Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Waykococo

Por Totoy Zamudio

Waykococo, tercer hijo del Hanuch

 

 

podía cazar una

 

y sobrevivir sin agua,

regulando la grasa de su propio cuerpo

 

 

Con las agallas que tenía bajo las orejas.

 

 

Porque los Yaganes dice una leyenda

Eran hijos de los anfibios de la Atlántida

 

 

Que escaparon sobre los troncos

 

 

Cuando su isla se desmoronaba bajo el océano.

No tengo ni idea si eran anfibios

Pero usaban pieles de nutria y de lobo marino

 

 

y en una de esas fue por eso que les salieron agallas como a los pescados.

Resientes estudios de su ADN

los sitúan entre el delfín y una trucha arcoiris.

 

 

 

Aprendieron a caminar y a organizarse

y miraron al cielo y vieron las estrellas del norte reflejadas en el agua.

 

 

Yeheva dijeron, Yeheva……

Cantaron esas melodías monocordes, invocaciones

.

 

 

Waykococo tenía mal oído y era desafinado, así que no cantaba.

 

 

Recortado de frío, escamoso y frenético.

 

 

Llevaba el pelo recogido en una hermosa trenza de lunares.

 

 

 

Navegaba meses sobre su choza en el agua, sobre balsas.

Y un día las mujeres inventaron unos trajes

 

 

que simulaban esas criaturas míticas que llamaron Kahpik,

y se pintaron todo el cuerpo con ceniza volcánica

y se pusieron barro en la cabeza

y llegaron silenciosamente donde estaban reunidos los hombres

 

 

y gritaron Wiica, Wiica la mas helada de las mañanas.

 

 

cuando se habían congelado hasta las olas del mar.

 

 

Pobre Waykococo nunca más fue lo mismo para el.

Este tributo solo podía pasarse de varón en varón

y de familia en familia para preservar el silencio

y el dialogo entre los hombres de ojos cenicientos

 

 

y agazapados fue que se vistieron como sus dioses,

 

 

 

el yagan mas viejo de todos se estaba muriendo

 

 

y deliraba y lo pusieron en su balsa y prendieron fuego a la madera aceitosa

 

Fue todo un espectáculo grotesco pero sensible.

Dejaba su cuerpo y por fin descansaba el su alma de yagan viejo.

 

Los lobos marinos esperaron pacientemente su turno

para comer un pedazo del hombre. No quedo nada del viejo.

 

 

Nada. El centro de la tierra quedaba muy lejos y no existían las brújulas…

Pero se orientaban formidablemente de noche, igual que los delfines,

quizás eran una tribu de delfines humanoides

que dieron forma al sur con sus manos y piernas robustas.

 

 

 

Escribieron en el mar del sur, de las tres montañas con punta de flecha

 

 

Que un día mientras rugían los volcanes

 

 

y las serpientes acechaban

 

 

y la luna se escondía detrás de los árboles.

 

 

Fueron testigo de las hazañas de ese hombre  corpulento y desproporcionado

 

 

que podía vivir sobre una canoa hecha de hueso de ballena azul,

con el hombre blanco llego el Watauinewa.

 

Curspi malo…. Curspi malo…. Curspi malo….

 

                                                                                                    

 

Fin

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