La política como arte; 'belleza' convulsiva y proyecto nacionalsocialista.
Adolfo Vásquez Rocca
"La belleza convulsiva será erótico-velada, explosivo-fija, mágico circunstancial o no será"
André Breton
Vanguardia nihilista y belleza convulsiva.
El entreacto es la vanguardia y uno de los primeros elementos que debe considerar cualquiera que se acerque a ellas con serio afán de entenderlas es su condición teatral. La vanguardia es teatralización como estado puro de nuestra afectividad.
Los postulados vanguardistas concernientes a la imagen y a la teoría literaria se establecen por contraposición a los postulados estéticos decimonónicos.
En todo esteticismo, en toda decoración, se esconde cierto cinismo y escepticismo, de ahí su caractrer historicista y su maniaco revisionismo. El barroco de este realismo que olvida la realidad es precisamente neo-romántico y es este 'clima' el que da lugar al renacimiento de los nacionalismos. Los nacionalismos del siglo pasado resultan impensables sin la imagen. Leni Riffensthal1, la cineasta del nacionalsocialismo, lo entendió perfectamente. Ella se encargo de documentar esas "performances" que eran los desfiles militares y los mítines nazis. Registró en El poder de la voluntad a los grandes batallones nacional socialistas atravesando Berlín.
Hitler vivió el Kitsch sangriento de Nerón que estableció un artificio pirotécnico en Roma a cuenta de cuerpos humanos. Nada muy distinto al exterminio masivo de prisioneros en las cámara de gas, donde muchos morían de asfixia por aplastamiento antes que se liberara el gas letal.
Sin duda alguna las manifestaciones dadaístas, surrealistas y situacionistas, comparadas con la "poesía" hitleriana, fueron un "simple arrebato neorromántico". La mayoría de historiadores, artistas e intelectuales, cierran los ojos ante la evidencia histórica. Esto –que– haría enfurecer a André Bretón, sin embargo-que duda cabe- es una paradójica verdad; aquí el papa del surrealismo es engañado por su propio truco. André Bretón, el hombre que sólo aceptaba como arte el libre fluir del inconsciente sin ningún tipo de censura estética, moral o lógica; el hombre que había proclamado que el acto surrealista por excelencia era bajar a la calle empuñando un revólver y disparar al azar contra la muchedumbre, este mismo hombre, expulsa a Dalí del surrealismo por pintar El enigma de Hitler, y se escandaliza cuando otro miembro del grupo surrealista, sin ningún tipo de motivación, quema la puerta de su casa, con grave riesgo de provocar una gran catástrofe.
Tampoco pueden leerse las memorias de Luis Buñuel sin sentir un poco de vergí¼enza por su idiotez ejemplar. En ellas nos cuenta como la gente vio lirismo y poesía (se refiere a la película Un chien andalou, 1929) donde sólo había una vehemente apología del asesinato.
Más allá de las ironías supuestas, debemos reconocer que sí bien los dadaístas fueron los primeros, los originales, los creadores de la expresión más pura y violenta del arte del siglo XX, es también necesario reconocer que Hitler fue un "dadaísta" colosal, el más espectacular. aunque también, que duda cabe, el más siniestro y macabro. Fue precursor de los happenings thanaticos. Un "situacionista aventajado" para el cual la vida diaria era una locura desatada; un payaso obcecado para el que sólo existía una única realidad: ejemplo proteico de una actitud férrea, sintética e indivisible, que no observó jamás que pudiera haber diferencia alguna entre la vida, la política y el arte. ¿Cómo un asesino en masa pudo ser quien anticipará estas ideas que están a la base de la posición de cierta vanguardia nihilista?
Heidegger y el nazismo.
Al momento de considerar el Nacionalsocialismo como proyecto cultural -como el "Detonante iconográfico y operístico de la política de masas"2 resulta oportuno considerar los discursos políticos de 1933 pronunciados por Heidegger, clave "teórica" del compromiso de Martín Heidegger con el III Reich, compromiso político-académico que le hace prestarle su voz al Nacionalsocialismo como único proyecto cultural para el resurgimiento de Alemania.
El III Reich como "obra de arte" tendrá en la alocución de Heidegger del 23 de noviembre de 1933 su aclaración política. "El arte sólo llega al gran estilo cuando incluye totalmente la existencia del pueblo en la marca típica de su esencia". De esta forma, la constitución del Estado aparecerá como una obra de arte.
Y ante los estudiantes de Tubinga, el 30 de noviembre de 1933, Heidegger describía el proceso de conquista de la nueva realidad, afirma Safranski, "como si se tratara del nacimiento de una obra de arte"3 porque quien "lucha" es como si estuviera "en el interior de una obra que surge". El artista-ciudadano del Reich se transforma en "copropietario de la verdad del pueblo en su Estado". De ahí el proyecto heideggeriano sobre "el campamento de la ciencia" al servicio del auténtico saber alemán; proyecto que se llevó a cabo durante los días 4 al 10 de octubre de 1933, al pie de la cabaña de Todtnauberg. De la Nota de trabajo en la que estoy me parece seria y ajena a las críticas ad hominem; me importa el caso Heidegger por el problema filosófico que conlleva. Y voy entendiendo que este filo de la navaja en donde aparecen como inextricables cultura y barbarie, hermenéutica y violencia, tiene en la esteticización del pensamiento una clave importante para entender ciertas analogías entre el renovador estilo cultural del nazismo y la experiencia artística de la política que hay en Heidegger en tanto "política del Ser". Leamos a Heidegger: "El 12 de noviembre, el pueblo alemán entero va a escoger su futuro. Este futuro está ligado al Fí¼hrer. El pueblo no puede elegir el futuro únicamente sobre la base de lo que se llama consideraciones de política exterior, deposite en la urna una papeleta inscrita con un "sí" sin incluir en este "sí" al Fí¼hrer y al movimiento que son uno solo, incondicionalmente con él. No está de un lado la política exterior y del otro la política interna. Hay una única voluntad, la que quiere la existencia plena y total del Estado. Esta voluntad, llegó con el Fí¼hrer al despertar a su pueblo entero, y es la que él ha fundido en una única decisión".
Hitler y las masas; Los asesinos están entre nosotros.
Ahora bien, a la hora de intentar explicar el fenómeno cruento que constituye el nazismo, el auge y desarrollo del Tercer Reich, con su maquinaria de exterminio, gran parte de los historiadores ignoran o minimizan el factor psicológico que esta a la base de estos fenómenos de masas. Ello queda demostrado porlas notables lagunas que se dejan entrever en el conocimiento de la historia alemana, desde la primera guerra mundialhasta el triunfo final de Hitler.
Aunque ello es así, esos factores políticos, sociales y económicos no bastan para explicar el profundo impacto de Hitler en la población alemana. De manera significativa, muchos observadores alemanes se negaron hasta el último momento a tomar a Hitler en serio, y aun después de su advenimiento al poder juzgaron al nuevo régimen como una aventura transitoria. Tales opiniones indican, por lo menos, que en la situación interior existía algo inexplicable, algo que no podía inferirse de las circunstancias comprendidas dentro del campo normal de visión.
Esta fuerte oposición ideológica que resistía a Hitler tiende a sugerir que fue un puñado de fanáticos y gángsters el que logró sojuzgar a la mayoría del pueblo alemán. Esta conclusión no se ajusta a los hechos. En lugar de resultar inmune al adoctrinamiento nazi, la mayoría de lo alemanes se plegó al gobierno totalitario con tal presteza que no podía ser un simple resultado de la propaganda, mientras el fascismo italiano era una especie de representación teatral, el nazismo asumió aspectos de religión.
Era un espectáculo desconcertante: por un lado los alemanes se resistían a darle las riendas a Hitler y por el otro estaban completamente de acuerdo en aceptarlo.Tales actitudes contradictorias surgen frecuentemente de conflictos entre las demandas de la razón y las urgencias emocionales. Puesto que los alemanes se oponían a Hitler en el plano político, su extraña predisposición por el credo nazi debe haberse originado en disposiciones psicológicas más potentes que cualquier escrúpulo ideológico.
El fascismo es un fenómeno absolutamente develador. Muy raras veces nos ha ofrecido la larga y tortuosa historia de la naturaleza de los partidos modernos un ejemplo tan significativo de las necesidades interiores de la masa respecto a su 'culto al héroe' como la ofrecida por el fascismo y el nazismo. Una confianza absoluta, ciega y una ardiente veneración, he aquí lo que ofrece este partido a su Fí¼hrer, a su Duce.
Esto, el fenómeno del 'culto al héroe', pone de manifiesto que en las oscuras turbas humanas existe un aspecto que no cesa de soñar en una luminosidad más grande. En la práctica, las masas desarrollan su propia forma de idealismo e imponen de vez en cuando su voluntad de ensalzamiento del héroe sin hacerla objeto de discusión.
Pero ningún culto a la persona resulta más ilustrativo de la idealización horizontal que aquel del que fue objeto Hitler. Este fenómeno, en lo esencial, nunca fue otra cosa que la autoidolatría de una ávida mediocridad apoyada por la figura del Fí¼hrer como medio de culto público. También el culto a la persona constituye una fase del programa de desarrollar la masa como sujeto. De ahí que, a la vista del fenómeno de la generalización constante de la comunicación en los Estados nacionales, sea lícito comprender a los héroes de la época burguesa y de masas, sean dictadores clásicos o populares, como testimonios de que los individuos también podían intervenir en calidad de medios de masas. Por esta razón, el culto al genio y el culto al Fí¼hrer pudieron intercambiar de manera intermitente su forma sin complicaciones.Con todo, tuvo que actuar el peculiar talento alemán para la auto-hipnosis para escenificar esa luna de miel entre idealismo y brutalidad que originó, en los embriagadores albores de la "Revolución Nacional" de 1933, ese clima de ilusión tan especial para las masas. Fue Thomas Mann quien supo expresar esta situación en términos de minoría de edad cuando él, en septiembre de 1939, ya dispuesto a emigrar a los Estados Unidos, realizó el diagnóstico de que los alemanes eran un pueblo que idolatraba la falta de formación y la barbarie".Esta idolatría, no obstante, no era más que una forma de desvío del deseo de reconocimiento. Todo aquel que desde la distancia histórica pretenda comprender el efecto producido por Hitler tiene que renunciar al intento de investigar al dictador como una figura dotada de una personalidad demoníaca.
La específica adecuación del papel desempeñado por Hitler en el psicodrama alemán no estriba en sus extraordinarias aptitudes o en su reconocido carisma, sino, antes bien, en su incomprensible y evidente vulgaridad, por no hablar de su consecuente disposición a vociferar sin rebozo alguno delante de grandes multitudes. Hitler parecía llevar de nuevo a los suyos a una época en la que gritar todavía servía para algo. Desde este punto de vista, fue el artista de la acción más exitoso del siglo,un exitoso artista de la acción y de la puesta en escena de masivas liturgias hipnóticas.
Peter Sloterdijk describe el desenfreno y la violencia política a flor de piel en la luna de miel entre el idealismo y la brutalidad. Hannah Arendt pone el final: un salto mortal al primitivismo. Individuos impotentes y desorganizados que se dejan dominar y alcanzan un desamparo organizado: esos son los que perciben a la figura humana bajo el sello de la insignificancia cósmica, como lo señalara Niklas Luhmann.
Es en este plano horizontal de resonancia ya apuntado donde se asienta la continuidad funcional existente entre el culto al líder de las masas encaminadas a la descarga durante la primera mitad de nuestro siglo y el culto al estrellato de las masas ansiosas de entretenimiento que surge en su segunda mitad. El misterio que envuelve tanto al antiguo líder como a las estrellas de nuestra actualidad reside precisamente en el hecho de ser tan similares entre sí ante sus embotados admiradores, tanto que alguien involucrado apenas podría llegar a barruntarlo. Aunque también los mismos eminentes intelectuales alemanes llegaran a participar en este salto mortal al primitivismo" esta situación en absoluta desacredita la mencionada conexión; pone de manifiesto, más bien, la superficie de contacto que permitió la "alianza entre vulgo y elite".Es en este terreno donde, según el diagnóstico de Ana Arendt, la impotencia desorganizada de innumerables individuos se trueca en el "desamparo organizado" de una mayoría que se deja dominar tanto por los movimientos totalitarios como por los medios de entretenimiento totales.
En lo que concierne a las aptitudes de Hitler, el diagnóstico es claro. Mientras cumplió sus labores como Fí¼hrer, no actuó en absoluto como la ensalzada contrafigura de una masa guiada por él mismo, sino como su delegado y catalizador. En todo momento adoptó el mandato imperativo de la vulgaridad. No alcanzó el poder gracias a algún tipo de aptitudes excepcionales, sino merced a su inequívoca grosería y a su manifiesta trivialidad. Si algo había de especial en él, residía tan solo en el hecho de que parecía haber inventado su vulgaridad en todo su ser, como si fuera el primero en reconocer en esa misma vulgaridad una meta que podía ser perseguida hasta sus últimas consecuencias. La autoconciencia de Hitler de ser la encarnación de un destino se adecuaba en este sentido a su papel de instrumento histórico. En él, el narcisismo vulgar fue capaz de entrar en escena. Para muchos, en él, y a través suyo, el sueño de una gran eclosión, libre de esfuerzos, podía cobrar visos de realidad.Dado que él estaba en condiciones de anular las ilusas infamias de los grupos más diferentes, pudo actuar desde diferentes lugares como una suerte de imán. Sólo como médium polivulgar fue capaz de crear el denominador común de sus partículas afines a su adhesión. El hermano Hitler tendió su mano a todos los que querían consumar su destino por su cuenta. Quien estaba dispuesto a eliminar toda percepción de la realidad para así poder fantasear mejor acerca de un salvador –incluso acerca de ese "redentor cultural"anunciado por los georgianos-, podía esta máscara comprometerse con todo lo que quisiera. Sin embargo, aun cuando las masas no fueran capaces de reconocer por sí misma que tenían ante sí a una marioneta perversa, un niño mimado, coprófilo e impotente de tendencias suicidas explícitas, fueron los rasgos histéricos, megalómano-populistas e histriónicos de su carácter los que se evidenciaron desde el comienzo de manera más notoria e inmediata. De ahí que todavía hoy digan más de su figura los documentos gráficos que las miles de biografías al uso. Entonces se le ve siempre posando para las ilusiones de la masa: pero allí donde cae la pose, sólo queda el hueco del colérico médium falto de carácter. Hitler, el recolector de ilusiones y el político hipnótico, no era en absoluto un hombre de excesivo talento, como tampoco era en ningún aspecto una personalidad creativa. Para que tuviera éxito, sólo bastaba que fuera capaz de ser un receptor -catalizador- popular.
Reflexionando sobre la adhesión que recibió Hitler en el marco de la sociedad de masas no pretendemos indagar si hubo o no una amplia mayoría que siguió la política antisemita de Hitler, sino considerar como llegó al poder, esto es por la vía democrática; que tuvo seguidores fanatizados y seguidores que sólo fueron parte semi-inconsciente de la máquina genocida, esto es en su carácter de masa; que así como tuvo adeptos tuvo también adversarios, quienes a pesar que trataron, no lograron destronar rápidamente esa política por no contar con aquella hegemonía masiva con la que sí contaba el régimen.
Una figura histórica que haya provocado tanto daño debe ser estudiada en profundidad. Aunque hay una marea de libros y monografías en torno a Hitler muy pocos son los que han analizado la zona oscura, las raíces del mal. La historiografía oficial utiliza la técnica del avestruz. Aquello que escapa a su comprensión lo rechaza como imposible. Aunque tal rechazo implique aceptar que al final la Guerra Mundial se debió a la mala suerte de que llegase un loco al poder de Alemania. Esta actitud es un insulto a la inteligencia. ¿Quién fue realmente Hitler? ¿Cómo explicar que uno de los pueblos más cultos de la época se dejara embaucar por un loco? ¿Cómo pudo un tipo con un bigotillo ridículo pasar de vagabundo a intentar, y casi conseguir, la conquista del mundo? ¿Qué eran esos símbolos extraños de que se rodeaba?
Resulta al menos curioso que el país más culto de Europa tras la derrota y humillación de 1918 volvió su mirada hacia un pasado mítico y legendario de grandeza donde encontrar consuelo. El paganismo que no había desaparecido por completo de Europa regresaba de la mano de los círculos iniciados y ocultistas. Thor, Wotan y otros dioses extraños regresaban a sus dominios precristianos.
El nazismo hunde sus raíces en el río ocultista que recorre Europa desde el siglo XVIII. Organizaciones secretas como la Deutscher Bund, la Tugembud, los Iluminados de Baviera o Thule, fueron sin lugar a dudas materia de inspiración para el nazismo. Debemos recordar aquellas palabras de Hitler cuando afirmaba que «aquel que vea en el nazismo un movimiento político, es que no ha entendido nada». La gran fuerza del nazismo se encuentra en ser fundamentalmente un movimiento espiritual e irracional, donde prima la intuición sobre la razón, la acción sobre la contemplación. La fuerza del mito cobra en el nazismo un protagonismo absoluto.
En la actualidad junto a la irrupción de neonazis que exhiben viejas insignias, nueva extrema derecha recorre Europa que ha entendido que su supervivencia exige un "lavado" de imagen: viste informalmente y niega ser racista -al tiempo que niega el holocausto- y declara un compromiso con la democracia. Por lo tanto, recordar el pasado puede lograr que ese odio se reprima y no se convierta en fuerza hegemónica bajo un disfraz o sensorium nuevo.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca.
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, Profesor de Antropología Filosófica y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello, UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.
Bibliografía
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Adolfo Vásquez Rocca, "El artista como dictador social y el político como escenógrafo" en Psikeba Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales © 2006, Buenos Aires, http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRartista.htm
Rí¼diger, Safranski, Un Maestro de Alemania; Martin Heidegger y su tiempo, Ed. Tusquets, Barcelona, 1997.
1 Según Deleuze y Guattari el romanticismo alemán exonera al héroe-individuo de servir al pueblo y a las masas mediante el resguardo de la soledad, pero también se nos dice que "el fascismo utilizó mucho menos a Verdi que el nazismo a Wagner" (Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia 1980, p.345). Lo sonoro (oído) prima sobre lo visual (vista) en materia de desterritorialización habiendo un "fascismo potencial de la música" (Deluze Op.cit. p.351): "í‰xtasis o hipnosis. No se mueve a un pueblo con colores. Las banderas nada pueden sin las trompetas" (Ibid) de ahí que la cineasta nazi Leni Riefenstahl emplease ambas en su película El triunfo de la voluntad (1935). Se distingue aquí entre pueblo y masa, pero para nuestra sorpresa el nazismo y la música de Wagner son clasificados como fenómenos ligados al pueblo (y ciertamente estaban ligados a la mistificación del pueblo ario) y no como un fenómeno de masas. Pero en la obra de Riefenstahl lo que se percibe es un fascismo potencial del cine puesto en obra, un cine dispuesto para configurar la masa fascista en los términos en que había sido descrita por Freud en su Psicología de las masas y análisis del yo (1923), como un ser colectivo producido mediante la identificación, el enamoramiento y la hipnosis con relación a un Fí¼hrer, líder y salvador. Yo distingo pueblo y masa de otra manera, pues para mí el pueblo en el buen sentido de la palabra, (no el ario ni el elegido), son las 110 millones de personas que se manifestaron consciente y simultáneamente en 60 países contra la guerra en Irak (febrero de 2003), mientras que las masas son los millones de borregos que pueblan en manadas los grandes centros comerciales.
2 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Peter Sloterdijk; El detonante iconográfico y operístico de la política de masas" en La lámpara de Diógenes: Revista semestral de Filosofía, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, ISSN 1870-4662, Vol. 7, Nº. 12-13, 2006, pags. 169-182
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2213543&orden=101460&info=link
3 SAFRANSKI, Rí¼diger, Un Maestro de Alemania; Martin Heidegger y su tiempo, Ed. Tusquets, Barcelona, 1997.
La política como arte;
La política como arte; 'belleza' convulsiva y proyecto nacionalsocialista Por Adolfo Vásquez Rocca
Artículos relacionados del Autor:
- Vásquez Rocca, Adolfo, "Heidegger y Sloterdijk: La política como plástica del ser, nacionalsocialismo privado y crítica del imaginario filoagrario" En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas - Universidad Complutense de Madrid, Nº 21 | Enero-Junio.2009 (I) pp. 381-393. http://www.ucm.es/info/nomadas/21/avrocca.pdf
- Vásquez Rocca, Adolfo, "Arquitectura, Diseño y Filosofia en Heidegger; Construir, Habitar, Pensar", En Arqchile.cl ©, Portal Latinoamericano de Arquitectura, ISSN 0718-431X, Concepción , mayo 2008.
http://www.arqchile.cl/arquitectura_heidegger.htm
El artista como dictador social y el político como escenofrafo
http://ulpilex.es/Vitruvius/arte/el-artista-como-dictador-social-y-el-politico-como-escenografo/
- Vásquez Rocca, Adolfo, "Sloterdijk y Canetti; El detonante iconográfico y operístico de la política de masas", en NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, | Nº 15 | Enero-Junio 2007, pp. 201-214
http://www.ucm.es/info/nomadas/15/avrocca_detonanteiconografico.pdf
. Vásquez Rocca, Adolfo, "La crisis de las Vanguardias artísticas y el debate Modernidad-Postmodernidad"
En Revista Arte, Individuo y Sociedad. Revista Científica de la Facultad de Bellas Artes, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID – Año 2005 – vol. 17.ISSN 1131-5598 pp.133 - 154
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/bba/11315598/articulos/ARIS0505110135A.PDF
-Edición ampliada y prologada, reproducida en Suma Nº 2, de 2005. Revista Científica de Estudios Histórico-artísticos,
http://www.sumagestion.com/revista/2/vanguardias_artisticas/index.htm
y En Revista Ábaco, Revista de Cultura y Ciencias Sociales, 2005, Número doble 44-45, Editada por CICEES, GIJÓN (ASTURIAS), Asociada a ARCE y FIRC (Federación Internacional de Revistas Culturales) pp.141-153.
HEIDEGGER, NIETZSCHE Y EL NACIONALSOCIALISMO: LA POLÍTICA COMO ARTE | Adolfo Vásquez Rocca
Heidegger, Nietzsche y el Nacionalsocialismo
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Introducción
Nietzsche y Heidegger: El Nacionalsocialismo
1.- La subida de Hitler al poder.
Hubo manifestaciones sobrecogedoras del nuevo sentimiento de comunidad, juramentos de masas bajo bóvedas iluminadas, hogueras de regocijo en las montañas, discursos del Führer en la radio; y la gente se congregaba con vestido de fiesta en las plazas públicas para escucharlos, así como en el aula de la universidad y en las cervecerías. En honor de la toma de poder se ofrecieron cánticos corales en las iglesias. El superintendente general Otto Dibelius, el 21 de marzo de 1933, el “día de Potsdam”, dijo en la iglesia de San Nicolás: “Por el norte y el sur, por el este y el oeste sopla una nueva voluntad de Estado alemán, hablando en términos de Treitschke, la añoranza de no renunciar por más tiempo a “una de las sensaciones más elevadas en la vida de un hombre, a saber, la mirada al propio estado”. Sebastián Haffner, testigo directo, dice que es difícil reproducir el sentimiento de aquellas semanas. Este sentimiento constituyó la auténtica base del poder para el venidero Estado del Führer, “Fue -ni podemos decirlo de otra manera- un sentimiento muy difundido de redención y liberación de la democracia.” Ese sentimiento de alivio por el final de la democracia no se reducía a los enemigos de la república. Ni siquiera la mayoría de sus defensores veían ya en ella la capacidad de superar la crisis. Era como si se hubiera disipado un hechizo paralizante. Parecía anunciarse algo realmente nuevo: un dominio del pueblo con un caudillo y sin partidos, un Partido del que se esperaba que por dentro unificara de nuevo a Alemania y hacia fuera la hiciera consciente de sí misma. Incluso en los observadores más distanciados de los hechos se despertó la idea de que Alemania había vuelto a sí misma, a su propia casa. El “Discurso de la paz” de Hitler, el 17 de mayo de 1933, donde declaraba que “el amor y la fidelidad sin límites al propio pueblo” incluyen el “respeto” a los derechos nacionales de otros pueblos, tuvo su repercusión. El Times escribió: Hitler ha “hablado efectivamente en favor de una Alemania unida”.
En este discurso del 17 de mayo de 1933 fue una obra maestra de propaganda engañosa, que conmovió al pueblo alemán profundamente. Lo unificó tras su jefe, junto con causar una impresión favorable y profunda en el mundo exterior. El presidente Roosevelt había pedido el desarme y Hitler lo había aceptado. Decía que Alemania no quería guerra y no tenía la menor intención de germanizar a otros pueblos. El mundo estaba encantado, Hitler hablaba con mesura y claridad. Pedía un trato igual a otras naciones. El 14 de octubre a Alemania se le niega la igualdad de derechos por parte de otras potencias. Como consecuencia, se retira de la Conferencia de Desarme y de la Sociedad de las Naciones.
Hitler disolvió el Reichstag y anunció que sometería a plebiscito la retirada de Alemania de Conferencia de Ginebra. Desde ese momento el país intentaría rearmarse en franco desafío a cualquier tratado de desarme y al de Versalles. Se estaban produciendo violaciones al acuerdo. Las naciones aliadas no adivinaron lo que se estaba construyendo en Alemania. El 95% del pueblo aprobó la retirada. El 26 de enero de 1934 se anunció la firma de un pacto de no agresión, por 10 años, entre Alemania y Polonia. En un año en el poder de Hitler había terminado con la República de Weimar; había logrado la dictadura personal; destruido los partidos políticos, menos el nazi; borrado los gobiernos estatales y sus parlamentos; había unificado el Reich; destruido sindicatos; suprimido asociaciones democráticas; expulsado a judíos de la vida pública y profesional; abolido la libertad de palabra y de prensa y anulado la independencia de tribunales la política. Además, la economía y la cultura estaban bajo reglas nazis. Las SA contaban con 2 millones de hombres. Roehm quería que fueran la base del ejército. Hitler no quizo ofender a la oficialidad y rehusó la idea. Altos oficiales aceptaron a Hitler como sucesor de Hindenburg, que estaba a punto de morir, a cambio de que él calmara las ambiciones de Roehm y de reducir a la SA. El trato sellaba la dictadura verdaderamente suprema.
Adolf Hitler en Weimar se hizo fotografiar frente al busto de Nietzsche. Richard Oehler, primo de Nietzsche y colaborador de Elisabeth Foerster en el Archivo, hizo reproducir la fotografía en el frontispicio de su libro Nietzsche y el porvenir de Alemania. En esta obra intentó mostrar el acuerdo profundo entre la enseñanza de Nietzsche y de Mein Kampf [Mi lucha]. Reconoce, es cierto, la existencia de pasajes de Nietzsche que no serían hostiles a los judíos, pero concluye:
Lo que más nos importa es esta advertencia: “¡Ni un judío más! ¡Cerrémoles nuestras puertas, sobre todo hacia el este! (...) Alemania tiene ya su buen número de judíos, el estómago y la sangre alemanes deberán padecer largo tiempo antes de haber asimilado esa dosis de ‘lo judío’; no tenemos la digestión tan activa como los italianos, los franceses, los ingleses, que pasaron por el trance de manera mucho más expeditiva”. Obsérvese que esto es expresión de un sentimiento más general que exige que se lo escuche y que se actúe en consecuencia. “¡Ni un judío más! ¡Cerrémoles nuestras puertas, sobre todo hacia el este (incluida Austria)!”. He aquí lo que reclama el instinto de un pueblo cuyo carácter es todavía tan débil y tan poco marcado que corre el riesgo de ser abolido por la mezcla con una raza más enérgica.
2.- La apropiación de Nietzsche por parte de ideólogos del nacionalsocialismo
No se puede dejar de considerar los intentos de apropiación de Nietzsche por parte de ideólogos del nacionalsocialismo como Alfred Baeumler. Semejante apropiación no dejaba de discutirse precisamente entre los ideólogos fuertes del nazismo. Ernst Krieck, por ejemplo, previene sarcásticamente frente a una adaptación de Nietzsche: “En resumen, Nietzsche era enemigo del socialismo, y lo era también del nacionalismo y del pensamiento racial. Si se prescinde de estas tres direcciones intelectuales, quizás habría podido salir de él un nazi destacado”.
Nietzsche quería derribar la metafísica tradicional partiendo de una frase profundamente metafísica, que según la formulación de Schelling dice así: “Querer es ser original”. Nietzsche no entiende la voluntad como aquella tradición que llega hasta Schopenhauer. Para él la voluntad no es deseo, impulso indistinto, sino un “poder mandar”, una fuerza para hacer que crezca el ser. “Querer en general es lo mismo que querer ser más fuerte, querer crecer.”
Respecto de la adhesión de Heidegger al nacionalsocialismo, y para no incurrir en simplificaciones banales, baste recordar las palabras de la "Introducción a la metafísica", basada en una lección que dictara el año 35 en la Universidad de Friburgo, y que se publicara el año 53, donde contrasta la "verdad y grandeza" del movimiento nacionalsocialista con la miseria de su aparición histórica: "Lo que hoy se ofrece por todas partes como filosofía del nacionalsocialismo -pero que no tiene absolutamente nada que ver con la interior verdad y grandeza de este movimiento (a saber, el contacto entre la técnica planetariamente determinada y el hombre moderno)- hace su pesca en esas turbias aguas de 'valores' y 'totalidades'". Ello nos hace ver que Heidegger se adhirió a una suerte de "nacionalsocialismo privado", de acuerdo al cual, y como dice ese mismo texto, él estaba convencido de que a Alemania le correspondía la misión de superar el "oscurecimiento mundial", suscitado principalmente por el dominio de las grandes potencias, Estados Unidos y Rusia, que, metafísicamente consideradas, son lo mismo: el imperio raso de la técnica que aplana y uniformiza todo lo humano. Estas potencias equivalen a: "... la misma furia desesperada de la técnica desencadenada y de la organización abstracta del hombre normal. Cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando un suceso cualquiera sea rápidamente accesible en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera; cuando se puedan 'experimentar', simultáneamente, el atentado a un rey, en Francia, y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo sólo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad, mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico, haya desaparecido de la existencia de todos los pueblos; cuando el boxeador rija como el gran hombre de una nación; cuando en número de millones triunfen las masas reunidas en asambleas populares, entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre, como fantasmas, las preguntas: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y después qué?".
Heidegger por Adolfo Vásquez Rocca - Heidegger Ser y Tiempo
A mi juicio, únicamente dentro de este contexto global del oscurecimiento mundial que detecta Heidegger en su época, y que de distinta forma detectaron también mentes brillantes como las del filósofo e íntimo amigo de Heidegger, Karl Jaspers, como también Ortega y Gasset, Oswald Spengler, y otros por aquellos años, corresponde entender las palabras que cita Farías de la Conferencia en Bremen del año 45: "La fabricación de cadáveres en las cámaras de gas y la transformación de la agricultura en industria alimenticia son en esencia lo mismo". Ello sólo puede ser entendido en el contexto del pensamiento heideggeriano sobre la técnica, que acaba por suscitar que las cosas se muestren bajo su dominio nada más que como algo dispuesto, listo para ser utilizado, aprovechado y consumado. Como dice en la carta sobre el "humanismo", no sólo las cosas se presentan al modo de la mera disposición, sino también el propio hombre que aparece entonces como "material humano". Y esto tiene hoy no solamente validez en función de que al ser humano se lo ve normalmente nada más que como especialista, funcionario o empleado, sino que hasta la posibilidad de la manipulación genética como de la clonación humana apuntan de modo impresionante en la misma dirección. Es cierto que la cita de la Conferencia de Bremen suena a algo tremendo, pero ello dista mucho de insinuar, cierta "inhumanidad" (y agregaría hasta "monstruosidad" de Heidegger).
3.- Heidegger menciona motivos racionales. Pero no menciona su entusiasmo revolucionario.
Lo que sucedió con la conquista del poder por parte de los nacionalsocialistas significaba para Heidegger una revolución; era mucho más que política, era un nuevo acto de la historia del ser, un cambio de época.
Pasemos ahora a Heidegger. Este sigue a Nietzsche en la crítica del idealismo, y también en el “permaneced fieles a la tierra”. Pero precisamente en este punto critica a Nietzsche y le echa en la cara que su filosofía de la voluntad de poder no ha permanecido fiel a la tierra. Para Heidegger “permanecer fiel a la tierra” significa: no perder el ser a través de la implicación en el ente. Nietzsche, dice Heidegger, partiendo del principio de la voluntad de poder, lo introduce todo en el círculo del hombre que valora. El ser, con el que tiene que habérselas el hombre y que él mismo es, se considera enteramente como un “valor”. El ser se disuelve falsamente en el hecho de que en cada caso tiene “valor” para el hombre. Nietzsche quería animar al hombre para sí mismo, erigirlo. Heidegger dice: de ahí no ha surgido solamente un erigirse, sino además una rebelión; una rebelión de las técnicas y de las masas, que ahora a través del dominio técnico se convierten completamente en lo que Nietzsche llamó los “últimos hombres”, los cuales, “parpadeando”, se establecen en sus moradas y en su pequeña felicidad, y con suma brutalidad se defienden contra toda merma de su seguridad y sus estados de posesión. “El hombre se entrega a la rebelión”, dice también Heidegger mirando al presente de Alemania; “el mundo se convierte en objeto... La tierra misma sólo puede mostrarse como el objeto del ataque... La naturaleza aparece por doquier... como el objeto de la técnica”. Según Heidegger, todo está delineado ya en Nietzsche.
Dr. ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA
Adolfo Vásquez Rocca
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Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de 'Konvergencias', Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil y del Cuerpo Editorial de Sophia –Revista de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador– . Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Consultor Académico Carrera de Filosofía y Teología, Universidad Cristiana de Chile UCCH – Profesor visitante Florida Christian University USA y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
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