Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757

 

 

ESTO NO ES FICCIÓN

Episodio CATORCE

¡CON HABILIDAD Y PICARDÍA!

 

 “…Any team can beat any other team on any given sunday…”

Pat Toomay                                        .

NFL Player [1970-1979]                             .

 

Por José Agustín Orozco Messa

 

By Copyright©José Agustín Orozco Messa.

                 All rights reserved.

 

 

          Ya se veía venir, por la sencilla razón de que exactamente lo mismo pasa cada cuatro años. Parafraseando al bueno de Gabo: era la crónica de una muerte anunciada. Así y todo, se encontraban reunidos, para ver las olimpiadas y, de paso, para olvidarse de la rutina diaria con una maratónica transmisión televisiva de alrededor de veintiún días de deportes en todas partes: Ricardo Naranjo, llamado por sus amigos, Richard y Fortunato Barradas ambos alumnos de la facultad de artes plásticas y/o visuales. Bernal Almazán Merino, representando a la facultad de teatro y Aristeo Cano Mina, por el glorioso conservatorio universitario.

DIA UNO

         Antes de arrancar con la inauguración, empezaron los partidos de futbol soccer donde los compatriotas, coloquialmente llamados “paisas” por ser apócope de la palabra: paisano. [Aunque, también se puede utilizar de manera peyorativa para referirse a un compatriota que es provinciano y está de visita en alguna gran ciudad, es decir, es un paisa (sic): alguien que desconoce el lugar y por lo tanto, está fuera de su posición real y en riesgo de cometer errores]. Iban a defender su título ganado cuatro años atrás. Los locutores empezaron con mucha enjundia, su narración…

― Hoy vamos ver un gran encuentro. Aunque estamos ubicados en un grupo difícil porque tenemos equipos muy fuertes con nosotros compitiendo por pasar a la siguiente ronda. Sin embargo, los compatriotas tienen muchas posibilidades…

            Finalmente, el partido termina con una exhibición medio regular con empate. Los locutores, acotan:

― Fue un partido muy bueno. Donde los compatriotas salieron a morir en la cancha y consiguieron lograr el empate. Ahora hay que esperar a ver lo que consiguen los otros dos equipos que están en nuestro grupo y al resultado del siguiente encuentro…

DIA CUATRO

            Otra vez están reunidos frente al televisor, en la casa del papá de Ricardo Naranjo: Richard, el anfitrión; Fortunato Barradas; Bernal Almazán Merino y Aristeo Cano Mina. Está por empezar el segundo partido donde los compatriotas tienen que ganar, casi obligadamente, su partido si quieren seguir vivos en las competencias.

— ¿Será que ganen los paisas? —Inquiere Fortunato al tiempo que destapa su cerveza, cortesía del anfitrión y pide los cacahuates enchilados.

— ¡Qué madres van a ganar! —Contesta Aristeo Cano Mina al tiempo que pasa el solicitado plato con la botana—. ¿No me digas que tú eres igual que toda la manada de borregos que se creen lo que dicen los comentarista de televisión?

            Un tanto ofendido y sonrojado, quizá porque sí se cree las mentiras que dicen en la televisión, Fortunato trata de disimular tomando los cacahuates y refutando.

— Bueno, ¡claro que no! Yo, solamente, trato de ser positivo…

            El partido empezó y en los primeros minutos les hicieron un gol en contra a los compatriotas futbolistas…

— ¡Noooo! —Gritó, Fortunato.

— ¡Siiiiiii!!!!! —Corearon en respuesta, Richard y Aristeo.

            El comentarista, desesperado, explica:

— ¡Grave error cometido por el portero nacional! No sabemos qué estaba pensando… Debe ser el nerviosismo del momento pero no hay que desesperarse… Estamos empezando el partido y todavía quedan casi noventa minutos.

            Pues pasaron cuarenta y cinco de esos noventa minutos y el equipo nacional se quedó en cero todo ese tiempo. Los cronistas deportivos manifiestan su molestia, aunque eso sí, de una manera muy disimulada.

— El equipo nacional no se ve en buena forma… Están apresurando las jugadas y no controlan el balón como debería de ser.

            Empezó la segunda mitad y como en el minuto sesenta y cinco cayó el gol del empate, el cronista televisivo y Fortunato gritan al unísono:

— ¡Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool! 

            Hacen una pausa para tomar aire y agregan:

— ¡De Méxicoooooooooo!

            Como buenos mexicanos, orgullosos de la camiseta sudada, hasta Richard y todos, festejaron con otras cervezas y más botana la anotación del empate. Por ahí del minuto setenta y dos cayó el segundo gol para poner ganador al equipo del águila comiéndose una triste serpiente arribita de su nopal:

— ¡Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool!

            En esta ocasión, todos corearon desde el principio, junto al locutor televisivo, la valiosa anotación, rematando con un…

— ¡De Méxicooooooooooooooooo!

            Ahora los comentaristas y, muy probablemente, todo el país entero: festejaban el segundo gol. Con el tercer gol, nuevamente todos gritaron. Ya en el cuarto gol, nada más gritó el locutor televisivo. Para cuando cayó el quinto gol, ya todo el país daba por un hecho que la medalla de oro era para nosotros…

DÍA SEIS

            Desde temprana hora, del sexto día de competencias, todo el país estaba atento a las pantallas de televisión. De pilón, como en este país cualquier pretexto es bueno para no trabajar, pues ese día podías cruzar la calle sin peligro de que te atropellaran porque todos estaban en su casa viendo la televisión. Para no ser menos, digamos que: para ser pueblo, también nuestros esforzados héroes estaban de gorrones en la casa de Richard, listos para el siguiente partido. El comentarista televisivo decía:

— Este debe ser un partido de compromiso. Los muchachos van a ganar con facilidad y habrá que esperar quien es el otro equipo que pasa con nosotros, de nuestro grupo, a la siguiente ronda…

            Desde que empezó el partido, se vio que los jugadores estaban mal. Pero, cuando les aplicaron el primer gol en contra: nadie, con excepción del comentarista televisivo, coreó el grito de “goooool”… Aunque fue así, con apenas unas cinco “o” y ya.

— ¡No chingues! —Exclamó Fortunato, casi tirando los chicharrones enchilados del plato botanero—. Ya nos cargó el payaso…

            Como si el cronista le hubiese escuchado, comentó:

— Todavía hay tiempo…

            Por allí del minuto treinta y tres, se empató el partido. Nuevamente, todo el país gritó el suceso:

— ¡Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool, de Méxicooooooooo!

            Con varios sustos, se terminaron los primeros cuarenta y cinco minutos. Se respiraba tensión en el ambiente. Más que una cómoda sala de hogar, parecía que se encontraban en una sala de espera de hospital; nerviosos por los resultados de una complicadísima operación a corazón abierto. Como siempre, no faltaron los comentaristas televisivos que empezaron a decir que “los muchachos no están jugando bien”; “se nota que no están bien preparados”; “se perdieron muchas oportunidades de meter gol, ¡no solo en este primer tiempo!, sino en los otros dos partidos”, etc., etc., etc.

            Arrancó el segundo tiempo. Y… En el fatídico minuto sesenta… ¡Casi nos meten otro gol!...

— ¡Carajo! —Gritó Fortunato—. ¡Jueguen bien, carajo!

            En el minuto sesenta y nueve, nos rozó otra bala perdida…

— ¡Chingaaaa! —Fortunato—. ¡Tenemos que ganar! ¡Tenemos que ganar!

            Como si los dioses deportivos le hubiesen escuchados sus ruegos: en el minuto setenta y cinco, el equipo tricolor empató los dígitos del marcador. Los cuatro amigos y futuros artistas nacionales brincaron de gusto abrazados tirando un par de muebles de la sala. Como bien decía William Burroughs al hablar de la psicología de las masas, la individualidad se pierde y se adopta la colectiva: se es uno solo con la turbamulta; la mente ya no es propia sino es una mente colectiva. Ahora, todos somos el equipo y festejamos como si nosotros mismos hubiésemos metido el gol de cabecita…

            Los comentarios de los cronistas televisivos hacen mención a que: “un empate no nos sirve”; “debimos ser más contundentes en el primer partido”… Eso y más decían en la tele, cuando… La “malora” nos alcanzó y cae el fatídico segundo gol de los contrarios…

— Noooooooooo —Grita Fortunato.

— ¡Pues siiiiiiiiiiiiiii! —Responden sus amigos.

            Como cucarachas espantadas, todos en la televisión se mueven sin ton ni son tratando de volver a emparejar los marcadores. Como en una pesadilla, los minutos se alargan y no cae el anhelado gol… Por el contrario, nos vuelven a rozar otro par de balas perdidas que casi nos aniquilan. Pero el tiempo está en nuestra contra y como a la Cenicienta, se nos acaba: llega el final y nuestra carroza se transforma en pura calabaza…

— ¡Chinga! —Fortunato—. ¡Nos dejaron fuera de la jugada!

DÍA NUEVE

            Como si una maldición hubiese caído sobre las huestes nacionales, algo así como si se tratara de una especie de insecticida, todos los deportistas nacionales comenzaron a caer como moscas en las primeras rondas. Deporte donde salían, deporte donde los eliminaban a la primera oportunidad. Los comentaristas televisivos variaban mucho sus discursos:

— Lamentablemente, nuestro compatriota en tenis de mesa perdió sus partidos de manera seguidita…

— Bueno, hay que considerar, que se enfrentó con los mejores del mundo…

            Richard, Fortunato, Bernal y Aristeo se miraron unos a otros al escuchar este comentario. Entonces Richard dijo:

— ¡Vaya estupidez! Pues ¿qué esperaban? ¿Qué se midiera contra los peores del mundo?

            En otros deportes, no los eliminaban a la primera… Aunque, se trataban de pruebas en las que no había eliminatorias, es decir, se realizaban en una sola exhibición como el pago de los cheques. Entonces, llegaban entre los cuartos, quintos o décimos. Los comentaristas televisivos variaban mucho sus discursos:

— Lamentablemente, nuestro compatriota llegó en quinto lugar…

— Bueno, hay que considerar, que se enfrentó con los mejores del mundo…

— Claro, ¡claro! Llegar en un quinto lugar es haber logrado los objetivos planeados…

            Richard, Fortunato, Bernal y Aristeo se miraron unos a otros al escuchar este comentario. Entonces Aristeo dijo:

— ¿Oyeron eso? Solamente en este país se participa para no ganar.

DÍA ONCE

            Con altibajos y a trompicones, ahí iban los participantes del boxeo. Sin embargo, para no ser la excepción, conforme pasaban los días, también iban siendo eliminados uno por uno como pétalos de una flor. Los comentaristas televisivos variaban mucho sus discursos:

— Lamentablemente, nuestros compatriotas han tenido mala suerte en sus peleas. Este día, hemos perdido a otro de nuestros peleadores…

— Bueno, hay que considerar, que se enfrentó con uno de los mejores del mundo. Su contrincante estaba “ranqueado” (sic)…

           [Expresión muy de locutor televisivo para referirse por clasificado; denota, a juicio de quien la dice, que domina ampliamente el idioma de Shakespeare].

            …”ranqueado” entre los veinte primeros.

— Claro, ¡claro! Además, ¡yo no sé qué pelea estaban viendo los jueces!, porque a nuestro compatriota le castigaron con las puntuaciones y, lamentablemente, le tocó perder…

            Richard, Fortunato, Bernal y Aristeo se miraron unos a otros al escuchar este comentario. Entonces Fortunato dijo:

— ¡Hey! Nos están castigando, si…

DÍA TRECE

            A partir del día trece, las cosas se empezaron a poner muy feas. Porque se nos estaban acabando los días de competencia y el país entero seguía en ceros en el medallero. Ya parecía grabación que todas las noches, se esperaban hasta que fueran altas horas de la madrugada para poner, ¡así muy de rapidito y sin entrar en grandes detalles!, el medallero en los resúmenes televisivos:

— Así tenemos el medallero olímpico: el país de las barras y las estrellas sigue puntero… Aunque, muy de cerca, están esas dos grandes potencias: China y los recientemente separados de la comunidad europea, intercambiándose el segundo y tercer lugar… Y, ¡lamentablemente!, nuestro país sigue en cero… Pero ¡ya vendrán tiempos mejores!...

            Richard, Fortunato, Bernal y Aristeo se miraron unos a otros al escuchar este comentario. Entonces Bernal dijo:

— Si ya nadie quiere, ¡pásame ese último pedazo de pizza! Y, digo, para que el favor sea completo, también otra cervecita ese Richard…

DÍA CATORCE

            En México no existen los monopolios pero no me estoy refiriendo al jueguito de mesa gringo. Me estoy refiriendo a lo que dice la constitución aunque, en la realidad, estamos plagados de monopolios: en todas partes que se mire están. Entonces, por cuestiones de los monopolios que no existen, resultó que estas olimpiadas se pasaron gratis por la televisión pública. A diferencia de antes, que había que pagar canales deportivos para poder estar todo el día ahí sentado frente al televisor viendo deportes que nunca se exhibían por estas latitudes. Por la misma razón, como en las televisoras públicas no se transmiten comerciales de alimentos chatarras; ni de productos cosméticos; ni demás basura que infesta la televisión comercial. Había que estar soportando, en su lugar, los comerciales publicitarios del propio gobierno… ¡Oh, sí! Porque en este país se gasta algo así como la décima parte del P.I.B. en publicitar las hazañas del gobierno en turno… Sobre todo porque resulta más barato decir mentiras en un comercial que ir a hacer las cosas en la realidad, por ejemplo: decir que se crearon un millón de empleos, claro que nada más en la estadística de papel, que ir a hacerlos en la realidad; donde claramente todos andan metidos en la ilegalidad porque es el único empleo que consiguieron. Así las cosas, en la pantalla de televisión:

            Está un entretenido partido de voleibol femenil de playa, que nuestros héroes de la unidad de artes están viendo con suma atención, cuando es interrumpido, de fea forma, para pasar el siguiente comercial: aparece en cuadro un sujeto que nadie conoce. Vistiendo un traje de marca y dice, mostrando una estadística virtual en todos los sentidos:

— Según esta estadística, nuestro país está dentro de las quince mejores economías del mundo. Lo que significa: mejores empleos y servicios para ti…

            Richard, Fortunato, Bernal y Aristeo se miraron unos a otros al escuchar este comentario. Entonces Fortunato dijo:

— Ja, ja, ja. ¡Sobre todo los empleos! Aquí la mitad de los paisas que habitan están desempleados. Si eso es cierto, ¡imagínate si estuviéramos en los últimos lugares! ¿Cómo estaríamos de jodidos entonces? Si ya ahora estamos mal…

            Destapando otra cerveza y mirando a todos, Richard contestó:

— Bueno, en parte es cierto.

            Todos lo vieron con grandes ojos como si no lo conocieran.

— ¡Cómo que es cierto! —Aristeo—. Si aquí hay que matar a alguien para poder conseguir su empleo…

            Negando con la cabeza después de tomar un trago de la cerveza.

— ¡No, esa parte no! —Richard—. Yo digo lo otro, sobre los servicios… En este país te los cobran más caros que si fuesen de primer mundo. ¡Ni en Inglaterra pagas tantos malditos impuestos…! Peroooo, los servicios que recibes, ¡eso es otra cosa!, son peor de pésimos que si vivieras en Afganistán; el desierto de Gobi; alguna zona devastada por la guerra nuclear o, cuando menos, en alguna zona perdida de las Islas Molucas… Nada sirve pero ya lo pagaste que es lo que le importa a los empresarios y, por extensión, al gobierno.

DÍA DIECISÉIS

            Para el día dieciséis la paranoia era muy grande. En las cámaras legislativas, donde siempre se habla de cosas que no interesan más que a los propios legisladores: se rasgaban las vestiduras, lamentándose, por las pobres exhibiciones de los competidores nacionales en las olimpiadas. Se pedía la cabeza del dirigente del deporte olímpico del país; quien, a su vez, le echaba la culpa al dirigente del deporte nacional. Alegando que aquel interfería en sus sesudas decisiones y por eso no se habían logrado las metas planeadas desde cuatro años atrás. A su vez, el dirigente del deporte nacional, acusó de malversación de dineros públicos a su homólogo por la nada despreciable cantidad de diez millones de dólares. Los cuales, supuestamente, se han invertido en capacitar deportistas y mejorar las instalaciones deportivas…

            Richard, Fortunato, Bernal y Aristeo se miraron unos a otros al enterarse de esta noticia. Entonces Fortunato dijo:

— ¡Yaaa, que sea menos! Si en este país se están cayendo a pedazos las instalaciones deportivas. Ve a correr a la pista, dizque olímpica, que está aquí en la ciudad y… ¡Primero!, hay que llenar una tonelada de requisitos para conseguir que te den una credencial que te permita entrar…

— ¡Uy! Pues tú porque eres buey. —Interrumpiendo, Aristeo—. Porque, con que le des para su chela al poli que ahí vigila la puerta. Puedes pasar libremente y sin tener credencial.

            Frunciendo el ceño, Fortunato continuó:

—  Bueno, pues tú porque eres corrupto, como todos en este país, pero yo sigo los reglamentos. Pero, como decía, luego de un año de requisitos: por fin logras entrar. Y la pista ya tiene un montón de hoyos y hasta los asientos de las gradas se han robado. ¿Cómo te puedes robar un asiento? ¿Lo echas en tu maleta de espalda y sales discretamente?...

— Bueno… —Bernal—. Lo que pasa es que la gente hizo suyo el estadio y decidió llevarse los asientos, o ¿no eran suyos?

DÍA DIECISIETE

            Ante la sequía medallera. La gente empezó a ver hacia deportes que normalmente ni menciona. Sin embargo, en las competencias ecuestres, donde el caballito era de origen alemán y quien lo monta nacionalizada de otro país: ¡tampoco sacamos medalla!...

— ¡Chingaaaaa! —Fortunato—. ¡Hay que hacer algo! Que manden a los luchadores de la Arena México o de la Arena Coliseo…

— Pues será a golpear a los jueces o ¿qué? —Interrogó Richard—. Además, para qué tantos brincos si el suelo está muy parejo. Aquí siempre es así, cada cuatro años, los deportistas se traen una medallita. En otra ocasión, dos medallitas. Si tuvieron mucha suerte y los planetas se alinearon en su favor, pues hasta tres medallitas. ¿O qué? ¿Tú no eres mexicano y no sabes?

— ¡Es la realidad! —Agregó Aristeo—. Además, ni siquiera son todas de oro: ya sabes, los mexicanos somos la raza de bronce; entonces, medallas de bronce…

— No, pues sí. —Reconoció Fortunato—. Pero este año vamos en ceros, ni de bronce nos han caído…

— Es verdad. —Se solidarizó Bernal—. Ya, aunque sea, que nos den unas medallitas de la virgen por haber participado, digo, ¿no?... Por lo menos deberíamos de nacionalizar jugadores extranjeros como están haciendo otros países: así duplicaríamos nuestras posibilidades…

— Eso no se necesita. —Richard—. Aquí tenemos muchos indígenas que están abandonados en la sierra o en la selva, según de dónde sean. Quienes fácilmente se corren la maratón en la mitad del tiempo. O en el salto triple, fácilmente rebasan los veinte metros sin esforzarse. O, si los pones a luchar, te tumban tres veces en un solo minuto… Pero que pasa, pues que están perdidos allí donde viven y ni quien sepa que existen. Por eso siempre vamos a perder y no a ganar. Desde que al barón Pierre de Coubertein, le atribuyen la frase del obispo Ethelbert Talbot, que más o menos dice: “lo importante en las olimpiadas no es ganar sino haber participado”. Pues acá los mexicanos hicimos nuestra la frase y nomás vamos a participar y listo.

— Ja, ja, ja. —Intervino Aristeo—. ¡Qué mediocridad! Deberían aprender de Vince Lombardi, que dijo: “creo firmemente que el mejor momento de cualquier hombre, el mayor cumplimiento de todo lo que él sostiene, es el momento en el que ha trabajado su corazón en una buena causa y se encuentra agotado en el campo de batalla: victorioso”.

            Richard hizo una pausa para beber de su cerveza y continuó.

— El deporte tiene varias similitudes con las artes: ambas son carreras vocacionales, si no tienes vocación entonces no sirves para esto. Sin embargo, en este país, igual que en las artes y deportes, te tienes que pagar todo con tus propias monedas. Las becas se las quedan, los cuates de los directivos, no las personas que realmente las merecen o, por lo menos, las que lo necesitan más. Ahora les están exigiendo a los tiradores de arco o a los de bicicleta que se ganen una medalla. Pero, cuando eran jóvenes y desconocidos, todos se tuvieron que comprar su arco o su bicicleta, ¡que son bien caros!, con sus propias monedas. ¡Y pagar sus propios entrenadores! Ya que empezaron a ganar, entonces, el gobierno se cuelga el mérito de haberlos mandado… Los pobres tipos hacen lo que pueden y si no se ganó nada, es porque ese era su nivel. Si, quizá, en lugar de robarse el dinero, los directivos realmente les hubiesen invertido en buenas preparaciones, tal vez los resultados fuesen mejores.

            Tomando el plato con las botanas, Richard agregó:

— Exactamente pasa lo mismo en las artes. Tú te tienes que pagar todo, nadie te da nada. ¡Mucho menos el gobierno! Ese nada más está para quitarte. O te beca tu papá o te lo robas de haber donde si quieres tener los materiales necesarios para tu arte. Las becas solamente las consigues si eres familiar del jurado o, por lo menos, amigo de uno de ellos. Sin embargo, cuando a base de romperte el lomo, consigues avanzar y destacar. Ah, sí, entonces resulta que todos creyeron siempre en tu talento y, dicen, te respaldaron desde que eras un niño…

            En ese momento, continuó el partido de voleibol femenil playero, entonces Fortunato dijo a Richard:

— Si, bueno, si… Pero mejor tráete otras cervezas que ya empezó otra vez el partido de “voli” ese Richard…

PENÚLTIMO Y ÚLTIMO DÍA

            Afortunadamente, es decir, para los altos directivos del deporte mexicano: continuando una larga y milenaria tradición mexicana que dice que hay que hacer las cosas en el último minuto. No le hace que salgan mal y al fregadazo. Por fin cayeron cinco medallitas, ¡eso sí!, ninguna de oro pero, al fin y al cabo, son de chapita así que no le hace. Como siempre, ahora vendrán largos meses que se prolongaran a años, de sesudos análisis para evaluar los logros y saber el porqué de los paupérrimos resultados. Mientras tanto, todos los directivos continuarán cobrando sus sueldos, para no aumentar el índice de desempleados del país. Que ya de por sí está muy grande. Luego de unos dos años, cuando ya se hayan terminado las evaluaciones, se cambiarán de su cargo: al directivo del deporte nacional se le pasará a dirigir el deporte olímpico y al que estaba en ese puesto se le re-ubicará en la dirección del deporte nacional para dejar todo exactamente igual.

            Porque, como bien sabemos en este país, hay que mover todo para dejarlo exactamente igual. O, como dice el gobierno en turno, hay que dar continuidad [a nuestro mandato] para que podamos continuar avanzando [en nuestros mismos puestos] y las cosas continúen tan bien como hasta ahora [para nuestras familias]. Porque, como siempre, es con resultados que se demuestran las cosas y, las estadísticas [del gobierno] indican, que estamos entre los quince países más ricos; mejor educados; con mejores deportistas y científicos del mundo. Sin embargo, no vean las estadísticas de la ONU o de cualquier otro organismo internacional porque entonces si se le cae el teatro al gobierno.

            Luego de la maratón televisiva. Hubo un resumen deportivo de lo sucedido. Y, uno de los comentaristas deportivos dijo lo siguiente:

— Bueno, bueno. No hay por qué desesperarse, si bien, es cierto, que los atletas extranjeros son más altos y mejor alimentados o, algunas veces, porque no siempre, están mejor entrenados que los nacionales. Nuestros atletas, superan todo eso con habilidad y picardía…

 

 

C'est fini.

 

 

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