeta con un setenta por ciento de agua,el cuerpo humano está constituido en un promedio similar y físicamente se podría decir que los humanos somos básicamente agua. Se considera que el agua contenida en las células de nuestro cuerpo ha existido desde antes de los orígenes de la tierra."[1]
Cada fotografía pretende ser un Mandala donde nosotros espectadores podemos entrar en un proceso meditativo. Los Mandalas tienden a develar la esencia de las cosas. Y en la naturaleza esa esencia se percibe con mayor fuerza en el agua. Ahí radica la principal virtud del trabajo fotográfico de Gloria Merino. Las fotografías digitales generan una serie de transparencias lumínicas que le dan mayor fuerza y coherencia con el tema. Por ejemplo en la foto "Effusa" (40 cms diam) vemos como el formato mismo del recuadro se rompe para generar una burbuja fotográfica; dentro del círculo de la imagen se encuadra un mandala que se evidencia con la luminosidad y la opacidad de la imagen., donde una planta se enmaraña con un gráfico geométrico que nos recuerda que la naturaleza guarda un significado oculto como un enigma que se revela a través de las plantas. Lo mismo sucede con otras fotos que se intercalan con los recuadros.
No olvidemos que los Románticos y antes de ellos el propio Jean jacques Rousseau insistía que la Naturaleza "La Madre Universal" guardaba un mensaje oculto en sus entrañas que había que saber descifrar. Con un libro de botánica en mano, el filósofo en "Les promenades d'un ríªveur solitaire", se encuentra a los largo de sus diez paseos a los alrededores de París, a la altura de Ménilmontant, con una serie de plantas que le llevan a un cierto camino iniciático. Novalis, y todos los Románticos alemanes, le dan una gran importancia a las plantas y las flores. El mismo Baron Humboldt, decide emprender un viaje a estas tierras en pos de esa sabuduría inscrita en la Naturaleza.
En el caso de Merino, en las imágenes de recuadro, las fotos se ven horadadas en el centro por un pequeño mandala, generándose así una imagen dentro de la imagen. En otra de las fotos, "Laguna de Cucunubá" (100x100cms), vemos como el centro de la foto, reposa en una cuerda de lindero... el círculo del centro y la honda que se genera en toda la imagen, contrasta fuertemente con un neumático de automóvil cortado en dos, insistiendo en la tensión generada por la pureza del paisaje y la intervención contaminante del ser humano. En este punto Merino es coherente con su trabajo que se inscribe no en una nostalgia de la naturaleza, como podríamos pensar superficialmente, sino en una reflexión que nos lleva a pensar en el frágil equilibrio existente entre nosotros y la natura naturante por emplear la bella expresión de Spinoza.
Existe otra particularidad en el trabajo de Merino, es el hacer de la fotografía un objeto. Tanto las fotos-burbujas, como las cajas de luz donde la foto acquiere su propia dimensión. Objetos que reposan, sin arriesgar mucho expositivamente, sobre la pared, creándo un movimiento armónico. La exposición cuidadosamente pensada, nos muestra una serie de objetos-fotográficos o fotos-objeto, que se desprenden de la pared con una luminosidad sorprendente. Gracias un simple dispositivo de luz detrás de la imagen, las fotos acquieren toda su fuerza lumínica. En el número anterior de Escaner Cultural, hablábamos de la luminosidad como esencia esencial de lo fotógeno. En este sentido las fotos de Merino se inscriben perfectamente detro de este concepto, pues la luminosidad en este caso no es simplemente artificiosa – dispostivo de luz detrás de la imagen -, sino esencialmente fotográfica. Así sus fotografías acquieren las transparencia del agua que se encuentran en las lagunas que Merino recorrió, Guatavita, Iguaque, Cucunbá, Siecha, entre otras. Todos esto lugares, antiguos santuarios indígenas, están llenos de un fuerza cósmica que la artista quiere poner de manifiesto gracias al recorrido que ella realiza:
"El presente trabajo visual fotográfico y ambiental, se origina quizás en el sin tiempo de un río Caquetá, en sus rápidos y cascadas, en el cañón de Araracuara con su selva de bonsáis, en las malocas, en los encuentros, en la sabiduría de los maestros de la naturaleza, en una experiencia de unidad que traspasó fronteras de tiempo y espacio para continuar hasta hoy interrelacionándose.
Tiene como eje muy importante la ceremonia muisca llamada "correr la tierra". En esta los caciques celebraban una fiesta de más de veinte días, recorriendo las montañas y lagunas sagradas situadas a más de 3.000 metros de altura."[2]
Vemos como la artista decide realizar esa misma travesía, que en otros tiempos los indígenas realizaron, para dar cuenta de esos caminos iniciáticos. Claro, de esa época hacia nuestros días, hay una transformación radical del paisaje, donde el agua deja ser un elemento sagrado, para convertirse en algo a lo que se le teme y se le deja de lado, enturbiando su transparente luminosidad. Con estas imágenes, Merino intenta dar un giro a esa condición ambiental, donde el equilibrio entre seres humanos y naturaleza es cada vez más frágil. Sus fotos revelan una pureza del agua que quizá será en breve una nostalgia; pureza que se debería preservar en lo más profundo de la ensoñación y no precisamente en lo racional, pues como bien lo decía Gaston Bachelard en El Agua y los Sueños, no es suficiente con ponerle a un grifo de agua un letrero que diga agua pura, para estar seguro que lo que saldrá de ahí es la pureza en esencia. Y esto se puede aplicar al agua que se comercializa sin discriminación alguna.
La fuerza lumínica del trabajo artístico de Gloria Merino, radica en la concentración de la pureza; no solamente las plantas que crecen en los páramos y que atrapan el agua de los aires para luego alimentar las aguas de riachuelos, ríos y lagunas, son la materialización de esta pureza, sino también el madala como figura arquetípica del equilibrio. La pureza aquí acquiere un alto grado de sensualidad, pues afecta en gran medida nuestros sentidos:
"Claro está que la experiencia natural y concreta de la pureza contiene además factores más sensuales más próximos al sueño material que los datos de la vista, de la simple contemplación, sobre los cuales trabaja la retórica de Huysmans. Para comprender bien el precio del agua pura es necesario haberse rebelado con tada la sed engañada, después de una caminata veraniega, contra el viñador que ha enriado su mimbre en la fuete familiar, contra todos los profanadores – esos Atilas de las fuentes -, que encuentran una sádica alegría en remover el limo del arroyo, después de haber bebido. Mejor que nadie, el hombre de campo sabe el precio del agua pura porque sabe que se trata de un pureza en peligro, proque también sabe beber el agua clara y fresca en el momento oportuno, en los raros instantes en que lo insípido tiene un sabor, en que el ser íntegro desea el agua pura."[3]
Las fotos de Merino desbordan la simple visualidad para sumergir al espectador en una experiencia absolutamente sensual donde el espectadaor que contempla, puede sumergirse e la meditación sin ninguna aprehensión.
Ricardo Arcos-Palma
Bogotá, mayo del 2007.
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