/152 LOS TRAPOS AL SOL Y LA MASCULINIDAD: "ROPA TENDIDA" (MENDOZA, 2009), LA MUESTRA CURADA POR RICARDO VILLARROEL Y MAURICIO BRAVO | Escáner Cultural

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Los trapos al sol y la masculinidad: "Ropa Tendida" (Mendoza, 2009), la muestra curada por Ricardo Villaroel y Mauricio Bravo

 

por Carolina Benavente Morales

cbenavem@gmail.com

 

Tarde o temprano habría visto esas maravillosas fotos, pero las conocí por un post en Facebook y de inmediato capturaron mi atención. Ropa Tendida es el nombre de la muestra internacional de arte organizada por los chilenos Ricardo Villarroel y Mauricio Bravo, quienes invitaron a sumarse al proyecto a otros curadores de Argentina (Mariela Leal y Gema Gallardo Accardi), Perú (Marco Durán) y Chile (Antonio Guzmán). Esta inusual instalación, consistente en colgar obras de largos cables muro a muro por medio de perritos, como si fuesen trapitos al sol, se montó en las dependencias del Espacio Contemporáneo de Arte, la Alianza Francesa y la Estación Cultural Ciudad de Mendoza, Argentina. Fue inaugurada en cada uno de estos lugares durante tres días consecutivos, a partir del pasado 17 de septiembre de 2009, con excelente recepción de parte de la comunidad local.

La iniciativa tiene grandes perspectivas de irse ampliando y no sorprende que hasta ahora haya tenido poca repercusión en Chile, considerando que se aparta del formato convencional de exhibición de obras que aquí se suele respetar. De hecho, Ropa Tendida ya se montó una primera vez en Rosario el año pasado, oportunidad en que participaron cerca de 60 artistas con 150 obras, y en esta ocasión lo hicieron 90 artistas y 200 obras, lo que da señales acerca de su subterráneo nivel de convocatoria. Más todavía, Villarroel y Bravo han sido invitados a repetir la experiencia en localidades de otros países y volverán a Mendoza para dar charlas sobre la muestra a fines del presente mes de octubre.

Quisiera en esta colaboración dar cuenta de las diferentes aristas de un dispositivo estético que, dentro de su aparente simplicidad, resulta ser bastante complejo, comprometiendo la relación con obras, autores, curadores, recintos y espectadores en distintos niveles que potencian mutuamente. La mía es una invitación al lector a desprenderse de los esquemas estéticos vigentes en los circuitos hegemónicos del arte en Chile, pues ésta es la única manera de apreciar la singular belleza criolla de esta Ropa Tendida. Enfocando cuestiones relativas a lo colectivo, lo a-significante y lo masculino realizo en las líneas que siguen una reseña sobre esta interesante muestra.

A mí me atraen todas las iniciativas que tengan un carácter colectivo y lo que me cautivó de Ropa Tendida en primer lugar fue el amontonamiento de obras, así como su colorido y, en definitiva, su diversidad. Coordinar a 90 artistas no es fácil y gestionar la muestra llevó seis meses de dedicación, intensificada en los últimos dos, pero el resultado fue más que satisfactorio para los curadores principales. La convocatoria consistía en entregar obras en diferentes géneros y formatos, desde la fotografía hasta la pintura, la gráfica y la objetualidad, respetando ciertas dimensiones y tipos de materiales que permitieran su transporte. Es decir, dentro de ciertos marcos, había total libertad, y más la había en el aspecto temático, donde no había ninguna restricción, aunque destaquen obras que dialoguen con los demás al anticipar e incorporar el espacio de exhibición por medio de un trabajo con la transparencia.

Cuando las fotografías tomadas por Daniela Quiroz Providell fueron posteadas en Facebook por el colectivo de artistas y diseñadores Industria Masticable, hubo una discusión respecto del lugar del artista en una muestra como ésta y señalé en mi intervención que éste era similar al que ocupa en otras muestras, viéndose modificado el papel del curador porque asume un papel más evidente como creador de una instalación. Es decir, el curador no sólo define quiénes exhibirán, sino de qué manera, cuestiones que normalmente son secundarias a su tarea y que por lo general asumen otros. Debido a que esto significa poner la obra propia al servicio de otros, añadí después que en realidad el papel del artista se ve modificado, pues supone un gesto de humildad que puede resultar escaso entre quienes se inclinan mayormente por cultivar el individualismo. Pese a esto, las obras están individualizadas, por lo cual, lejos de diluirse la presencia del artista, la autoría adquiere un relieve distinto dentro de su relación con las demás autorías, así como con aquella (colectiva) que las organiza y dispone. Y otra faceta no menos importante que ésta es que las obras debía donarse, pues los visitantes a la muestra podían llevarse a casa una de su elección, a cambio de cuadernos para un colegio local. 

Conversando con Mauricio Bravo me quedó claro, sin embargo, que más allá de lo evidente o de lo que él llama la dimensión significante, siempre existen otras lecturas posibles, las que en este caso tienen que ver con la relación obra/espectador que se genera en la muestra. En efecto, en una exhibición convencional se trata de apreciar la totalidad de la obra, mientras que en Ropa Tendida las obras individuales se aprecian fragmentariamente. El espectador se pasea entre ellas como al interior de un laberinto donde puede ir focalizándose en ciertos puntos, aunque desde el rabillo del ojo siempre surgirán líneas de fuga que lo conecten a obras colgadas de un cable emplazado más allá. Mientras que en la mayor parte de los montajes no se cuestiona la distancia interpretativa del espectador con la obra (del sujeto con el objeto), en este caso la mínima distancia entre ambos conlleva una confusión, una pérdida de referencia que le permite al público ingresar a una relación de tipo performativa con la obra, dentro de su babelización.

De hecho, el propio espectador se transforma y, puesto que adquiere una relación más activa con la obra, pasa a ser un agente de la misma, un protagonista y un actor. "Los signos se ponen en juego, interactuando de manera más heterogénea y plural, rompiendo con los límites que imponen la noción de autoría, la narrativa del montaje, la división entre figuración y abstracción y las categorías genéricas", explica Mauricio Bravo, para quien, en lo ideal, el espacio debiera quedar saturado de Ropa Tendida. De esta manera, en efecto, se debilitaría la linealidad interpretativa, incrementándose la polisemia por la vía de una experiencia de tipo más bien sensorial sostenida por un barroquismo espacial. Como agudamente observa Mauricio, cada obra se enriquece al conectarse con las demás, aunque "lo que duele al final en esta obra es dejar de ser individuo", pues existe la ficción de unidad monolítica de la obra que contradice su existencia y posibilidad en esta interacción y conexión.

Este artista y teórico del arte es consciente como pocos respecto de la creación propia y ajena y, al entrevistarme con él, casi lleno mi libretita y al final le sugiero jocosamente que mejor transcribo sus siempre lúcidas observaciones, para apoyar el texto que él hará al respecto. De lo que se trata, sin embargo, es de dar cuenta de mi aproximación personal a Ropa Tendida y desde este lugar, que es el de mi escritura, inesperadamente surge una faceta inadvertida en nuestro diálogo: la del género femenino/masculino. En el mensaje invitando al evento los curadores señalan la relación de la Ropa Tendida con el tendedero que puede existir en cualquier casa y en cualquier población, por lo cual la obra refiere a un emplazamiento que en América Latina tiene todavía mucha relevancia como espacio de socialización doméstica. Así, de acuerdo con los curadores, "la ropa tendida es aquí el equivalente a las pieles de una colectividad anónima (artistas) que exhiben los secretos y las huellas de su diálogo crítico y poético con la realidad"

Lo anterior le otorga una dimensión suplementaria al conjunto, de importancia acrecentada tomando en cuenta que la muestra se lleva a cabo fuera de la casa/Chile, dentro de lo que es el patio trasero latinoamericano, pero puedo también subrayar que esta actividad de colgar ropa está sujeta a divisiones de género. Me parece admirable de parte de un equipo curatorial compuesto de hombres que - por decirlo de alguna manera - resultan ser tan masculinos, asumir el gesto femenino de colgar ropa, motivo por el cual lo interpreto como otra interesante transgresión. Soy bastante cercana de hombres que tienen desarrollada su femineidad, cuando no exacerbada, pero en este caso ocurre algo diferente y que me resulta más conmovedor, pues se trata del arte de cruzar fronteras y viajar sin moverse de un lugar, que es de lo masculino, interrogándolo, descentrándolo y recreándolo en permanencia. Como tal, considero que es una resistencia, pero defensora de una flexibilidad y una integración y que no teme a dialogar propiciando las diferencias y singularidades.

Casi está fuera de lugar defender lo masculino y lo femenino en la crítica de hoy. Pero ya Néstor Perlongher había observado que la homosexualidad había desaparecido como herramienta política, debido a su naturalización social, por lo cual me interesa la noción de lo queer como un abanico de identidades "mutantes" - según la definición entregada por la banda rockera Kumbia Queers en una video-entrevista reciente* - que no se definen principalmente en torno a la condición y la orientación sexual, aunque lo hagan a partir de ellas. Asumo que para ser mutante no es necesario fusionar identidades, asumiendo por ejemplo un perfil andrógino, pues articularlas y modularlas es otra posibilidad. La torcida masculinidad de Ropa Tendida me parece ilustrativa de ello, al igual que otros trabajos de Mauricio Bravo, esta vez individuales. Me refiero a él porque no conozco bien la obra de Villarroel.

Entre otras cosas, en efecto, Mauricio muchas veces elabora sus obras con elementos procedentes de la esfera doméstica - utensilios de plástico, frascos, maquillaje - dentro del taller de artistas Caja Negra. Me recuerda a Ed Wood y sus angoras rosados en la película de Tim Burton, pero Johnny Depp resulta ser bastante más femenino. El resultado local me parece todavía más extraño, pues no hay un simple deslizamiento hacia otra condición, o tal vez ella no se dé en la apariencia y sí en otra dimensión, que no sé bien cómo calificar. De haber estado a cargo de mujeres, por ejemplo, Ropa Tendida probablemente habría sido más cuidada, pero parte de su atractivo consiste en la rudeza del montaje, que alimenta el efecto caosmótico de la obra.

Por naturaleza y por cultura, seguiremos conviviendo por mucho tiempo más con las identidades masculinas y femeninas y me parece importante volver a ellas preguntándonos cómo pueden aportarnos, en sus diferencias, elementos para una mejor convivencia. Lo masculino ha sido fuertemente desacreditado como elemento rector del colonialismo y el capitalismo, y con razón, pero si lo femenino culturalmente es lo que lubrica las relaciones y permite su fluidez y su liquidez, mientras lo masculino es lo que separa y aumenta, ¿no están presentes ambos signos en el funcionamiento de toda cultura? ¿No es tal vez el modo de ejercerlas lo problemático y no sería mejor inventar otras femineidades y otras masculinidades, puestas en relación de manera distinta?

Entre otras cosas, la muestra Ropa Tendida me conduce a observar cómo lo masculino se está reinventado desde una rigidez que resulta saludable, en cuanto defiende y propaga una amenazada integridad, en lugar de imponerla. En un continente feminizado como el nuestro, que ha sido chingado por todas partes, es la masculinidad que necesitamos rescatar, y a partir de la cual podemos explorar modos de entregar y lubricar diferentes de los que solemos practicar.

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