LA FRACTURA Y EL AZAR
LA FRACTURA Y EL AZAR
Por Raúl Hernández
A partir de ciertos cameos de películas sin nombre, breves miradas inmiscuidas dentro de algún proyecto cinematográfico. Nunca una permanencia placentera en un contexto cámara. Asimismo, tropezando con cintas quebradas, es desde donde me percato de la fractura cotidiana dentro de nuestros días. Es desde esta perspectiva de fractura, desde un proceso final nunca perfecto, desde donde aparecen las perspectivas situacionales de las esquinas.
Lo accidentes benignos se manifiestan dentro de parámetros guiados a partir de un mero reflejo de plaza. El equilibrio funambulista es lejano. La felicidad, antes vista como una misión, es sólo una esquiva idea que no prevalece. Es standard dentro de un sistema be-bop.
Entonces las idas y venidas, tanteadas y ocurridas sin parar, parten desde un rotundo desequilibrio que a manera de imán, se pega a una superficie de vida. Siempre estaremos fracturados de algún modo, la idea es no dramatizar. Como no tiene solución, ya no es un problema.
Intercediendo entonces por esta visión accidentada, aparecen las novelas de Paul Auster, que conocen este juego del azar. Lo macabro y lo sublime. La insistencia por lo fortuito como la ola que no hay que esquivar.
Leyendo ahora Brooklyn Follies, pareciera que si miramos alrededor de nosotros, nos daremos cuenta que miles de miradas y situaciones que tienen un principio y un final, se manifiestan a saltos, a gritos, escondidas en los vagones de los metros. Muchas cosas sucediendo, historias mal escritas y fallidas.
Y también es cosa de aparecerse por la novela Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano. Ciertas circunstancias que nos parecieran imposibles, ahí están, recordándonos la realidad y la eventualidad. Permanecen como la ropa en el closet, siendo parte de lo improbable. La fatalidad y la casualidad deslizándose por el tobogán del día a día. La historia que sucede, a tropiezos francos, escribiendo la misma historia que se narra, se recuerda y olvida.
Es así como, desde este azar delirante, desde la fractura indecible y genial, se logra percibir el comienzo de una situación de habitante, un hombre de la polis, más cercano a la no-preocupación responsable por delante de una preocupación irresponsable. Cercenar el límite de las metas por una infra utopía que perjudica ante los demás. Seguramente habrá que saber sanar las caídas desde la escalera. El azar, que súbitamente fractura, es la playa nublada de la vida.
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