LA EUFORIA DE LAS VIUDAS
LA EUFORIA DE LAS VIUDAS
Autora: Tatyana Cumsille
Dedicado a Hortencia, Gabi
Paulina... Y todas las viudas
de amores imperfectos
Las mujeres podemos pelar al vecino. Cuando nos enojamos, embriagamos o enamoramos, hablar más de la cuenta, ufanarnos ante nuestras amigas de lo buen amante que es nuestra pareja, o quejarnos de lo pésimo que coge, o lo mal proveedor que es y lo machista. Pero hay cosas que no le contamos a nadie, ni a nuestra mejor amiga, nuestros errores por ejemplo, las pequeñas grandes humillaciones diarias que recibimos, el maltrato físico de nuestros esposos por ejemplo. Tampoco hablamos de nuestros sueños rotos, del príncipe azul que nunca llegó, de los recovecos de nuestra alma, ni de nuestras envidias. Somos capaces de callar profundamente y masticar a solas el chocolate amargo de las frustraciones. Somos capaces de soportar años de mala convivencia sólo para que los demás no vean nuestras debilidades ni nos compadezcan, ni vean el mal estado de nuestra alma que nos impide tomar decisiones, ni el mal estado de nuestra voluntad que nos deja como pajaritas a merced de las bestias. Todo eso somos capaces de callar, y atesoramos nuestro rencor como alimento, el rencor y el dolor que nos hacen saber que estamos vivas en las peores circunstancias, si duele es que existimos. Podemos mascullar entre dientes nuestro odio y poner la mejor cara si es necesario, podemos mentir para salvarnos, para disimular que hemos fracasado, que nuestra vida es una mierda y que el marrano que escogimos por compañero también lo es, pero lo defendemos si es necesario, para no admitir ante los demás que nos equivocamos. Y así, si tenemos suerte, sobrevivimos, al escarnio social y al tarado que nos robó la vida, la belleza, la juventud y los sueños. Y si tenemos suerte sobrevivimos a nuestra propia incapacidad.
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