Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Dibujo CY

Carlos Yusti

Hay libros (y sobre todo algunos autores) que de alguna manera marcan tu vida y no en el sentido estrictamente metafórico. En mi caso los libros de  Edgar Allan Poe delinearon en mi juventud mi alma con pinceladas oscuras necesarias para apreciar los prodigios de la luz.

Cuando comencé a garrapatear mis primeros cuentos eran plagios deliberados de Horacio Quiroga y Poe. Autores que idolatraba y cuyas vidas eran por si mismas narraciones de terror e infortunio que no creo que la imaginación más retorcida era capaz de crear.

Cuando se es joven ese aspecto lúgubre de la existencia posee un especial atractivo. La lado oscuro posee un extraño toque seductor y las narraciones de Poe tenían las sombras, el misterio y los claroscuros necesarios para despertar mi irredento interés juvenil.

Leí a Poe en circunstancias no del todo amables. Por un tiempo trabajé como listero (el encargado de llevar las tarjetas con las horas de los trabajadores) en una compañía que construía elevados ensamblados. Por espacio de dos o tres meses se construían las bases, se perforaban las calles durante la noche, para no interrumpir el tráfico, y luego en 4 días se armaba la estructura como un rompecabezas. Pero antes de ser listero era un obrero más y el capataz de la obra, un hombre de tez morena, pequeño y malencarado, el primer día me dio las instrucciones. Debía perforar unos hoyos como de 4 metros que serían las bases para construir una casa de madera en la que se guardarían las herramientas. Bajo un sol nada vacacional me entregaba a la faena encomendada. Cuando me cansaba buscaba alguna sombra y leía a Poe. A veces en los sitios no había un árbol ni nada para protegerse del aguerrido sol y sin más sacaba a Poe y llenaba todo aquello de una atmosfera turbia y sombría.

El ingeniero de la obra me vio y con un gesto decasoperdido de la cabeza se fue hasta la oficina de administración. Al poco rato me llamaron. Un poco contrario, no por dejar el trabajo sino a Poe, entré a una casa rodante que servía de oficina. El administrador me preguntó si había estudiado. Le dije que había terminado el bachillerato. Que le llevara las notas  y que desde hoy formaba parte del personal administrativo.

En el bachillerato leí la magnifica traducción de Juan Antonio Pérez Bonalde realiza del poema El cuervo de Poe. En su ensayo La filosofía de la composición devela el engranaje de su trabajo donde la musa y la inspiración en éxtasis quedan desechadas por completo: Muchos escritores, los poetas en particular, prefieren hacer creer a la gente que escriben gracias a una especie de sutil frenesí o de intuición extática; se estremecerían de pies a cabeza si tuvieran que permitir al público echar una mirada tras bastidores, para contemplar la escena de elaboración y las vacilaciones embrionarias de pensamientos que tienen lugar en el proceso de la creación, que notase los verdaderos propósitos  que se adoptan en el último momento, ¡a tanta idea entrevista!, a veces sólo como en un relámpago y que durante tanto tiempo se resiste a mostrarse a plena luz, el pensamiento plenamente maduro pero desechado por ser de índole inabordable, la elección prudente y los arrepentimientos, las dolorosas raspaduras y las interpolaciones. En suma, los rodamientos y las cadenas, los artificios para los cambios en los decorados; las escaleras y los escotillones, las plumas de gallo, el colorete, los lunares y todos los afeites que en el noventa y nueve por ciento de los casos conforman las peculiaridades del histrión literario”.

Con Poe uno se entera que la creación literaria es trabajo constante a pesar de todos los avatares de la vida los cuales a veces van cercando las posibilidades de la creación artística. En su tiempo Poe era considerado un autor peculiar, pero en el que sus contemporáneos jamás vislumbraron  algún destello de genialidad. No obstante un poeta frances, Charles Baudelaire, captó su grandeza como escritor y elabora en un esplendido ensayo semanas antes de su muerte: “¡Lamentable tragedia la vida de Edgar A. Poe! ¡Su muerte, horrible desenlace, cuyo horror aumenta con su trivialidad! De todos los documentos que he leído he sacado la convicción de que los Estados Unidos sólo fueron para Poe una vasta cárcel, que él recorría con la agitación febril de un ser creado para respirar en un mundo más elevado que el de una barbarie alumbrada con gas, y que su vida interior, espiritual, de poeta, o incluso de borracho, no era más que un esfuerzo perpetuo para huir de la influencia de esa atmósfera antipática”.

Coincido con Savater quien ha escrito que dos inventos se le atribuyen: el cuento fantástico moderno y la narración detectivesca. Con respecto a sus narraciones Poe el Filosofo español escribe: “En sus narraciones lo sobrenatural siempre es la prolongación de lo natural por otros medios: lo que desafía a las leyes de la naturaleza es la subjetividad que las interpreta y quisiera transgredirlas hasta sacudirse su yugo fatal. En la mayor parte de los casos los cuentos están narrados en primera persona para que el lector tenga menos escapatoria cuando llegue lo irremediable”.

Poe llegó a decir, no tanto para justificarse que como dejar sentado cuanto de si tenían sus narraciones, que el terror venía de su alma. Con él aprendí a leer la oscuridad y el miedo de otro manera, comprendí a que a pleno mediodía hay un sol negro trabajando dentro de nosotros que es necesario apagar con esos fragmentos de belleza que ofrece la vida y la literatura.

Escribir es un empeñarse siempre por descubrir la belleza tanto de las palabras como del mundo que nos rodea y aunque hoy parece que vivimos en un ambiente enrarecido de odio y horror es necesario seguir empeñadose y recordar aquel verso de Poe: “¿Hasta nuestro último empeño /es sólo un sueño dentro de un sueño?”.

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