NACE UNA ESTRELLA
NACE UNA ESTRELLA
Carlos Osorio
clom99@gmail.com
Y nace eyaculado apenas, rapidito a ocupar el sitial más universal que se pueda, la cuna de los ideales de la patria para ser más exactos; sobre el oropel y sábanas blancas que la tradición exige, que la buena crianza amerita. En el linde justo con lo correcto, en la higiene y pulcritud de un hogar bien nacido y constituido, y que no se conforma con dejar pasar la historia, porque la arma, calza o viste según sus necesidades.
Y su cordón se corta justo allí sobre el colchón de poderoso resorte social, herencia del mismíto cara de catre y patriarca del clan. Vestirá la ropita elegante que zurcirá sus probables errores, tejida por la tía rica, siempre existe una que insiste en su sello personalísimo. Su reposo será sobre la almohada que cuidó los sueños de grandeza y que la abuela babeaba y abrazaba cada tanto, hoy será su más-cara pública, su babero plácido, su cabecera perpetua, su despertar sin sobresaltos para así amanecer como corresponde, presto, con lo mejor de si mismo en aras de la bostezada patria.
Bordadas y bondadosas características, que le pertenecen desde ya, y que son las requeridas para ser realmente un ciudadano de a deveras. No como las del montón plebeyo y andrajoso, que casi siempre nace como repujado, como reforjado, en la resignación de nacerse, neonato de verse como nuevo pobre que poblará la tierra, proyectado con el forcep que sujeta la miseria, que no la suelta nunca, con tremendo esfuerzo por lo demás... o-varios más bien, con una necesidad insospechada de no parirse siquiera, y más que engendrarse, expulsarse al mundo como si se tratase de un aborto en término, como si se tratase de un hijo promiscuamente no deseado. -Oye mamá ¿por qué he nacido? -¡Por la puta, nadie te pidió que nacieras! -¡Si naciste solo! -¡Mal nacido! -¡Mal parido!
Desde ya, este ciudadano ejemplar, es engendrado para preservarse inmaculado, para ser congelado ad eternum junto a todas las buenas costumbres y taras de algún manual carroñero, herencia y tradición de los de su clase, auto inculcados en la pomposa idea de familia proba, de esas que acuñan y oran su propio rito de clan en la cúspide, bajo el manto protector de alguna iglesia o algo que se asemeje. De esas tribus que graban en cada uno de sus integrantes el sello o escudo de armas, el apellido conforme a sus interesados ideales y que, gracias al cielo que emana tanta dicha, se instalan en la tierra, en el pedazo de terreno incautado -vaya uno a saber- como un obsequio para la humanidad entera. Designio todopoderoso, que hace de albaceas para esta familia con linaje y que con cruz en su mano diestra y guadaña en la otra, agradece la elegía de ser los Yo Meritos y de poder mutar como los mejores y más aptos, y no como esos parias de la patria que, justamente, hoy no nacen, se les prohibe, un feriado que la patria demanda, tan sólo para ver nacer al perla, al bruto ciudadano éste.
Porque este ciudadano no es un cualquiera, es engendrado en la planificación del coito rutinario, que ni tanto tampoco, una vez al año no duele ni hace daño dicen sus futuros padres, que entre castos y promiscuos, calentones y contenidos, que sácamelo para adentro, no, que mejor métemelo para afuera, que la puntita nomás, que sin condón, que hagámoslo en cruz para que no parezca pecado, que cástrame la pasión, que cázame por única vez el deseo, que sécame de una buena vez, y por todas, el arrebato, que arrejúntame tu apasionado interés, que pújame la voluntad superior y así mantener la fortuna, que hagámoslo por el aro, por el collar, por el anillo también, que apenas me cabe, ¡dale, dale! por entremedio del apellido, por encima de las taras, que por debajo de las tradiciones, que muéstrame la pose, que con todos los peones, que dame la servidumbre, que traspásame tanta herencia, que deja con-pene-trarme con los tuyos, que dios y la virgen ¡ah, que dicha! que el adán ése con la eva ¡uy sí! que dámelo por entero papito, que obséquiamelo todito mamita a modo de seguir con la tradición de mejorar la semilla, de mantener bien parado el negocio y el lazo bien firme de los pujantes genes consanguíneos, que por atrás de la generación tras generación, y que cuidado con los espermás, que tu eres como el paño rojo de la bandera ¿y tú? como la punta de su estrella, como el mástil si es preciso, otra más, ya, ya, más...
Y ahí se ve nacer, ya luego, al cabecita rula, el crespito, al enchinadito benjamín éste. –Qué aburrido era el mundo hasta antes de ahora, de esta dicha ¿verdad? Desdoblando su gordito y coloradito y apretado trasero ya se muestra al cosmos, al universo, a la tierra, que ya lo esperan con ansiedad. Con el llanto flemático casi programado, como un educado exabrupto -¡Mírenlo! Si llora igual que su padre, como en re menor pareciera ¡Que tierno! Incontinente por lo demás, hasta el médico jefe se vio salpicado de la mocosa diarrea -¡Estrujen a esa cría! -¡Que suelte la placenta! -¡Cómo que venir a agarrarse al cordón umbilical! -¡Ah que niño más ingeniero comercial! -¡Qué gozo verlo oiga! -Como si se tratara de su primera experiencia empresarial, su primer ajuste de cuentas con el mundo, su primer balance con la realidad, su precoz inventario de utilidades.
Enfermeras que se ufanan en salvar el instante. Con pañales, corchos, con coros y arrullos para guardar en la olvidadiza memoria, tan pujante nacimiento. Como si se tratara del mismo niñito de Atocha, dicen, hasta parecido ya le ven. Raro en todo caso, porque se parece a la madre, al padre, al abuelo, al patriarca incluso, con cierta semejanza a un primo lejano, pariente en todo caso, morenito él, que estuvo de visita hace casi un año, menos tal vez, pero bueno, para qué insistir, para qué meter los dedos, la mano, el brazo, en tremenda llaga. Al final, con agua y con jabón se borra la huella de cualquier cabrón. ¡Menos mal! No faltan los que ya piensan lo peor de la veterana madre y, desde luego, del engominado padre. Que por lo demás, y si le queda el saco, y si se siente aludido el pobre, si le duele el cráneo, y si los ¡Oles torero! Y si los cuernos a cada instante le crecen, pos que vaya viendo cómo irá tiñendo el manto de dudas y limando las desproporcionadas asperezas que hoy lo aquejan.
Y la madre vuelve a pujar, llora de cúbito, llora para el mundo, posa chata y aburrida ya, se sabe ofendida y da por hecho que, más de un dolor de cabeza le traerá tamaña indiscreción de la parentela política, ya se ve despreciada y marginada de cuanto evento por delante (y por detrás) se vengan. -¡Al carajo con ellos! -Da igual, porque de igual a igual, ellos requerirán por siempre de mis finos servicios. Por lo demás, todo está a su nombre, si hasta los cheques se los confió el padre. El abuelo que, al igual, no se hace de rogar mucho y menos se sonroja con la probable idea de un desliz y tanto arrebato y recato de los consuegros. Orgulloso, esa es una de sus cualidades, declara que aquí la ofendida es su cándida hija, que no tiene la culpa que, en las noches, las puertas de las habitaciones queden sin llave y que algún candoroso visitante, gateador, catador y chacal de úteros, haya osado meter su nariz hasta por debajo (y también por arriba) de la carne de la novel doncella. Además que, ella, no tiene la culpa de ser tan rica (se refiere a la fortuna) y de haberse matrimoniado con el pobre y poco hombre del yerno éste, incapaz de cumplir como corresponde. Y si están convencidos del tremendo polvo que maquilla a su precoz niñita, pos que se lo demuestren con a-de-enes, pero que desde ya, ni se les ocurra que tan fina dama pasará semejante prueba. Por lo demás, su religión se lo prohibiría.
-¡Al cuerno con los mal pensados! -De ahí vamos acomodando el discurso; que si se parece al sobrino del papá de la abuela, al vecino, no es más que pura envidia. Si al final en la familia todos tenemos semejante parecido. -Mírenme a mí, aún me falta un poco para parecerme a mi padre, o acaso ¿alguien lo duda? -Si yo cuando chiquito salí igual, y perdone que lo diga, cagaba hasta igualito. -Ya luego, uno va creciendo pues, ahí apenas se me vino la descendencia y hasta la decencia, fue esa vez que tomé solcito en el jardín de la mansión, allí sí que se puso generoso el astro, a uno como que lo ilumina y lo integra al paisaje, a las raíces, al cromosoma particular que porta el apellido. -Por último, tienen que darse cuenta que la mamá es primeriza y allí, en ella, todavía no se manifiestan del todo, los genes que con tanta dicha llevamos dentro y que irradiamos con orgullo para afuera.
-¡Ya bueno, ya basta de calumniar la sangre! -Vamos bautizando al pelmazo éste que nos toca. Si para qué nos ponemos más quisquillosos. -Al final lo querremos como a un hijo, más encima, no olvidemos lo esencial, aquí se trata de darle vigor a la familia, de reconquistar la escasa alcurnia que nos va quedando, de alcanzar el sitial que nos merecemos. -Si da la impresión que somos mejores que todos. –Si no hay caso, miren la cara de envidia que sienten- -Hasta la iglesia se ilumina con nuestra presencia, incluso los santos, como que mueven sus alitas y si bien pareciera quieren salir arrancando, se ven como si fueran colibríes arrebatados de la emoción. –Si, claro, es un monigote el chamaco, pero nuestro al fin y al cabo. –Fíjense, la mano de dios, el dedo más bien, ya lo señala, ya nota lo importante de remojarlo en la pileta, de darle sentido a su esmirriada y novel existencia, de darle un nombre (varios para el caso serán necesarios) que por lo menos identifique y ayude en algo su indeterminada procreación, así, de paso, le enjuagamos impurezas, máculas, ofensas, dudas, bromas y hasta los chistes en su contra.
-Además, démonos cuenta que, aquí la creación, hic et nunc, a grosso modo, es puro universo, deus ex maccina. -Si es cosa de mirar el techo nomás. -¡Que belleza tan magnánima nos plasmó el artista oiga! -¡Tremendo Opus! -Si pareciera que lo pintó para nuestras sagradas familias hoy unidas y fortalecidas, desde luego y también, para nuestro novel angelito, que guste o no, errare humanum est (reflexiona con cierto dejo artístico filosófico resignado), en primer lugar, máxime, es la génesis misma de la vida, su despertar de emociones, su existencia repletada, su pletórica existencia desbordada más bien, es por eso que, me atrevo a sugerir, ergo sum, y en mi calidad de pater santus, factótum, en mi fuero de líder casi espiritual, ab aeterno, de facto, y perdonen éste mi momento de ensimismamiento en sí mismo, en donde las emociones me colman y todo, permítanmelo, es porque quisiera que nuestro hito bien nacido, el agnus dei, el coso éste, ecce homo, lleve como primer y segundo nombre, respectivamente, el de Miguelangelito, y si quieren, allá ustedes, por lo demás me da lo mismo, le recompletan su curriculum vitae con todos los nombres, alias y apodos que quieran. He dicho. Alea jacta est, consummatum est.
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