Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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SURREAL

 

Por Enrique de Santiago

 

Manuel Marchant Rubilar es un artista visual chileno de profesión arquitecto, formado en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso (1981). Es artista libre del Taller 99 desde 2011. Magister en Desarrollo Urbano del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica de Chile (1984-1985). Como arquitecto dentro de su trayectoria como profesional (1981-2016) ha desarrollado labores en diversos aspectos de diseño, gestión, administración, coordinación, supervisión y control de proyectos. Experiencia en la formación y dirección de equipo de trabajo en proyectos de cooperación  post-terremoto y experiencia directa en procesos de reconstrucción con la participación de la comunidad en zonas de interés patrimonial, en zonas en condiciones de emergencia y en coordinación con organismos de cooperación internacionales.

 

En el año 2009 ingresó como alumno libre en grabado al Taller 99, adquiriendo la categoría de artista libre de dicho lugar desde el año 2014. El ingreso a T99 obedece a la voluntad de desarrollar una serie de propuestas de Arte que venía trabajando desde hace algunos años en el campo del Arte Digital. Como grabador a elaborado una serie de trabajos expuestos en diversas colectivas del T99, los cuales algunos son parte de la colección de la Universidad de Talca.

 

En este nuevo proyecto artístico y expositivo, Manuel Marchant  nos introduce en el campo de los afectos y desafectos que se dan hacia el objeto, y los conflictos generados por y dentro de la sociedad de consumo y su relación con la producción industrial. Desde el punto de vista del deseo estos objetos provocan la necesidad de poseerlos, sentimiento que puede ser más o menos perdurable, o en algunas ocasiones manifestarse de manera casi efímera, y dependiendo de su significancia simbólica determinará si este apego con lo adquirido será breve o prolongado, factor en que también influyen las características de la sociedad en que se inserta el sujeto o usuario y su relación con esa sociedad que lo califica a él y su objeto en dominio, cuestión que también pasa por  el sujeto que lo posee y que determina su uso, siendo este aspecto una evaluación plural y singular dentro de la entelequia de la relación que origina el producto-consumo. Productos que se ven en su caducidad (pérdida de utilidad) generalmente desechados y no reciclados. Pero estos objetos no sólo se desechan por estropearse o presentar defectos por desgaste, sino que también se van despojando de su valor como objeto poseído que otorga un signo en particular, el cual generalmente por diseño o apariencia nos sitúa como más aceptados, mejor posicionados o mejor evaluados dentro del entramado social y sus relaciones humanas,  y como bien lo indica Luis Enrique Alonso citando a Baudrillard “Los productos del mercado evolucionan hasta convertirse en meros simulacros de sí mismos, adquieren una estructura señuelo, en la que su forma exterior, superficial, rompe la dependencia con respecto a su contenido, profundo, y parece, por lo tanto, una dimensión signo”.

El objeto industrial, posee una caducidad, un límite de uso, que es determinado tanto por la resistencia dada por los materiales que lo componen, como de la significación que tenga ese objeto desde el punto de vista afectivo o como su forma significante de status. El artista salva de esta condena de olvido al elemento desechado, lo selecciona según sus intereses poéticos, lo disecciona (citando a Lautremont), lo compone, lo muestra, lo exhibe como materia recuperada, conservando aspectos originarios de su naturaleza, pero siendo distinta, ya que lo reordena ante el espectador, lo viste de una nueva lectura, y al pensarlo, sentirlo y replantearlo, para así conmover al observador con su nueva carga sígnica, ya sea aumentada o disminuida, logrando una relación simbólica diferente, aunque manteniendo sus articulantes esenciales (el o los objetos).

 

 

 

En todo este fenómeno, que se manifiesta mayormente con la irrupción de la revolución industrial y que ha ido acelerándose con el tiempo, se va generando un impacto residual, que no se había visto en otros momentos de la humanidad. Lo que Zigmunt Bauman, llama los daños colaterales de la post-modernidad o modernidad líquida según su propia definición.

 

En ese sentido, los primeros en observar y valorar estos hechos, fueron los exponentes del Dadá y posteriormente los surrealistas, quienes veían un aspecto de belleza en aquellos objetos que perdían su calidad de útiles ante la sociedad y comenzaban a caminar un lento camino a su destrucción, herrumbre y posterior desaparición.

Los surrealistas hasta el día de hoy explotan la forma creativa denominada como Objet Trouvé u objeto encontrado, en que los desechos hallados, dispuestos por un azar, son parte constitutiva de un nuevo discurso estético-poético, que lo aleja de su pasado al servicio como objeto de uso razonable. Así lo manifestó Duchamp, con sus ready-made, o Giacometti o actualmente Magdalena Isaacson en Chile por citar algunos En esta misma línea que atiende las problemáticas de la sociedad industrializada y la aparición masiva de sus desechos, podemos citar el trabajo realizado por el artista visual chileno Nicolás Sanchez con su proyecto La Balsa de Noé (living off) The Fat of the Land, presentada entre abril y mayo del 2011 en la Galería Gabriela Mistral de la ciudad de Santiago de Chile, donde nos llamaba a reflexionar sobre el modelo económico y su funcionamiento (o mal funcionamiento según mi opinión y lo que se desprende de la entrevista al artista) En esa oportunidad, el artista construye una balsa con desechos que va encontrando en las riberas del Río Mapocho, con la cual navega corriente abajo, embarcación que también posteriormente fue parte de la muestra en el espacio de la galería.

 

Una foto de una locomotora abandonada aparece en la revista Minotaure en 1937, que despierta el interés por su inerte entropía, que alimenta una vuelta a la unanimidad, poseída por la voluptuosidad del bosque que la atrapa para retornarla a su origen, porque este hecho simboliza a la naturaleza que vence al progreso, la otrora mecánica animada es vencida por la muerte, silenciosa, y que vuelve a su equilibrio a aquello que generó una irrupción desequilibrante, producto de una racionalidad enferma que en cierta forma subyuga al hombre y le impide su emancipación, al alejarlo de los estados salvajes y por ende naturales. A diferencia de la imagen aparecida en Minotaure, en la obra de Manuel, es la forma plástica, su cromatismo y el azar creativo del artista la que interfiere, acosa y penetra al objeto abandonado, una suerte de intervención reparadora que devuelva al objeto- junto con la estructura que lo acoge- a su estado primigenio pero con la intención de desmenuzar y revelar su espesura oculta, aquella memoria que va más allá de su simple utilidad extinta. En este ejercicio, se rescata su historia, su acontecer relacionado con la múltiple actividad humana que le da origen, uso y que posteriormente desecha, es entonces una labor periodística desde lo poético, o mejor dicho, lo metafórico, aquella reunión de elementos indecibles que son reorganizados para revelar un acontecer olvidado que se hizo invisible, acontecer que es pretérito, presente y futuro, porque todo elemento que es parte de un acto o hecho, contiene según Hal Foster una pulsión erótica-tanatológica que le imprime una significación más allá de sus aspectos meramente formales y que por ende le otorgan un interés compulsivo que en muchos aspectos parafraseando a Breton le da una inquietante belleza convulsiva.

 

 

 

Es en todos los aspectos mencionados anteriormente, en que Manuel Marchant pone la mirada para elaborar su obra. Primeramente desde el concepto de la “transformación morfológica” de lo desechado, lo ya no útil, lo que se constituye como basura. En particular, Manuel no sólo fija su mirada en el destino que tienen los objetos después del ciclo utilitario, sino que también su aspecto futuro, ya sea, los arquitectónicos como aquellos otros de producción y consumo masivo, sean estos los que sirvieron para producir (maquinas que manufacturan) o fueron producidos por aquellas, existe pues un interés por el nuevo aspecto formal que adquiere el objeto en desecho. También su interés está en lo sociológico, que es aquello que en cierta forma  da sostén semántico al todo del proyecto y su propio elemento discursivo global: La relación objeto-sociedad de consumo, y la aparente No relación objeto desechado-sociedad de consumo. Manuel entonces, va en busca de la memoria desechada del objeto que se constituye como olvido, y que generalmente guardó relación con vidas quizás olvidadas o también desechadas.

 

 

Manuel, también se cuestiona sobre esta aparente racionalidad que termina en una grosera sinrazón, primero como decía anteriormente, visitando viejos edificios que le llamaban la atención, y en esa búsqueda nacieron sus primeras obras, y que en esas exploraciones de sitios medio olvidados, fue que encontró en una fábrica abandonada una serie de fotografías antiguas que retrataban a operarios, imágenes las cuales comenzó a auscultar casi de forma mediúmnica, donde aquellos seres que en algún momento de su historia dieron vida a esos interiores, le hablaban incitándolo a manifestarse en sus obras digitales. Hay por lo tanto en esas obras un trabajo de investigación sobre estructuras abandonadas y su fulgor anterior, un encuentro con una espesura nueva dada por el pasado que se funde en el presente según una declaración que nos hizo el artista, y es en ese momento, en que la forma adquiere un elemento nuevo llamado espíritu o identidad perdida que se suma a la que actualmente posee.

 

Entonces, es en esta misma línea investigativa, en que Manuel se va encontrando con esas otras estructuras, que dan servicio a la acumulación de desechos, a lo que se olvida, ya no sirve, aunque existen esas otras, de más temprana facturación y que se entiende como saldo o fuera de temporada. Es allí donde esta lógica de imponer una muy singular breve utilidad al objeto, da píe al artista para plantear su proyecto, y re-plantearse a modo de tesis, acerca de la forma como estamos llevando la economía de consumo, política que responde a otros intereses, que incluso no respetan los principios que la misma economía dispone, pensando en términos de sustentabilidad.

 

 

Manuel usa la materia prima original, la cual es la estructura contenedora de los elementos desechados, los cuales interviene con nuevas formas, donde predominan las curvas, quizás tomando en cuenta las palabras de Gaudí de que sólo estas formas responden a un comportamiento más propio de la naturaleza, y por ende al origen, entonces es posible pensar de que esta solución a modo de interferencia plástica, cumpla en mismo sentido que la del bosque sobre la locomotora abandonada, a la que se refieren los surrealistas en Minotaure. La curva salva, restituye el orden perdido.

La intervención cromática, entonces cobra el mismo sentido, dotando de aquella luz perdida de tales o cuales objetos, dando un baño cromático sobre el grisáceo concreto o el rojizo manto de tonos oxidados, el color restituye viejas luces, o cubren objetos que no debiesen estar ahí, objetos que debieron ser creados para ser usados en un ciclo de más prolongado. Hay color del artista (un ser humano) que obra sobre el plano expuesto, su fuero interno presente opina e interviene sobre las otras formas pasadas.

 

Manuel toma el discurso de Diógenes el Cínico que rechaza toda apropiación de objetos que no le sirven o son útiles, desprendiéndose incluso de su cántaro para beber, y para esto no extiende este paisaje repleto de objetos no rechazados por otros “cínicos”, sino que están ahí por haber sido reemplazados por otros, más nuevos, con mayor valor simbólico, quienes los han desechado, lo más seguro es que acumulen un número mayor de objetos a los que tenían cuando se desprendieron de estos.

 

La sociedad desecha y crea espacios abandonados, como fábricas, bodegas o edificios habitacionales, al mismo tiempo genera espacios baldíos, vacíos, que conforme pasa el tiempo se llenan de acumulación. El síndrome de Diógenes responde a esa forma de acumular, pero no guarda relación con los preceptos que rigieron la vida del pensador griego. Es un síndrome pero no precisamente diogénico, ya que la palabra síndrome significa: “acumulación” de síntomas. Manuel Marchant, suma sus impresiones a lo ya acumulado, y tal vez los artistas ¿No padecemos todos del síndrome? Ya que tenemos esa necesidad compulsiva de llenar lugares vacíos, unos más o menos, acumulamos frente a un soporte o espacio baldío, siendo por algún instante Kazimir Malevich la excepción a la regla.

 

A continuación dejaremos que el artista nos introduzca y profundice aún más en sus ideas con respecto a este proyecto expositivo, en la siguiente entrevista:

 

¿Cuál o cuáles serían las motivaciones para este nuevo proyecto expositivo tuyo?

 

La motivación de este Proyecto surge de observar, la finitud y obsolescencia de los objetos de consumo.  Constituye una crítica a una civilización basada en la producción de objetos de dudosa necesidad, una crítica al ritual obsesivo y compulsivo de la producción, distribución y consumo de objetos innecesarios. Detrás de ello está el ciclo y la circulación monetaria y el endeudamiento masivo.

 

Este nuevo proyecto surge de la experiencia de un incendio en una bodega de retail, en un mall outlet.  Lo que hasta ayer eran cosas aparentemente útiles mediante el “bautismo de fuego” se revelaron como basura, como innecesarias. Este reverso, esta mutación en basura de las cosas, me llevó a pensar el tema de la acumulación innecesaria de objetos.

Las imágenes surgen de una serie de fotografías tomadas para efectos posteriores de trámites de seguros y otros. La mercancía, el objeto material desaparece y se transforma en materia calcinada, sin embargo mediante las operaciones financieras de “seguros comprometidos” se rescata el valor monetario y el alma económica  del objeto.

Percibo una suerte de enmascaramiento en este ritual, las cosas no son lo que son, lo que hay tras el ritual de la compra y los mall es la captura del ser ciudadano por la red financiera,  en una suerte de nueva esclavitud.

Frente a eso estas imágenes denuncian la precariedad de todo objeto material.

 

¿Cuánto tiempo de reflexión toma este proyecto y en qué momento decides desarrollarlo?

 

Hay aproximadamente tres años de trabajo. Las imágenes matrices iníciales fueron tomadas inmediatamente después del incendio, a principios del 2013. Estas imágenes eran fotos digitales, necesarias para efectos de activar los seguros de infraestructura y rescate de mercancía.

Sin embargo el proceso de elaboración de las imágenes y su correlato discursivo comienza aproximadamente 6 meses después del evento a propósito de otro incendio en un lugar periférico de la Ciudad de Santiago donde falleció un anciano que padecía del llamado “síndrome de Diógenes”, me llamó la atención el hecho y establecí una analogía o metáfora, entre ambos incendios. En un caso se trataba de la acumulación innecesaria realizada por un hombre anciano de escasos recursos y en el otro se trataba de la acumulación innecesaria, como factor y forma estructural de nuestra civilización.

El comercio bajo la forma del retail, las liquidaciones en los outlet  de mercadería “fuera de temporada” a punto de obsolescencia en el mercado, constituyen formas de consumo de objetos y mercancía basura, mediante la cual se captura y esclaviza el alma ciudadana,  transformando su  ser político, mediante la operación de consumo y endeudamiento financiero, en masas funcionales al mercado financiero y a los ciclos de acumulación de capital.

Luego viene la pregunta por Diógenes y su filosofía ¿Quién fue Diógenes? ¿Qué propuso como maestro de la Escuela Cínica en la Grecia Clásica? Ahí me di cuenta que Diógenes nos entregó una crítica radical a las estructuras de poder y a los hábitos del tener innecesarios. Ese fue su aporte real, no el síndrome de Diógenes sino el Discurso de Diógenes, que es lo que rescato en la presente  serie.

 

Desde la mirada de un artista y arquitecto ¿Qué parte del sustento conceptual de tu trabajo es parte y proviene  del imaginario o paisaje urbano?

 

En mi trabajo como arquitecto, siempre estoy haciendo registro fotográfico de los lugares y su entorno, gran parte de mi trabajo está vinculado al registro fotográfico. Pero este registro es signo del acontecer, es la punta del iceberg de la realidad, la construcción de una imagen con fuerza poética es lo que me motiva y la mutación de una imagen real en una con contenido poético es un proceso, en mi caso, de lenta gestación, que sin embargo irrumpe con mucha fuerza en el discurso o correlato que acompaña el desarrollo  de las imágenes. 

Se aproxima al método de registro del perito judicial, ese que a partir del levantamiento de fragmentos del lugar reconstruye los hechos, pero en este caso lo que denomino hechos son metáforas de una realidad sumergida, por ejemplo decir el “alma monetaria de los objetos” es pensar que aquello que nos vincula con las cosas, en el actual estado de la sociedad capitalista, es nuestro deseo capturado y domesticado financieramente. Esto no es obvio, por eso requiere ser mostrado mediante una operación poética y mediante una imagen que incorpore e integre diversos estratos o espesores de lectura.

Pienso que el arte tiene un profundo contenido subversivo. Ayuda a ver y a construir nuevas realidades, nuevos “modelos de pensamiento”, según el decir de Alfredo Jaar.

 

¿Cómo vinculas tu obra entre los acontecimientos y la memoria?

 

Pienso que la construcción de la imagen, en el caso de las Artes Visuales, cumple un periplo que visita los siguientes puertos, desde la percepción y registro a la significación, formulación material de la imagen y comunicación. Esta es una posible manera de entender la navegación creadora en el oficio del artista visual.

En mi caso la percepción del acontecer urbano, tanto del macro espacio de la ciudad, como del micro espacio del barrio o la edificación, es decir la observación y registro de las distintas escalas del acontecer, nutren lo que en definitiva se constituye como una imagen con espesor y memoria. La superposición de capas construye el recuerdo pero de una manera activa, dinámica. El acto de recordar es el ejercicio mediante el cual otorgamos sentidos y significados al hecho observado.  Se trata de descubrir o revelar los contenidos y energías latentes en la realidad.

El artista experimenta con su percepción, sumergiéndose en su propio inconsciente elabora aquello que lo obsesiona, que le quita el sueño; trabaja y construye con una materia sutil de vínculos y relaciones no causales, palabras, imágenes, recuerdos, sensaciones que acuden de manera aleatoria, contradictoria y sin un orden aparente. Citando la fórmula del Conde de Lautréamont, “bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”, he ahí el fundamento de la belleza contemporánea y una metodología posible para la construcción de imágenes.

¿Cuál es tu relación con el objeto (cualquiera desde la mirada vida-objeto), dentro de lo cotidiano y cómo esa vinculación objetual se transforma en expresión artística?

 

Los objetos, las cosas, los entes, rodean nuestra existencia, nos acompañan permanentemente, tanto es así que en las antiguas culturas y aún hoy a veces nos entierran con algunos de ellos. Hay sobre los objetos que nos rodean una gran carga emocional y libidinal asociada al deseo que origina la pertenencia o apropiación de determinado objeto.

Podemos pensar que hay distintas fases en la producción, distribución y consumo de objetos, que van desde el surgimiento del deseo inicial hasta la caza material del objeto que cumple con nuestras fantasías.

Hay distintos aspectos en nuestra relación cotidiana con los objetos, en mi caso me interesan sobre todo los objetos y espacios que han perdido su función utilitaria original, cuando el objeto ha quedado huérfano de su función de origen, adquiere múltiples sentidos que escapan a la realidad de uso y al valor de cambio de ese objeto en el mercado. Podemos decir que en ese momento el objeto avanza libre de las ataduras de la realidad y penetra la cosmogonía de la imaginación. Un ejemplo es lo que sucede con los objetos, por ejemplo, en el libro “Alicia en el país de las maravillas”, o bien en toda la serie de modificaciones y operaciones de re significación de los ready made o el arte del objeto encontrado, en estos ejemplos el objeto abandona lo cotidiano y salta a una nueva dimensión.

Sin embargo esta transfiguración se produce en el momento de lo cotidiano, el objeto se encuentra en lo cotidiano y mediante la re significación poética logra conectarse e incorporarse en otras dimensiones de nuestra imaginación. En este acto sin embargo hay una gratuidad, estas nuevas dimensiones no se transan en mercado alguno, constituyen deseo puro y materia emergente o materia liberada de los ciclos de necesidad, producción y consumo. 

 

¿Es esta muestra una constatación del mito o una nueva mirada sobre el mito?

 

Pienso que te refieres al nombre y al correlato de la muestra “El discurso de Diógenes” en oposición al mal conocido como “Síndrome de Diógenes”.

A propósito de estas imágenes y de la devastación causada por ese verdadero “bautismo de fuego”, recordé aquel mal que comúnmente se denomina “El síndrome de Diógenes” y traté de calzar este concepto con el real discurso de Diógenes. Había algo que no me hacía sentido: Se llama síndrome de Diógenes, a ese desorden psicológico, que impulsa a una persona al abandono y el descuido, junto con una delirante y compulsiva acumulación de basura.  Sin embargo la filosofía de Diógenes constituye una crítica radical a la acumulación de riqueza en desmedro del Ser. Diógenes predicó y sobre todo practicó el permanente abandono de lo material.  Vivió solo y desnudo frente a la sociedad Ateniense, en una permanente posición crítica frente al poder y la riqueza. Diógenes predicaba el ascetismo y la pobreza. Esa fue su verdadera filosofía.

El Discurso de Diógenes es una de las críticas más radicales al poder y la acumulación de riqueza, que hemos heredado de la antigüedad griega, por eso llama la atención la contradicción de señalar hoy como síndrome de Diógenes a la delirante acumulación de basura y el abandono del ser.

La oferta de Alejandro Magno a Diógenes. - Pídeme y te lo concederé-, es la oferta utópica del mercado capitalista en su actual modo de acumulación delirante y no reciclable, es decir los bienes no circulan en el ámbito de la naturaleza, del ciclo del día solar, de su egreso e ingreso a la tierra, al contrario, los mega equipamientos de mercancía, aspiran en su desmesura, a estar abiertos las 24 hrs. La respuesta de Diógenes a Alejandro  -no me des sombra-, es la respuesta desde la naturaleza del ser original, es el sol la máxima aspiración del sabio, la luz.

Desde este punto de vista y en un proceso de inversión crítico, propongo estas imágenes como una denuncia al actual modelo de acumulación y organización del capital, en el que los grandes equipamientos y centros de consumo son, ellos sí, acumuladores de lo innecesario y lo superfluo. Equipamientos urbanos para un consumo compulsivo y alienante, expuestos como inútiles mediante el bautismo de fuego y la precariedad de la materia calcinada.

 

En tus trabajos expuestos, siempre se visualiza una idea o concepto central que une las obras ¿Existe también una obra tuya que podamos definirla como de asomo espontáneo y que tenga el carácter de singular?

 

En general mi trabajo siempre está constituido por series acompañadas de correlatos o reflexiones en torno al proceso de creación de las imágenes, es posible que estos correlatos surjan a la manera de los sueños pero desde el universo de la literatura, esto porque mi padre fue desde muy joven librero en la ciudad de Santiago, por lo tanto los libros, los cuentos, las historias siempre me han acompañado en la aventura creativa.

Hay sin embargo, en mi trabajo, imágenes huérfanas de palabras, dibujos, grafismos y croquis, en cierto sentido  anteriores  a la palabra y a la significación, sin embargo, en muchos casos, los incorporo en las imágenes digitales a la manera de una atmósfera o graffitie que traza y fragmenta en muchos casos la realidad.  Estos grafismos que he ido desarrollando como surcos en mi trabajo de grabado, aún no expuesto,  son tal vez expresión material de la energía, la imaginación y el deseo.  No surgen del acontecer sino de un estrato anterior sin forma, ni tiempo.

 

Ya que hablamos de acumulación ¿este proyecto seguirá sumando nuevas obras a futuro o ya lo diste por terminado?

 

Sucede que voy incorporando en las series nuevas obras, en ese sentido nunca las doy por terminadas, nuevas capas de información y memoria van configurando nuevas imágenes que recogen el sentido de las anteriores. Es quizás una forma Diogénica de crear, mediante la acumulación de memoria, lecturas y la resignificación poética de objetos y lugares encontrados.

 

 

Escáner Cultural nº: 
193

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