ABWEG (EXTRAVIO) DE NICOLAS WORMULL: EL NUEVO VIAJE DE EDICIONES LA VISITA
Portada del libro ABWEG, de Nicolás Wormull
“Los libros son una especie de bombas de relojería: uno los hace, los deja y ellos circulan libremente, se mueven y llegan muy lejos en el espacio, teniendo la virtud de reencontrarse con sus lectores pasado muchísimo tiempo. Todas esas circunstancias me parecen azares maravillosos para poner en circulación la obra fotográfica”.
Por Mane Adaro
Ediciones La visita (1) inaugura en los próximos días el nuevo libro ABWEG (extravío), con imágenes de Villa Baviera del joven fotógrafo Nicolás Wormull. Aprovechamos de conversar con su director, el periodista y fotógrafo Miguel Ángel Felipe (2), para que nos hable del significado del Fotolibro, sus criterios de edición y el alcance de un proyecto como La Visita.
M.A. ¿Qué significado tiene el proyecto La Visita?
M.A F. Ediciones la Visita es un proyecto que nació primero como reflexión. Una idea que tuvo un parto complicado de materializar ya que hacer libros es algo muy costoso. Comencé a hacer clases a finales del año 1996, después de ver proyectos de título interesantes me hacía permanentemente una reflexión: había una parte de esos trabajos que merecían ser publicados. Era una pena que esos libros terminaran solamente en las bibliotecas, en este caso del Instituto Alpes, donde hacía y sigo haciendo clases, o en bibliotecas de otras escuelas de fotografías. Carla Möller me sugirió que presentáramos el proyecto a Sebastián Barros de la editorial Pehuén. Se interesó bastante e hicimos maquetas para presentarlas al Fondart durante dos o tres años seguidos, no nos ganamos el Fondart en esos años pero la editorial tenia reales intenciones de sacarlo. El problema era la viabilidad comercial del proyecto.
Cuando ya estaba todo listo para que partiéramos, me fui de vacaciones pensando que a la vuelta íbamos a hacer el primer libro. Al regreso me junté con Carla y Margarita Alvarado, quién también participaba en el proyecto. Me contaron que Pehuén se había echado para atrás porque había una crisis económica y que pretendían dejar el proyecto para el año siguiente. Sentí que si no se hacía el proyecto me daba un cáncer, así que tuvimos que ponernos en la situación de cotizar precios y finalmente hacerlo a como diera lugar. O sea, con nuestra plata.
Con respecto a su significado, creo que tiene que ver con una firme creencia de que el fotolibro es el mejor soporte, el más noble, para la obra fotográfica. Un fotolibro es más que un libro con fotografías. Pertenezco a una generación donde gran parte de la educación fotográfica vino a través de libros. Descubrí la obra de muchos fotógrafos a través de colecciones como la colección negra de Photo Poche o la colección española Los grandes fotógrafos. Son libros que hoy en día no me gustan mucho por su carácter antológico, pero que sí me permitieron conocer la obra de autores y relacionarme con ellos.
Finalmente este proyecto es una apuesta por el libro como un dispositivo que posee una gran eficacia. Son una especie de bombas de relojería: uno los hace, los deja y ellos circulan libremente, se mueven y llegan muy lejos en el espacio, teniendo la virtud de rencontrarse con sus lectores cuando ha pasado mucho tiempo. Todas esas circunstancias me parecen azares maravillosos para poner en circulación la obra fotográfica.
La Niebla, de Mauricio Valenzuela
M.A.¿Qué debe tener un trabajo fotográfico para que te enamores y nazca un nuevo proyecto?
M.A.F. El proyecto que está materializado en forma de colección se llama El rectángulo y tiene algunas características. Mantiene un formato y número de páginas, y eso es un pie forzado respecto a cualquier contenido. Está siempre tensionado entre la necesidad de que cada libro tenga una identidad propia muy fuerte y por otro lado que el libro respete los parámetros básicos para integrarse a la colección. De alguna forma esto marca el tipo de trabajo que puede llegar a publicarse. Otra característica importante es que quiero publicar obras completas, ni grandes éxitos (porque los discos de grandes éxitos me parecen malos discos) ni fragmentos. Algo así ocurrió con el trabajo de Nicolás Wormull. La conversación inicial se basaba en su obra Chocolat on my jeans y tuvimos que cambiarla porque la dimensión de este trabajo, mucho mayor a los propósitos de nuestros pequeños libros, no encajaba. Íbamos a terminar fragmentándolo. Otra característica es que sean trabajos que merezcan la pena publicar aunque eso suene muy general y casi de sentido común. Hay que buscar de preferencia obra no publicada, autores que tengan una cierta trayectoria o relevancia, una cierta visibilidad. Es difícil de precisar pero deben darse una serie de características para que la cosa funcione. Partí pensando “quiero editar los libros que me gustaría que otras personas me editaran a mí”. Un criterio relacionado con esto, ya no desde un punto de vista de un fotógrafo sino de alguien que ama la fotografía, es: ” quiero editar los libros que me gustaría que se aparecieran en mi camino”.
M.A.¿Cómo es el proceso de selección y edición del material, cómo se genera esta dinámica?
M.A.F. Una vez que se ha pasado la primera etapa de decidir quién es el fotógrafo y de definir su obra, prefiero que la primera propuesta de edición sea una conversación colectiva con la gente que esté interesada en la obra del autor pero sin la presencia de éste. Creo que hay una gran diferencia entre un libro hecho por uno mismo y un libro que te hacen otros. La instancia de discusión colectiva es una fórmula de trabajo que consiste en un comité editorial que tiene dos miembros permanentes y una serie de invitados que van cambiando número a número. Ese comité se elige en conversación con el autor recogiendo la apreciación del fotógrafo por gente que ha escrito sobre su obra o la ha curado o que tenga una mirada que pueda ser valiosa, según su criterio. Como este trabajo del comité es una obra pía, así dicen los músicos flamencos cuando cantan sin remuneración económica, entonces la gente invitada participa como desee: opinando al principio o al final, o no opinando, caso que se ha dado y que también debe considerarse una opinión.
La edición de los fotolibros es un proceso de maduración lento. En mi trabajo diario, como editor periodístico en Las Últimas Noticias, estoy acostumbrado a la emoción y los riesgos de la edición rápida. Aquí busco lo contrario en la relación con el tiempo, la idea de la decantación: que se dé una propuesta, que se cambie, se discuta. Es interesante dejar pasar el tiempo y poder mirar esta propuesta días o semanas después para ver qué pasa.
De todas maneras el libro impone un recorrido, una secuencia, un tamaño, una materialidad. El punto de partida es tratar de liberarse de todo y buscar el orden natural de esas imágenes. Me lo imagino como componer música: si pensamos en una sinfonía no pueden estar todos los instrumentos de la orquesta sonando a la misma vez siempre. Esa es la razón por la que no funcionan los libros de grandes éxitos, si todas las fotos son buenísimas no se genera ritmo ni misterio, sólo estamos frente a una colección de imágenes más o menos espectaculares.
Sobre con negativos de Mauricio Valenzuela
M.A.De alguna manera hay imágenes que toman relevancia al lado de otras.
M.A.F. Sí, eso es bonito. Por ejemplo hay un fotógrafo que me gusta mucho y del que he aprendido mirando sus libros: el francés Bernard Plossu. Al ver sus libros hay muchas fotografías donde aparentemente no sucede nada, pero te van preparando el terreno para alguna imagen que viene después y donde un pequeño acontecimiento estalla, se produce una emoción que sólo se descubre cuando el contexto la presenta.
M.A.Parecieras tener una mística en relación a los libros.
M.A.F. Hacer libros no es aplicar una fórmula. Buscamos que los libros en algún sentido sean abiertos, que posibiliten varios tránsitos y lecturas. Quizás es una malformación profesional, una reacción respecto a lo que no me gusta del fotoperiodismo (aclarando que hay muchas cosas que me gustan). La idea es liberar a las imágenes de la presión narrativa de tener que contar una determinada historia. En general dentro de la fotografía documental se ha hecho mucha épica y falta por hacer más lírica: que aparezcan los sentimientos del autor, sin que esto se confunda con cursilería.
ABWEG, de Nicolas Wormull
M.A. El libro que pronto Ediciones La Visita va a lanzar de Nicolás Wormull, ABWEG, trata sobre Villa Baviera. ¿Cómo fue el enfoque que se le quiso dar? ¿Generó más complicaciones de edición el hecho de que existieran factores históricos-políticos?
M.A.F. El libro de Nicolás Wormull efectivamente toca un tema complicado. Aunque hay que partir de la base de que la fotografía -que de alguna manera siempre es una incisión biográfica- siempre toca temas complicados, siempre está hablando de la muerte, de alguna suerte de tristeza. Efectivamente el tema de este libro, la comunidad de Villa Baviera, se refiere a una realidad turbia, por decirlo de la manera más suave. Pero creo que la colección nace con una vocación muy desprejuiciada desde un punto de vista ideológico o político. No tiene una postura políticamente correcta, tampoco es una colección militante, quiere ser libremente pensadora, no autocensurarse. En todo caso entre la gente del comité se dio una discusión bastante importante y fructífera; yo proponía un titulo en alemán cuyo significado en español era basura (Müll), en el entendido de que mi calificación de basura iba al concepto de experimento y no hacia las personas, las víctimas. Esto produjo un debate muy interesante.
El tema de la ferocidad de la dictadura ya estaba presente en el libro El Río de Mauricio Quezada y en La Niebla de Mauricio Valenzuela; un trabajo metafórico pero que habla de opresión y de una realidad espantosa. Creo es importante que el libro de Nicolás Wormull no se llame Villa Baviera, pues automáticamente el lector apelaría a todas las imágenes que tiene de aquella realidad. Es más interesante que el lector vea las fotografías y antes de leer el texto llegue a una segunda lectura y a contraponerlo con las imágenes previas que tiene del sitio. Creo que en ese sentido la obra de Nicolás, por las características de su lenguaje fotográfico, hace que el trabajo se salve. Habla de cosas terribles pero se termina redimiendo porque finalmente es un horror que tiene una estética. Sobre todo consigue meterse muy bien dentro de una atmosfera enfermiza.
M.A. La portada de este libro me parece doblemente metafórica, ¿podrías contarme tu impresión sobre la portada?
M.A.F. Siempre la portada es motivo de una discusión minuciosa. En este caso se trata de una fotografía a otra fotografía. En la imagen original están los fundadores representados en el vano del rectángulo que caracteriza las portadas de estos libros en varias generaciones. Se trata además de una imagen desenfocada, extraviada, perdida en el tiempo pero también en la lógica de los acontecimientos que la recorren hasta el presente.
M.A. Al revisar el libro es importante la inclusión de una imagen de archivo ¿Cuál es el significado que se le dio a esta imagen?
M.A.F. Antes hablaba de las imágenes previas que todos tenemos en la cabeza cuando escuchamos hablar de determinada cosa. Villa Baviera está irremediablemente asociada a Paúl Schäfer y al séquito de poder que lo sostenía y lo rodeaba, respaldándolo en muchos de sus actos más desquiciados y terribles. También a su fuga y su periplo, su captura, su caída, su muerte. La imagen de archivo final, que cierra la serie, le hace un guiño a ese conjunto de imágenes con las que se relaciona esta realidad pero situándola en su punto de máximo esplendor. Alude así al ideal extraviado que Villa Baviera quería tener para sus fundadores, un pedazo de Alemania en el Sur de Chile (un extravío geográfico), una comunidad hacendosa con ideales germanos anclados en el período de entreguerras (un extravío temporal) bajo el amparo de la beneficencia.
Imagen archivo, autor desconocido.
M.A. ¿El formato pequeño del libro da un sentido especial a la lectura (mirada)?
M.A.F. Un libro de estas características está hecho para disfrutarlo de una sola pieza, de un plumazo. Se le dedica un tiempo acotado como una sonata. Me gusta esta particularidad que se da en los géneros cortos. Estamos habituados a sentirnos abrumados con libros, algunos maravillosos, pero que juegan mucho con la cantidad, que abruman con el tamaño. En algunas conversaciones con Gustavo Navarrete, diseñador de la colección- que es un personaje importante del proyecto-, cuando estábamos en plena creación del libro La Niebla y para aterrizar ciertos parámetros le decía: “Lo que deseo es que este libro se pueda parar, que tenga la misma dignidad que el libro SUMO de Helmut Newton”, que es un libro maravilloso pero gigantesco, un mastodonte que te lo venden con atril. Quería que nuestra colección se parara de igual a igual, que tuviera la misma dignidad. La colección en sí es un proyecto que no busca generar dividendos ni ganar batallas, aspiramos a que se sustente por su identidad y nobleza. Queremos que, aunque pequeña, se vista con sus mejores trajes.
M.A. ¿Como se financia un proyecto como Ediciones La visita?
M.A.F. Básicamente con dinero propio y con algún auspicio como el que Alpes nos dio en los tres primeros números. A partir de ahora con el apoyo de Fondart para los tres números siguientes. Mi propuesta es que en un mercado como el chileno no solamente hay que crear libros, también hay que crear al público de ese libro. No hablo solo de los admiradores, ya que los libros son muy apreciados, sino de la diferencia entre quien aprecia tu libro y quien lo compra. En esa frontera está la clave para que un proyecto como éste se vuelva sustentable y sea perdurable. Tenemos un modelo de financiación que aspira a darse vuelta, generar un circuito con el dinero para seguir publicando. También tenemos mecanismos como una preventa con fotografías originales, iniciada con “Las novias de Antonio” de Zaida González, donde podías llevarte un libro y una fotografía firmada por la autora por un precio mínimo. En la relación con las librerías la ecuación falla un poco; la idea es que el libro se venda barato, al precio que nosotros hemos estimado, y muchas veces esto es imposible. Por esa razón vendemos a través de internet. Ahora es satisfactorio ver como los libros han viajado mucho. Por ejemplo, vino la bibliotecaria jefe de La Maison de la Photographie en París y se llevó algunos ejemplares. También tenemos una buena vitrina con la librería on line Dalpine (www.dalpine.com), con sede en Madrid. Hay buenas señales. Parte de quienes trabajamos en esto de la fotografía: editando, curando, también tenemos el desafío de instruir al público con información para conocer obra transformando a los amantes de la fotografía en conocedores, coleccionistas que disfruten de los libros de fotografía. Pensemos en lo que sucede con los libros de Sergio Larraín, inubicables muchos de ellos, cotizándose caros en las subastas de la web. El público tiene que saber que no sólo se llena el alma al comprar ciertos libros, también está haciendo una buena inversión.
M.A. ¿Cuál crees es el aporte de Ediciones La Visita al mundo fotográfico chileno?
M.A.F. Creo es una iniciativa editorial independiente, de pequeño tamaño, de bajo presupuesto pero que ha conseguido colocar algunas obras en circulación y de alguna manera mantener una identidad en su propuesta editorial o curatorial. Eso no es un mérito menor. Cuesta mucho editar libros y mucho más si son libros de fotografía. El principal logro es que se ha mantenido una línea editorial.
1. Ediciones La Visita: http://www.lavisita.cl
2. Miguel Ángel Felipe es periodista, fotógrafo, profesor de fotografía en el Instituto Alpes, editor de LUN y director de Ediciones La Visita.
http://fotografiasmaneadaro.blogspot.com
http://chilenosenfotografia.blogspot.com
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