PERÚ: VANGUARDIA e INDIGENISMO; VALLEJO y MARIÁTEGUI
Perú: vanguardia e indigenismo;
Vallejo y Mariátegui
César Espinosa, desde México
El Hispanismo novecentista
Hablar de la poesía peruana es referirse a una de las tradiciones poéticas más importantes de América Latina. Al final del siglo XIX (1879) tuvo lugar la derrota de la guerra del Pacífico con Chile, que originó la rotunda indignación de don Manuel González Prada, quien desde ese momento se volvió el denunciador de los males patrios, plantea la crítica e investigadora Yazmín López Lenci.
Dicho intelectual, con otros, inculcó a un amplio sector de la inteligencia nacional la necesidad de identificar el carácter de la literatura de su país, para liberarla de los vicios del pasado. La generación novecentista, frente al desastre, optó por refugiarse en la tradición hispánica e intentó fundar el optimismo futuro en su más lejano pasado. Es lo que se llamó hispanismo.
Don Manuel González Prada
La derrota despertó también del sonambulismo en que vivía buena parte de la clase media, aunque en líneas generales la estrategia de los jóvenes novecentistas apuntaba a un tradicionalismo dinámico y evolutivo, según la terminología de Belaúnde, que aspiraba a transformar el país desde arriba, sin tolerar que cayera en otras manos que no fuesen las patricias.
Así, la generación novecentista cobró un papel preponderante en la vida cultural del país, de modo que el primer pensamiento indigenista formulado por Manuel González Prada no consiguió minar la tradicional coyuntura de la Lima letrada con el rancio abolengo español; un vínculo que la generación del novecientos o arielista trataba de fortalecer en la extensa bibliografía de autores principales como Francisco García Calderón, José de la Riva Agüero o Víctor Andrés Belaúnde.
José María Arguedas
José María Arguedas lo definió: «el hispanismo se caracteriza por la afirmación de la superioridad de la cultura hispánica, de cómo ella predomina en el Perú contemporáneo y da valor a lo indígena en las formas mestizas». Este rebrote del hispanismo, como propuesta teórica que olvidó los logros en torno al indígena alcanzados por la generación anterior, propugnó una dependencia ineludible y necesaria con respecto a la literatura española y, en otro orden, reivindicó los valores hispánicos en los controvertidos debates sobre la identidad nacional, expresa Eva Mª Valero Juan
Desde el inicio del siglo XX empezaron a mostrarse algunos cambios sociales en el ámbito social y cultural; los años conocidos como el Oncenio del dictadorAugusto B. Leguía fueron también el marco al apogeo de la vanguardia.
En torno a ese marco, la autora López Lenci escribe: «La expansión cultural y educativa del período comprendido entre los años 1900 y 1930, que va de la mano del incremento de las capas medias, puede leerse en la apertura de librerías y de nuevas editoriales, en el incremento de la población universitaria, en la creación de escuelas superiores, pero sobre todo en la actividad efervescente de periódicos y revistas entre 1919 y 1928.»
Entre los poetas peruanos de principios del XX, aún modernistas pero que buscaban nuevas expresiones, hay que citar a Abraham Valdelomar (1888-1919), admirador de Santos Chocano; así como, tardíamente, a José María Eguren (1874-1942), líder de la rebelión estética de 1915 (y el creador de las figuras), según López Lenci.
José María Eguren
Eguren logrará crear un "género literario” sumamente peculiar: el Motivo, prosa breve que plasma una asociación de ideas e imágenes en que participan, en parte y paralelamente, el ensayo, la nota descriptiva, el poema en prosa y el apunte narrativo (Ricardo Gonzáles Vigil).Aportó un aire nuevo al modernismo en el uso de temas apoéticos relativos a la infancia, a la vida familiar, al abandono de paisajes versallescos y exóticos por lo local, lo común y lo ordinario.
Colónida, la herejía antinovecentista
La mayor parte de la crítica considera a Eguren como germen del que habría de nacer un nuevo derrotero para la poesía peruana moderna,apuntaEva Mª Valero Juan. Y su papel central para la «herejía antinovecentista» proviene, precisamente, de su disconformidad con la generación a la que por edad perteneció, que le valió la reivindicación como maestro por el grupo «Colónida», junto con Alfredo González Prada –quien, a su vez, fue su impulsor y precursor en los amagos de un incipiente simbolismo–, así como por la joven vanguardia con José Carlos Mariátegui y César Vallejo, entre otros, que por aquellos años comenzaban su andadura literaria en el movimiento «Colónida».
Se ha dicho que no puede entenderse el nacimiento de las revistas literarias en Perú sin mencionar a Colónida (fundada por Abraham Valdelomar en 1916); la multitud de tendencias de la década de los años veinte del pasado siglo reflejaba la caracterización de la vanguardia literaria peruana, propone María Ángeles Vázquez.
La aparición de este grupo supuso una defensa de las provincias, de donde varios escritores procedían –Alberto Ureta, Valdelomar o Percy Gibson. Es el principio de la que Luis Alberto Sánchez denominó «herejía antinovecentista», que traduce de nuevo lo que se conoce como oposición congénita al Perú entre Lima y la provincia –entre lo hispánico y lo indígena–.
Colónida propugnó así la ruptura con el academicismo hispano y la libre renovación de temas y estilos, atisbando con simpatía las nuevas tendencias literarias italianas y francesas. Se ha convenido ubicar al grupo o movimiento Colónida dentro del Postmodernismo (última fase del Modernismo, que tradicionalmente se ha dividido en tres etapas: premodernismo, apogeo y postmodernismo), observa Eva Mª Valero Juan.
El escritor Abraham Valdelomar, recién vuelto de Europa, fue el impulsor del movimiento, con la fundación de la revista de la que salieron cuatro números y que está considerada como la iniciadora del indigenismo peruano reciente, la cual agrupó a los escritores más jóvenes de aquella época, tales como Pablo Abril de Vivero, Augusto Aguirre Morales, Hernán C. Bellido, Enrique A. Carrillo, Alfredo González Prada, Félix del Valle, Antonio Garland, Percy Gibson, José Carlos Mariátegui (Juan Croniquer), Federico More y Alberto Ulloa Sotomayor.
Abraham Valdelomar
Valdelomar en los últimos años de su vida propuso un sentido criollista o nacionalista a la literatura, pero sin cortar los lazos totales con el modernismo, señala López Lenci.
Frente al hispanismo, la revuelta no se hizo esperar, clamó fuerte en la segunda década del siglo, y fue la Universidad uno de los focos de reacción, exponeTrinidad Barrera.En 1919 estalló el movimiento de la reforma universitaria. Casi todos los «colónidas» –Mariátegui, Falcón–lo apoyaron; casi todos los arielistas –Gálvez, Belaúnde–lo alentaron sin intervenir, y toda la nueva hornada juvenil –Haya de la Torre, Orrego, Spelucín–[…] lo llevó a cabo.
La Reforma Universitaria adquirió al punto un sesgo político y social. Ya Valdelomar había realizado una gira por las provincias del Perú pronunciando discursos nacionalistas y conferencias estéticas, acercándose a estudiantes y obreros. Pero, lo que en Valdelomar fue sólo intuición artística y algo de juglarismo danunciano [sic], se convirtió a través de la reforma en afirmaciones concertadas y movimiento robusto(Eva Mª Valero Juan).
María Ángeles Vázquez señala que en Perú se pasó a un vanguardismo más hermético y enmarañado, que habría de ser el producto final de una asimilación de distintas corrientes europeas que predominaron a comienzos de siglo, con el basamento substancial que fue el modernismo (un hijo nuestro, engendrado en estas tierras latinoamericanas); bien apunta Antonio Melis que en Perú no existió un movimiento dominante (se nutrió de todos los ismos) como lo fue el ultraísmo argentino o el estridentismo mexicano, pero tuvo como máximo representante al inmortal Cesar Vallejo (1892-1938).
A su vez, el movimiento “Colónida”, demasiado heterogéneo y anárquico, no pudo condensarse en una tendencia sólida y consistente. Sin embargo, el individualismo, la valentía, la agresividad y hasta la extravagancia de los "colónidos" dieron sus frutos. Aun cuando el grupo había finalizado en 1916, siguió en marcha y se propagó por todo el Perú, en un alarde esteticista que nunca se había visto hasta entonces.
El indigenismo vanguardista
Así, en Trujillo se formó el Grupo Norte, que visitó el mismo Valdelomar y en el cual actuaban Antenor Orrego, José Eulogio Garrido, Alcides Spelucín, Juan Espejo Asturrizaga, Macedonio de la Torre (pintor), Víctor Raúl Haya de la Torres (líder estudiantil), entre otros.
César Vallejo había integrado ese grupo cuando era conocido como la “bohemia” de Trujillo, antes de pasar a Lima en 1918. En Arequipa, con tono más polémico, asumieron la responsabilidad de “Colónida” Augusto Aguirre Morales, Percy Gibson, Miguel Ángel Urquieta y César A. Rodríguez.
Resaltan las revistas publicadas en ciudades del Sur del Perú; entre ellas: Kosko y Kuntur de Cusco; La Tea y el Boletín Titikaka de Puno y Chirapu de Arequipa, que pueden considerarse como lugares de importancia en el desarrollo del vanguardismo e indigenismo.En Piuea y Cajamarca se formaron grupos de tendencia literaria novedosa.
En resumen, Colónida constituyó el tránsito de la sensibilidad modernista hacia el vanguardismo. Autores como César Vallejo y Alberto Hidalgo, próximos al colonidismo al comienzo de su obra, lograrían unos años después instalar la “nueva literatura” tan buscada.
Además, la enriquecieron con la aportación de lo que Cynthia Vich llama un peculiar “vanguardismo indigenista”, «indigenismo vanguardista» que aspiraba a la creación de un nuevo hombre creado no por las escuelas literarias, sino como una apasionada obra de creación autóctona y que constituyera un devenir de resemantización de la propia vanguardia.
Claramente, Mariátegui ocupará un lugar de liderazgo al entrar también en la polémica y denunciar el atraso español, diciendo que «el meridiano intelectual de Hispanoamérica no puede estar a merced de una dictadura reaccionaria» (Variedades, «Batalla de Martín Fierro», 24 de septiembre de 1927).
En el segundo número de Colónida, Federico More (1889-1954) publicó una interpretación indigenista de la literatura nacional; su propuesta, ciertamente valiente, abogaba que la matriz nacional era y debía seguir siendo el quechua. También Mariátegui se dejó influir por los «colónidos» y manifestó en una entrevista de 1916 que el mejor escritor de la generación joven era Valdelomar.
Mariátegui con el Circulo de Cronistas
Entre 1918 y 1925 Perú ofrece unos resultados dispersos, que van desde la publicación de los dos primeros libros de Vallejo, Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922), sobre todo este último como libro vanguardista inclasificable(Trinidad Barrera); así como un arequipeño instalado en Buenos Aires y autor de un unipersonal «ismo», el simplismo, fue Alberto Hidalgo; además de un reducido número de escritores parcialmente vanguardistas y una revista, Flechas, de vocación decidida.
Trinidad Barrera estableceque es imposible hablar de la vanguardia peruana sin aludir al indigenismo vanguardista, términos que parecen ser de antemano antitéticos y que, sin embargo, lograrían un peculiar acoplamiento en el país andino. Investigaciones, como la de Yazmín López Lenci (1999) abordan el estudio de la vanguardia peruana desde una redefinición global del discurso continental, al tiempo que analizan de manera pormenorizada revistas y manifiestos que son piezas imprescindibles para la comprensión global del fenómeno.
Orka Rouskaya rodeada por los “colónidos”.
En Perú, como ha señalado López Lenci (1999), tiene especial significación la apropiación del término «vanguardia», con sus pequeños conflictos, así como la redefinición del concepto de «tradición». Otro dato importante es el análisis de cómo los intelectuales desplazan hacia la región andina el espacio tradicional del debate cultural, estableciéndose un duro forcejeo entre modernidad y nacionalismo, paralelo a las luchas por el liderazgo en el proyecto de creación nacional.
Propone entender a la vanguardia peruana como un laboratorio discursivo, no como producto o realización final, sino como un complejo proceso de resemantización de líneas estéticas de la modernidad occidental a través de una encrucijada de discursos plurales, heterogéneos y divergentes, que se agruparán fundamentalmente bajo un sustrato común: el del rechazo del discurso colonial, la apropiación transcultural, y la búsqueda de parámetros que asocien «nación» y «modernidad».
El debate de la «tradición» ocupa un papel prioritario en la vanguardia peruana, al iniciar un proceso de recuperación de la tradición ancestral como sustrato nacional frente a la tradición colonial. En ese proceso salen al paso tesis muy distintas que van desde la utopía imperial a la creación de un nuevo indio mestizo y civilizador. establece Trinidad Barrera.
Unos y otros reclaman la atención de la zona regional frente al monopolista discurso capitalino. Tanto Mariátegui como Vallejo reaccionan violentamente contra el «arte nuevo», pues, en palabras del primero, no todo el arte nuevo es revolucionario. En el fondo se trataba de frenar la euforia alocada de los vanguardistas basada sólo en palabras nuevas, máquinas y aparatos técnicos, la tecnolatría vanguardista.
César Vallejo
En Lima, tal cosmopolitismo se traducía en la imitación, entre otras cosas, de no pocos corrosivos decadentismos occidentales y en la adopción de anárquicas modas finiseculares. Pero, bajo este flujo precario, un nuevo sentimiento, una nueva revelación se anuncian.
Señala Mirko Lauer: Si Arequipa fue un importante foco cultural no menos lo fue otra población, Trujillo, donde entre 1915 y l917se organiza el grupo conocido como «La Bohemia», de la que formaban parte Antenor Orrego, Alcides Spelucín y César Vallejo. Su propósito fue elevar y enriquecer la cultura trujillana y protestar por la chatura del medio ambiente. Las razones de este afán renovador respondían al cansancio de la repetición estilística y a la crisis interna por la quiebra del mundo.
Arequipa fue uno de los centros más activos de la cultura en la segunda década del siglo. Hasta tres reuniones se llegan a contabilizar (Monguió, 1954), el Aquelarre, que dio su nombre a la revista homónima (cuatro números entre 1916 y 1917); el grupo en torno a Alberto Hidalgo, Urquieta, Luis de Jara y Alberto Guillen, con portavoz en la revista Anunciación, y, por último, el grupo surgido en 1917 «La Bohemia andina», con Arturo Peralta (Gamaliel Churata) y Emilio Armaza. De todos los citados serán Alberto Hidalgo (1897-1967) y Alberto Guillen (1897-1935) los que tuvieron mayor notoriedad.
Aunque su importancia se apoya más en torno a los escritores que agrupaba que a la renovación, el Boletín Titikaka (1926-1930) que se publicó en la ciudad de Puno, una región aislada y rural representada por una mayoría de población indígena, donde pese a carecer de universidad se formó el grupo Orkopata, que aglutinaba a intelectuales vanguardistas precedidos por los hermanos Alejandro y Arturo Peralta (conocido éste último con el seudónimo de Gamaliel Churata, autor de El pez de oro, libro lleno de símbolos, mitos y metáforas de estirpe vanguardista, localizado en la cosmogonía andina).
Gamaliel Churata
Con estos dos ejemplos de ciudades provincianas, con un número importante de jóvenes e inquietos escritores, se pone de relieve que la provincia reflejaba un intenso interés por la vanguardia en fecha muy temprana. El Boletín Titikaka mantuvo una clara línea indigenista muy activa y sus contactos con otras revistas fue muy fructífero, desde la argentina Martín Fierro a La Pluma de Montevideo e incluso con la vanguardia berlinesa del grupo Der Sturn, Asturparia (1927-1928).
Por ende, se le considera como la más importante revista indigenista después de Amauta. Como se dijo antes, su alma mater fue Gamaliel Churata, que ejerció un papel similar al de Mariátegui en Amauta. Con anterioridad había impulsado La Tea (1917-1919), había dirigido el Grupo Gesta Bárbara en La Paz y de vuelta a su patria había fundado el Grupo Orkopata.
El «indigenismo», como hemos visto, estaba extirpando, poco a poco, desde sus raíces, al «colonialismo». Y este impulso no procedía exclusivamente de la sierra. Valdelomar, Falcón, criollos, costeños, se cuentan –sin discutir el acierto de sus tentativas–entre los que primero volvieron sus ojos a la raza. Además, venían de fuera, al mismo tiempo, variadas influencias internacionales. La literatura peruana entraba en su período de cosmopolitismo.
La explosión de las revistas
La estudiosa Yazmín López Lenci eligió 36 manifiestos y realiza una definición de lo que considera un manifiesto dentro del campo de las revistas literarias vanguardistas. También presenta y analiza algunas muestras de lo que definían como vanguardismo algunos manifiestos aparecidos en revistas como Chirapu de Arequipa, Boletín Titikaka de Puno, Amauta de Lima, y otras.
Destaca en las revistas la poeta Magda Portal, quien publicó junto a Serafín Delmar las revistas de vanguardia literaria Trampolín-Hángar-Rascacielos-Timonel (1926). En realidad, se trataba de la misma revista que se transformaba en cada número. Son folletos publicados en Lima entre 1926 y 1927 que se doblan en cuatro, dedicando una de sus caras a la poesía.
De un fascículo a otro la inflexión social es más comprometida y radical, sin duda debido a la presencia de Magda Portal que dirige el primero y el último. Rascacielos la dirige Serafín Delmar (seudónimo del poeta Reynaldo Bolaños). Participan en ella Oquendo, junto a Vicente Huidobro, Magda Portal, Alejandro Gutiérrez, Gamaliel Churata, Amador Huanka y Julián Petrovick entre otros).
Su nombre fue variando en sus cuatro números y su aparición fue anunciada en Amauta. Su trayectoria se vio interrumpida por el exilio que sufrieron Magda Portal –de filiación aprista–y su marido, con motivo del complot comunista contra Leguía.
En ésta Oquendo publica, en 1926, una pequeña composición llamada Nueva crítica literaria, donde hace referencia a una docena de poetas de su generación, entre los que jocosamente se incluye: «Carlos Oquendo de Amat -es un imbécil. Carlos Oquendo de Amat».
Magda Portal
En el año 24 apareció la revista quincenal de letras llamada Flechas, presentada como órgano de las modernas orientaciones literarias y de los nuevos valores intelectuales del Perú, autoproclamada como la primera revista de vanguardia, pero que sólo duró seis números en cuatro tomos, de octubre a noviembre; se constata en ellos el trabajo conjunto entre los hermanos Federico y Reynaldo (Serafín Del Mar) Bolaños, y Magda Portal, esposa del primero y, luego, pareja del segundo.
Otras publicaciones seríanJarana (dirigida por Adalberto Varallanos), Guerrilla (por Blanca Luz Brun), o Hurra (llevada a cabo por Oquendo de Amat, quien también había hecho el intento de publicar Celuloide, una de las primeras revistas de cine, en 1927), a las más representativas como Hélice (dirigida por Julián Petrovick); Boletín Titicaca (por Alejandro Peralta y Antero Peralta). Otras revistas de cierta importancia en este contexto, y sin un determinado director, fueronPoliedro, Abdario, Vanguardia, Puna, Boletín, Kuntur o La aldea).
Mariátegui publicó a su vez la revista Amauta, bastión de la poesía peruana revolucionaria y vanguardista del periodo 1923-1929. A Mariátegui le llegaban novedades vanguardistas europeas; Guillermo de Torre debió de enviarle Literaturas europeas de vanguardia (en 1925) y en 1923 su poemario Hélices.
Anota Trinidad Barreraque el carácter revolucionario se iba acentuando y alcanzó su culminación en los treinta y dos números de Amauta (1926-1930), donde los problemas ideológicos y estéticos del vanguardismo peruano se hacían más evidentes y cuyo fundador y director José Carlos Mariátegui dio cabida en sus páginas a todas las tendencias de entonces. Amauta fue la espina dorsal de la vanguardia peruana y el foco de expansión y conocimiento de los más importantes autores –latinoamericanos o europeos–y obras de las diversas artes de la época.
En los años 30 la vanguardia peruana ofrecía un desarrollo curioso. Por un lado, estaba Mariátegui y su revista Amauta, que era un influyente aliado de la vanguardia, lo que quizá puede sorprender dada su firme adhesión a la ideología marxista; pese a su campaña en favor del indigenismo y otras estéticas comprometidas con las cuestiones sociales, Mariátegui fue un crítico de espíritu alerta y abierto, capaz de reconocer los méritos de obras que caían fuera de esos moldes, como la obra poética de José María Eguren quien, sin ser propiamente un miembro de la vanguardia se asomó a ella o la anunciaba.
Y las vanguardias, los maquinistas y sus opuestos
El vanguardismo de la década del veinte fue esencialmente poético, más un síntoma de los tiempos que una escuela literaria (Mirko Lauer, 1999). Sus fechas quizás no fueron tardías en relación con Europa, como se ha dicho, y si bien 1924 es visto como su fecha más emblemática, ejemplos de libros, manifiestos y recepción de ideas se advierten desde 1915.
Sí se puede aceptar que seis años después, en 1930, concluye, dado que los problemas sociales que tenía planteada la sociedad peruana ensombrecen el optimismo de modernidad que la vanguardia representaba en sí misma. La experiencia peruana tuvo que ver, en el decir de Mirko Lauer, más con el lápiz aldeano que con el rascacielos; la obsesión de la poesía de entonces es sobre todo el comentario de la propia percepción de los poetas.
Lauer plantea que la atención se restringió a tres nombres sobresalientes, limitándose a una visión parcializada y fragmentaria de lo que fue el vanguardismo peruano. Propone el rescate y la difusión de estos libros: Química del Espíritu (1923) de Alberto Hidalgo, El perfil de frente (1924) de Juan Luis Velázquez, Himnos del cielo y de los ferrocarriles de Juan Parra del Riego, Dianidas de Juan José Lora, Ande de Alejandro Peralta, Antipoemas de Enrique Bustamente y Ballivián, Varios poemas a la misma distancia, Una esperanza y el mar de Magda Portal, Cantos del arado y de las hélices de César Alfredo Miro Quesada.
Frente a la novedad tecnológica, el vanguardismo peruano originó varias reacciones: los pragmáticos, como Enrique Peña, los pesimistas como César Vallejo y los entusiastas como Alberto Hidalgo, Juan Parra de Riego, Xavier Abril o los jóvenes de la revista publicada entre 1926 y 1927 por Magda Portal y Serafín Delmar:Trampolín-Hangar-RascacielosTimonel.
Agrega Mirko Lauer que es necesario recordar que Francisco García Calderón, en un artículo de 1913, realizaba la primera reflexión sistemática peruana sobre el fenómeno de las vanguardias, específicamente el futurismo de Marinetti. Admitía que los futuristas nos permiten apreciar la realidad y el mundo de una manera distinta. También precisa que no sólo se produce un desplazamiento de los reinos de la individualidad a la colectividad sino también de lo femenino a lo masculino.
El análisis resulta correcto y nos indica la distancia del medio socioeconómico donde surgió la eclosión vanguardista con el paisaje social peruano de la época, agrega Lauer. García Calderón no olvida la importancia de las nuevas formas poéticas y en una precisa descripción del poema vanguardista, destaca «un verso libre, móvil y cambiante, una estrofa orquestal, una inspiración sin vetustez, libre, dinámica, legión rebelde de sonidos e imágenes»
Raúl Bueno plantea queTrilce (1922) fue un libro a todas luces vanguardista, aunque seguía razones totalmente ajenas a las que postulaba el futurismo. En él, César Vallejo se resiste a entrar en la corriente maquinista que ya caracterizaba a la época, y se niega a realizar la afirmación de futuro que había reclamado Marinetti. Así, contra los signos conspicuos de una modernidad metropolitana y universalizante, Vallejo afirma una suerte de pre-modernidad aldeana, muy ligada a la familia y al tiempo de la infancia.
El vanguardismo de Vallejo en este libro está ligado a la experimentación verbal, a las rupturas de la norma lingüística y a las búsquedas inauditas dentro de lo que E. Coseriu llamaría las infinitas posibilidades del sistema. No obstante, en su momento Trilce pasó desapercibida, y logró ser conocida hasta su reedición en España (Madrid, 1930), con el famoso prólogo de José Bergamín, cuando el poeta ya había abjurado de sus afinidades con la vanguardia anteriores a su definitivo viaje a Europa.
En la famosa antología Los Nuevos (1967), de la generación poética peruana del 60, Rodolfo Hinostroza había declarado: “Vallejo no es un poeta, Vallejo no es un hombre, Vallejo es un mito”. O bien, como afirmaba el crítico Abelardo Oquendo: “Vallejo es como una pistola al cinto”, en el sentido de que nos brinda un equipaje primordial.
Lima, entonces, parecía transformarse rápidamente debido a los adelantos modernos pero el cambio era ilusorio pues se asentaba sobre una sociedad inmovilista por el peso de su tradición colonial. Como en otros países, también en Perú cosmopolitismo y nacionalismo eran los dos pilares sobre los que se asentaba su vanguardismo. Ambos con sus contradicciones y ambigüedades.
Mariátegui con César Falcón y otros amigos, 1930
De acuerdo a Lauer, los procesos de creación de una esfera independiente del arte se dan simultáneamente con la experiencia vanguardista que es un cuestionamiento a la institucionalidad del campo artístico: la modernidad y la crisis de la modernidad están imbricadas en el campo literario peruano de esos años. Esta concentración de proyectos culturales impidió perdurables transformaciones en el sistema literario.
Algunos nombres y vanguardistas
Uno de los matices del vanguardismo peruano es el intento de reproducir a través de la palabra la plasticidad visual. Y lo hacen con representaciones caligramáticas o descripciones con propósito cinético en la búsqueda de nuevos formatos gráficos, expone María Ángeles Vázquez. Carlos Oquendo de Amat, Gamaliel Churata, Xavier Abril, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, Alberto Hidalgo o César Moro asumirán estos frentes de vanguardia que se sustentan, en gran medida en la amplia cantidad de publicaciones de revistas literarias y culturales.
Un paso adelante lo significó Juan Parra de Riego (1894-1925), que por los años 22 o 23 abandonó el modernismo por las vías del humor, del maquinismo y del deporte. Su «Polirrítmico dinámico de la bicicleta» (1922) debe mucho al furor futurista, pero no tuvo demasiado eco.
Juan Parra de Riego
5 metros de poemasdel poeta peruano Carlos Oquendo de Amat. Este delicioso libro, que consiste en una única y larga página horizontal plegada sobre si misma –metáfora del rollo de película de celuloide–, apareció por primera en Lima en 1927 y fue publicado por la Editorial Minerva con un diseño de Emilio Goyburu como portada. Para la concepción de esta obra Oquendo se inspiró, según afirma Carlos Germán Belli, en el pensamiento de Jean Epstein, quien en un estudio sobre la poesía vanguardista afirmó: “Antes de cinco años se escribirán poemas cinematográficos: 150 metros y 100 imágenes en rosario en un hilo que seguirá la inteligencia”.
Entre los diecisiete y veintitrés años de edad este autor, nacido en la remota región andina de Puno, escribió el puñado de poemas que publicó en revistas y los dieciocho textos que recogió bajo el titulo Cinco metros de poemas (Lima, 1928). El libro no tiene páginas: es en realidad un plegable, un acordeón que, extendido, alcanza los cinco metros que anuncia el título; es un lejano antecedente, aunque con otros propósitos, de Blanco de Paz.
Todos los signos de la primera vanguardia están presentes: completa libertad para crear un mundo imaginístico, juegos tipográficos y visuales, dinamismo, humor, erotismo. Las notas ultraistas y creacionistas dominan, pero su lenguaje también ofrece tenues espejeos del onirismo surrealista y vagas sugerencias de cinetismo visual; por ejemplo, el libro tiene un «Intermedio» como si los poemas fuesen fotogramas de una película experimental; uno de ellos se titula «Film de paisajes» y se despliega panorámicamente a doble página.
Es en este contexto de efervescencia creativa y novedosa donde la poesía oquendiana se gesta bajo la influencia de algunos poetas de su generación como José María Eguren o, en menor grado, el Vallejo inicial que rompe con la rémora del modernismo, junto al presurrealismo dadaísta y las primeras voces ultraístas que llegan a Perú, pero especialmente nuestro autor se nutre de Bretón, Tzara, Eluard y de sus inspiradores Rimbaud, Mallarmé, Valery y Apollinaire.
Poema visual de Oquendo
Aunque en este sentido, según Luis Hernán Castañeda, “Las imágenes de Oquendo son parecidas a las de Bretón porque asombra la osadía de sus combinaciones, pero su humildad característica, su escaso número por poema y su disposición aislada en la página las aleja definitivamente de la tumultuosa vorágine desatada por el poeta francés”.
Posteriores investigaciones han echado luz sobre la misteriosa y brevísima vida de este poeta, a quien puede considerarse la expresión más pura e intensa del vanguardismo peruano de los años veinte. Entre los diecisiete y veintitrés años de edad este autor, nacido en la remota región andina de Puno, escribió el puñado de poemas que publicó en revistas y los dieciocho textos que recogió bajo el titulo Cinco metros de poemas (Lima, 1928); eso es todo. Pese a esa exigüidad, la fama que ha llegado a alcanzar es justificada.
La voz peruana más estidente y notoria en ese campo, venía desde Buenos Aires: la de Alberto Hidalgo (1897-1967), –Química del espíritu, en 1923, a los veintiséis años–, poeta que cultivaba el «simplismo» (una fusión del futurismo y el creacionismo) y se codeaba con Borges y otras figuras mayores de la época.
Raúl Buenoseñala: Lo podemos ver en un poema de Panoplia lírica (1917) de Alberto Hidalgo: "yo soy un visionario de veinte años de edad,/ ... un empresario vidente del Futuro"; y mejor aún en el "Manifiesto euforista" de Tomás Batista y Vicente Palés Matos: "¡Hagamos una nueva historia, una nueva tradición, un nuevo Pasado! ¡Y los que detrás vengan que destruyan como nosotros, que renueven!"
Los otros acaso sean menos conocidos, pero muestran la diversidad, calidad y trascendencia de la poesía vanguardista peruana, como en el caso de Ande (1926) de Alejandro Peralta, o Descripción del cielo (1928) de Alberto Hidalgo.Cinema de los sentidos puros (1931) de Enrique Peña Barrenechea, Martín Adán, en sus dos etapas centrales: la vanguardista de Itinerario de Primavera y los Poemas Underwood –ambos de 1928–.
Estos vanguardistas, enamorados de los raudos automóviles, los modernos deportes, las nuevas máquinas y el cine formalizaban las aporías y las contradicciones mentales del sector ilustrado peruano en la década del 20.
La república aristocrática negaba calidad de ciudadanos a la masa indígena y a la mujer, las ciudades todavía reproducían las rígidas jerarquías sociales y la mayoría del público letrado seguía prefiriendo los poemas de Chocano y otros poetas innombrables, pero ya se agitaba un reducido grupo de poetas que dudaba de la capacidad de representación del lenguaje e iniciaba una aventura estética que será vector clave en la tradición poética.
El vanguardismo surgió como una violenta reacción contra todo el arte pasado, al que consideró aburrido por tradicional y convencional. Por eso, los vanguardistas lo atacaron con violencia y propusieron otras formas de expresión, nuevas e insólitas. Privilegiaron, por ello, la originalidad.
Se caracterizan por: rendir culto a la novedad y la sorpresa, renovar completamente la metáfora, destruir las reglas de la gramática, utilizar un verso absolutamente libre, transmitir sensaciones no un argumento e introducir en sus poemas elementos de los tiempos modernos.
Otro rasgo claramente vanguardista es la búsqueda de un orden real que trascienda los contrarios convencionales; el principio de no contradicción estaba pulverizado por los avances de la física moderna y eso quedó formalizado estéticamente en este libro. Sin embargo, no se puede dejar de anotar que junto a estos poemas absolutamente vanguardistas hay otros que se pueden adscribir a una sensibilidad modernista aunque lúdica.
Mirko Lauer
Estos autores y obras no fueron los únicos, porque, desde Lima y a veces desde las provincias, algunos creadores, revistas y grupos mantuvieron vivo el espíritu vanguardista y alcanzaron obras de excepcional calidad que no son bien conocidas fuera del Perú.
Alejandro y Arturo Peralta, en Orkopata
Peralta nació en Puno y en esa ciudad fundó y dirigió, junto a su hermano Arturo, el grupo literario Orkopata (1926-1930), el que intentó fusionar los recursos de la vanguardia poética con el discurso social y político del indigenismo. Ande (1926) fue un libro fundador al respecto, pues muchos de sus 22 poemas logran trasladar al contexto andino las metáforas e imágenes vanguardistas (El pañuelo/ de la mañana/ limpia los ojos/ de los viajeros), y hasta algunos rasgos propios de la vida moderna, como la sensación de velocidad y movimiento permanente.
Los poemas tienen la tipografía y distribución en la página que caracterizó a la poesía vanguardista de esos años; sin embargo, lo que plasma el poeta en cada uno de sus poemas, está impregnado de su sentir en medio del paisaje del Altiplano, del lago Titikaka, de los campesinos; es decir, de su contexto.
Alejandro Peralta
Entre esos escritores hay que mencionar el nombre de Martín Adán (seud. de Rafael de la Fuente Benavides, 1908-1985)’
Abandonando la prosa, la perturbadora visión de Martín Adán eligió como único vehículo el lenguaje de la poesía y adoptó las formas más diversas: el jugueteo con el vanguardismo, el rigor conceptista, la poesía metafisica, el hermetismo gongorino, la sutil oscuridad simbolista, el lirismo religioso, el tono épico, la meditación existencial, excursiones vanguardistas, etc. Si hay dos constantes en esa aventura plural, ellas serían el formalismo y el carácter visionario de la palabra en busca de lo absoluto.
En sus inicios se vio influido por el vanguardismo, lo cual se aprecia en su primera obra literaria (La casa de cartón) que no logra adquirir el título de novela por el modo en que está desarrollada, pero que le sirvió sin lugar a dudas para hacerse un nombre dentro de la literatura de su época.
Así, Luis Alberto Sánchez en el prólogo de la misma menciona que: «La Fuente es la vanguardia, por su frescura de imágenes, por su dislocamiento, por su humorismo, por su deportismo en el estilo: pero este afán de hacer literatura y frases, acusa cierto decadentismo distante del ritmo rubeniano, pero no por eso, menos decadente».
Martín Adán
Las dos siguientes fueron obras poéticas: La rosa de la espinela y Travesía de extramares, esta última una brillantísima serie de sonetos a Chopin que lo muestran alejándose de su inicial vanguardismo y hallando lo más profundo de su voz en una insólita mezcla de elementos tradicionales (culteranismo barroco, mística, actitud arcaizante) y contemporáneos (disonancias rítmico-semánticas, influjos de Yeats y Pound, lecturas de los nuevos filósofos alemanes).
Martín Adán parte de un vanguardismo tardío a finales de los años veinte, a través del cual trata de poetizar las sensaciones de extrañamiento que le produce la transformación vertiginosa de la ciudad de Lima; un vanguardismo efímero que no va más allá de los primeros poemas y de La casa de cartón, donde la crítica social penetra a través de la ironía y la nostalgia.
Sin embargo, a partir de los años treinta, la poesía de Adán cierra la ventana al mundo exterior y clausura lo social para forjar un hermetismo que penetra hacia dentro, conduciendo su creación hacia esa trascendencia existencial en la que La mano desasida es sin duda el poema cardinal.
Aclaración breve sobre este recuento
En México se publicaron numerosos poemarios de autores peruanos en el siglo XX, e incluso varias obras de teoría poética.Sin embargo, los tirajes para la poesía siempre han sido cortos y resultan difíciles de localizar.
Por eso opté por escoger preferentemente fuentes de investigadores y especialistas peruanos para este breve recuento histórico, que espero sea bien visto por los lectores, sobre todo los oriundos de la hermana república de Perú.
REFERENCIAS
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Francisco José López Alfonso. Narrativa indigenista y racismo: Ventura García Calderón, Enrique López Albújar y Luis E. Valcárcel, América sin nombre: boletín de la Unidad de Investigación de la Universidad de Alicante "Recuperaciones del mundo precolombino y colonial en el siglo XX hispanoamericano", ISSN 1577-3442, ISSN-e 1989-9831, Nº. 13-14, 2009 Revisiones de la literatura peruana (En el IV Centenario de los Comentarios reales) / coord. por Eva María Valero Juan
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/13374/1/ASN_13_14_12.pdf
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Poesía vanguardista tomos I y II. Los mejores libros de la vanguardia peruana Luis Fernando Cheuca (Edición, Prólogo y Bibliografía)Lima: Editorial Rectorado PUCP, 2009Sumilla: Estos tomos contienen libros vanguardistas de César Vallejo, Juan Luis Velázquez, Alejandro Peralta, Magda Portal, Carlos Oquendo de Amat, Alberto Hidalgo, Martín Adán, Xavier Abril, Enrique Peña Barrenechea, Emilio Adolfo Westphalen y César Moro. https://viejoslibrosviejos.wordpress.com/2016/04/26/poesia-vanguardista-peruana-luis-fernando-chueca-ed/
Eva Mª Valero Juan, El grupo Colónida y la «herejía antinovecentista», Crédito por Archivo BNP, artículo publicado en la revista Arrabal, N°5-6, 2007. http://www.vallejoandcompany.com/petit-hommage-al-centenario-colonida-el-grupo-colonida-y-la-herejia-antinovecentista/
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CABALLERO, Carlos Arturo, (2013) “¿Qué es el simplismo?”, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 14, enero-marzo, 2013. ISSN: 2007-2309. Fuente:Pacarina del Sur - http://www.pacarinadelsur.com/home/figuras-e-ideas/608-que-es-el-simplismo?
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