Un vidente afortunado
Bartolomé vivía debajo del cubano que vendía las pastillas verdes, las violetas,
todos los colores del arcoiris en una sola llamarada.
Tenía las manos grandes como los superdotados.
Frecuentemente su amigo Coreano lo llamaba por teléfono desde el departamento más pequeño del edificio.
Un tío abuelo suyo, por parte de su madre, trabajo en el condominio mas cosmopolita de la ciudad
y construyo sin mucha ayuda solo con cuarenta obreros descalzos, una pequeña metrópolis bárbara.
Si vas por las escaleras, entre los pisos tres y cuatro la gran mancha parda que chorrea
es todo lo que queda de Petersburgo, le decían Petesburgo. Un rebalse de concreto se lo trago
y su cuerpo quedo al medio de la losa de secado instantáneo para siempre.
Sentía a su abuelo en las paredes, demolido por las termitas y los roedores
que su amigo Coreano cazaba todas las noches con hondas de alambre, miras telescópicas y dardos enrojecidos….
Todas las mañanas había mil ratas crucificadas en el patio,
ordenadas, cuadradas en legiones, regiones, rincones.
Varias de ellas decapitadas, empaladas, torturadas con látigos fluorescentes desmaquillados,
puentes de campo medio caídos, troncos pelados de árboles.
Esa noche quemaron cuatro árboles llenos de ardillas diminutas.
Pobre cubano, pobre bonachón insoportable,
restaurante de hemoglobina empaquetada
y culebra y serpiente y un vidente sonriente
y el suegro y la señora.
Una señora insoportable,
¿Traicionera?
¿Creerán que es real lo que estoy escribiendo?
¿Que hablo de mi?
Puede ser, porque no, pero estaría pésimo…. Zamudio no hace esas cosas….
Es un buen niño…. Canta y escribe sin apuro…. Desarmando las palabras.
Las letras aparecen solas como en un gran puzzle comprado en supermercado barato,
de regalo a otro niño perezoso y obstinado. Adulto antes de tiempo,
Solemne como todos los testarudos, Como todos lo roperos….
Caen las tinajas vacías… Se me antoja una mujer complaciente
Una turquita hermosa, una flaca, flaca, sin pechugas, apretada, simbólica.
Gracias a la vida, que he amado a muchas mujeres solitarias
A ninguna muy vieja, a mas de tres, pero mejor no me acuerdo de sus nombres…
De más chico miraba las piernas de las profesoras, el culo,
ese lugar de muñeca brava, de esclava autentica.
Recuerdo la incomodidad y el orgullo
El dolor de muelas, sentado y con la boca abierta, llena de papeles enrollados,
la boca seca y ese sonido empalagoso y estridente,
y mi oído, mi pobre oído
Me duelen las muelas, los dientes,
Mastique una aceituna amarilla
Naranja
Verde…
Como el sonido del llanto
Como canto que aletea.
Francamente el profeta es un escandaloso.
Un idiota perezoso, un vidente afortunado… eso un vidente afortunado.