Cuento. EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA - LA PIEDRA
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
Por: Maria Magela Demarco
Como todos los primeros viernes de cada mes Armando había ido a rezar a la iglesia.
Se sentó en uno de los últimos bancos, como lo hacía siempre, para que nadie lo molestara y poder conversar tranquilo con Dios.
Por esa misma razón había dejado de ir los domingos: "Mucha gente.", pensaba para sí, mientras recordaba la última vez que había ido en esa fecha: no había terminado de salir el cura y su comitiva por la puerta de la iglesia, para despedir a sus feligreses, que la muchedumbre ya se encontraba abarrotada en aquella abertura, empujando para salir, como si en vez de estar en una iglesia se encontraran en una cancha, saliendo de algún recital. Aquella vez, después de pelearse con una anciana, quien estaba a los codazos limpios, sólo para lograr salir dos segundos antes que él y algunos otros que estaban a su alrededor, Armando había decidido que los días domingos no eran para él.
Miró hacia lo alto, en donde un Jesús de madera pendía crucificado. Cerró los ojos y en voz baja comenzó su oración:
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