Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Crónica


LA HUIDA DEL ESCRITOR

Carlos Yusti

Hay un personaje de Woody Allen que sufre una extraña afección: está desenfocado. Este personaje es actor y un día que están filmando una escena descubren que está borroso. Tratan de ajustar el lente de la cámara, pero no es un problema técnico es el actor el que se encuentra fuera de foco. Para un actor de cine ese malestar puede ser fatal así como es aciago para un escritor tratar de ocultarse de la prensa, los editores y los lectores.

En el ejercicio de la escritura tiene dos lados de una misma moneda. En una tenemos a ese escritor que ansia la fama y en el otro lado está el escritor que desea esconderse.

Cuenta el escritor Jorge Gómez Jiménez que recibió un correo electrónico donde un señor le preguntaba cómo hacia para convertir a su hijo adolescente en un escritor famoso. Esta pregunta llevó a Jiménez a reflexionar sobre la literatura como actividad social y la necesidad que tiene el escritor de hacerse con un nombre, ya que es remoto el interés que pueda despertar en una editorial un  autor desconocido y esto implicaba dedicación o como él mismo Jiménez lo escribe: “Construir el “nombre” implica participar en concursos literarios, asistir a bautizos de libros y tertulias, hacerse asiduo de ciertos círculos, publicar textos en suplementos y revistas; sin contar con que previamente el afanoso constructor debería haber pasado toda su vida leyendo y puliendo su estilo. Además, dado que su materia prima será el lenguaje, no estaría mal que se ocupara un poco de hacer alguna reverencia a las normas ortográficas y gramaticales que más adelante, con la debida experiencia, se encargará de subvertir”.

 LOBO MARINO QUE ESCONDE SUS COLMILLOS, SIRVE PARA OTRO COMBATE

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Más de un mapamundi, hoja de ruta o brújula habrá que obsequiarle para que corrija, de una vez por todas, tanto rumbo incierto. Aunque ya se maneja a sus anchas con el lenguaje del mar, cada detalle de sus pericias va a parar a la bitácora de marinero que con pluma verde escribe, asemejándose al poeta, exclama profundo. Leguas y leguas de borradores, en donde la goma ejerce su potestad de obsequiarle olvido a intensos parajes de su vida, que no son muchos, pero, para todo llamado a ser, agobian.

Espera publicar algún día inéditos pasajes de su travesía en el barco asignado por su amada institución, desde ya, dejarlos a la mano como si se tratase de un testamento para quienes le sobrevivan; que tenga como fin el principio mismo de su heroicidad, que otras generaciones sepan de su buena ventura, de su capacidad de carismático líder acuático, de quedar inscrito en los anales mismos del aguado y navegado periplo patrio, de humedecer con su apresto los ojos de la ciudadanía que, seguramente, lo llegará a querer como corresponde.

¡Ah! Si ya chapotea de lo lindo de sólo imaginarse tanta dicha. Es un hombre al agua, una marmota en celo que domina a sus anchas la bahía. Ver gotitas lo aplaca, ver gaviotas lo entusiasma. Al final, son parvadas las que visitarán su monolito y son éstas las que hoy no dejan de posarse sobre cubierta. Y las siente cercanas, como la brisa misma, hasta piensa es posible que aquel vuelo raso que acostumbran sea una importante labor de reconocimiento, un estudio a su obra, de vigilar su actuar, quizás se trate de mensajeras para darle la bienvenida, probablemente sean las emisarias o embajadoras que todo líder carismático y con prestancia requiere para involucrarse y encumbrarse a otras alturas más idóneas, necesariamente menos siniestras para la vida misma. Inclusive su mano derecha da de comer a cada una de ellas, ya tiene su regalona, Paloma la Niña le llama, se la imagina en su hombro perpetua, mejor dicho eternamente presa de su lomo, bañadita de bronce, bien pulida y bien encajada, como si se tratase de un lorito dócil y tierno, con obligaciones por cierto; será la encargada de mirar lo que su reojo no alcance, su prótesis ocular exacta para observar, como un repaso, el horizonte y sus límites. La niña de sus ojos pues, que sirva para vislumbrar y cuchichearle más de cerca el futuro. Y se imagina y hasta se cree pirata, cojea en la dicha de sentirse un símil de francis drake, un corsario cualquiera, pese al rasurado tremendamente institucional que porta.

Luce mejorado, ya ni se marea en cubierta, bastante tuvo con aquella vez que dejó una tremenda estela de flemas en aguas atlánticas que más parecía mancha petrolera. Era su viaje inaugural, su primer apronte náutico, allí sus tripas descargaron la furia nauseabunda y retazos de bilis acumulada, expulsó hasta la filigrana, fue como un lavado de la especie, el desagüe definitivo de los suyos, y eso lo consuela a pesar de tanto jadeo y esfuerzo, su estómago fue incapaz de controlarse, demasiada comida previa, mariscales a destajo afectaron su ser ante la embestida de olas en ráfaga, ni el ancla pudo solidarizar siquiera, se hizo pedazos, hasta el intestino tenía mareado el pobre.


PREMIOS Y ESCRITORZUELOS

“Es muy probable que los premios literarios hayan sido creados por algún demiurgo sarcástico para subrayar la carcajada con que el tiempo se venga de las certidumbres”.
José Donoso
Carlos Yusti

Los premios literarios siempre han sido objeto de sospechas, envidias y sabotajes de todo tipo. A veces despiertan el odio o son pasto de una serie de requisitorias e ironías para banalizarlo y quitarle prestancia. En ocasiones se argumenta que tal o cual premio es político o responde a siniestros y conspirativos intereses.

En una oportunidad una amiga periodista presentó un libro del poeta Francisco Arévalo y sin aviesa intención expresó que el poeta tenía más premios ganados que libros publicados. Cuando esta amiga ganó el premio Monseñor Pellín de periodismo le envié un correo electrónico felicitándola y de paso le aconsejé un buen ensalme por que un premio con nombre de cura tenía que ser pavoso. Como es lógico mi amiga se sintió ofendida y se molestó conmigo por un buen tiempo.

Cuando se empieza a escribir los premios son una posibilidad de espantar aquella frase de Quevedo: “El escribe para comer ni come ni escribe”. Roberto Bolaño en un cuento, “Sensini”, relata las peripecias de un escritor dedicado a la caza de premios literarios. Sus recomendaciones son burdas y enmarañadas de trampas para hacerse con algún dinero. Así lo expone el narrador: “Insistía en que participara en el mayor número posible de premios, aunque sugería que como medida de precaución les cambiara el título a los cuentos si con uno solo, por ejemplo, acudía a tres concursos cuyos fallos coincidían por las mismas fechas. (…) Nadie se enteró de que Los gauchos y Sin remordimientos eran el mismo cuento con el título cambiado, aunque siempre existía el riesgo de coincidir en más de una liza con un mismo jurado, oficio singular que en España ejercían de forma contumaz una pléyade de escritores y poetas menores o autores laureados en anteriores fiestas. El mundo de la literatura es terrible, además de ridículo, decía. Y añadía que ni siquiera el repetido encuentro con un mismo jurado constituía de hecho un peligro, pues éstos generalmente no leían las obras presentadas o las leían por encima o las leían a medias”.

 

QUE NO SE NOS VAYA A AHOGAR CON TANTO ENTUSIASMO

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Y bueno, era de esperar su entusiasmo por las aguas, porque haber marchado a ritmo impuesto y cantar himnos alusivos y abusivos, coros para destrozar al prójimo, al que se parase enfrente, no eran su canto, ni vale la pena tararearlos, menos recordarlos. Además, el olvido es su musiquilla perpetua y el mundo del negocio su tarantela. Hace rato le hace el quite al familión asesino que se gasta, toda vez que quisiera no parecerse a tanto antepasado mala clase que jubiló gracias a su cobarde actuar contra civiles indefensos, que ni siquiera el olor a muerto que traen encima los incomoda. No sería bien visto, eso piensa últimamente, llegar con máculas al frondoso y acabado monolito que, mientras tanto, construye en su imaginario.

Le pena la milicia, como que ésta fusiló sus entrañas; pasar arrodillado puliendo pisos, limpiar inodoros de cuanta barraca rebajaban literalmente y demasiado su pureza. No era su confort ni armonía tanta responsabilidad y obligaciones. Si era cosa de verlo, a pura cucharita por el suelo; ráspele que ráspele se la pasaba junto al otro raro conscripto que, al igual, sufría castigos que laceraban el escaso orgullo de clase portado. Una especie de hermanos en desgracia coincidían cuando se miraban a los ojos, dos bichos que a toda costa veían extinguir su estirpe y sanguinolenta casta sin necesidad de que así fuera. 

Más incluso, reprobar tres veces al hilo aquel ramo de desarmar y armar el fusil le provocó una fulminante impotencia, una innecesaria humillación que no se lleva bien con su valioso gen de futuro prócer y aporte a la humanidad. Qué decir de aquel curso de geopolítica, tanta rara estrategia en defensa de los límites territoriales lo colapsaron, más cuando, se cuestiona, es fácil imaginarse a cualquier cabrón cruzando una frontera y acabar de un balazo con el respeto al derecho ajeno, con la paz mundial inclusive, modesto análisis que significó varios meses de castigo. No entender las implicancias del poder y, sobre todo, la dependencia hegemónica del más débil ante el más fuerte no cabía en su opinión, sostenía que, a los débiles, al sometido, fusilarle sus necesidades a la fuerza era un tremendo error, porque era necesario darle crédito blando de tal modo que logre el objetivo primordial, que consiste en mantener sana la economía.

Es un estadista en temas económicos, ni le hablen de guerras y cuarteles. -¡Y qué tanto con el asunto de las fronteras! Contraataca convencido y arenga de paso, que no hay poder más grande que tener harto dinero en el bolsillo. En su fuero interno no existen ni el sur ni el norte, toda vez que se ha convencido que los pueblos no debieran tener límites, a estos los considera supermercados globales en donde los vacíos o huecos humanos llenan la canasta del desarrollo ideológico impuesto. Básicamente, sus habitantes, son meros instrumentos de utilidad y debieran estar a disposición de los grandes grupos económicos, de los empresarios nativos, al servicio de los privados, eso propone como si se tratase de su primer aporte en beneficio de su candidatura al plinto ciudadano que lo espera.




Gabriel Jiménez Emán en el espejo de la tinta impresa

Carlos Yusti

Si uno va de cerebrito autodidacta y desplanchado, producto de anárquicas y desabrochadas lecturas, termina por convertir en ídolos a uno que otro escritor (o poeta) gracias a la lectura de sus libros. En ocasiones el escabroso azar permite conocer en persona a determinado poeta o a un puntual novelista y descubrir (con horror peliculero) que su ídolo tiene los pies de barro y no de barro universal, sino de ese lodo corriente y chapucero. El dichoso autor no pasa de ser un patán engreído, una almazuela sin densidad alguna y con una fuerte predisposición hacia el narcisismo de nariz respingada que ni se cuenta. Por supuesto que la decepción entremezclada con estupor y frustración arropa a ese lector ingenuo que uno en el fondo sigue siendo. No obstante este choque le permite a cualquiera pisar tierra y entender que algunos narradores, poetas y demás grey del mundillo de las letras no están amasados con esa materia de los sueños shakesprianos, sino con mucha realidad mundana y silvestre en la que se concentran esas bajas pasiones que a los simples mortales (iba escribir hijos de vecina) dominan.

La casualidad me ha permitido conocer a una serie de escritores, quienes dejan mucho que desear como personas y como artistas de la palabra escrita. Como es lógico de igual manera he conocido esplendidos seres humanos que hacen honor a la literatura como creadores literarios y como fieles exponentes de lo espiritual por encima de cualquier actitud rastrera o sobre esas trapacerías barriobajeras.

A Gabriel Jiménez Emán le conocía por algunos de sus libros de ensayos, algunas poemas, una que otra novela y muchos cuentos en la cual la brevedad y lo humorístico se combinaban en una efectividad narrativa sin igual en el país. Amén de su trabajo como investigador, traductor e incluso  editor lo que proporcionaba pistas más que suficientes de la seriedad y el compromiso para con la literatura.

SE OFRECE SPARRING MEDIO PASADO DE MODAS

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Definitivamente no le cuadró la idea de ingresar a la academia de guerra, no es lo suyo y tampoco hubo caso convencerlo para que insistiera. Se amurró. Al primer día de practicas, luego de varias semanas concentrado en la teoría, en los macartur y en los romels, fue imposible que demostrara sus aún temerosos dotes y cualidades en aprestos militares, de mostrarle al mundo, al sargento que no paraba de putearlo, sus jueguitos de guerra, esos que bien recuerda y que practicaba con el bélico tropel de mal paridos hermanos que se gasta, las palizas eran su constante grito de guerra, quedó convertido en un mamarracho de su propio destino, que hasta la piel arruga y el escalofrío lo invade al recordar cuando aparecían con palos y macanas a darle como piñata, esa era la señal casi divina para arrancar y esconderse bajo las faldas de su madre, tan ligera ella en consentir y refugiar en su alero al pobre y sofocado mancebo de en-aguas tomar éste.

De hecho, con ellos ni a misa, ni siquiera los nombra, se ahoga al recordarlos. Fueron los verdugos que le hicieron la vida imposible por su condición de mimado, amanerado, mamón, chillón, que no soportaban verlo como el hijo pródigo, como el favorito. Se coludieron para hacerle la vida imposible, se sentían pasados a llevar en su honra, menospreciados por los de su misma sangre. Crecieron con cierta normalidad eso sí, se sienten plenos a pesar de aquellos dos especímenes, los gemelos, los menores, que siempre fueron mal vistos; uno, asexuado que tira para cura y que lee eternum, como si se tratara de relato deportivo, los salmos y parábolas de la añosa biblia herencia del abuelo, para luego de cada párrafo escupir al cielo en señal de protesta, porque insiste en la poca credibilidad del poderoso referi de allá arriba, el otro, le dio por la zoofilia y emigró a la selva hace muchos años, allá vive feliz según la última foto en donde aparece recostado junto a un par de animales que se lo afilan a destajo, a la fecha no hay caso entienda que es imposible tener de pareja sexual a un caimán y a un mono de culo colorado.

Y se acuerda, mientras elonga el ejercicio impuesto como castigo por su pésima performance cuartelera, que desde muy temprana edad fue sometido a la burla y a demasiados apremios, alguna vez todos se confabularon en pos de darle muerte, si acaso no lo sentían parte suya, también el odio daba sus frutos. Nada que agregar, son un punto negro en su esmirriada existencia y pocas veces, ninguna más bien, los recuerda con cariño. Al último que logró divisar, en aquel frecuentado centro de esquí, dio media vuelta y marchó rapidito, se deslizó mejor dicho, cual anguila, perdiéndose definitivamente ante la multitud y la nieve que todo lo enfría.


 

Ana Rosa Angarita, la gramática del vivir

Carlos Yusti

En Ana Rosa Angarita Trujillo convergen la escritura y la pintura como un todo unificado. Aparte de ello es educadora, caricaturista, psicóloga y promotora cultural. La literatura y la pintura son las herramientas que le han permitido simplificar y trasmitir sus experiencias en distintos vaivenes en los cuales desarrolla su intensa actividad intelectual.

(No se encuentra la imagen 5544049) En Ana Rosa Angarita Trujillo convergen la escritura y la pintura como un todo unificado. Aparte de ello es educadora, caricaturista, psicóloga y promotora cultural. La literatura y la pintura son las herramientas que le han permitido simplificar y trasmitir sus experiencias en distintos vaivenes en los cuales desarrolla su intensa actividad intelectual.

Uno de sus primeros trabajos surge de una experiencia colectiva. Ella y toda una comunidad escriben (a muchas manos) un libro inusual sobre una actividad cultural muy particular como lo es la quema de judas. El libro “La quema de Judas la transformaron en Guayana”(Fundec, 1980) más que un cuaderno del trabajo de campo es una vivencia. El libro recopila todos los preparativos en torno a esa fiesta de la quema de Judas en Semana Santa. Es un testimonio sobre la estética y la participación comunitaria. Ilustrado con los dibujos de los niños, pertenecientes a la comunidad de Dalla Costa, ciudad Guayana, es una experiencia visual gratificante.

Ana Rosa Angarita ha incursionado también en los géneros del cuento y la novela. Entre sus cuentos más destacados podemos mencionar “El habitador de la casa del aire”, “Los peces brincaron de puro susto”. Cuentos en los cuales lo poético y onírico se entremezclan para estructurar textos de acabada sensibilidad literaria. Fábula y realidad consustancian al lector con el mundo de los sueños a tal punto que el lector no sabe si sueña que lee o lee sus propios sueños. Su otro cuento “Acabación” relata con pasión y rabia desbordada el asesinato de un grupo de indígenas a manos de garimpeiros.


 

LA GALERÍA DE DANIEL MORÓN

Raúl Hernández

Cuando era niño mi padre me llevaba a ver los partidos de Colo-Colo los días domingo, quizás heredando una tradición en la cual mi abuelo también llevaba a mi papá a ver los partidos donde Carlos Caszely era el protagonista. Cuando comencé a ir al estadio, siempre me llamaba la atención aquel arquero de camiseta amarilla, al cual todo el estadio vitoreaba gritando: “Morón, Morón”. Era el portero argentino Daniel Morón, apodado “El Loro”. Recuerdo que hace muy poco se había inaugurado el Estadio Monumental y la cabellera del arquero era eternamente visible en la cancha.

Siempre voy a recordar un partido en el Estadio Nacional donde Colo-Colo perdía con la Universidad Católica por la “cuenta mínima”. Era el último minuto del segundo tiempo y el arbitro da un tiro de esquina para Colo-Colo. Todo el equipo se fue al área de la Universidad Católica y de pronto vi a Daniel Morón correr desde su arco para ir al “corner”. Claro está, dejando abandonado su arco. Este acto casi suicida dio resultado pues Morón logró cabecear el tiro para que otro jugador hiciera el gol que haría explotar al estadio. “El Loro” ya no era un héroe, sino que un superhéroe, condición que fue sellada con su participación en el logro de la Copa Libertadores el año 1991.

Casi 20 años después nace la iniciativa de un grupo de artistas visuales de crear la Galería de Arte José Daniel Morón, quienes indican, son una galería de arte independiente, que carece de espacio físico, trabaja en desarrollo de propuestas participativas de autogestión, basadas en la utilización de sistemas, espacios y materiales de fácil acceso. El objetivo de Galería Daniel Morón es meditar sobre la identidad y la memoria local reciente. Galería Daniel Morón lleva el nombre del ídolo del fútbol Daniel Morón, ganador de la Copa Libertadores 1991, ídolo y representante de una generación de colores, triunfos y arcoiris, una generación auspiciada por Lada.

¡OH PATRIA! PÚLETE TIERRA, SACÚDETE PEDAZO DE COMARCA

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Y se perfila, como que se proyecta mejor dicho, más allá del deseo de ser estatua. Le interesa la infinita riqueza que heredará a la existencia y para dicho objetivo, incansable relee voluminosos libros de historia universal con un claro propósito; es justamente allí en donde se compara y se pretende un ideal. Estratégicamente adquiere posturas y dichos y una que otra tara según las láminas e ilustraciones que va rescatando de almanaques y revistas heroicas. Son distintos y hediondos emperadores, reyes y monarcas embalsamados en postales, incrustados en hojas de papel brillante y colorido satín los que, en definitiva, lo identifican, son su espejo sin más y, según su personal y soberbia pretensión, hasta en los rasgos se parece a ellos.

En más de alguna ocasión se distrae armando collages con su foto recortada, ensamblándola sobre algún corcel, posando de héroe patrio, de caudillo, de guerrero, de estadista, de prócer, de general, de presidente, de napoleón tercero o cuarto, no sabe, de cosaco, de gurka, de lo que venga, sin importarle mucho, menos avergonzarse siquiera, de la estatura moral o pequeñez valórica de aquellos ídolos con los que no se cansa de fantasear, además, no tiene demasiados referentes y son pocos los que logra rescatar, no hay ninguna rama genealógica de donde cortar, no hay muchos tomos para mayores referencias. Siempre concluye, es de los que finiquita rapidito, se trata de pesados y antipáticos troncos impuestos a la fuerza, en el transcurso de la débil historia de la humanidad.    

Y el cochino éste se entusiasma, porque la estatua aquella que adorna su ilimitado patio de inacabable verde y que, a propósito, más parece una verdadera provincia, es una especie de reflejo que lo señala, porque proyecta la esencia que dice portar, incluidas las espinillas que parecieran terreno lunar. Y es aquel adonis chiquito apenas vestido con una mísera hoja de parra y que adorna la fuente, sosteniéndola además, el que en cierto modo se encarga de proyectar y desnudar su manceba altura de líder natural, y se marea emocionado, borracho de entusiasmo, imaginándose inmarcesible, de una sola pieza, un bloque pétreo y finísimo, en aras de darse el gusto. Modestamente aclara, es un preclaro al respecto, anhela convertirse en los ojos y luz que nutra (raro en todo caso) las esperanzas de la tierra que lo vio nacer, tan lleno de trancas y debilidades, y que próximamente, cuando se muera, lo tendrá de protagonista estelar. 

 

RIMBAUD SE JUBILA

 

Carlos Yusti

Los hilos invisible del absurdo entretejen aquí y allá hasta completar una colcha de retazos de asombros, de situaciones inverosímiles  unidas al vuelo sobre la tersa piel de la cotidianidad. ¿Cuáles pueden ser los nexos entre una nadadora olímpica y el poeta maldito por excelencia de la literatura francesa?


STENDHAL: No ser adivinado

Carlos Yusti

“Llegué a París, al que encontré peor que feo, insultante para mi dolor, con una sola idea: no ser adivinado.”

(Stendhal, Recuerdos de egotismo).

 Cuando cursaba el bachillerato mi profesora de castellano y literatura, Josefina Castillo, recomendó durante una clase la lectura de Rojo y negro de Stendhal. Yo hace bastante rato que la había leído y mi ejemplar de bolsillo, baratón y un tanto descosido, tenía una traducción aceptable y sin esas odiosas tijeras del resumen. Por supuesto en el salón nadie sabía quien demonios era el Stendhal ese y como era lógico la muchacha que me atraía tampoco le había leído. Tímido como soy  visualicé una oportunidad de galanteo y me ofrecí para prestarle mi humilde y pagano ejemplar.

 

En esos días era bastante transparente y la gente me adivinaba enseguida. La muchacha había captado desde hace mucho que yo me babeaba por ella. Embobamiento incomprensible si se toma en cuenta que aquella muchacha no era la más guapa de la clase, pero si la más inteligente. Su promedio de notas estaba años luz a mi sangriento promedio (en azul los profesores escribían en el boletín las buenas notas y en rojo las que estaban por debajo del promedio diez). Sin mencionar su tez morena, labios gruesos, alta y con un garbo infrecuente y una dicción que ni los ángeles. A pesar de este mar de atributos su rostro era poco agraciado, pero su trato espontáneo y la luminosidad de su sonrisa me tenía hipnotizado.

UN ANIMAL DE TOMO Y LOMO

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Mientras tanto, y a cada rato, se luce y esmera limpiando el jardín y cuanto linde de la casa exista. La pileta recién pintada es su preferida, allí, se dice, entre que se convence y especula, toda vez que lee manuales de aseo, es posible apaciguar la sed de su desbocada pureza y que su cuerpo reclama con una especie de relinche ansioso, un llamado para lavar la ascendencia y enjuagar lo poco que de ella quisiera y queda, que no es mucha por lo demás, pero que, pareciera, ensucia su fina contextura, su prístino trote, su gallarda clase.

Asear los muros, aquellos que protegen cuanta riqueza existe al interior del palacete y que le impiden ver más allá de su pobre pequeñez, sujetándole y enjaulando su maltraer, es su sinrazón y excusa necesaria para mostrar su enfado; se permite manguerearlo duro y parejo, tanto más, fusilarlo, porque se imagina a cuanta referencia familiar posee, en esa especie de paredón apto para aniquilar la ascendencia, hasta la sangre higienizar se imagina, cuanto mejor dializarla, porque ni hablar de la espesa orina que se anda trayendo y que, a veces, su incontrolable esfínter deja asomar, con ella quisiese regar hasta las praderas y apagar la ardorosa maleza identitaria que porta, supone se trata de la mismita agua bendita que espera chorree al mundo sus reclamos y pedidos en pos de mejorar el tan desagradable a-de-ene contenido en sus entrañas.

Ya se cansó de saberse parte de una tribu tan jodida y vencida, hace hasta lo imposible por inmacular, si pudiera blindar, el plus ciudadano auto asignado, auto otorgado y que auto pretende consolidar con el paso de los años. Se incomoda al saberse parte de un clan tan deslavado y demasiado re-venido a menos, se convence que, pese a todo, es el único de su familia capaz de merecer otra estirpe que permita sacarlos del hoyo, aquel en donde se bota y acumula el desgastado linaje, basura a fin de cuentas en que se ha convertido su singular entorno.

 

LA LUNA Y EL SEXO ORAL

 

Carlos Yusti

Mi juventud fue un tranvía sin deseo y sin pasiones descarriladas. Podría decirse que fui un zángano light que leía mucho y se masturbaba poco. Llegué primero a la literatura que al sexo. Descubrí los laberintos del amor traspapelado con sabanas, líquidos y caricias a través de algunos libros que no respetaron los linderos entre pornografía barata (a moneda por página) y la literatura escrita con todo el  rigor de la gramática y los desafueros de la creatividad estilística. Libros como Delta de Venús, escrito por Anais Nin, Los infortunios de la virtud de Sade, El Decamerón de Bocaccio, La historia del ojo de Georges Bataille (y algunos otros cuyos títulos se disuelven el los olvidos de la madurez) me permitieron enterarme sobre de que iba el sexo. No era yo, sino mis hormonas que me llevaron hacia esos libros tachados de obscenos y en los cuales el sexo estaba escrito con altas dosis de genialidad literaria. Eran libros fletados desde la Argentina y ediciones de papel barato. Mi favorito fue Henry Miller.


 

CONVENTILLO

Raúl Hernández

El conventillo existe desde la aproximación de diversas familias que, con realidades muchas veces similares, se confunden y entrelazan en un patio o pasaje que sirve de encuentro inevitable entre personas obreras y cesantes. Aparece en la literatura chilena a partir de escritores como Nicomedes Guzmán, José Santos González Vera o Alberto Romero. Se vincula a una visión, una manera de mirar, hacia estos sitios carentes de todo protagonismo en la sociedad. De este acercamiento, de esta observación, aparece una propuesta teatral del Movimiento Artístico Del Fin del Mundo llamada: “Conventillo, la Cueca del Oprimido” que fue presentada durante el mes de septiembre en el Centro Cultural Matucana 100.

Por que sabemos que hablar de la pobreza con un cariz de formas únicas es complejo, más allá del destello de un placer de callejones. El conventillo retratado aquí se puede encontrar en barrios antiguos de Santiago (Yungay, Matta, Franklin, República, Club Hípico, Recoleta, Independencia, Quinta Normal, entre otros) y existe, en esta representación escénica, acercamientos valiosos a la estética reconocible de estos lugares. Los “palos” cruzados con alambres para colgar ropa, la llave para obtener agua, el volantín arriba del árbol. Es destacable la “artesa” para lavar ropa que en un devenir de situaciones queda transformada en ataúd en uno de los momentos mas notables de la obra. Porque ahí están las señoras “dueñas de casa”, el marido, los niños, el zapatero, y un sinfín de personajes que logran adquirir característica. El borracho, sin duda, con su canto, conduce hacia esos recuerdos.

SI HASTA PARECE CABALLITO DE FERIA

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

El jolgorio y encuentro de los muchachos se continúa de un modo intermitente, o más bien cuando se puede, y no pierden la oportunidad de estar juntos, de tenerse, de toquetearse, un decir, porque nunca tanto. Él, en su fantasía de dominar al prójimo, el poder es parte de su acerbo, desde un tiempo a la fecha camina como capicúa, que dominando la escena, que convencido y altanero. Le dio por prácticas más cercanas al martirio de la carne y las agresiones contra la muchacha, quien ya parece mula serrana, cada día se acrecientan, a puro espuelazo se llevan, entre que la amarra a veces, en otras es ella quién solicita castigo corporal, el asunto en definitiva se distorsionó, pareciera no va más, si hasta incluso les duele, y ni siquiera llamarlo violencia intrafamiliar, no le gusta el término a miguelangelito, argumenta que no se trata de su parentela, además que ella no tiene pito que tocar salvo el suyo, y porque acusarlo de pervertido, lo encuentra una bajeza no apta para su estatura moral, de hecho, ese epíteto más lo violenta, como que le achica el porte y el humor.

Además, aduce, siempre desde su lógica poderosa, aquella que se jacta de portar la fusta y castigar al más débil, que a caballo regalado no se le miran los dientes y ni modo que sacrificar un reino por una yegua. ¡No-nes! ¡Si fue ella quién se insinuó a destajo! ¡Es ella la que suele mostrar la hilacha, vaya uno a saber con cuántos otros! Nada de cargarle el muertito así porque sí. Y se atreve a decir más, porque se percibe un machito y hasta pitonizo, es de los que observa y chicotea con detención la ascendencia, confía en su ojo de futre, es por ello que dudar siquiera de su buen ojo, se transforma en un agravio y un menudillo problema que lo agrede, eso es meterse entre las patas del caballo y una familia de tal pelaje y magnitud, de tales pesuñas, por ningún motivo soportaría bajarle el perfil al linaje heredado.

Y explica su enfado, argumenta su coraje, desenrollando la idea, guasqueando la lengua, como si se tratase del mismito mister Ed. Porque se puede llevar un caballo al agua, a que goce en ella, a mear y cagar incluso, pero no se puede obligarlo a beber. ¡No señores! De allí el dicho que se autopropone para salvar la situación, una especie de oportuno placé, una carcajada de dicho por lo demás: agua que no has de beber déjala correr y que se llene de musgos, de paja, de totora, de lo que sea, total, con agua y con jabón, ya luego, capacito que se borra la huella de cualquier cabrón, y él, por supuesto, es un tremendo cabrón, pero con cansina estirpe. ¡Sí señor! Que lo hacen lucir más bello según su propia y agu-a-da recomendación.