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REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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EL FIN DE DANTO: III. LA POSMODERNIDAD

Por Mario Rodríguez Guerras

direccionroja@gmail.com

Los relatos

¿Cómo ha triunfado la teoría de Danto? Podríamos resumirlo diciendo que esta época tenía necesidad de respuestas y Danto las ofreció.

El ojo que (casi) todo lo ve se generó para ver el exterior. El sujeto no precisaba ojos para percibirse, se conocía mediante la sensibilidad. El individuo racional pasó de interrogarse por el mundo para cuestionarle el medio de conocer el mundo sensible. El ojo visto por sí mismo, el arte como objeto del arte, el conocimiento del conocimiento. Es decir, el medio de conocer ha pasado a ser el fin del conocimiento. Un error, una reducción del conocimiento. La curiosidad por la técnica en lugar del interés por las ideas. Una reducción de la altura de los objetivos

Desde otro punto de vista, los relatos constituían frases con las que se expresaba un conocimiento. La llamada modernidad indaga sobre los elementos que componen las frases, porque este hombre moderno ya no tiene interés por el contenido de las sentencias. Este hombre superior, se interesa por las palabras de las sentencias, dignificadas como vocablos. Es correcta la antigua división de la primera parte del siglo XX en dos vanguardias, que Danto parece no valorar. Y es correcta la percepción, por parte de varios teóricos, incluido Danto, de un cambio en los sesenta.

Pero su interpretación es incorrecta. Greenberg desechaba el surrealismo. Pero si analizamos el pensamiento de Greenberg vemos que en su teoría no había lugar para esta forma de expresión. Su tesis era la superioridad del arte abstracto unida a la suposición de la elevación del hombre. Entonces, quien practicaba algo distinto de lo que suponía su tesis, estaba en un error. El surrealismo existe porque posee un sentido. Si una teoría no le descubre no es falta del fenómeno, sino de la teoría.

Danto actúa de la misma forma que Greenberg, expone una tesis y adapta los hechos a su teoría de forma que quede confirmada. Ni Danto no Greenberg cuestionan sus métodos. En su libro¹ podemos leer:

…muchos dijeron entonces […] que lo que Warhol había hecho no era realmente arte. Sin embargo, yo estaba convencido de que lo era […]

El problema filosófico ahora es explicar por qué son obras de arte.

Mediante una simple afirmación ha eliminado la discusión sobre la cuestión del arte para trasladarla  a las razones, lo cual implica aceptar que esas cajas sean arte

Danto no ha propuesto dar las razones que le han llevado a tal conclusión. Lo que hace es buscar razones que justifiquen sus creencias. No propone analizar las cajas para asignarlas su valor correcto. Se ha propuesto justificar un determinado valor.

Todo el problema de la valoración del arte moderno se ha originado porque se ha dado otro significado al arte.

En la “era contemporánea” no hay ningún cambio espiritual. El cambio es material, más material que en el estadio anterior. Pasamos de ver con el ojo las palabras a ver las letras. Tal reducción de objetivos no es propia de una actividad elevada.

La desintegración de la frase se ha concebido como una búsqueda del espíritu. Las letras son la esencia de las frases, pero no resultan nada espirituales. Lo único que han hecho los teóricos ha sido describir unos sucesos pero no han logrado realizar su análisis. Lo incorpóreo del arte (frases) es el espíritu (el contenido), no los elementos (letras) de que constan los componentes (palabras). Ni el espíritu ni las ideas pueden mostrarse sin un soporte. El espíritu, el sentido o la idea del arte, solo se manifiesta en la obra de arte. 

Pero la modernidad y la posmodernidad tienen su relato. Aunque el relato solo es descripción, una interpretación antropomórfica de la historia con la que se que sustituye el análisis causal de los hechos. El relato es válido (si se hace bien) pero incompleto. Si no se ha podido encontrar el relato en los estilos que se analizan, se supone que no le tienen. Lo que no se ve,  no existe.

Evolución del concepto arte

Para que pudieran elaborarse las teorías del arte moderno fue necesario reducir el concepto del arte.

En el arte clásico, la estética era la ciencia de la sensibilidad. El arte era el conocimiento de las ideas.

Hegel se percata de que el valor elevado del arte se había perdido y que el arte se limitaba a la representación. Es por eso, que su estética ya no es la ciencia de la sensibilidad sino de la belleza.

Superadas también las bellas artes, se negó la belleza como atributo del arte. Greenberg reduce el arte a la perfección de las formas, a la belleza no natural. Danto, a su significado filosófico.

La posmodernidad ha introducido una nueva reducción. Pero esta reducción ya no era necesaria pues, tal reducción ha consistido en manifestar que todo es arte, con lo cual el arte desaparecería, y así les ha debido parecer a nuestros teóricos que ha sucedido. Pero lo que ha ocurrido es que los teóricos no han sabido interpretar lo que tenían delante.

La posthistoria

No ha ocurrido nada en treinta años, afirma Greenberg en el 92. Danto lo confirma alegando la total libertad del artista. Pero filosóficamente la libertad no existe.  Total libertad significaría un obrar libre de toda circunstancia y motivo. Entonces, resultaría imposible crear, si fuera posible ese supuesto.

Por el contrario, bien parece, primero, que entre el 62 y el 92 ocurrieron muchas cosas que no se han sabido valorar. Movimientos con poco significado, que parecen repetición del pasado, ya que a medida que avanza el siglo, disminuye el contenido de las obras. Lo más grande ya estaba hecho. Pero el ojo entrenado debiera ser capaz de apreciar cualquier sutil variación. El análisis de esos movimientos requiere estar libre de prejuicios teóricos y de todo compromiso. Danto empieza su labor con la premisa de la existencia del fin del arte. Y la demuestra. Danto encuentra razones para justificar sus creencias. No acepta la conclusión de unas razones; Danto busca las razones que precisa. Si hubiere partido de otra premisa, también hubiera logrado confirmarla. Y, segundo, que no todo es arte.

También en los ochenta se producen, efectivamente, nuevos cambios que los teóricos tampoco han sabido valorar. Como decimos, el “todo vale” no es un análisis, es mera descripción,  e incorrecta. El arte de finales del siglo XX tiene un sentido. Aunque muy pequeño. A medida que ha ido avanzando el siglo, el contenido de las obras de los ha ido disminuyendo porque han incrementado los aumentos de la lupa con la que presentan al ojo los elementos materiales de la obra. Llega entonces un momento en el que se percatan de que el estudio que han hecho de la materia artística carece de valor, ya que el arte tiene por objeto expresar algo. Los artistas acaban por mostrar las acciones humanas, las cuales son el origen del pensamiento que en su día expresaba el arte. Es decir, después de cien años, entienden que no han hecho nada más que análisis de los materiales y que las frases se construyen con el fin de expresar una idea sobre el hombre y el mundo, lo cual ha sido el origen del lenguaje (o del arte), y muestran las acciones que han motivado la aparición del lenguaje, el cual está compuesto por palabras y letras, las cuales siguen siendo el interés de esa posmodernidad en los sesenta y los ochenta. Es decir, no ha variado el objeto del estudio que hacía la modernidad, ha variado el punto de vista desde el que observar el arte. Las letras como componentes básicos gramaticales, o las letras como elementos básicos con los que definir acciones: las letras como componentes de las palabras (forma) o componentes de los conceptos (contenido).

 No todo es arte

Danto pasa al final del libro a establecer que hay otra forma de arte para la cual todos los hombres serían artistas. Pero no es así. Las manifestaciones artesanales, no son arte. Pero Danto encuentra en ellas una especie de valor.

Danto ha expuesto la necesidad de que otro tipo de obras entren en los museos para acabar por establecer otro tipo de museo. Tales museos no serían museos de arte, serían museos etnográficos no dedicados al arte sino a la antropología.

No todo es arte ni todo el mundo es artista. Hasta una obra minimalista ha precisado que detrás de ella existiera un artista. Hasta el urinario de Duchamp ha precisado de un artista. Las manifestaciones populares y la reclamación de otra forma de arte significan algo, pero de ningún modo son arte. Muestran otra forma de ver la vida  pero no muestran una creación artística. En consecuencia, no precisan un museo de arte.

¿Cual es el dato necesario para aclarar esta confusión? La que se identifica en el pasado pero se niega en el presente: El arte debe poseer un sentido.

Las reclamaciones que Danto observa en el pueblo, y que defiende, con lo cual demuestra lo próximo que está del pueblo y lo lejos que está del arte, representan, como hemos dicho, una forma distinta de ver la vida.

Pero el arte requiere varias condiciones. Así que, contradiciendo al señor Danto, a Warhol y a Beyus, no todo es arte. Entre estas condiciones estaría la de expresar un sentimiento. Otra condición imprescindible es la de hacerlo a través de un medio adecuado. Como sabemos, el arte debe poseer contenido y forma. Esto lleva implícito que no todo el mundo es una artista, aunque ese todo el mundo sea capaz de expresar de formas diferentes (el vestido, las expresiones, las actitudes, las críticas, las afirmaciones, las reclamaciones…) esa forma de entender el mundo. No toda expresión es arte. El arte es representación de la vida no la vida ni imitación de la vida.  

Cuando un artista es capaz de reflejar en una obra el sentido de esa forma de entender la vida, hace arte. El arte es la definición del pensamiento; la artesanía, la utilización. El arte define el pensamiento, la artesanía le ilustra. El hecho de que en el pasado se haya despreciado la obra, por ejemplo, de los impresionistas no demuestra que toda propuesta posterior sea digna de consideración. Pero tampoco debemos olvidar que se ha producido el cambio de significado del término estética, pasando de la sensibilidad a la belleza. Solo olvidando que se ha dado un nuevo significado al arte se pueden comparar las obras modernas con sus predecesoras.  La necesidad del cambio venía obligada por las consecuencias que se derivarían de una valoración correcta. Si el arte moderno era inferior al del pasado, el hombre moderno quedaría disminuido. Se resuelve el problema social modificando la definición de arte, adaptándola a las necesidades del hombre moderno.

Pero la evolución teórica, en consonancia con el valor creciente del concepto del pueblo como sustituto del hombre natural, del que los teóricos parecen formar parte, presenta un nuevo concepto para el arte. Si el siglo XIX descompuso los elementos del arte clásico despreciando el contenido y fijando su mirada en la forma –para hacer su análisis en el siglo siguiente- a finales del siglo XX se pretende hacer creer que el arte es contenido carente de forma. Eso es lo que se llama la espiritualización del arte. Decir que el arte es espíritu o filosofía es descripción que suple al análisis mostrando el exterior sin profundizar en la esencia. Este nuevo punto de vista no cambia nada, solo indica que el artista se ha percatado de la existencia de un contenido porque el artista sigue realizando un análisis de la obra de arte, aunque es un análisis que ya no puede realizarse por medios artísticos. La ciencia del arte precisaría nuevos medios para expresar sus conclusiones. Esta expresión de un sentimiento sin importar la forma de realizarla no es ni arte ni artesanía. Solo nuestros impulsos naturales que originaron, mediante una larga elaboración, la obra de arte clásica.

Pero, en realidad, desde comienzos del siglo XX se han estado realizando acciones o performances, con las que se pretendía dar a entender que el arte poseía algo más que las formas físicas materiales. Durante ese siglo, tales manifestaciones de la acción evolucionaron hasta hacerse plásticas. Toda evolución valora lo concreto. Y, a finales del siglo, por ejemplo, el video-arte recoge esas acciones como forma artística, una forma “plástica” que ha perdido la esencia del acto natural que ejercía el artista. También las instalaciones hacen referencia a las circunstancias de las performances, pero prescinden de la acción humana y de su presencia.  Ambos ejemplos remiten al espectador de su tiempo a las acciones que las generan, por eso tienen para ellos un sentido interno distinto de la percepción de su apariencia. Pero su realización material las convierte en obras de arte, ya no son acciones, y entran a formar parte del mundo artístico que estudiamos y aparecen todas ellas ya como arte y no como actos.

De aquellas expresiones no artísticas realizadas por los artistas e imitadas por el pueblo, este quiere un certificado de calidad, un aval que garantice que hace lo correcto. La entrada en un museo parece un marchamo suficiente de aprobación. Pero la entrada en el museo no confiere al tales obras valor interno. La aceptación en una institución es un acto externo, es la valoración de un fenómeno como concepto aprobado por la sociedad.

Nota 1.- A. C. Danto, Después del fin del arte, Ediciones Paidós Iberica, S.A. 1999 Barcelona, p. 57

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