Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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La fotografí­a contemporánea, luego que Cindy Sherman utilizará su propia imagen para transformarse en esa Otra, nos ha revelado que la manera más fiel de ver su imagen y además de una manera crí­tica, es verse al espejo. La condición femenina, mujer objeto, mujer fetiche, mujer cosa, se ha visto abordada de una manera crí­tica por varias artistas contemporáneas. Ese es el caso de la joven artista colombiana Liliana Angulo. Ella piensa y realiza su obra a partir de su condición femenina; pero va más lejos aún. Su obra toma como tema de representación, el hecho de ser mujer de origen "afrocolombiano". En su trabajo, que fue exhibido recientemente en dos importantes exposiciones Viaje sin Mapa, y en la última versión de la IX Bienal de Bogotá, hay una presencia recurrente a un cliché de la mujer doméstica. Este referente tiene que ver con esa imagen de la "negrita" que en ocasiones se vió estilizada en una silueta en madera vestida de un traje rojo y una pañoleta a pepas blancas, con gandes aretes, para decorar las cosinas de ciertos hogares y de la cual penden cucharas, cucharones y demás utensilios culinarios. Pero su obra no se sitúa en una cierta marginalidad como pudieron leer algunos crí­ticos locales como Jorge Peñuela:


 

"Liliana Angulo no baila tan mal como quiere hacernos creer, tampoco es Josephine Baker, pero su raza comparte con ella historias de marginalidad. Piensa su ethos, se goza sus clichés, los parodia. Lo hizo en Viaje sin Mapa, la mujer negra apreciada en la medida que cumpla a cabalidad con los oficios domésticos del hogar blanco; repite su acto en IXbb, la mujer negra apetecida para la rumba, apta para los goces puros, para aquellas penetraciones a las que aluden los curadores. ¿No está reforzando su propio cerco, que la puede asfixiar como poeta, como artista que siempre ha de estar abierta a la búsqueda de horizontes más libres? ¿Por qué no nos inventa que la afrodita urania que alabó Platón era negra, que el amor y la belleza se escriben con negro? Sin duda, una historia así­ transformarí­a el mundo. Los artistas abren y edifican mundos, no se encierran en sus traumas sociales, culturales o psicológicos, así­ ellos sean el incentivo de su actividad. Tampoco hacen mofa de ellos, sin desquiciarse. El Dirty Boulevard, lo real, no es el horizonte que sueña la libertad. El proyecto de Angulo en la IXbb en sólo un ejemplo. ¿Cuántos proyectos más están corriendo el riesgo de quedar atrapados por la fuerza de gravedad de la cruda realidad?" (Tomado de Esfera Pública )

 

Al contrario de lo que piensa el crí­tico de arte local, la obra Liliana Angulo se inscribe dentro de una verdadera posición crí­tica, que hace de la Realidad un punto de análisis, en un contexto como el nuestro, donde el ser negro, es aún bastante problemático. Por ejemplo, no es sorprendente que una de las regiones colombianas (Chocó), donde la gran mayorí­a de la población es "afrocolombiana" la miseria y el abondadono estatal sean enorme. Hace poco se declaró en emergencia sanitaria a toda esta región del paí­s, por la falta de agua potable, de hospitales, etc, Esta región olvidada por nuestros gobernantes es el ejemplo perfecto del olvido que han padecido una buena fracción de nuestra sociedad compuesta por descendientes de antiguos esclavos, donde las antiguas plantaciones de caña de azúcar y de grandes minas de oro, estaban pobladas de mano de obra barata.

 

 

De manera que la obra de Liliana Angulo, al entrar al circuito del arte local, muestra como lo negro y el negro rompen un cierto gueto impuesto por esas feudales tradiciones que aún imperan en la sociedad colombiana y por ende en el ámbito cultural donde el racismo perdura. Ya el artista Guillermo Wideman, en la primera mitad del siglo XX, se habí­a sumergido en estas selvas del Chocó en las costas del Océano Pací­fico, para pintar esa región olvidada. Pero esa mirada, aunque generosa, no dejaba de estar impregnada de un cierto exotismo. Ahora Liliana Angulo, no se sitúa propiamente en esa región si no que nos habla de una condición, que desborda el propio territorio. La mujer negra, que ha servido como "doméstica" en los hogares colombianos, esta vez es retratada, para generar un dispositivo crí­tico. Claro se trata de simulaciones donde "la negrita" se mofa en nuestras propias narices, toma un sartén por el mango u otro utensilio, lo transforma en arma y se dispone a darnos un golpe certero a nuestra condición de espectador pasivo.

 

 

 

En una primera serie, vemos como "la negrita" vestida de blanco, se emparenta a esa famosa caricatura de Consuelo Lagos que aparece en los principales diarios colombianos (El Paí­s de Cali, El Espectador, etc.) desde 1968. Tal como lo demuestra el estudio serio "La negra Nieves o el rací­smo a flor de piel" (2003) de Elisabeth Cunin (becarí­a del Instituto Francés de Estudios Andinos), "Nieves" es una mujer negra con nombre de blanco o que alude a lo blanco, nacida en Juanchito en la periferia de Cali, empleada doméstica, quién luego de una acción de tutela emitida por un profesor de la Universidad del Valle en 1997, pasa a ser estudiante de filosofí­a. Esta carí­catura que en un momento dado pretendió ser el portavoz de una clase social oprimida y excluida, según los propósitos de la dibujante, pese al alto contenido racista de la caricatura, sirve hoy a Liliana Angulo de pre-texto para revisar la condición de marginalidad de la mujer negra. Sus fotos muestra un interesante giro de la condición marginal del negro. En un primer lugar porque el negro es llevado al mundo del arte, y en segundo lugar porque esas imágenes interrogan el estatus de la condición del artista denominado "afrocolombiano" para ser polí­ticamente correcto luego de la constitución de 1991. Estatus del artista marginalizado por obvias razones. Claro, estas fotografí­as solamente pueden incidir en el ámbito social si guardan esa postura crí­tica que poseen. De lo contrario pueden deslizarse peligrosamente en el paradigma del arte con una falsa postura social, que se alimenta de las imágenes marginales para ponerlas a circular dentro del mercado del arte contemporáneo, creándo así­ una falsa conciencia social que se denominamos en el medio pornomiseria. Quizá a esto último aludí­a la crí­tica de Jorge Peñuela.

 

 

En una segunda serie, vemos como "la negrita" a todo color: bellamente e irónicamente vestida de rojo con pepas blancas como sus semejantes que adornan las cosinas de hogares colombianos, se convierte en una negra burlona, que se rie en la cara del espectador, que le agrede tras haberle lanzado un coqueto beso y que en últimas le señala que la única la condición para observar a esa "negrita" es viéndola a los ojos. Las fotografí­as de Angulo tienen una principal virtud: es la de señalar con humor e ironí­a, la condición humana de una clase social que aún reclama sus derechos cí­vicos en una paí­s como el nuestro donde las diferencias sociales y étnicas son enormes. En Colombia, a diferencia de los Estados Unidos donde el negro ha ganado un lugar más favorable dentro de la sociedad en materia de derechos cí­vicos (gracias a Martin Luther King y a los Blacks Panters, entre otros), los "afrocolombianos" por ejemplo, aún no han llegado a copar las altas esferas polí­ticas ni culturales. Basta con ver los noticieros de televisión: ni un sólo presentador o reportero negro y los pocos actores negros siempre realizaban un papel secundario o de sirviente.

 

Es de esta manera que las fotografí­as de Liliana Angulo se covierten en una obra que hace parte de lo que he denominado los Otros Realistas de la generación de los noventas, pues nos revelan las contradicciones y tensiones de una sociedad como la nuestra, en donde los derechos cí­vicos de buena parte de nuestra población están lejos, pero muy lejos de obtenerse.

 

 

 

Ricardo Arcos-Palma.

Bogotá bajo la lluvia, abril del 2007.

Cindy Sherman, no se te volvio muy hispano hablante? se te pasaria una coquille Ricardo...

Estimado Ivan, si creo que sos vos, del otro lado del Océano, bueno si, creo que Cindy se me hispanizó demasiado, gracias por el comentario... de estilo... Ricardo A-P.

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