Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO

¡Oiga! el prócer es como cortito ¿se fija?

 

Por Carlos Osorio

clom99@gmail.com

El héroe no encaja en el molde común de los mortales. -¡Es corto y qué! Allí el héroe no tiene nada que hacer, no le alcanzó nomás, así nació, así murió. -Nunca fue grande pues, ni a la altura de las circunstancias. -Fíjese usted, ni el plinto le ayuda a empinarse sobre la media y, más encima, el artista (no faltan al llamado de la patria) sobredimensionó, pero como al revés, su estatura de líder, sus circunstancias incluso. -Quedó como rebajado lo noto, como que pareciera se redujo su humanidad entera de estadista, hasta el ego se percibe minimizado, más enano, inclusive su autoestima se ve acomplejada. ¡Pobre! -Se le achicó hasta el coraje.

El héroe es un pequeño patrimonio, nos casa con su potestad y apresa nuestras conciencias, el respeto al derecho ajeno no es su lema, él se apropia y hace suya nuestra urgencia y, no hay caso, no sólo contempla lo que fuimos, pese a la dificultad de su porte estadístico, la intensidad de su obra (gruesa) se permite vislumbrar más allá del devenir y, más allá de su escaso horizonte, traduce y prepara lo que la vida nos depara. Su altura de miras pitoniza el momento, porque sépase, su monolito, no sólo lo convierte en mito-mitómano; la falsa clarividencia se le viene de una vez, la perspectiva de ésta lo sobrepasa, no en vano la horda lo acompaña, lo sigue, lo adora y, por sobre todo, le cree.

Y es allí en donde el héroe convoca y el besamanos se multiplica, hasta el besa pies se hace urgente, más aún, no faltan aquellos fanáticos que trepan sobre su humanidad y allí, ni hablar, el solo de trompeta, de corneta, son su miel, porque así es el héroe, proclama lealtades y no traiciona ante el mamón arrebato que sus huestes saborean.

El héroe no ahorra esfuerzos, el sudor es al contado, su petisa objetual humanidad se gasta duro y parejo (como piedra pome), chico pero magnánimo se jacta de ello, no es de los tacaños ¡No! Es un terroncito de piedra que procura no desvanecerse (le cuesta) en aras de su pueblo, de las convicciones más apremiantes que cualquier patria demande y, si no lo demandase, la acusaría con su acuosa y acusete mirada  ante la fiscalía de los héroes por encargo.

El chiquilín héroe se humaniza y si bien no pierde su contextura de acero macizo, nos protege, aunque a veces olvide hacerlo. El héroe une, aparta las diferencias, es su rol más preciado, su insigne estirpe está llamada al convoque, al encuentro de odiosidades, a mediar medianamente en los asuntos donde se pone en juego la estabilidad, incluso la suya, de lo contrario sería desprendido desde su base misma, desde el cisma de su estructura, con la soga o el bombazo del desprecio.

El héroe no se ahorca tan fácilmente, es cordón umbilical que se encarga de darle vida a su enquistado héroe engendrado, a su yo interno que hasta la vida da por la patria que lo hizo a base de unir esfuerzos, esquirlas, llaves, joyas, pulseras, yeso, engrudo y fierro. Y está consciente, un mal paso le arrancaría su vida y su sangre llenita de plomo, correría monolito abajo como si se tratara de un desoye animal o una pasada de cuentas con la guillotina que la historia propone cuando los héroes no dan el ancho.

El héroe es victorias, y se las toma toditas, porque es su coronada figura la que concentra la cristalina algarabía patria, su plinto el que acoge botellas vacías y vasos descechables. Es su hidalguía, que es casi su escudo, la que recibe el derrame de borrachos alegres y entristecidos hijos, a fieles depositarios del vómito que dona el de-porte futbolístico y otras enanas manifestaciones, porque, también, su simbolismo, es el que no colapsa para detener la euforia social, el rugido de los ganadores, el aullido de los triunfos electorales, de las verdades a medias, de las razones pequeñas.

El héroe es depositario de todas las algarabías, pañuelo público de las desamparadas depresiones, allí mismito, en su torre o faro que alumbra (él supone a la humanidad entera) es donde envalentona o suicida la raza, a sus banderas, sus guirnaldas de mortales fiestas y vivos entierros. El héroe se transforma en psiquiatra; en su paso mareado, dopado y trastabillado, es pastilla necesaria para la dicha y la angustia patria.

El héroe es la razón misma. Su idea, que no es mucha, no le escurre (la historia la solidificó junto a su ideario) y a nadie inoportuna, apenas se encumbra, su sólido frontal no deja pasar otras, su oportunista cerrazón evidencia su dureza y no ceja en insistir, con clara visión de mundo, que sería incapaz de una poquita autocrítica o un modesto yo me acuso.  Es allí entonces que, el héroe, pluraliza el gesto y la mueca, acomodando el discurso, amenizando el agrado, que nadie quede fuera y, en su necesidad de urgente aprobación, se hace el serio, indomable, en estado frío, apenas pestañea para el respetable, y son sus ojos, su escénica írica, los que ponen en evidencia absolutamente nada que no sea o tenga que ver con su razón de ya no ser. Esa es su canción, su lírica, su jovial himno. 

El héroe es prístino, no tiene apuro en dejar de ser joven. ¡Qué tanto! Si más de un cirujano ha visto su rostro que no se descompone y cuántos no quisieran ser su transplante, que su hidalgo hígado a todos alcance, que su corazón mozo palpite eterno para todos, sin atrasos ni demoras, que su nariz de adonis, en su busto, sea nuestra fosa para el chato o aguileño bulto que cargamos, que sus orejas hagan oídos sordos y timpen al mundo todas sus secretísimas bondades, que su dorso y cuello inmarcesibles no se arruguen ni flácidos se noten, que su límpida verruga sea tan sólo una señal de atractivo y no de arrugas longevas.

Y el héroe suspira, a veces se angustia por lo que mira, nosotros somos su espejo y hasta el reflejo hay veces que lo engaña. El héroe se parece porque, sobretodo, proyecta su diferencia cuando se aparece. El héroe no perece, se mantiene vivito, arregladito y coleándonos con su eternísima corta edad y mínima estatura de perenne líder, sin marchitar siquiera su yo y sus circunstancias.

 

 

 

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