Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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 SI NO ES TAN BURRO EL OREJÓN ÉSTE

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Así crece este muchachito llamado a preservar la tradición. Hijo y fruto del dilatado y hueco vientre dinástico, de la erección del linaje, del estirón de las circunstancias, de la elongación al azar del cuerpo con ralea, del alargado rebuzne que intenta el arrugado poder. Hoy más grande, distribuye su tiempo entre el monasterio casero, rodeado de servicios y comodidades (si hasta parece hijo de zánganos reyes) y el prestigioso colegio de curas, ubicado allá arriba de la montaña... más allá del cielo incluso y que, desde su claustra recámara, temeroso, miguelangelito observa concentrado y en transe.

Cofrádicas instituciones que congregan a la grey más granada y que ofrece a cada ciudadano inscrito, a cada ciudadano forzosamente parido, la j-aula de oro precisa para el calándrico aprendizaje de asuntos, sobre todo los que atañen al cómo desenvolverse en sociedad, al cómo hay que mandar, de cuánto se puede lograr e incluso ahorrar, y que oferta en módicas sumas, tal como si se tratase de un santo y áureo paquete de crédito, el don y dicha de la mentira, la gracia de ser embustero, el angelical carisma de ser caradura, la simpleza del egoísmo, la riqueza del oportunismo, que irán caracterizando, matizando más bien, a estos a-dorados y verdaderos hijos de dios aquí criados.  

Son su cárcel exclusiva, su probeta divina, su prisión del amor, un establo de paz, del cariño, de la bondad, de la dicha, hasta de plena armonía se habla a veces, porque abarrotan su existencia y encadenan la vida, como que la sujeta con fuerza, evitando que, en este caso, miguelangelito, se deslice por caminos equivocados, que pueda errar el designio. Y aquí el martirio es parte de la responsabilidad pre púber, ni siquiera juan bautista queda exento de pensarse y no es novedad que éste símil de san vicente y sexto de los hijos, que lleva tanta carga y no la siente, sea comparado con el profeta, y si bien no tiene mucho de qué hablar, ni de qué predicar, da lo mismo por último, con el jesús en la boca hasta cierto parecido le notan, es considerado un bien nacido, un proficuo de su propio destino y ya se atreven a proponer que será un santo en toda la extensión de la palabra, un ventajoso ganador preparado para adivinar hasta el esplendoroso presente, ni hablar del futuro que le toca.

Y en esta su corta edad se cruzan todas las insinuaciones posibles, y no hay día que pase que no recuerde el llamado de ejemplo a seguir. Así, este novel del clan, ya adquiere obsesivos gestos, entre que similares a un mesías, no le sale mal tampoco el de prócer, son sus maneras que gestionan su pase automático a la liga de los grandes, al de los pocos convocados a determinar, en forma serena y con ayuda del más allá, el rumbo preclaro que requiere la patria y evitar así, el descarrilamiento probable de los valores, el fatal derrame de la sangre con linaje, para cuando no exista más posibilidad que un ciudadano como él.

Entre astuto y pareciera convencido de la maravilla de haberse parido por obra y gracia de las necesidades terrenales, nunca se sabrá un desliz de la vida, por más que su gestación allá sido en ese extraño cumpleaños del padre hace ya ocho años, poco le han comentado al respecto; que éste se durmió temprano, en el jardín de la casa lo vieron acomodar su esmirriada y guacareada humanidad, la ingesta de alcohol lo sobrepasó, de allí su madre brindó hasta altas horas de la noche con aquel invitado y pariente lejano, fue en la cama matrimonial en donde la cruda le hizo efectos, un verdadera alpinista en la cumbre del kilimanyaro, se tomó y comió todo, erupcionó de lo lindo y hasta el postre con nieve terminó de digerir un poquito antes del amanecer, antes que la resaca y el dolor de cabeza (tanta ornamenta duele) despertara a su rumiante y cagado de hambre ex-poso.

Miguelangelito ni siquiera se desvela en la parranda de su familia, tan nacida ella para el festín y las relaciones sociales y para el asunto de vanagloriarse de sus éxitos; cada fin de semana obsequia al mundo una convivencia, expresamente para cortejar a familiares y amigos con el deseo de conservar vigencia y, por sobre todo, para mostrar al llamado, al voceado, al gritoneado, al tironeado, al irresistible y deseado angelito, que desde lo alto de la cornisa, enfundado en su eterno pijama, el del abuelo por cierto, observa y saluda y se despide y se distrae y se avergüenza y se inhibe y se amurra, con apenas un dejo humano, al sentirse observado por la multitud que, desde abajo, lo corteja. Si es cosa de mirarlo con atención, ya tiene aspecto de legado del mundo pese a su colgajo de orejas desalineadas y grandotas.

El ciudadano en tránsito terrenal es un calculador precoz y se las sabe todas, es muy avispado, es un hueso duro de roer a todo terreno, se denomina auto legionario precursor, un místico planetario, un antes de cristo incluso, hasta capa usa y, desde ya, estudia el modo, la mueca, el gesto, el tic, la tara (impresiona su tanta mímica, su tanta puesta en escena) en espera de ser aclamado algún día no muy lejano, de ser convertido en piedra inmortal, en retrato patrio, en un prohombre vaticano, en cualquier cosa, y ya tiene seguidores, es por ello que ni siquiera esquiva al perro que tanto lo intimidaba hasta hace poco, aquel pastor encargado del juego, de morderlo más bien, de ladrarle su apellido, de atrincarle su desespero, de cuidarle el tropiezo.

Ni el zafado gato esquiva la mirada a su loco amo, y ésta sí que es historia aparte; sus rencillas, encontronazos y desde luego sus alteraciones mentales ya quedaron atrás, fue hasta cierto instante un felino martirizado, hasta gateaba como peluche a pilas por las palizas del poseído querubín, y todo, por la tremenda necesidad que tenía éste, por desquitarse del insistente rasguño de la disciplina impuesta. Hoy benito-más compuestito, así se autorefiere, es un atado de nervios y se reconoce alterado, sus venas aún se encogen cada vez que la silueta del niño asoma. Pese a todo y con las pocas vidas que le van quedando y después de tantos intentos por quitárselas, anda menos intranquilo y un tanto afianzado, por lo demás su extensa familia, que las noches de agosto le han procurado, lo tienen sereno, más consciente, más quieto, menos temeroso. También hoy proclama como su favorito al auto designado ciudadano ejemplar y recibe el cariño respectivo, unas extrañas palmaditas en el lomo, ante su, digamos, casi obligada aceptación.

Miguelangelito, pese a tanta postura magnánima, sigue huraño y no hay forma de hacerlo entablar un mísero diálogo ni siquiera ínfimo con los suyos, con nadie, a puras señas, a puro rebuzne se la lleva, y es ese agudo sonidito el que lo caracteriza, si pareciera un relinche inacabado, que no se agota por nada –allí otra vez anda de burro – comentan -. Rehuye a ser más sociable, porque sabe que su postura es parte de la auto concentración impuesta, si hasta los dientes aprieta en señal de mudez, a pura contracción y retortijones se la lleva. Y es así, y lo hace porque, para él, no hay lugar a las confiancitas de ninguna especie, salvo se trate de un buen negocio, de alguna oportunidad única de afianzar la fortuna o el consiguiente llamado a ocupar el sitial más alto de los hijos de la patria. Además que, alguna vez, observó a su padre dándole con todo a la madre y viceversa sin siquiera dirigirse la palabra, es decir, lo animal se aprende y el es un calladito porque, además dice, se ve más bonito.

A propósito, ser integral es el lema para el ciudadano, y si bien no entiende a qué se refiere, responsabilidad y dedicación es lo que se espera. Así, asuntos como otros idiomas hacen temblar su quijada, y sus orejitas se contraen, si hasta la lengua se arruga, se esmera, es un decir, en cumplir con shakespeare al pié de la letra, que verborrea de lo lindo el acento, que es tan parco como flemático, que ni el open-de-dor le sale fluido, que es una verdadera puerta la criatura, que entender su escasa posibilidad poliglota ya no corresponde, que ni la madre, tan ducha en eso de la lengua, se atreve a sugerir un acento menos seseado para complementar el nefasto trabalenguas que ejercita con tanto ahínco, radical ella, apuesta a llevárselo de turista una larga temporada a la cuna del idioma, a la cama de la oratoria. Mientras tanto, otro profesor más que aprieta el paladar y se despide sin mediar palabra alguna, ni sueldo cobrado, por el cursito de ingles, por encargo, para el donkey éste.  

Y sigue la vida y el ciudadano ya está siendo bien proyectado –eso dicen- en una especie de segundo ciclo, su escuela y secuela de curas se ha transformado en segundo hogar, y la capilla se enmudece cada vez que la visita este designado, de la mano del superior aprende y se sensibiliza por la vida y obra del fundador, que la sotana que se enfundaba, el rosario que le colgaba, que la pieza que lo acogió alguna vez, que sus textos comprometidos con la familia y la necesidad de preservarla a toda costa, que la opinión política del cuasi santo y que inocente sus discípulos consideran un nuevo testamento, que la foto con el viejo papa I, II, III, momia es, que en esta otra de la mano, junto a la monja y superiora del establecimiento contiguo, ese de las niñitas, que ya asoman sus pecados, y que a estas horas rezan al igual que él.

Su familia da fe, creen por lo demás, que su criatura la lleva y ha tenido avances sustanciales en estos conventos del saber, en estos sucuchos del valor espiritual. Suponen, sino sabe adivine... o rece. Subestiman todo recinto imaginable, porque siempre pensaron que, incluso, hasta la capilla sixtina quedaba chiquita para educar al benjamín miguelangelito éste, el regalón de la familia, el consentido de la fortuna, el predilecto de la patria, el mimado de dios. Son unos convencidos que no habrá sitio suficiente, ni aquel idealizado en las revistas de arquitectura más elevadas, un lugar apto, siquiera propicio, para tan tremenda alegría y dicha que el mundo tendrá tarde o temprano o cuando menos se lo espere...

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