ANDREA LOUTIT: FLORA, ARTE, NATURA
ANDREA LOUTIT: FLORA, ARTE, NATURA
Valeria Radrigán[1]
Sumergirse en la campiña poblada de hierbas y plantas, de lagartijas y de pájaros, seres que viven sin arrastrar el peso de la conciencia y la individuación. (Bodei, 2011, p.16)
Cuando ingresé a la casa de Andrea Loutit tuve la sensación de estar entrando en un bosque. Una madriguera vegetal de silencio y de detalles que me invitaban a detenerme, a escuchar y mirar. No pude evitar la sorpresa al acceder a la introspección: en medio de la ciudad, los ritmos acelerados, el tono gris, el ruido, la constante pugna de todas las cosas. En este hogar, la succión, la calma, el verde.
Plantas en casa de Andrea. Registro de Valeria Radrigán
Pienso que es evidente cómo las personas hacemos de nuestro hábitat, de uno u otro modo, un reflejo de lo que somos y las cosas que sabemos: creo que no existe espacio más honesto que nuestro propio espacio. Andrea es ecóloga paisajista. Su sabiduría en torno al mundo vegetal, y la experiencia de estar físicamente estudiando durante años la flora nativa, claramente inciden en este hogar y en las impresiones que él genera.
Unas semanas antes, había estado en la Galería de Arte La Puerta Azul en la exposición inaugural de Andrea[2]. Las sensaciones que entonces tuve fueron las mismas:
Introspección
Conexión
Intimidad
Honestidad
La otredad absoluta que es la naturaleza es quizás una de las instancias que más nos acerca, en su orgánico fluir, en su total apertura, a ese espacio interno… pero pocas veces un artista logra transmitir con su obra esa sinceridad diáfana que nos conecta con su corazón. Menos veces aún se genera la atmósfera necesaria para abrir esos pequeños portales hacia el mundo íntimo, produciéndose una comunicación profunda con el creador que nos vincula a la vez con nosotros mismos.
Tuve una infancia y una adolescencia de bastante soledad... entonces creé mi mundo de poemas y armé mi propio escenario con compañeros de papel. Tenía una fuerte necesidad de acompañamiento y de llenar espacios… mi relación con el arte partió ahí y luego fue tomando otras formas. Una vez que me fui involucrando con la ecología y con los bosques, mis dibujos fueron cambiando, fueron modificándose con la vegetación y los cantos de los pájaros, con los musgos y los líquenes, con los hongos… (Loutit, 2017, entrevista inédita).
Andrea Loutit, 2017. Registro de Valeria Radrigán.
La repercusión de esa confianza genera en el espectador una experiencia muy profunda con un nivel de diversión y pureza. El acercamiento a estas obras me produce una sensación positiva, inusitada y casi olvidada en el contexto de la producción artística que tan usualmente frecuento y estudio. Reflexiono, con asombro y un cierto pesar (de haber estado tanto tiempo vinculada a la academia y la formación de artistas), que la honestidad y frescura que emanan de esta exposición sólo pueden -tal vez- ser fruto de la intuición con la que Andrea trabaja, alejada de todo canon, escuela, tendencia, ego, deseo de posicionamiento en el medio. El no haber estudiado arte, parece dotar a la creación de un mayor rango de libertad para explorar la autopercepción, estimulando la organicidad.
El arte es para mí un ejercicio que me permite terapia, una forma de volver a la naturaleza y a la esencia. Puedo estar aquí dibujando en medio de la ciudad, pero al momento de meterme en las plantas o a modelar la arcilla y recrear el hongo que crece en el centro de un tronco, es una transportación inmediata. (Loutit, 2017, entrevista inédita).
Plantas en casa de Andrea. Registro de Valeria Radrigán.
Andrea nos presentó un corpus de obra orgánico y bien seleccionado de acuarelas (en técnica mixta) y esculturas (cerámica) en el que pudimos percibir cuatro (micro)cosmos interrelacionados: las piluchas intelectuales, memorias de una cortesana (con aparato floral reproductivo), insomnio y escultura vegetal. La artista me cuenta cómo, en el mismo proceso de montaje, se fue generando un recorrido visual y conceptual que dio orden a la muestra. Una especie de curatoría- enredadera:
Nunca pensé en mostrar. Pero al hacerlo, lo primero que me pasó es que entendí mi obra. Yo no le encontraba conexión a nada de lo que hacía. Exponiéndolo, pude darme cuenta de las transiciones entre un tema y el siguiente. Apareció fuertemente el tema de la mujer. Comencé a incorporarlo con mis amigas, que son las piluchas intelectuales… y vi cómo en ellas se integraba lo vegetal, su aparato reproductor… ¡hermoso! Animal, vegetal y humano… (Loutit, 2017, entrevista inédita).
Aparato vegetal reproductivo, 2017, Andrea Loutit (archivo de la artista).
Esta integración entre los sentidos, los organismos y los sistemas naturales y humanos no es antojadiza, y puede rastrearse desde la antigüedad como búsqueda común de sabios y artistas. Gastón Soublette (s.f) nos habla, en este sentido, de una capacidad conductiva:
“…para captar lo que antes se llamaba el "sentido del mundo", y saber situarse debidamente en el flujo del movimiento universal que está en toda creatura como parte integrante del macrosistema cósmico. Ese flujo que en lo orgánico es corriente nerviosa, circulación sanguínea, ritmo cardíaco, metabolismo, renovación de células, en lo psicológico es proyección desde los dominios profundos del inconsciente al plano existencial.” (p.39).
A su vez, podemos notar que la circulación en un todo integrado de flora, bestias y personas, se ha manifestado de forma concreta en la historia del arte a través de diversas estrategias: como tópico recurrente en términos de su representación o inspiración temática, la naturaleza y su flujo orgánico ha sido incluso protagónica en cuanto sustrato mismo de trabajo (land art, earthworks, etc.), sin olvidar el rumbo más contemporáneo en torno al activismo ecológico y la denuncia sobre el deterioro ambiental (environmental art). Sin desmerecer estos antecedentes, podemos inferir más bien una conexión entre el trabajo de Andrea y propuestas ecofeministas, que sugieren un nexo profundo e intrínseco entre mujer y naturaleza. Siguiendo a Mierle Laderman (1969), se subraya un rol femenino crucial en“la unificación […] la perpetuación y el mantenimiento de las especies, los sistemas de supervivencia y el equilibrio”. En efecto, la figura femenina y su aparato reproductivo aparece, en las obras, compuesto de forma armónica y positiva con la vegetación, recordando un “estado originario en el que la humanidad vivió largo tiempo, inmersa en la ingens sylva que cubría la tierra en gran parte…” (Bodei, 2011, p.90). Entonces, eran las mujeres arcanas custodias de los secretos de la naturaleza.
Piluchas intelectuales, 2017, Andrea Loutit.
En otro nivel de la reflexión, me parece interesante rescatar aspectos propios del proceso creativo que dio origen a esta exposición. Andrea me cuenta:
Las primeras 8 horas trabajo en una oficina de medioambiente en Ciudad Empresarial. Veo durante el día conversaciones, registro líneas, comentarios de oficinas, de mujeres… una pequeña historia. Después de eso, soy mamá, tareas, comida, baño, pijama, cariño, cuentos, dormir… algunos días soy polola y otros días, soy artista. Para mí… es mi momento. Trabajo de las 9 a las 10:15 de la noche… pero todos los días, porque soy muy metódica y organizada. Termino mis labores, súper agotada, y digo: me meto a mi cama y veo Netflix… o me pongo a trabajar. Y tengo que hacer un empuje. Digo, voy a hacer una línea… y en ese segundo me embalo. (Loutit, 2017, entrevista inédita).
Me sorprende enterarme de que la obra es nocturna.
No sólo prima el blanco como gran constante en esta primera producción, sino que es definitorio un factor de luminosidad en cada uno de los trabajos. Pienso que, de hecho, la noche citadina se alumbra con luces blancas: desde la luz artificial de las calles y los hogares a la de las pantallas. Y vienen a mi cabeza las innumerables horas de insomnio que he pasado en soledad iluminada por el explorador de Windows… momento en que el hardware cerebral entra en un estado de alerta máxima a la posible apertura de todas sus carpetas…
Insomnio, 2017, Andrea Loutit. (Archivo de la artista)
La claridad también emerge en el proceso de coloración de la cerámica:
En la cerámica tú pintas con barnices que son todos blancos… cada bote dice de qué color es la pintura… pero empiezas a pintar y ves todo blanco… es un ejercicio jevi de concentración. Hay que recordar que intensidad pusiste. (Loutit, 2017, entrevista inédita).
Emerge un aspecto de descontrol y misterio en el lapso hasta que aparece el color después de la cocción: “Hay que estar en un estado de mucha apertura, tolerancia: gigante, frustración: cero”. Su colección de esculturas, un verdadero micro-bosque lleno de detalles vegetales deliciosos, es producto entonces de un algoritmo denso en contrastes y a un punto azaroso, lo que nos vincula con la potencia creativa de la naturaleza y su continuo dar de sí.
Escultura vegetal, 2017, Andrea Loutit. (Archivo de la artista).
Es inevitable en este punto conectar con la lectura clásica de Aristóteles, quien subraya justamente esta condición de dinamismo propio (principio de movimiento o fuerza interna) como definitoria de lo natural, aspecto que a su vez permite desplegar una serie de estructuras y formas que, aun en su condición de patrones, presentan características inéditas. Esta infinita renovación sería, así, un aspecto digno de imitar por la actividad artística: “A la postre se entenderá que justamente el mayor o menor valor de una obra de arte está en razón directa con la mayor o menor analogía que su proceso creador tenga con el quehacer de la naturaleza.” (Soublette, sin fecha, p. 38-39)
Me pregunto entonces por ese diseño que emerge en los espacios naturales entre la sorpresa y el control. En el arte también se produce ese doble juego: el dominio de la técnica y la libertad de la improvisación, la rigidez y el flujo como dos polos que constantemente buscan equilibrarse.
En acuarela por lo general es el agua lo que domina, y tú te vas moviendo acorde a como se humedece el papel, la cantidad de pintura que hechas versus el agua… pero en esta instancia, trabajé con acuarela mucho más seca, una técnica más gráfica y contenida.
Arrastro una época muy contenida… y eso se manifiesta en el control. La línea de la figura humana, y luego el detalle del cáliz de donde sale el polen y nace el pétalo… hago bocetos, me intereso en el detallito, cómo se une la hoja con el tallo y después eso con el aparto reproductivo… y ahí eso se une nuevamente con el insomnio. (Loutit, 2017, entrevista inédita).
Esta serie de dualidades son reflejo a su vez de oposiciones sumamente instaladas en nuestra cultura: control/descontrol, hombre/mujer, orgánico/artificial, humano/animal, noche/día… ¿quizás es el insomnio, como estado dual y contradictorio en sí mismo, una instancia clave para subvertir o ampliar estos pares contrapuestos?
La creación artística es, del mismo modo y sin duda alguna un espacio que permite potencialmente la integración de los opuestos y a la apertura hacia la alteridad. En esta línea, me llama la atención en la producción de Andrea la intervención que ella realiza de libros antiguos, combinando la ilustración de florales aparatos reproductivos con las páginas de un misterioso ejemplar titulado “Memorias de una cortesana”. El libro -emblema cénit de la cultura humana- es acá devuelto a su dimensión objetual pura, reducto papel, material de hoja, sustrato natural. Se transforma en base para un juego visual que se abre a variadas interpretaciones.
Memorias de una cortesana, 2017, Andrea Loutit. (Archivo de la artista).
El mismo entendimiento de lo natural como algo espontáneo, inmediato, opuesto a lo artificial o incluso a lo cultural, no sólo es una constante en la tradición filosófica occidental, sino una suerte de tensión que se advierte al constatar el privilegio del “progreso” por sobre la (pre)ocupación sobre el ambiente. Con todo, hoy bien sabemos que este avance muchas veces desmedido de la tecnología ha coartado nuestras habilidades perceptivas, impidiéndonos en gran medida desarrollar una sensibilidad estética hacia la naturaleza y su multiplicidad de texturas, colores, sonidos, vidas…. En el habitar citadino y productivo, se ha mermado la capacidad de atención y recepción hacia la otredad, lo heterogéneo y disruptivo.
Parece ser que el contacto con lo natural guarda siempre una suerte de temor al contagio o a la absorción por el todo, por el cual pudiéramos ceder a la des-indivuación, perdiendo la conciencia, fluyendo el “puro sentimiento de existir, a anular la orientación rígidamente encaminada hacia la reflexión y la acción, a revelarse ante uno mismo en el momento exacto en que se experimenta la unidad y consonancia con todo lo que vive. (Bodei, 2011, p.93).
En la obra de Andrea encuentro así un delicado y cuidado espacio que promueve esos contagios, esas intoxicaciones, ese fluir. De proseguir en esta línea, es de esperar una evolución compleja e interesante en esta artista, cuya exposición marco como un hito gratamente memorable de este año 2017.
Bibliografía:
BODEI, Remo. Paisajes sublimes el hombre ante la naturaleza salvaje, Madrid, Biblioteca de ensayo Siruela.
LADERMAN, Mierle, 1969. Manifiesto Maintenance Art - Proposal for an Exhibition. Texto en inglés disponible en: http://www.queensmuseum.org/wp-content/uploads/2016/04/Ukeles_MANIFESTO.pdf. Consultado noviembre, 2017.
LOUTIT, Andrea, 2017. Entrevista inédita a Valeria Radrigán, Santiago de Chile.
SOUBLETTE, Gastón, sin fecha. Arte y naturaleza. Ideas para una reflexión. Disponible en: http://estetica.uc.cl/images/stories/Aisthesis1/Aisthesis14/arte%20y%20naturaleza_gaston%20soublette.pdf. Consultado noviembre, 2017.
[1] Doctora en Filosofía c/m Estética y Teoría del Arte, Universidad de Chile. www.transmedialab.cl
[2] La exposición se enmarcó en una muestra colectiva, “Tres miradas: Ezquerra+ Loutit + Ezquerra”, del 26 de octubre al 1 de noviembre de 2017 en Galería La Puerta Azul, Santiago de Chile.
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