Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO

¡A ver a qué hora lo encierran!

 

Por: Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Ardua labor de los profesionales ahí presentes, inagotables exámenes al hemisferio donde hierven sus taras y aires de grandeza, esos dejos de nauseabunda soberbia que se cuecen cual habas junto a los negros y malvados designios de quién se siente un superior a cualquiera, un llamado a ser que se evapora y esfuma a la cuenta de tres… finalmente Miguel Ángel Romero de Terreros, es trasladado a la urgencia del nosocomio, aquel que vela por tipos como él, que insisten en estar repletos de heroicidad, una parcela llena de estatuas, plintos broncíneos y de hormigón, perros buenos para mear y palomas incontinentes… ¡BIEVENIDO PELMAZO BUENO PARA NADA! promisoria leyenda del imponente letrero que luce el ingreso al paraje justo de algarabías delirantes. Avanzada y ráfaga de pitos y challas, como señal sin duda, de que se viene un largo periplo de locuras.

Lejitos del mundanal ruido entonces, de los ecos de la civilidad, de las voces que lo siguen, de los ruidos molestos de la retroexcavadora que se dispone a extraer del terruño todos los capiteles y tarimas que con el tiempo fue construyendo junto a sus pilchas que serán trasladadas a este oasis de tranquilidad, a esta especie de castillo de la serenidad lleno de banquitas, plazoletas, camisas de fuerza, duchas frías y, desde luego, mucho tiempo libre para que encaje su ideario, sus pretensiones. Un paraíso en la medida de lo posible que velará y se encargará de calmar el poco heroico y sudado descontrol que lo acecha. Esa será la oferta y plan de salud para estos meses, para todo este ciclo que se viene por delante. Para toda la mendiga vida, según el último parte del todavía angustiado médico que, sin deberla ni temerla, cayó presa de un desvarío del loco de atar que casi le cuesta la vida, porque justo en el preciso momento en que le introducía el dedo por el recto, éste no halló mejor cosa que fraguarlo con su fétida melcocha interna.

Descanso obligado que lo atará, como que lo aterrizará más bien, esa es la idea, para que despeje la mollera, para que deje de insistir en su burdo cuentito de subirse a la nube de los llamados a ocupar plazas, rotondas y patios lustros. Esa es la apuesta de los facultativos ya luego de la extraña conversación con el hincha pelotas paciente… y sí que fueron pacientes para soportar tanto delirio, tanta historia cruel que se auto dona, tanto maltrato, tanta benevolencia a veces, tanta bipolaridad entre el Sí pero No obsequiado por su parentela antepasada, y que no hace más que bajarle la autoestima de un modo incontrolable, como si se tratara de una calistenia perpetua en pos de subirle el perfil a sus depresiones.

Ni cinco minutos duró la auscultación y audiencia en esa especie de interrogatorio a su filigrana que aun luce amarrada por ese atado de cuerdas que no cejan en su esfuerzo por aprisionarlo, como de estrujarlo. Terapia que permitirá, déle con que las gallinas mean, contener los impulsos de su brioso y efusivo corpus algo agotado a estas alturas, sobre todo, desencajado y sudoroso… y no había mucho que agregar, además, le dio por ponerse mudo a la hora de llenar la ficha y el cuestionario, y como si se tratara de un broncíneo pellejo en pose estadista, se remitió sólo a gruñir, con tal de desentenderse de las pretensiones médicas. A dónde se habrá visto alguna estatua que hable –comentaba a sus celadores-. Rápidamente fue sacado del box en andas, izado y de pie, envuelto en la bandera, a la cabaña asignada y que luce desde el ingreso a un montón de histéricos proyectos de héroe patrio venidos a menos, quienes ya se soban las manos, entre ansiosos y colmados por descubrir las facetas de este sino patrio, nuevo huésped del glorioso y honorable pabellón de ilustres pelmazos e hijos iracundos, el PIPHI, para los entendidos.

Y no hay salud mental que aguante a esta rara especie de mito verdadero, a este vómito del universo con visos de solsticio. Definitivamente mal de pocos, epidemia y contagio para el resto. Y no hay familiar que haya quedado indiferente ante tanta mala fortuna del enloquecido pariente directo; allí es posible ver, luego de muchos años, por primera vez y juntos, a sus extraños padres, a los envidiosos hermanos que aún dicen tener chance de arrebatarle parte o el podium completo, el sitial otorgado por antojo aquella vez que nació gracias a la tremenda borrachera de su padre, enterado que, probablemente, la cría no fuese suya. Un balde de agua fría para la dignidad –se decía- y ni modo, no quedó más que acompañar el chaparrón y cubetazo con harto aguardiente, hielitos y cáscaras de limón, y aguar la fiesta justo ahí en el centro de la plaza de los monumentos en donde reposan los restos del héroe ese que murió cirrótico, ya luego de tanto brindar por la venta a futuro de medio país a unos comerciantes del rubro hidroeléctrico.

-¡Cuánto tiempo!- Exclama el padre entre achacoso y resignado a la suerte, mientras su viejo retoñín es trasladado a su último examen donde, se supone, medirán su alfeñique estatura. Y porque está dispuesto a creerle el cuentito, que por último es su hijo y qué tanta cosa, la idea es mandar a que le hagan un caballito, de mármol si es posible y, sobre aquella dureza dura de montar, pueda, en sus ratos de ocio, tomar el fresco y meditar respecto al futuro esplendor que pese a los nubarrones tiene por delante y, por supuesto, para que ensaye nuevas estrategias que permitan se instale en la nueva rotonda recién inaugurada en su delirante cabeza, aquella que -lamentan los facultativos- es imposible cerrar, boicotear o clausurar.

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