Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Así en la Tierra...

 
CARNE DE BALLENA


Diego Cerda Seguel

En junio próximo se realizará en Chile la reunión de la Comisión Internacional de la Ballena (IWC). Hace 20 años que esta reunión no se realizaba en el hemisferio austral, esta vez la reunión tiene un carácter crucial puesto que tres países, Japón, Islandia y Noruega presionan por flexibilizar las limitaciones a la caza de este recurso. Para Chile será una ocasión más para reafirmar su orientación anti-caza que ha caracterizado al país en los últimos 25 años. Sin embargo la situación de crisis alimentaria que se cierne sobre el planeta y que ya está llevando los precios de la carne, la leche y los cereales a alzas impensadas hace solo algunos años, nos coloca en una situación en que la carne de ballena puede tal vez convertirse en el argumento crucial de estos países.

A pesar de ser signatario de la convension ballenera Japón ha seguido pescando cetáceos, resguardándose bajo el concepto de caza con fines científicos, sin embargo este tipo de caza además de sus fines científicos tiene también fines de alimentación y comerciales. Islandia no había firmado dicha Convensión y ha seguido cazando cetáceos para su consumo interno, si bien en 2002 se unió a la Convensión, siguió cazando libremente, de manera que su apego a la Convensión es más bien una forma de entrar al debate y colocar sus puntos de vista sobre el asunto. Noruega también ha seguido cazando cetaceos si bien ha sido parte de la Convensión desde sus inicios. Asímismo existe el concepto de caza tradicional, que permite a disitntos pueblos realizar la caza tradicional utilizando para ello los sistemas ancestrales de caza de ballena, principalmente en el Círculo Polar Artico (Rusia y EEUU).

El argumento que presionó hacia fines de 1970 a frenar la caza de ballena no fue otro que la evidente sobreexplotación del recurso constatado por la comunidad científica internacional. Debe notarse que no existió un argumento ‘humanista’ para detener la explotación, nadie argumentó que se tratara de animales especiales, o que fuese monstruosa su caza, estos argumentos aparecieron después, y no dentro del marco conceptual de la Convensión Ballenera. La restricción de la caza de la ballena apareció como una necesidad frente a la explotación irracional industrial que llevaba a los cetaceos a la extinsión.

La moratoria de la caza de la ballena tiene vigencia hasta el año 2024, año en el cual se estima que los stocks de cetáceos deberán estar recuperados. Durante todos estos años en que la necesidad de evitar la extinsión detuvo su caza surgió también una cultura ecológica que identificó esta moratoria con un momento de toma de conciencia de la humanidad respecto de la belleza e inteligencia de estos animales, sin embargo los fríos argumentos de la Convensión nunca han aceptado estas razones, exceptualdo una, el uso de arpones explosivos, que implica el uso de crueldad excesiva en la captura del animal.

Un país como Chile que poseyó una importante producción ballenera, y asociado a ella un cultura ballenera de más de 100 años de duración vio como de manera sorpresiva (por la escaza capacidad de anticipación de los industriales balleneros chilenos) se ordenó cerrar las factorías y echar al mar miles de toneladas de carne de ballena que se encontraban en frigoríficos en ese momento.

La incorporación de Chile a la moratoria no fue una decisión en la que una ‘participación ciudadana’ fuese decisiva, por el contrario se trató de una decisión de carácter diplomática, que permitió al gobierno de Augusto Pinochet agregar algo más de legitimidad internacional frente a la percepción internacional de Chile como un país bajo dictadura. Irónicamente Pinochet mostraba su lado blando perdonando la vida a las ballenas y manteniendo su política de mano dura y asesinato selectivo contra los opositores políticos. La diplomacia chilena quedó bien plantada frente al mundo, al demostrar que no era indiferente al estado de los stock de ballena. Ironías de la sensibilidad.

Sin embargo entre las poblaciones de pescadores chilenos aun queda una claridad evidente de que la ballena es comestible, rica y abundante en nuestras costas. Ello deja ver una dualidad de la cultura chilena desde esos años hasta hoy. Hace unos 10 años baró una ballena cerca de las costas de Tocopilla, este evento patentó las dos almas de los chilenos, los chilenos urbanos, bien educados, llegaron con baldes con agua para higratar al cetaceo, mientras que los pescadores, pobres y no urbanos, llegaron con bandejas y sendos cuchillos y sin esperar más empezaron a faenar al animal mientras seguía con vida, todo esto ante la mirada atónita de los decorazonados ecologistas y protectores de los cetáceos. He aquí las dos culturas, una ecologista, educada y entrenada en un concepto de protección de los cetáceos. La otra, la gente con hambre, conciente que el animal debe ser faenado antes que muera y su carne degenere y se pudra, conciente de que es carne buena y había que apurarse para agarrar un buen pedazo, puesto que nunca se sabe cuando podrá ser la próxima vez que esta gente vuelva a ver carne roja (no me refiero a carne de ballena).

Un país con grandes bolsones de pobreza como Chile se permite crear una conciencia ecológica de protección de las ballenas, pero ante la posibilidad el bajo pueblo demuestra que no olvida los tiempos en que la carne de ballena era un alimento legítimo, el caso mencionado debe de haberse repetido una y otra vez fuera del alcance de los medios de comunicación, tal vez en tantas otras caletas de pescadores empobrecidos de Chile.

Ahora voy a ser frontal en mi argumento. Los habitantes del Chile central metropolitano somos indolentes frente al sufrimiento y precariedad de los pescadores a quienes se les ha limitado sus derechos de explotación artesanal de los recursos pesqueros en favor de los corporativos señores de siempre. Es más, hemos sido reducidos en nuestros consumos de pescados a lo que los mercados internacionales se han negado a comprar a estas exitosas exportadoras industriales. Nos hemos tragado con una facilidad que no sorprende los argumentos ecologistas respecto de la caza de ballena, como si estos argumentos tuvieran peso en la Convensión Ballenera. Repito, los argumentos humanitario-ecologistas no son relevantes para la Convensión, son relevantes para una operación de lavado cerebral de los chilenos para que pensemos que siempre hemos sido protectores de las ballenas, lo que es siplemente falso. La Convensión basa la moratoria en las observasiones científicas de los stocks bióticos de cetáceos y no en una sensibilidad ecologista.

Las ballenas que se albergan en el santuario ballenero que es el mar territorial chileno consumen un tercio de la masa biótica de estas aguas. El otro tercio lo consume la industria pesquera y el resto es lo que queda. ¿Qué es lo que sucede? Cuando estas ballenas, engordadas en su paso por Chile salen de las aguas territoriales, adivinen quienes los están esperando, claro: los buques factorías japoneses, con sus helicópteros y sus arpones explosivos. Es decir, tras consumir un tercio de la masa biótica del mar territorial los japoneses realizan una próspera cosecha con cuenta a nuestra merma. Esto es especialmente relevante si recordamos que la corriente de Humboldt hace del mar territorial chileno el más rico, denso y biodiverso del planeta, condición que compartimos con Perú.

No quiero que los cetaceos desaparezcan, ni se extingan, pero quiero volver a comer carne de ballena como se estilaba en mi país hace 30 años. Para los que piensan que es un actitud monstruosa me veo obligado a presentar datos sobre lo que es ser monstruoso en términos alimentarios.

Los alimentos están elevando sus precios a niveles que hacen muy dificil a las personas de escasos ingresos el alimentarse: la carne, la leche, los cereales simplemente han saltado a las nubes. En el mejor de los casos en términos presupuestarios sólo nos queda el pollo, pero con ello llego de inmediato a lo monstruoso en sí.

La industria del pollo es claramente una aberración que solo puede comprenderse dada la ilimitación de la avaricia humana, no voy a dar detalles pero simplemente voy a repetir lo que sabemos, la industria del pollo es simplemente asquerosa, monstruosa, degenerada, etc. tal como mi amigo, el artista Sebastián Rojas Jiménez demostró en un trabajo magistral de instalación denominado ‘Patas de pollo’ que se remonta a 1994; en el cual realizaba una representación de la mecánica de reproducción de pollos, orientando todo su simbolimo hacia el mensaje de ¿Qué es satánico en este mundo? Rojas Jiménez demostró con una evocación angustiante y despiadada qué es lo que encadena a la industria de las carnes con la magia negra y el satanismo negro, tristemente el mal de las vacas locas le dió toda la razón, siendo las columnas de humo cárnico a las afueras de Manchester una culminación de su magistral concepto. También tristemente sus contemporáneo no fueron capaces de juzgar su obra más allá de como una ‘actitud rebelde’ y ‘anecdótica’ a esta obra trascendental, cuyas consecuencias vuelven y vuelven, mientras los capitanes de la industria buscan y buscan la ganancia hundiendo esta humanidad en más humanismo inmundo.

Uno de los argumentos fuertes contra la caza de ballena, que no es válido desde el punto de vista de la Convensión, es el de que este es un animal inteligente, de acuerdo, eso me obliga a ponerme un poco más pesado aun: el cerdo es uno de los animales más inteligentes que existen y sin embargo reproducimos en este animal la monstruosidad cárnica que hemos comentado respecto del pollo. ¿Tiene el cerdo menos derecho a reproducirce naturalemente que la ballena? Sin comentario.

Se que los argumentos parecen apuntar más que a comer carne de ballena a volverse vegetariano, tal vez sea así, pero aquí entramos a otro nivel de la monstruosidad de nuestra cultura alimentaria de supremercado. Los cereales duplican su precio en un año, quién puede comer pan, arroz, choclo, con precios privativos como los que vemos hoy. Nadie se atreve a decir una noble mentira (ni los políticos más volubles) de que el precio de los cereales vaya a bajar. Fidel Castro nos advirtió hace ya 10 años que la tendencia de hacer de los alimentos biocombustibles iba a tener estas consecuencias, a regañadientes hoy algún que otro columnista corporativo le da la razón a Fidel, no sin antes señalar que The Economist ya le encontró la razón (pero nadie dice que su advertencia tiene más de 10 años). De acuerdo; los biocombustibles hacen que los alimentos eleven su precio, pero también lo hacen 500 millones de chinos e hindúes que empiezan a tener nuevas dietas, para nuestro espanto. Y eso que no voy a mencionar los alimentos geneticamente alterados...

Pero eso no es todo: ¡Sequía! Derrepente tomamos la decisión de ser vegetarianos, pero... Bueno, puedo pagar cereales más caros, de acuerdo, pero y los vegetales?. El agua en Chile es privada, y como hay muy poca las asociaciones de regantes están en guerra con los propietarios del agua, que son los que la poseen para generación hidroeléctrica, ‘el agua es para generar electricidad no para andar perdiendo el tiempo en regadíos, para cultivar tres lechugas’, esta lógica brutal no es una metáfora o exageración, es la realidad de los pequeños agricultores de Chile. Si usted decidió hacerce vegetariano eligió muy mal el momento.

Frente a toda esta monstruosidad e irresponsabilidad de Frankensteine (tal vez Frankensteine se quedo en la edad de la inocencia) volvamos a pensar cual debe ser la actitud de los chilenos frente a la carne de ballena. Repito, yo no quiero que se extinga ni desaparezca, pero tampoco quiero que se la explote industrialmente, con arpones explosivos, ni tamnpoco que se la explote para ser exportada a Japón. No. Propongo que Chile debería reservarse el derecho a la caza de ballena bajo motivos de seguridad alimentaria, y que se vuelva a realizar la caza a la antigua, sin buques factorias, sin helicopteros, sino de la única manera en que puede resultar un producto sustentable y que alimente la vitalidad humana, con el método antiguo, tal como lo hacen hoy por hoy y desde hace milenios los nativos inuit de Groenlandia y Alaska, los chukotka de Rusia, o los makah del estado de Washington.

Pero sabemos que la seguridad alimentaria no existe en un país como Chile, más allá de una manera de hacer mejores negocios de agroindustria, un concepto de responsabilidad de precios es inexistente, todo está al flujo del mercado, y olvidémonos de la leche muchachos, olvidémonos del choclo, que es mejor poder pegarle al acelerador, olvidémosnos de la carne, que es mejor que coman los nuevos ricos chinos e hindues.

Finalmente una esperanza para todos: en unos veinte años más la nanotecnología tendrá la capacidad de reproducir distintos alimentos a partir del ensamblado atómico y molecular, de esta manera podremos comer carnes de diseño que simulan la carne real, quién sabe hasta donde llegará esta posibilidad de crear alimento a voluntad. No solo por lo que podremos comer, sino sobre quienes podrán acceder al alimento así producido.

El articulo dice que los pescadores artesanales pasan hambre porque no comen ballenas.... que tontería ah !

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