Crónica
DALÍ, EGÓLATRA DEPREDADOR
Carlos Yusti
Salvador Dalí fue el egocéntrico provocador por antonomasia. Buscaba ser un artista del renacimiento, pero se le veían las costuras y ante este hecho tuvo la imperiosa necesidad de publicitarse como genio. Supo que requería de un mercado, que necesitaba vender su obra, pero como su obra no tenía ese fuelle de genialidad requerida se vendió él mismo como producto. El surrealismo le vino de maravillas para su empresa.
CÁMARA OSCURA
Raúl Hernández
Abunda la desgracia. Se supone que uno debiera estar adormecido por la televisión o por los calambres de las portadas de los periódicos. Pero no, se puede estar atento a lo indeseable como en una fotografía de Diane Arbus. Hablar de esto compartiendo un café de doscientos pesos en el carro de alguna esquina, con colectiveros que a lo lejos divulgan el vapor de sus corazones. Se puede conversar en estos adoquines inclinados. Familias al borde del precipicio, historias que no forman parte de algún horóscopo. Toda aproximación al destino es una techumbre derrumbada. La lluvia merodea estas imágenes de ventanas polvorientas, closets semi abiertos, paseos fantasmales dentro del hogar.
Salgo a la calle y me encuentro con personas afectadas por sus calamidades. Se conversa de lo que queda, no de lo que se fue. Accidentes motores, enfermedades cíclicas, depresión. Ayudo a atravesar la calle a estas sensaciones. Nos miramos en las esquinas, como se miran los forasteros. Hermosos perdedores. Vuelvo hacia extraños sucesos impensados. Ahora camino y permanezco atento a lo que no se piensa, puede ser algo cotidiano. Todas estas fotografías de una cámara oscura. Miro hacia el cielo y mis sueños se quedan en la zapatilla que cuelga del tendido público.
SE DESFLORA UN MANCEBO SALTAMONTES
Carlos Osorio
Finalmente, este pichón futuro de grande, este ya regordete ciudadano, esplendor del globo terráqueo, que más que paloma parece buitre al acecho, es recibido casi con honores de jerarca por la asustadiza y ansiosísima enamorada canchanchana, encargada de introducirlo en la materia misma de la carnalidad y que lo sacará, definitivamente, de la sedentaria rutina de comer y ver la tele, además, ella cuenta con alguna experiencia; es más grandecita, entradita en carnes. Hasta saca pecho, se sabe una adelantada. Se dice dispuesta y decidida a darle sincera cabida al noble y mañoso pajarito éste, mancebo e hijo pollerúo que, entre las atractivas gracias que posee, suele comerse los mocos que su mazacotuda nariz le obsequia; se le metió la idea que, masticarlos, fortalece la libido, protegiendo la pared estomacal y las probables afecciones del intestino, evitando, incluso, la desagradable hemorroide. Y no hay caso quitarle semejante absurda creencia, menos ofrecerle pañuelos, de allí su afición desmedida a introducirse los dedos en busca de alguna noble masa de costras.
Globos, guirnaldas y flores fresquitas recién recogidas del huerto familiar, alfombran el camino de tierra, son parte de la escenografía perfecta para el nido fogoso instalado allá tras lomita, allí vereda arriba junto a los árboles frutales, en la inmensidad e intimidad del follaje campestre, locación presta a recibir al en edad de merecer y vinagroso ciudadano que, ansioso, cual picle virginal, ya se encamina al encuentro con la carne misma, allí verá cumplido su sueño del pibe, su panacea misma de alcanzar el climatérico goce, de hacer realidad tanta información sexual codificada de revistas caseras, de llevar a la práctica la pornografía familiar acumulada, de hacer efectivo el disfrute gracias al arrebatado entusiasmo que, Margot, la hija del eficiente jardinero, le ha sugerido.
Pese a la estirpe de pavo que porta y a las plumas descoloridas que la vida demasiado enjaulada le han otorgado, de tanta desdicha a la que ha sido sometido, donde el celibato es su condición y condón que lo sujeta, que lo encadena más bien en contra del pecado, su personalísimo y siempre añorado vuelo del cóndor por fin se hará realidad y, sino, sino fuese posible tal hazaña, el pollito pastando será su plan be según su experiencia en el abecé del sexo a una mano.
Raudo intentará aprehenderse, hasta con los dedos engarrotados de la emoción, del momento justo que la vida le pone enfrente. Será su entrada a las grandes ligas, al primer equipo, a la reserva misma de la fertilidad para cuando la patria lo reclame y vitoree, para cuando sea necesario reproducir la insigne especie y mantener el gen al día, para cuando hijos como él sean los llamados a no confundir el sino de los grandes, para cuando sea necesario aclararle al mundo que no es un mal nacido mercachifle hecho a destajo y menos de parecerse, siquiera una gota, al resto.
MALOS TIEMPOS PARA LÍRICA
Carlos Yusti
La poesía es sin duda una forma de sabiduría especial que desde tiempos remotos ha formado parte medular de la historia del hombre. El tema de la muerte, el amor, la guerra y la soledad parece permanecer intactos a través de los tiempos. Sólo cambian sus interlocutores. Como lo demuestra este fragmento egipcio titulado “diálogo del desesperado con su alma”, de aproximadamente 2.250. Su autor es desconocido, pero las metáforas que evocan la muerte son muy actuales:
TERESA CORASPE: Sola contra la jauría
Carlos Yusti
Me enfrento a la jauría, a los demonios que andan sueltos
jamás me inclino ante el soborno. TC
Por Carlos Yusti
Nació en un pueblo llamado Soledad y como el nombre del sitio de sus orígenes asumió la creación poética. En soledad ha tallado el árbol duro del lenguaje para construir un mobiliario poético de gran belleza y reciedumbre. En soledad se afincado en su tarea: crear una obra poética de gran fuerza creativa. En soledad escribe el desorden del corazón, los insomnios de la razón, las aporías que el alma dicta con la voz acicalada de gritos y tiempo.
No es la primera vez que escribo sobre Teresa Coraspe, esta mujer encuadernada en palabras y tiempo. En sus fotos de juventud hacía gala de una belleza sin algarabía, recatada, fina, una belleza serena con una sonrisa de boca pequeña y gruesa. Luego los días y el duro trabajo con las palabras han moldeado su madurez de mujer con ventanas y pasadizos, de mujer abierta a muchas direcciones, de poeta altiva con un puerto sin barcos encallado en sus huesos y con una casa sin puertas en sus ojos.
Teresa Coraspe iba para mujer normal con esposo, casa e hijos. Entonces llegó un momento en el cual comenzó a sentir la asfixia, sintió que estaba hundida en la rutina, que se ahogaba en la domesticidad mundana y silvestre. Se aferró a la palabra poética para respirar de nuevo, para renacer y darla una nueva oportunidad a su espíritu.
Desde la publicación de sus primeros libros de poesía lo hizo con un dominio depurado del lenguaje. Entre sus libros tenemos: Este silencio, siempre (Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Bolívar, 1991), Vuelvo con mis huesos, (1978) Vértice del círculo, (1987) Tanta nada para tanto infierno, (Ediciones al Sur, 1994) La casa sin puertas, (Asociación de Escritores de Venezuela-Seccional Bolívar, 2004) y su primer libro: Las fieras se dan golpes de pecho. Su poesía retrata, de manera borrosa y colateral, la cotidianidad con sus miserias del alma, esas soledades en tumulto, los desamores y amores con horarios y esas guerras calladas con las vibraciones ordinarias del día a día. Poesía de abismos introspectivos que cuenta las monedas de inhumanidad del mundo que le rodea, que cuenta las minucias de ese sueño carroñero de éxito y esplendor. En cualquier caso es todo lo contrario de una poeta confeccionada en algún taller literario o un poeta con oficina cultural incorporada. Sin mencionar que siempre se ha involucrado en el quehacer literario desde otras trincheras como la creación de suplementos culturales. Colaboraciones en revistas literarias y ahora por la Internet en la cual escribe un blog (Teresa en el tiempo) y mantiene una relación escritural con muchas Web literarias. Lectora voraz y con un amplio conocimiento de los vaivenes poéticos del país. En una conversación con Teresa Coraspe hay más literatura y ars poética que todo lo escrito en 5 años por muchos poeta de corte y pega promocionados por las cúpulas del poder cultural, sean del color que sean.
AL FINAL DE LA ESCAPADA
Raúl Hernández
Y aquí vas yendo a almorzar a “La Castellana”. Día sábado, entras al boliche y suena Cristina Rosenvinge en el wurlitzer. No sabes qué responder a esta señal. Buscas una mesa, te sientas. Cierras los ojos y comienzas a recordar. Aparecen escenas, flashbacks, instancias nunca duraderas dentro de esta película que te sabes de memoria. Has estado en la cuerda tensa equilibrando en el abismo hace mucho tiempo. Cómo no estar cerca del peligro cuando un ventarrón llega sin aviso y te empuja hacia la caída. Existe el truco de no caer, eso es sabido, pero un truco difícil de aprender. Abres los ojos y aparece el plato del menú.
Tú has estado en esa esquina que ves desde la mesa, esperando muchas veces la luz verde que camina. Has estado pensando en este invierno antes de atravesar la Avenida Brasil. De pronto, esta sensación es un mensaje de que todo futuro es una incógnita letal. Y el pasado, un tren que aparece de pronto y casi te atrapa, teniendo que saltar hacia el costado. Hace mucho tiempo que transitas estas veredas. Has paseado por este barrio todos los sueños que alguna vez tuviste en compañía. Las caras borrosas de las personas no dicen nada a esta hora, son neblina humana en permanente desaparición. Y existe un tramo del trayecto que está lleno de baches y tienes que saber saltar. Otra posibilidad es plantar la pisada con firmeza, sin importar las manchas del fango, porque no hay otra forma y así se adquiere la actitud de perder con cierto derecho a la fortaleza. De todos modos, está el bache y sabes que hay que asumir cada vereda.
NIÑO CON PIOJOS BUSCA NOVIA
Carlos Osorio
Es un niñito bañado en leche y miel, son su jarabe que va hidratando el perfil que se requiere. Sus desayunos son el nutriente exacto para permitir que explote sus habilidades. La colación de mediodía procura evitar la continencia y es responsable que, miguelangelito, puje de lo lindo, para que arregle la digestión del espíritu. La comida si bien lo abruma, permite que fortalezca su cuerpo social, su estirpe humana llamada al servicio y así salvar la adelgazada moralidad que porta el mundo. El éxtasis viene ya para la hora de la merienda, no es de los que cena, nadie cena en ese hogar, es parte del ahorro energético que procuran y, por tanto, aquí el mocoso se revela y acaba con todo lo que le ofrezca María, la asesora puertas adentro, que ya luce joroba y vejez de tanto servirle al prójimo, a este próximo excelso de exuberante barriga sedentaria que, por lo demás, no lo amilana, se dice un perfecto y, un perfecto, no le teme a la diabetes ni a nada por el estilo.
Ya luego de la arrebatada tragadera, del lonch rutinario, el postulante a prócer complementa su final de día con la dieta exacta de avemarías que su padre insiste en que los rece en voz alta, de ese modo supone, desde el cielo escucharán y tendrán clarito de quién se trata, incluso, hasta el cura rector de su colegio, allá a lo lejos y acurrucado a la monja novicia, atento para la oreja en señal de satisfacción propia, porque sabe que su pupilo está cerquita de dios y muy retirado de la maldad. Y se enorgullece de la enseñanza introducida, porque es capaz de arremangarse la sotana para enseñarle todos sus valores. Está preparado para lo que sea, y lo que se pueda, en pos de los nuevos integrantes de la capilla ardiente, que es en lo que se ha convertido este bello y altísimo barrio que habita miguelangelito.
Y, al igual que sus vecinos, es de los ciudadanos que no se educa en colegio público, por más prestigio que tengan algunos, por más cuna de la república, de presidentes, de ministros, de jueces, que insisten en la monserga que la educación no tiene fines de lucro, que pura sabiduría nomás. De ahí que su padre teme, por un segundo, que su patán sufra de aquella rara enfermedad popular que cuestiona la buena fe educativa, que se le aparezca la paganería y aprenda chistecitos de mal gusto en contra de los curas, de los principios, de los valores, de las últimas tentaciones que le nota, que le pueda dar por hacer de la sociedad algún asunto más igualitario, que se vaya a codear con vándalos y pobres de otras clases y uno que otro marginal becado, por miedo al piojo lumpen que acecha recreo tras recreo, y ahí si que se arrebata, como que hasta urticaria le provoca imaginarse a estos desgraciados bichos subiendo por el cuerpo del licuado crío, porque piensa –rascándose la cabeza en señal reflexiva- es posible infecten su alcurnia, su higiene de clase, su estirpe de caudillo, su historial inmaculado, su fina proyección estatuaria. ¡Piojentos de mierda!
EL CLUB DE LOS GOMBROWICZIDAS
Carlos Yusti
A través de la Internet conocí a un escritor cuyo único tema de sus conversaciones, libros, crónicas, entrevistas, cartas y correos electrónicos giran en torno a la vida y desmilagros del escritor polaco Wiltold Gombrowicz. Mi vinculación virtual con tan singular personaje surgió a raíz de un texto que escribí sobre el autor de “Ferdydurke”. Esto fue suficiente para que me incluyera como miembro del club (virtual por supuesto) de los Gombrowiczidas. A este club pertenecen todos aquellos que han escrito, o se han vinculado de alguna manera, con Gombrowicz. Como miembro tengo derecho a un seudónimo y a formar parte de la mitología que flota alrededor del escritor polaco. Mi mote, mi alias en club tan selecto es: “Dalí selvático”.
Todas las mañanas ( incluso los domingos) llega puntual a mi correo un texto de Gombrowicz escrito por el sumo pontífice de los Gombrowiczidas Juan Carlos Gómez (conocido como Goma). Son textos que cuentan chismes, anécdotas, viñetas malintencionados, críticas deslenguadas de Gombrowicz y otros miembros del club. Goma tiene una escritura vitriólica y una verborrea que no se anda por las ramas para atacar y defenderse. Goma conoció en persona a Gombrowicz, fue su amigo durante su periplo argentino y desde entonces se ha convertido en el albacea radical de su memoria. Ha publicado algunos libros sobre Gombrowicz que son referencia obligada. Como era de esperarse, y como soy menos daliliano selvático de lo que aparento, no contesto sus correos, ni para bien ni para mal. Hago como hace el escritor español Enrique Vila-Matas; Orate Blaguer en el club, quien en un texto publicado en Letra Libres escribe: “No me atrevo a contestar desde Europa a la carta del fiel Goma porque intuyo que, de hacerlo, él se daría perfecta cuenta de que, aunque no escribo como Gombrowicz, ocupo actualmente su lugar y su personalidad en la tierra. Quiero ahorrarle ese susto a Goma, es la pura verdad. Chau Goma, me digo a todas horas. No quiero que él sufra, no quiero que le atormente la idea de que Gombrowicz ha reanudado la correspondencia con él. No quiero que eso pase como tampoco quiero seguir entrometiéndome más en la vida, la soledad y los amigos de mi maestro, el señor Gombrowicz, mi señor.”
SOBRE LA CIUDAD
Raúl Hernández
No podría acariciar siquiera una aproximación estilística al cuadro de Marc Chagall. No podría tampoco delinear exactos referentes vinculados a la estética, la simetría, los colores sucintos, meditados y luego expuestos por el pintor. No podría, de ningún modo, referirme a todo lo que no fuera una emoción. En definitiva, no podría teorizar. Prefiero hablar “de las cosas” y no del “porqué de las cosas”. Si, es necesaria la especulación analítica, pero eso es trabajo de los teóricos.
De este modo, voy paseando nuevamente por el pasaje Lucrecia Valdés. Miro el cielo, nubes obesas, repletas de intenciones, imágenes, nada más que imágenes. Este frío pareciera contener muchas historias, pienso. Son como soplidos de vivencias pasajeras. Me voy luego a dar cuenta de que todo eso que ha pasado no lo había imaginado. No, como imaginar lo que va suceder, si todo destino es inimaginable. Como este señor que pasa en bicicleta, despotricando contra el mundo.
Ahora, estar sobre la ciudad es un poco incomodo, por lo cual se percibe. Es como volar aleteando, diciendo que estoy bien, que no se preocupen. Es un viaje extraño, de supervivencia, cuando te reflejas en los escaparates y miras esos sombreros, estufas, lienzos que avisan una promoción. Y te vas dando cuenta que este invierno no es igual a otros inviernos, que los colores de las ropas siguen siendo ocres, pero tu no eres el mismo. También piensas esto en la peluquería mientras el peluquero te pregunta “¿le dejo la patilla tal cual?”
SI NO ES TAN BURRO EL OREJÓN ÉSTE
Carlos Osorio
Así crece este muchachito llamado a preservar la tradición. Hijo y fruto del dilatado y hueco vientre dinástico, de la erección del linaje, del estirón de las circunstancias, de la elongación al azar del cuerpo con ralea, del alargado rebuzne que intenta el arrugado poder. Hoy más grande, distribuye su tiempo entre el monasterio casero, rodeado de servicios y comodidades (si hasta parece hijo de zánganos reyes) y el prestigioso colegio de curas, ubicado allá arriba de la montaña... más allá del cielo incluso y que, desde su claustra recámara, temeroso, miguelangelito observa concentrado y en transe.
Cofrádicas instituciones que congregan a la grey más granada y que ofrece a cada ciudadano inscrito, a cada ciudadano forzosamente parido, la j-aula de oro precisa para el calándrico aprendizaje de asuntos, sobre todo los que atañen al cómo desenvolverse en sociedad, al cómo hay que mandar, de cuánto se puede lograr e incluso ahorrar, y que oferta en módicas sumas, tal como si se tratase de un santo y áureo paquete de crédito, el don y dicha de la mentira, la gracia de ser embustero, el angelical carisma de ser caradura, la simpleza del egoísmo, la riqueza del oportunismo, que irán caracterizando, matizando más bien, a estos a-dorados y verdaderos hijos de dios aquí criados.
Son su cárcel exclusiva, su probeta divina, su prisión del amor, un establo de paz, del cariño, de la bondad, de la dicha, hasta de plena armonía se habla a veces, porque abarrotan su existencia y encadenan la vida, como que la sujeta con fuerza, evitando que, en este caso, miguelangelito, se deslice por caminos equivocados, que pueda errar el designio. Y aquí el martirio es parte de la responsabilidad pre púber, ni siquiera juan bautista queda exento de pensarse y no es novedad que éste símil de san vicente y sexto de los hijos, que lleva tanta carga y no la siente, sea comparado con el profeta, y si bien no tiene mucho de qué hablar, ni de qué predicar, da lo mismo por último, con el jesús en la boca hasta cierto parecido le notan, es considerado un bien nacido, un proficuo de su propio destino y ya se atreven a proponer que será un santo en toda la extensión de la palabra, un ventajoso ganador preparado para adivinar hasta el esplendoroso presente, ni hablar del futuro que le toca.
Y en esta su corta edad se cruzan todas las insinuaciones posibles, y no hay día que pase que no recuerde el llamado de ejemplo a seguir. Así, este novel del clan, ya adquiere obsesivos gestos, entre que similares a un mesías, no le sale mal tampoco el de prócer, son sus maneras que gestionan su pase automático a la liga de los grandes, al de los pocos convocados a determinar, en forma serena y con ayuda del más allá, el rumbo preclaro que requiere la patria y evitar así, el descarrilamiento probable de los valores, el fatal derrame de la sangre con linaje, para cuando no exista más posibilidad que un ciudadano como él.
LA ÚLTIMA METAMORFOSIS DE MICHAEL JACKSON
Carlos Yusti
A falta de héroes la gente echa mano de esos héroes subalternos de la música pop o del fútbol. A falta de santos un cantante negro trasmutado en blanco, a fuerza del “milagro” de la cirugía cosmética, también puede resultar valedero. Lo importante es la adoración, una panacea donde enfilar nuestras fuerzas, nuestra idolotraía y nuestra fe tan en el aire estos días. Esa hambre de ídolos es de antigua data. El hombre se crea sus santos y demonios para sentirse seguro. Se confecciona héroes a su medida para descargar su culpa, sus penas en los hombros de otro y así aligerar la carga. Tanto los ídolos del pasado como los de hoy vienen envueltos en el papel celofán del mito, una neblina de misterio los envuelve, una cortina de mago los oculta a nuestra ojos crédulos. Jamás vemos su fragilidad, sus miedos o tristezas; esos trucos baratos que le permiten permanecer inalterables a pesar de todas esas miserias mundanas que poco apoco los carcomen.
Michael Jackson fue uno de esos mitos extraños que la gente consumió con deleite morboso y sin miramientos. Como vampiros sedientas absorbieron sus cambios físicos, su hipocondría, sus hijos y sus objetables gustos sexuales. La prensa de farándula se sirvió a placer de sus debilidades y flaquezas mundanas para crucificarlo a cuatro columnas y a todo color. Sus taras, fobias, obsesiones y desviaciones de todo tipo siempre estuvieron en la mesa mediática para que sus admiradores y detractores las degustaran hasta el hartazgo.
VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS
Raúl Hernández
“Cuando vean los ojos
que tengo en los míos tatuados”.
Alejandra Pizarnik
Vendrá así, de pronto, solo avisando la existencia de lo oculto, de ese humano abandono. Rondará el espíritu del silencio, como ahora, en este momento que acaba de pasar. Así, de esta forma, inundando tus ojos con mis ojos, como si las caminatas nocturnas fueran la sombra que atribuye otra figura, otro andar en las paredes. Figuras que se expanden, y llegan de improviso, como un gato lanzado a nuestro rostro.
Vendrá esta presencia que arrincona al miedo y lo hace temblar. Pero también estila elegancia de farol e historias de taberna como en los poemas de Cesare Pavese. Si bien es el peligro inminente el que amenaza, perfuma con lo fatal y se destaca por lo perfecto de esta fisura.
Un caminante sabe lo que conlleva el último palpitar, -me identifico con Pavese- es por eso que hago del transito señales que en los charcos se reflejan. En las veredas, mi piel húmeda atrapada para siempre en una alambre de púas, sólo por un designio exquisito. Y miro esos ojos que aparecen tras la puerta. Subo la escalera, corro, miro hacia al lado y esta ahí. Es ella, quebrando los pavimentos con los tacones, queriendo agarrar la luna de un arañazo. Me observa y me hace un guiño. Despierto.
Carlos Yusti
Muchas veces en el universo de la literatura los lectores somos casos perdidos: creemos todo o simplemente buscamos en la lectura una distracción sin consecuencias perdurables para el alma. Como escritor o lector, según sea la circunstancia, me coloco en el bando de tener a ratos una vaga sensación de encontrarme del otro lado espejo.
Por un bituminoso azar la literatura, también aplicable a todo el arte en general, está asociada a todas las patologías posibles y la locura es una fiel acompañante al punto tal que de sus garfios cuelgan muchos artistas y escritores, semejando un desnudo y desolado cuadro de Francis Bacon. De uno de esos ganchos pende uno de los más enigmáticos y envolventes: Antonin Artaud.
En mis días de Animal Literario (con otros amigos conformé un grupo llamado Animales Krakers) la actriz Gladis Prince me regaló un ejemplar de “El teatro y su doble”. Aquel libro escrito con el sol de las vísceras posee una fuerza y una claridad descomunal. El libro no era en lo absoluto un manual para actores al estilo de “Un actor se prepara” Constantin Stalivnasky, mucho menos un ensayo académico y crítico sobre el teatro, era (para ser exacto) una visión a quemarropa sobre el arte, la cultura y el teatro. En ese tiempo estaba urgido de escritores a contracorriente y no de esos lamebotas de las letras con aspiraciones de ingresar a la academia. Artaud cumplía con el perfil: actor de cine y teatro, adicto, poeta, integrante ultroso del surrealismo y a causa de ello expulsado, ateo de profunda y convicta espiritualidad, huésped asiduo del manicomio.
UN CHANCHITO REGALÓN SE ASOMA
Carlos Osorio
Esta ejemplar familia se caracteriza por hacer de la tradición una costumbre y, por sobre todo, hacerla parte de la cotidianeidad. Aquí la herencia de gestos son ritos incapaces de quedar en desuso, no se botan en el cochinero de la vida, tan basural de las buenas cosas y de la decencia. Si hasta el pijama afranelado y apolillado del más viejo se conserva, y se conserva porque se encarga de vestir, generación tras generación, a los afortunados y flojos machitos descendientes y a sus muchas debilidades y deficiencias.
Ni hablar de las pantuflas de la abuela que son tremendas y tremendo patrimonio. Recuerdan que, con ellas, su paso matriarco veló todos y cada uno de los pasitos de las hijas e hijos del hogar. Su tranco fuerte fijaba límites, lijaba callosidades, espolones y todas las máculas que por allí pretendieran pisotear la moral. De que no se fuera a desvelar tanta educación rigurosa, por ningún motivo a trasnochar el insípido y rancio linaje. Si hasta de madrugada ejercía su liderazgo panóptico; vigilar y castigar el desvío del origen gracias a la casi angular piedra pome que masajeaba el juanetero líquido sanguíneo y que hoy todos los suyos sudan y portan dignamente.
Observar aquel retrato ya desgastado de la parentela en pleno, esa vez del funeral del recordado pater abuelo, odiado por algunos, querido por otros (y otras), y que fue la ocasión obligada para convivir y limar asperezas anteriores, es observar fijamente la debacle de un clan venido a menos y, entre otras cosas, de probar el trago amargo, de sentir la decepción al testamento garabateado por el viejo. Encuentro que a su vez permitió memorizar la estirpe de aquellos hijos de caudilla mueca triste, acaso por el cariño al difunto, acaso por las migajas que éste les dejaba o acaso porque son así de tristes en el ocaso.
Aquella postal malhumorada es la excusa eterna para culpar a la bella nodriza, la agraciada y excitante dama de compañía de los menores deslechados y que aparece radiante y protuberante al borde inferior de la foto: Si hasta se va de lado el retrato. Despechados gritan en desorden su furia. -¡Si fue ella quién se quedó con casi todo! – ¡Si terminó y acabó con el viejo putamadres de un santiamén! -¡Oiga! si es la responsable de su muerte. Si le paró y hasta el corazón enamoradizo dejó de latir en el revolcón ése, aquella vez que la ardiente empleada alimentaba, a pecho descubierto, al nieto, al padre y al querido abuelo respectivamente.
Que tal bajeza no les hizo mella, que no importa, que siempre existen mujeres así, pérfidas capaces de todo en pos de la herencia ajena. Que igual el tata requería atenciones especiales, que su mano tiritaba si no era atendido con urgencias, nada de negarle el deseo pese a su pañal de incontinente, si era un fértil a su edad, un regador innato de la semilla aristocrática, era su personalísimo chorreo para combatir la pobreza de otros... de otras en este caso. –Si hartas canas tenía como para oponerse a que las echara al viento o en una almohada ajena a la suya. Ejercía una especie de juego bancario cada vez que andaba con la maldad y entusiasmo acumulado. Depositar su, a esas alturas, escuálida millonada reproductora, en algún maculado deposito externo, era su inversión a plazo fijo, por lo demás, era cosa de cruzar hacia la estancia doméstica y ser acogido, con beneplácito, con cálido cariño y puertas abiertas, por la ejecutiva y siempre dispuesta pechugona dama.
ANOTACIONES SOBRE LITERATURA IMPROBABLE
Carlos Yusti
La mala literatura contenida en los libros de Paulo Coelho, en esos de autoayuda con vacas o ángeles y en aquellos escritos para desentrañar códigos secretos y rastrear las peripecias de vampiros adolescentes son una cosa, pero existe una literatura vaga, difuminada, improbable que flota en esa penumbra de gran la obra o risible tomadura de pelo. En ocasiones ( y gracias a la fe tenaz de sus autores) algunos de estos singulares ejemplares llegan a editarse.