Cuento. EL REVÓLVER
EL REVÓLVER
Por: Víctor Montoya
El único recuerdo que guardo de mi adolescencia es el revólver Colt, cromado, calibre 38, que mi tío me dejó como herencia junto a una cartuchera de pecho, cuyas correas daban dos vueltas alrededor de mi cuerpo, por entonces con menos músculos que hoy y con más huesos por las privaciones de la vida.
Con decir que dormía armado, lo digo todo. Por las mañanas, al despertar con los gritos de mi madre, jugaba con el revólver, contemplándolo contra la luz que penetraba por la ventana. Vivía obsesionado por su forma y tamaño, sin comprender cómo un objeto maravilloso podía trocarse en peligroso. Acariciaba la culata, hacía girar el tambor contra la palma y me apuntaba el cañón contra la sien, como quien jugaba a la ruleta rusa.
-¡No te apuntes así, porque eso que tienes en las manos no es juguete! -gritaba mi madre desde más allá de la puerta-. Así se apuntó tu tío y así lo mataron. Un disparo en la cabeza acabó con su vida.
Enviar un comentario nuevo