GROUCHO Y LA IMPORTANCIA DE NO TOMARSE EN SERIO
GROUCHO Y LA IMPORTANCIA DE NO TOMARSE EN SERIO
Texto: Carlos Yusti
Una de las frases de Groucho Marx que me han permitido sobrevivir a la madurez sin convertirme en un señor adusto y amargado, o que me permite mantenerme a flote en esas circunstancias de la vida en las que todo parece empantanarse de gravedad y cosa, es aquella que postula: "Esos son mis principios, si no le gustan, los cambiaré". Frase que encierra en sí toda una filosofía y por cierto sin toda esa batahola retórica a la que nos tienen acostumbrado los filósofos.
No hay nada más tedioso y pesado que los dichosos principios, los cuales en muchas ocasiones son un pesado fardo que no nos permite movilizarnos con agilidad; a veces son sólo una muletilla percudida que esgrimen muchos seres obtusos para tomarse en serio más de lo previsto e incluso los dichosos principios empujan a mucha gente a creerse predestinada a cumplir una alta misión en la sociedad; personas que se sienten llamadas a dictar pautas éticas, a ser espejos cívicos de los demás, aunque tengan su closet privado atestado de cadáveres y desviaciones de todo tipo. Los principios vuelven a los seres inamovibles, piedras en el camino para esos que andan a sus aires sin otro principio que el ser felices. También suelen los principios empujar a los individuos a tomarse la vida, el arte, la cultura o la nefasta actividad política muy a pecho y con una gran dosis de pompa agrisada y circunspecta. He creído siempre que cuando uno se cree jefe, presidente, mayordomo, portero, banquero o lo que sea, la vida deja de tener su fluidez maravillosa. Cuando uno se toma en serio puede amargarse y amargarle la existencia a los demás, puede convertir en un infierno cotidiano todos los días del calendario. Que a uno lo tachen, a la larga, de inmaduro, irresponsable, trotabares, es menos enfático que a uno lo clasifiquen de carraca, plomo o cualquier otra etiqueta almidonada propia de manual de buenas maneras.
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