Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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NOVELA: YO BIPOLAR. Capítulo VI

Por Jesús I. Callejas

Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados, sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.
Nicolás Boileau

LOS LIBROS

Yo aspiraba a la polimatía sintética. Consumí literatura, historia y arte durante años, pero me arruinaron la saturación, el desorden de tópicos. La anti-cronología triunfó al intentar el mundo mejor que cómo aprendido. Abrevadero estético de la nostalgia siempre a mano: megalomanía al acecho. De los autores juveniles -Dumas, Verne, Salgari (una trágica vida folletinesca), Scott-, ascendí ansioso a los “serios” y, buscando alivio emocional, acaecido el infernal misticismo de Dostoievski marché hacia el espiritualismo pacifista de Tolstoi. Me aficioné más a Stendhal que a Balzac, gracias a la traza romántica irónicamente enclavada en el realismo que utilizó, admirable, astuto y visionario, que convirtió en perfectos imbéciles a sus héroes.

El arsenal satírico de Voltaire, simplemente irresistible. Lamentable: ha sido y es tergiversado por los masones antimonárquicos. Degusté autores franceses del XIX; más los parnasianos que los románticos, en especial los decadentistas. Aunque bastante temeroso de los inevitables divertimentos intelectuales, intenté leer filosofía, agravándose el potaje conceptual bullente en mi desprevenida psiquis. Intentar acceder a Hegel fue una de las peores torturas del “aprendizaje”; prefiero la dialéctica primitiva de Heráclito, además, al aburrimiento habría que agregar el inevitable rechazo de sus postulados políticos. Agravado por el terrible hecho de que nunca caminé un aula universitaria (Pasó pero nunca entró, diría el gran Tin Tan). Recurrentes inconsistencias; ya sé, ya sé…

La aplanadora Nietzsche impresionó mi furibunda juventud; no obstante, el demoledor impacto en lo moral provino de Schopenhauer (profundamente admirado por el ascético Tolstoi, a propósito). Su lectura nunca deja de apasionarme, provocándome chispazos energéticos. He dicho esto en otras ocasiones, pero no recuerdo en cuáles… Leer a Albert Camus -primero El extranjero, La peste, La caída- me demolió las emociones en su degollación lentísima cual anuncio a la muerte del hombre absurdo que no se refugia ni en la religión ni en la razón, sino que asume la rebeldía de Sísifo, aun anticipando su derrota. ¡Bingo! Lo que yo buscaba: literatura filosófica. Admirable acoplamiento de contenido y forma en cualquier género. Un estilista en el camino intermedio. Un cojonudo.

“No me agrada mucho la demasiado célebre filosofía existencialista, y, para decirlo de una vez, creo que sus conclusiones son falsas.” Esta declaración del gran Camus no deja de sorprender en un pensador cuya “absurdidad” es, precisamente, afluente del existencialismo. Admiré la honestidad de Camus, sólo revestido de su virilidad pagana; virilidad ausente de rencores: amistosa ofrenda hacia el mundo, hacia “la patria del alma”. Tan tercamente humano. El revés y el derecho y Nupcias son de los poquísimos libros de ensayos que han tocado mis sentimientos. Descubrir en el primero aquel suceso similar al de la gata en la azotea de Madame Ramona, me dejó en estado de presagiosa agitación. Penoso que su fertilidad narrativa no fuese extensa. Aunque, prefiero el Camus del “hombre absurdo” al posterior, retóricamente gallardo en su cacofonía política, del “hombre rebelde”. Por otra parte, es admirable que Camus censurase el activismo totalitario de Sartre, su adhesión al bolchevismo soviético; sin embargo, su propia, contradictoria postura de colonialista selectivo en lo referente a la independencia de Argelia, donde nació, apostando por un protectorado francés, me causó sabor decepcionante.

Fundamental amuleto de cabecera no fue otro que El lobo estepario, demencial, surreal perla descarriada y maldita, producto de su crisis psíquico-espiritual, del dualismo de Hermann Hesse, y por ende, del ya altamente corrompido nivel de pensamiento occidental. Sobre comunistas (toda revolución es burguesa, ¿no?): desconfío de los que como Bertolt Brecht -ese grosero, desaseado Brecht, que según Frederic Prokosch canonizó a Thomas Mann cual "morboso" y "místico burgués"- se exiliaron con falsamente populistas vocablos, en la confortable valija del capitalismo, sin soltar seráfica taberna. Y él, ¿qué puñeta era? ¿Por qué buscó Brecht refugio en los decadentes Estados Unidos y no en la gloriosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas? Es igual; ambos obedecen a los mismos intereses económicos… ¿Te parece? Bueno, eso dicen. Comunismo y supra-capitalismo son gemelos. La banca internacional; tú sabes… Nada sé; no te entiendo. Ah, entonces; ¿tú qué opinas? Nada puedo opinar de lo que desconozco… No quieras enredarme. Qué descarado eres. El “distanciamiento” teatral de Brecht porta un astrolabio calibrado a la perfección. El llamado lobo estepario prosigue en su conversación con Mozart: Hesse hablando consigo mismo... Las puertas del Teatro Mágico certeramente instaladas en fisiología de aprisionado lobo: Harry Haller. Brecht también arremetió contra Hesse, según Prokosch llamándolo "otro místico burgués": "El lobo estepario no es más que un vómito de misticismo a medio digerir." Pero, ¿no manifestó claramente Hesse?: “El literato burgués, idílico y con éxito, se había convertido en uno problemático y marginado, lo que sigo siendo.” Hesse reflejó el mal de nuestra época, pero la fanática “militancia” del marxista Brecht no admitía menos que su transformación. Para algunos, aquél se muestra artificioso en sus orientalismos esotéricos, pero ello lo define, a diferencia del espectacular Camus, cual un escritor hacia adentro, y por su individualismo, ello, con la certeza del envejecimiento, me place con arcaica calma.

A ver, ¿por qué el inexorable decurso, no desprovisto de nostalgia telúrica, me conduce a leer a Hesse mientras trago durante tres casi congeladas, demoradas porciones, las dieciséis onzas de una botella de agua mineral esperando que las burbujas me estallen planetarias en la faz? El silencio es igual de repugnante que el escándalo. Imprescindible un calibrador de sonidos para el Verbo. Inútil conservar los libros que no se repetirán, sea por inutilidad o por aburrimiento.

Reduje mi biblioteca, dejando, amén de los mencionados, todos los de mitología e historia, las biografías, Homero, el teatro griego de ambos géneros, Virgilio, Petronio, Lucrecio, Boccacio, Rabelais, Grimmelshausen, Le Sage, Sade -trastornado emocional, sin dudas, pero un extraordinario escritor político, no un mero pornógrafo, el lapidario Sade lanzó su probeta de ácido sobre la genealogía judeo-cristiana sin perder ápice de vigencia-, Barbey d’Aurevilly, Huysmans, Andreiev, Apollinaire, Celine, Italo Calvino, Sabato.

Décadas ha, decidí contratar algún maestro privado de filosofía, pero tras torpes tentativas con un racista demencial -idéntico al siniestro enano Quilp que tan fulminante, certeramente Dickens dibujó en Almacén de antigüedades, me aseguró campante que los negros son un experimento fallido- y un prejuicioso, tacaño y envarado moralista -se la pasó hablando de las verdades teologales; a Carlos le convendría saber que Fe, Esperanza y Caridad no son las tres ninfómanas empleadas por Madame Ramona en su burdel clandestino, cuando respectivamente, infante y adolescente, rastreábamos con binoculares aquel “antro de depravación”- que no se cansó de ponderar, como el peor de los sofistas, su tarifa barata, mientras atacaba “el indignante materialismo de estos aciagos tiempos”. Pues, ante tamaña, desfachatada ausencia de básica objetividad creí mejor seguir equivocándome por cuenta propia. Movimiento agobiante ante las herramientas de los sentidos. La rigidez diciendo lo contrario. Me siento como un churro.

Según San Agustín en Las Confesiones: “Un inmutable que todo lo mueve.” No me interesa la Patrística... El calendario se antoja análogo al inmutable del divo de Hipona. Parménides y Platón -vaya joda reconciliar a Heráclito con aquél: el mundo de los sentidos cambia, el conocimiento es permanente- venían con esa garla… Carezco de sutileza para las abstracciones. ¿Me ha servido de algo leer a los autores mencionados? Bueno, los he disfrutado. Unos se entretienen con las tiras cómicas, los juegos de mesa y los crucigramas, otros con las artes, la literatura, la filosofía. Cautela, hijito, con el zumo de la erudición; fascinantes sus escurridizas melodías, imposible no caer en la trivialidad al intentar drenarle enigmas. Demasiado para tus fusibles; pueden estallar grotescamente. Me detengo aquí con esta deliciosa frase de Max Stirner: “Fichte habla de un Yo “absoluto”, en tanto que yo hablo de mí, del Yo perecedero.”

Continuará en el próximo número de esta revista

Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7153

Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7174

Capítulo III en: http://revista.escaner.cl/node/7231

Capítulo IV en: http://revista.escaner.cl/node/7294

Capítulo V en: http://revista.escaner.cl/node/7314


 

Fuente de la imagen: http://www.freeimages.com *Archivo de imágenes con licencia libre


 

Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/Fecha de Publicación: 01-21-2013


@copyright Prohibida su copia sin la autorización del autor.

http://www.bookrix.com/-jesusicallejas

Email sibaritamito@gmail.com


Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) ha publicado los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). También ha reseñado cine para varias revistas locales como Lea y La casa del hada, así como para otras publicaciones. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (novela) y Desapuntes de un cinéfilo (2012), que consta de reseñas y elementos de la historia del cine. Callejas es descendiente de Manuel Curros Enríquez, junto a Rosalía de Castro, el mejor poeta de lengua gallega.

Escáner Cultural nº: 
169

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